miércoles, 14 de octubre de 2020

Tumba de lodo (Curicaveri)

 

 El sol comienza a ponerse y la oscuridad se apodera del campo de batalla, poco a poco han cesado las detonaciones de las bombas, los disparos cada vez son menos, las avionetas ya no surcan el cielo arrojando su mortífera carga, ahora ya solo se escuchan lamentos, gritos de dolor, los últimos suspiros de hombres que abandonan la vida. Y junto a ellos estoy yo en la trampa de lodo que me rodea esperando con resignación mi final, ya hace un tiempo que no siento dolor, mi cuerpo adormecido deja ir mi vida.

Hace poco menos de un año escuche por primera vez el nombre de Somme, un rio en el norte de Francia, donde tendríamos como misión enfrentarnos y romper las líneas alemanas, para servir como una distracción para dividir las fuerzas del enemigo y precipitar nuestra victoria. Durante varios meses los altos mandos discutían las formas y lo que sería mejor para la batalla, sintiendo confianza del éxito de sus planes. A finales de diciembre de 1915 nos dieron la noticia del cambio del Comandante en Jefe de las Fuerza Expedicionaria Británica, El General Douglas Haig sucedió al General John French. Lo que causo opiniones divididas entre las tropas, pero al final todos estábamos listos para cumplir las órdenes del General.

En los meses siguientes recibíamos noticias de adelantos y a trazos para la campaña, lo que nos dejaba intranquilos y nerviosos con la incertidumbre de entrar en combate o no, para varios de nosotros sería la primera vez que lo hacíamos. Quizás por eso las bromas y el optimismo era una parte esencial de las barracas, pensando en los enemigos que verían su fin ante nuestra valentía y arrojo, claro quién podría culparnos de tales fantasías infantiles si apenas habíamos dejado la niñez. Mientras seguíamos con nuestro entrenamiento que erróneamente nos hacía pensar que la batalla sería tan sencilla. Con nuestros pequeños triunfos en los ejercicios de guerra y sin consecuencias en las fallas de estos nuestro optimismo crecía. Nuestras fantasías conjuntas nos ponían como el heroico batallan que daría el golpe final a nuestro enemigo, ensayábamos nuestras reverencias ante el Rey Jorge cuando nos nombrara caballeros por nuestros logros en campaña, en la barraca todos reíamos a carcajadas.

 

En enero de 1916 ya se había llegado a un acuerdo con el gobierno francés para llevar a cabo la operación conjunta, que sería en la ruta de Bretaña y Normandía donde los U-Boot alemanes atacaban los barcos con suministros. Fue el General Joseph Joffre quien dio el visto bueno.  Pero en febrero nuevas discusiones hicieron cambiar la operación por la del valle del rio Somme, se pensaba que el lugar serviría para arrollar las fuerzas alemanas gracias a la conjunción que daba a las fuerzas francesas y británicas. Lo que no sabíamos era que el enemigo adivinando las intenciones había construido todo tipo de fortificaciones en la zona. El 21 de febrero 1916, se dio el ataque a Verdún, así que los franceses se vieron obligados a mandar tropas a defender la ciudad, así que nuestro ejército tomo el papel protagónico para la operación.

Después de los preparativos previos se estableció el 1 de julio de 1916 como el inicio de la operación, apenas teníamos un par de semanas en Somme, donde habríamos ayudado a terminar las trincheras. Una semana antes como preludio la artillería había estado disparando, según nos informaron un millón y medio de granadas, nos hacía pensar que no habría enemigos y que sería una campaña fugaz, así que todos esperábamos con ansia la orden para atacar, la tensión cada vez era mayor al acercarse la hora para entrar en acción, varios no conciliamos el sueño, revisábamos una y otra vez nuestro equipo que todo estuviera listo, los veteranos nos veían y su mirada era de tristeza mientras se acurrucaban y dormían lo que podían.

 A las 06:00 a.m. nos indicaron que estuviéramos listos, todos los efectivos estábamos amontonados en nuestros puntos de salida de las trincheras, nerviosos pero seguros de que sería muy rápido el ataque y la rendición de los enemigos, por lo que sonreíamos y nos expresábamos confianza con palabras de aliento, a las 07:20 se voló la primera galería subterránea a los 8 minutos ya se habían volado todas menos una, un silencio general en lo que se buscaba el siguiente objetivo y empezar el combate en la tierra de nadie, era nuestro momento, estábamos listos.

 Salimos como nos habían instruido a velocidad de paso, algunos otros habían salido antes a la tierra de nadie con la clara intención de tomar las trincheras alemanas, en cuanto dejaran de caer los proyectiles. Nadie nos imaginamos que los alemanes habían sobrevivido en sus refugios muy bien protegidos y que estaban en perfectas condiciones de infligir daño a nuestra vulnerable infantería. En cuanto los alemanes abrieron fuego comenzó el terror, las balas siempre encontraban víctimas, los compañeros empezaron a caer como moscas, tuve la suerte de encontrar una saliente que me protegió de las primeras ráfagas de muerte. a mi alrededor caían los compañeros que no tuvieron la misma suerte, varios caían sin realizar ni un solo disparo y recibían varios, los sueños heroicos terminaron al ver la sangre correr en el valle, charcos rojizos y espesos de la sangre acumulada de mis compañeros, ya no había risas eran gritos de dolor y muerte, poco a poco el ambiente se llenó de la nauseabunda combinación de pólvora, carne quemada, vomito viseras y eses regada por todos lados, los cuerpos destrozados por las explosiones caían a mi alrededor salpicando mi cuerpo, a unos metros estaba mi compañero que decía que mataría cien alemanes, con la cabeza destrozada, un dispara había esparcido su cerebro, al otro lado otro intentaba inútilmente de parar la hemorragia que una bala había provocado al volarle la quijada dejando colgando la lengua bañada en sangre.

Algunos se refugiaban entre los cuerpos de los caídos esperando la ayuda que no llegaba. Los rescatistas trataban inútilmente de ayudar a todos los heridos, la masacre estaba fuera de su capacidad de ayuda. Los mandos nos ordenaban que avanzáramos y mandaban más hombres al frente, los cuales caían sin vida sin ganar ni un centímetro. Las detonaciones me habían ensordecido y con señas el teniente me indicaba que avanzara y dejara mi pequeña guarida no sé cuánto tiempo había pasado y yo seguía agazapado esperando que terminara todo, cada cierto tiempo se detenían las acciones, y cada bando esperaba la rendición del contrario inútilmente y se volvía a la carga.

No podía distinguir el sol, ya que el humo lo cubría pero ya habían pasado horas desde el inició de la contienda, quizás más de medio día, fue cuando se dio una pausa y se retiraban algunos heridos que me indicaron que siguiera adelante con otros compañeros, seguimos la orden con una combinación de adrenalina y miedo, habíamos avanzado un par de pasos cuando volvieron al ataque los alemanes, tomándonos por sorpresa, empezando el intercambio de disparos, sentí un golpe en el pecho, me quema y siento la humedad de mi sangre saliendo de mi cuerpo, caigo de espaldas y veo un cielo gris por el humo, no quiero moverme, lo intente y fue grande el dolor, las lágrimas salen de mis ojos y me hacen pensar en todo lo que no podré hacer, nunca volveré a ver a mi madre y mis hermanos, a mi padre no ayudaré en las reparaciones de la casa, mis amigos pensaran en algún momento en mí, no saber lo que es un beso de la mujer amada, no tuve el tiempo no me dieron la oportunidad, esta bala me arrebata la vida.

Nadie vino a mi rescate nadie me ayudo y aquí estoy tendido esperando el fin mientras mi sangre se va escapando de mi cuerpo, ya no tengo fuerza ni para gritar, siento mi cuerpo frío y empiezo a temblar, ya paso un tiempo desde que deje de sentir mis pies mis piernas mis brazos, mi respiración cada vez es más lenta más difícil, me estremezco y es el último signo de vida que doy y cierro mis ojos para siempre, olvidado en el lodo de un país extraño.

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