martes, 6 de marzo de 2018

Winyan


Por Sergio Bonavida Ponce.


Cierran los ojos, telepatía cigótica, ventajas de ser gemelas.
«Tengo miedo».
Detrás, la Martha tímida araña pierna.
Llevan en pugna diez años, desde el mismo día que Madre acogió a la extraña.
Qué no sé... dijo, algo de un desliz.
Extraña criatura Mrs. M: tímida diurna, psicópata nocturna.
«¡Cálmate, hermana!».
—Abrid los ojos.
«¿Por qué quiere una foto?».
«¡Cosas de Madre!».
Martha no ríe. A la noche, ofrenda; la fotografía salpicada con pelo de sus pubis.
Después... Las matarán y las violará, en ese orden. ¡Powwow!

Venid


Por Yol Anda.


Fue fácil encontrarlas. Sus pies desnudos no consiguieron borrar las huellas que dejaron en mi memoria. Mil novecientos ochenta. Un crudo invierno en el hotel Overlook. La habitación 237. Aquello no fue más que el principio. Prefirieron a las gemelas para el rodaje pese a mis avances en artes escénicas siendo una niña de diez años. Pero el tiempo pasa; cuatro años más y muchas cuentas por ajustar. Venid a jugar conmigo, niñas. Venid a jugar. No es invierno, no estamos en el angosto pasillo de un hotel; no hay alfombra azul que se precie ni ¿ríos de sangre? Venid.

Svenka


Por Juan Carlos Santillán.


—¡Svenka no está ahí! —Anya tranquiliza a Masha—. ¡Los fantasmas no existen!
—¡Pero yo puedo verla! —murmura Masha—. ¿Y si no murió con el veneno?
—¡No seas estúpida! —insiste Anya. Pero mira sobre su hombro.
Svenka las observa en silencio. Casi podría tocarlas. Se ven tan vivas como cuando quisieron matarla. Justo antes de ahogarse.



No hay lugar para las tres


Por Soledad Fernández.


¿Por qué hacerlo? Es un estorbo, es malvada. No te deja ser única.Yo soy…especial. Mami lo dice, en sus oraciones. Ella dice eso y que Dios la ayude…porque te extraña. ¿Y nos tenemos que conformar? ¿No te das cuenta que se adueñó de tu rostro, de nuestros gestos? Jamás seremos nada. Soy… Nada, eso sos. Te quita todo lo tuyo: mamá, a mí. Tu novio… ¡Él no! ¿Ves? Tengo razón, como siempre. Si no fuera por mí... ¿Qué hago? Vos sabés qué hacer. Ella me expulsó de la vida. Lo sé. Y ahora….Me quitará todo... Si. Esta noche…lo hacemos juntas.

¿Dónde jugarán las niñas?


Por Robe Ferrer.


Malditas hijas de la gran chingada. Se creen relindas porque papá siempre las escoge a ustedes, no más, pero hoy todo va a cambiar. Él las va a rechazar y me elegirá  a mí esta noche. Esta y todas las demás, porque yo las voy a rajar sus bonitas caras con un trozo del espejo en el que tanto se miran para peinarse y ponerse guapas para él.
¡Ay, sí!, mijas, esta noche él se meterá en mi cama y me hará mujer por primera vez.
Dos terribles gritos rompieron el silencio de aquella apacible tarde.

Digan: ¡Queso!


Por David Palacios.


Venezuela el país donde las personas son muy dramáticas y se quejan incesantemente. Para Javier la vida no podía ser mejor, se acababa de comprar una cámara la cual le costó dios y su ayuda. Su pueblo, es más huesos que carne ¿Quién podría querer tomarse fotos?
Contra todo pronóstico consiguió su primer trabajo rápidamente, fotografiar las tres hijas de una familia muy humilde. Luego de que el flash se disparara dos hermanas apartaron la mirada y la tercera sonrió perversamente; siguió un punzante dolor en la cabeza.
Esa noche la familia si llenó sus barrigas, incluso los niños pudieron repetir.

Chivatas


Por Ángela Eastwood.


—¡Mírala!  Papá se ha apiadado de ella y la ha liberado un rato. Ya. Las dos sabemos cuánto la quiere. Sí, tienes razón, es su preferida. ¿Qué dices? ¿Que no entiendes cómo ha podido  soltarla después de lo que te hizo? Yo tampoco. Ni mamá. Justo ayer los oí reñir por eso. Mamá le dijo: «no la dejes salir, querido, ni para tomar el aire. Ya has visto que no está bien de la cabeza. ¿Acaso quieres que vaya también a por la otra? ¡Por el amor de dios! ¿Quieres ver otra lengua sangrando y palpitando sobre el barro?».

Ámame aún


Por Gean Rossi.


Mamá dice que el cobertizo está prohibido. No sabemos desde cuándo. Dice que no ha entrado desde que murió papá -no le creo-. Ella era muy joven entonces. Nosotras, mucho más. Hoy entramos a escondidas. La puerta cede y se vuelve todo oscuro bajo el desvencijado techo. Estamos descalzas para no hacer ruido, pero aun así nos descubre. Del cielo se escabulle una delicada luz que ilumina solo el esqueleto de nuestro progenitor desperdigado en el suelo, junto a aquella carta de hace veinte años que confesaba el final de un amor.
De pronto, algo frio toca nuestros pies.