Por Alejandra López.
15 de Agosto de 2016
Querido
Romeo:
Cuando sientas el
vacío, cuando te canses de fingir por tu esposa algo que no sentís, cuando te
des cuenta de que estamos hechos el uno para el otro: yo te estaré esperando.
Aunque sientas que tu vida se desmorona, debes creer que somos capaces de
construir un futuro mejor.
Desde que partiste
paso las noches insomnes pensando en vos. Tu rostro serio, pensativo, que de
repente se transformaba en una sonrisa tímida que me regalabas desde tu asiento
mientras yo hablaba, viene a mi mente una y otra vez. Me cautivaste desde la
primera vez que te vi atravesar la puerta, recuerdo que llevabas a tu mujer
abrazada del hombro y a tu hija de la mano. (Es muy bonita la pequeña, tiene el
pelo ensortijado como vos y también tiene tu sonrisa). Fue verte y sentir lo
que jamás he sentido por nadie, querido Romeo. No puedo dejar de pensar en
nuestros encuentros furtivos, en tu aliento, en el calor de tu cuerpo y tu
estremecimiento cada vez que hacíamos el amor. La vida nos sorprendió así,
“tarde” dijiste vos. Yo pienso que “tarde” sería “nunca”. Tengo la convicción
de que nosotros estamos a tiempo para que el resto que nos queda de vida poder
disfrutarla y gozar de este don que nos dio Dios. Es cierto que tu esposa y tu
hija saldrán heridas. Pero también es cierto que la vida que estás llevando
ahora a su lado es hipócrita y yo creo que a la larga esto se notará y de una u
otra manera todos saldrán dañados igual.
Sé que te fuiste del
pueblo por mí, pediste el traslado en tu trabajo para olvidarme, ¿realmente
pudiste hacerlo? Ya pasó casi un año de tu partida y mi amor por vos permanece
intacto. No, intacto no. Se acrecienta con cada minuto que pasa, aumenta con mi
soledad. Recién ahora me atrevo a escribirte, dejé pasar el tiempo para ver si
podía sacar de mi cabeza lo que creí que fuera una infatuación estival. También
quise darte tiempo para que pudieras aclarar tus ideas y ver si podías
recomponer tu relación con tu esposa y tal vez olvidarme.
Dijiste que el
nuestro es un amor prohibido y bastante culpa sentí. Dios bien sabe que traté
de apartarte de mi mente y de mi vida en todo este tiempo que no estuviste.
Pero pasó algo que me hizo replantear toda mi existencia. Te lo voy a contar
pero espero que entiendas que no quiero apelar a que sientas lástima. Hace dos
meses me operaron de cáncer. Ahí fue cuando entendí más que nunca la finitud de
la existencia y que venimos a esta vida para ser felices, no para sufrir y que
eso depende de nosotros. Mi felicidad está a tu lado, si la tuya no está a mi
lado sabré retirarme de tu vida. Te pido que lo pienses y me des tu respuesta
sincera.
Mientras tanto, cada domingo desde el púlpito
donde sigo dando el sermón, espero verte otra vez atravesar la puerta del
templo como la primera vez que te vi
Con todo mi amor:
No hay comentarios:
Publicar un comentario