domingo, 21 de julio de 2013

Encuentros

Por Glora Neiva Antúnez.

—¿Quién eres? —pregunto Michael al hombre junto a él, quien estaba vestido completamente de negro.—Tu mamá también se fue lejos.
El hombre bajo la vista para observar al chico junto a él. No podría haber tenido más de cinco años, se dijo antes de volverse hacia la tumba de su esposa y leer lo que él mismo había mandado colocar. ‹‹Lizbeth, amada esposa y madre›
—¿Mi madre?—comento confuso el hombre adulto, quien tendría como unos 30 años aproximadamente, de tez pálida, ojos de color  marrón y en cuyo rostro, en la orillas de sus labios habían las marcas, que hablaba de una felicidad de antaño ahora perdida en un rostro con una sonrisa triste— Oh…¿tu vas a despedirte de tu madre?
—Así es, y de papá también, me dijeron que no puedo ir a donde ella se ha ido y donde el esta—le dijo el pequeño Michael confiado; dándole al hombre una expresión triste y tierna. A él le pareció como si en aquellos ojos estuviera llevando el peso del mundo.
El hombre al ver eso suspiro resignado; pensando en las calamidades, que podían pasarle a las personas de la generación de esos días.
—Suerte entonces —le dijo él tratando de no distraer al niño ya que pareciera que el pequeño se quedaría allí. Observo a su alrededor y no vio a nadie cerca de ellos. Un tío, una tía, o alguien con quien el pequeño hubiera venido. Frank, había venido a visitar la tumba de su esposa desde hacía 5 años, sin falta y todos los días recordando viejos momentos y rememorando la felicidad del pasado.
El observo como el niño miraba alrededor nervioso, Frank ya medio sospechaba que la razón por la cual se había animado el pequeño a hablarle a un extraño fuera que estaba perdido.
—Oye, chico, ¿cómo te llamas? —le pregunto Frank entonces, para saber la situación del pequeño, no es que el hiciera aquello a menudo, pero había interrumpido su amada visita a su esposa y algo en aquel niño le resultaba familiar por lo que tuvo que preguntar.
—Michael, señor. Ese es mi nombre, mamá dijo que era el nombre de su ángel guardián.
El hombre sonrió ante aquel comentario antes de preguntar otra vez:—¿Sabes dónde está tu familiares, tu tío o tía, tal vez?
El niño miro nervioso a ambos lados del lugar rodeado de tumbas, antes de observarlo a los ojos y sacudir la cabeza en forma negativa. Frank no tuvo más remedio que suspirar resignado y decirle al niño:
—Ven conmigo te ayudare a encontrar a tus parientes.
—¿Si? —pregunto Michael emocionado; pues no sabía cómo encontrar aquello que quería.
Frank se limito a asentir y decirle al niño que camine a su lado. Fueron caminando por entre varios corredores llenos de tumbas, muchos con emotivas frases de amor o mensajes que sus parientes más cercanos pensaron que iba de acorde a quien fueron en vida.
A medida que caminaban y no encontraban a nadie, Frank comenzó a preocuparse. Estaba inquieto por el niño, pero trataba de no dejarlo entrever de ningún modo. No quería que su malestar se transmitiera al niño que empezaba a fruncir su entrecejo pero de tan joven en ver de preocupación solo le daba un aspecto casi inocente de concentración.
En eso escucho un par de murmullos y volteo rápidamente la cabeza para encontrar el origen de aquel sonido. Un alivio le invadió al darse cuenta de que una pequeña multitud de tal vez cinco personas estaban alrededor de una tumba y solo estaban unas diez tumbas más allá de donde se encontraban.
—¡Michael!­—exclamo Frank para llamar la atención del niño—Creo; que ya los encontramos ¿reconoces a alguien?
—¡Sí! Ella es la tía Olga…—grito de pronto emocionado el pequeño a su lado.
—Está bien, si la conoces, nos acercaremos, solo no grites. Están cerca de nosotros. —trato Frank de sosegar al niño.
Michael asintió hacía él y se calmo un poco antes de agregar:—Gracias Señor.
Frank se limito a sonreírle al niño, poseía una sonrisa contagiosa y a pesar de su tristeza por el aniversario de la muerte de su esposa no pudo evitar conmoverse. Ya cuando estuvieron a unos pasos. La multitud reunida empezó a alejarse de allí dejando paso para que ambos, tanto Frank como Michael vieran a un hombre de unos 27 años, cabello alineado y  traje negro arrodillado frente a no una sino dos tumbas juntas. Ante aquello el atisbo de sonrisa se desvaneció de su rostro. Un momento después Michael se alejo de su lado y corrió hacía el hombre arrodillado frente a la tumba. Sus pasitos parecían resonar para Frank a medida que se acercaba y cuando se coloco al lado del hombre frente a la tumba el niño se desvaneció ante los ojos de Frank quien quedo conmocionado y agitado. Cuando se hubo acercado a la tumba vio que en ellas había dos inscripciones que decían Aquí yacen:
‹‹Mi pequeño ángel Michael››
y en la tumba de al lado
‹‹ Amada esposa y madre Esther››
Frank abrió completamente los ojos ante lo que leía pues él había imaginado que eran los padres y no el niño y su madre quien había muerto aunque aquel ahora pequeño angelito realmente no había mentido. El pequeño no podría ir junto a su madre, ni tampoco junto a su padre. Los espíritus a veces iban en otros sentidos y dimensiones sin importar que en vida hubieran sido parientes.
El Semblante de Frank paso de conmocionado a pensativo y de este a una tristeza profunda antes de acercarse al padre del pequeño y decirle que lo había visto y que no se preocupase. Y cuando trato de posar su mano sobre la espalda del Padre del joven su mano atravesó el cuerpo del mismo. Lo que lo llevo a suspirar y susurrar:
—Ah, siempre olvido que yo tampoco puedo ir;  ni a donde está este hombre, ni adonde esta ella…
Y cuando termino de decir aquello se desvaneció en el aire y el cielo rompió en una torrencial lluvia que obligo a todos a buscar refugio menos al hombre arrodillado que permaneció allí hasta que su dolor se hubo calmado.


De que trata el Desafío: El Edén de los novelistas brutos te informa que debes escribir un relato de terror o suspenso para competir en el mundial que estamos realizando.

1 comentario:

  1. Al principio me lo esperaba pero el final me sorprendió un poco, triste y desalentador para ambos fantasmas, interesante, saludos!

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