miércoles, 14 de junio de 2017

la cacería

Seudónimo: exkritorvruto.
Autor: David Palacios.


 Que felicidad, por fin tenía su tan merecido descanso, luego de resolver innumerables casos, donde se encontraron con cosas, que ninguna persona cuerda debería haber visto jamás. Ellos entendieron en carne propia el verdadero significado de lo bizarro. Pero aun así, gracias al profesionalismo que los caracteriza, lograron superar todas las difíciles pruebas de sus pasados. Y ahora por fin, pueden estar juntos, disfrutar el uno del otro, vivir como una pareja normal. A ellos no les importaba que los años les pasaran facturas, que el amor de su vida, por el que lucharon para sobrevivir, ya este demacrado y demacrada por la edad, nada importa ya que por fin pueden estar juntos. El Agente Especial Fox William Mulder, solo era Mulder y la Agente Especial Dra. Dana Katherine Scully, solo era Scully.
Al menos eso pensaban ellos, y por muchos años tuvieron razón, pero luego de revolver tanta mierda en tu pasado es muy difícil que tu futuro no se vea manchado. Ellos ignoraban las terribles dificultadas por la que pasarían muy pronto. La felicidad es un recurso escaso, hay que disfrutarla mientras dura.
-Ponle algo de café a tu azúcar-dijo Scully-
-Me dices lo mismo todas las mañanas, pero a mí me gusta así-dijo Mulder-
- Ya eres un Hombre mayor, esa cantidad de azúcar no te puede estar haciendo ningún bien.
-Si no es la azúcar, es el colesterol o simplemente no despertare, de alguna forma hay que morirse Scully, tranquila mañana lo tomare sin azúcar.
Ella sabiendo que Mulder la había ignorado completamente, frunció el ceño y solo se sirvió su propio desayuno. Estaban viviendo en una pequeña cabaña muy adentro de los bosques de Alaska. Este era el lugar perfecto para desaparecer de su antigua vida, no había vecinos y lo único que tenían a su alrededor era vida silvestre y árboles. En este lugar habían vivido los mejores años de sus vidas, tanta paz y tranquilidad.
La verdad es que ella quería un cambio de ambiente, no sabía si era por la edad o porque siempre fue así, pero Mulder está cada vez más insufrible, se queja por todo y se la pasa caminando por toda la cabaña durante la noche, han paso varias semanas desde que ella no pudo dormir bien, gracias a él.
Tal vez los traumas están aflorando luego de tantos años, el parece casi paranoico, cualquier ruido lo hace levantarse de donde este y sale a mirar por la ventana. Por dios si vivimos en el puto bosque.
El agente Smith había sido transferido desde hace muy poco al FBI, él tenía una obsesión hacia los archivos X. No le importo su exitosa carrera como un activo de la CIA, cuando la oportunidad de trabajar cerca de los tan aclamados archivos, se le presento,  no lo dudo y acepto.
Era muy temprano en la mañana y la rutina de Smith recién empezaba, como todos los días él se levanta y hace exactamente 20 flexiones muy rápidamente, luego va al baño, donde siempre tiene a su izquierda el cepillo de dientes que siempre esta en perfecto estado, una cerda en mal lugar amerita descartarlo. Su apartamento era pequeño, pero él no necesitaba más, estaba caracterizado por unas paredes blancas como la leche, impecables, una cama muy suave y tendida a la perfección, como si las arrugas representaran algún tipo de crimen, lo único que se podía oír era el silencioso soplido del aire acondicionado, en fin era el sitio ideal para una persona como Smith. Por sobretodo porque le quedaba a 5 minutos de la oficina.
Esa mañana era su primer día como agente del FBI y él se lo tomaba con total profesionalismo, como todo en su vida, sin embargo un pudo evitar sonreír cuando al llegar, lo primero que noto en el gran pizarrón donde se colocaban los casos no resueltos. Estaba el caso del cazador, valga la redundancia. Este asesino se caracterizaba por acosar a sus víctimas, que siempre habían sido personas muy sobresalientes en su campo, el las perseguía y hasta que sus víctimas no estaban totalmente aterrorizadas y paranoicas, no empezaba la cacería.
Ver a Smith sonreír era un suceso muy raro, sino que peculiar, podían pasar meses sin ver alguna de esas medialunas disimuladas, casi forzadas, es su cara, pero este caso logro hacerlo. Él era fanático de los misterios sin resolver del FBI y esta era la bienvenida que estaba deseando.
Lo que más perturbaba los pensamientos del agente, era encontrarse con sus ídolos Mulder y Scully, para él ellos eran el pináculo, la senda a seguir. Nadie más se había atrevido a inmiscuirse y resolver tantos misterios como esta pareja. Es por esta razón que el verdadero motivo por el cual, Smith se unió al FBI, fue para encontrarlos. De hecho la desaparición de la pareja, representaba un misterio como tal, por años se habían mantenido ocultos. Aunque no tan ocultos, él ya sabía que ellos estaban viviendo en Alaska, y lo supo desde el día antes de aplicar para el trabajo en el FBI.
Para la sorpresa de todos en la habitación, el tipo nuevo había escogido el caso cazador.
-¿Este loco Smith?- dijo alguno de los otros agentes-
 Smith se limitó a guardar silencio.
-Hombre es tu primer día tómalo con calma- dijo otro de los agentes-
-Este caso no se va a resolver si yo no lo tomo- dijo Smith-

La cabaña era muy cómoda, siempre estaba cálida gracias a una gran chimenea que usaba leña, y dejaba ese olor a humo por todas las habitaciones, las paredes interiores eran de un color marrón oscuro, como esas nutritivas barras de chocolate amargo, el sonido de la vida silvestre siempre estaba de fondo, después de un tiempo la pareja ya se había acostumbrado y no les molestaba.
Era ya muy tarde en la noche y Mulder no podía dormir, aprovechaba para mira a Scully que si estaba con los ojos cerrados, pero no estaba dormida, ella sabía que algo le molestaba a Mulder y no se pudo esperar más, así que le pregunto. Él se limitó a responder, Te quiero viejita. Estas palabras dejaron fuera de combate a la veterana agente, si una muestra de amor tan sincera como esta, no te deja sin palabras, nada lo hará.
Al recuperar la raciocinio, ella le insistió, Mulder es enserio ¿Que te está pasando? El ya no pudo seguir ocultándolo, ella tenía derecho a conocer la verdad. Sin embargo algo lo interrumpió, un ruido, algo muy pesado había corrido afuera de la cabaña, era obviamente un animal, aun así el abrió la gaveta al lado de la cama, donde había escondido un arma de fuego.
-Hace varios días alguien toco la puerta de la casa- dijo Mulder-
-¿Cómo es posible? Nosotros no tenemos vecinos- pregunto Scully-
-Lo mismo pensé yo y fui abrir la puerta con mucho cuidado-
Para mi sorpresa, no había nadie en la puerta, pero al bajar la mirada me encontré con una caja cerrada, dentro estaba un teléfono satelital. Al principio decidí buscar por los alrededores de la cabaña, pero no encontré nada. Sabiendo lo que esto significaba decidí esconder la caja y el teléfono, Lo siento Mulder. ¡Cómo has podido ocultarme algo tan importante! Ya no estamos ocultos… y ¿Qué hiciste? Simplemente ignoraste la amenaza y pensando que era una broma de mal gusto.
-No tuve tiempo de hacer eso, al siguiente día de la entrega del paquete, recibí una llamada-
-¿Cómo es posible que te quedaras callado?...-
La llamada que había recibido Mulder, era la voz de un hombre, que le decía que siempre había sido su admirador y que no había existido ni existirá un mejor agente del FBI, pero que sin embargo. Por ese motivo lo hacía más que orgulloso, tener la oportunidad de cazar al par de agentes. Cuando Mulder le pregunto a la voz, que a que se refería, esta le respondió, con lujo de pomposidad. Yo soy un cazador de seres excepcionales, siempre encuentro a mi presa y reclamo sus vidas, esto es el sentido de mi vida, existo para matar, ustedes son mi siguiente presa. No fue tan difícil encontrarlos, solo tuve que leer minuciosamente el perfil de twitter de ambos, allí publicaron acerca de lo divertido que sería una escapada al bosque y nunca más volver.
Cualquier otra persona hubiese ignorado por completo el hecho de que Mulder y Scully habían compartido una idea, acerca de cabañas muchos años atrás, en sus redes sociales, pero Smith no dejaba escapar ningún detalle, él sabía que los agentes no podían estar muertos, lo sentía como una punzada en el estómago. Sin embargo hay muchos lugares donde tener una cabaña en el mundo, la manera en que los encontró, fue haciendo uso de la fecha de la desaparición y el aumento de ciudadanos en cada estado, resulta que Alaska tiene tan pocos habitantes, que fue muy sospechoso cuando dos aparecieron, justo después que Mulder y Scully desaparecieron.
Al otro día de tomar el caso, Smith ya había montado a un avión con rumbo a Alaska, ya tenía identificado el lugar donde la pareja de ex agentes vivía. Para llegar a ese sitio le esperaban 3 horas de camita como mínimo, eso si el clima se lo permitía, lo único que llevaba consigo era un cuchillo de cazador y una cantimplora, no pensaba quedarse mucho tiempo visitando a la pareja. El agente se sentía algo ansioso de que por fin se encontraría con sus admirados predecesores, se detuvo un instante para verificar que estaba siguiendo la brújula correctamente. Caminaba por un sendero boscosos, donde sería muy fácil perderse, habían hojas recién caídas en el suelo y mucha humedad, el frio hacia crujir los dientes aunque ya era mediodía y el sol estaba en su punto más caliente.
Mientras caminaba, repasaba mentalmente, la ficha del caso del cazador: Muchas personas influyentes y talentosas, habían sido asesinadas bajo extrañas circunstancias, ya que los días anteriores al asesinato, muchos hacían la denuncia a la policía de que estaban siendo acosados, por un hombre que les decía que sería sus presas. Sin embargo luego de realizar las investigaciones pertinentes que a su vez fueron cotejadas por el equipo científico CSI no se encontró ninguna evidencia. De hecho todos y cada uno de los asesinatos habían sido declarados, como muerte accidental.
Obviamente el cazador era un psicópata que debía tener algún tipo de entrenamiento forense, para ocultar sus rastros de una manera tan profesional. Mientras repasaba la información del caso, la sonrisa fosada volvía a marcar su cara, que extraña sensación, por un lado estaba ansioso por el encuentro y por otro le divertía la idea  de que el caso del cazador fuera todo un misterio, sin darse cuenta Smith apretaba la empuñadura de su cuchillo con suficiente fuerza como para raspar sus manos con la superficie antiadherente del mango.
Se hacía de noche mientras se acercaba a la cabaña, no sabía qué le iba a decir a Mulder cuando lo viera ni si le caería bien a Scully. La familia de Smith tenía una larga tradición militar que se extendía a su tátara abuelo, el cual había luchado en la primera guerra mundial. Casi todos los hijos e hijas eran criados con la más rigurosa conducta militar, disciplina fue lo primero que le enseñaron. En su casa no se admitían lloriqueos ni pataleos, ni siquiera porque tenía solo 5 años, él siempre debía comportarse a la altura. Cuando su padre lo golpeaba en la cara, más le valía no dejar caer una lágrima o le iría peor. Tan pronto tuvo la edad suficiente se alisto en la armada.
Ya estaba totalmente oscuro cuando por fin diviso la cabaña.
-Tome varias precauciones, como preparar una ruta de escape al pueblo más cercano, con provisiones y armas- dijo Mulder-
-Sabes que yo te hubiese ayudado a preparar todo-contesto Scully-
Pareciera que ahora que Scully sabía la verdad, se había mandado una especie de señal para iniciar la caza. La pesada puerta de madera se abrió completamente y una figura alta y corpulenta hizo su aparición, era el típico militar de las películas. Todo fue tan repentino que Mulder un tuvo tiempo de tomar la escopeta que estaba sobre la chimenea. Sin embargo ambos pudieron salir rápidamente por la puerta trasera, con dirección a las provisiones escondida en algún punto de la ruta de escape, solo Mulder conocía donde estaban dichas provisiones.
Una pareja de experimentados agentes corrían por el bosque, en medio de la noche, atrás de ellos estaba una figura ennegrecida por las sombras y que solo había un punto brillante en la cabeza, que solo podía provenir de la luz emitida por un habano, el cual estaba siendo consumido apresuradamente. La figura que estaba caminando muy lentamente, acelero en el instante que la luz  del puro se extinguió.
Para ser una pareja de ancianos, Mulder y Scully eran muy atléticos y no se dejarían atrapar tan fácilmente. Ya en sus días habían encontrado peores peligros que un simple lunático.
-A este ritmo en 5 minutos llegaremos a las provisiones- Dijo Mulder-
-No sé si pueda aguantar 5 minutos más de carrera- responde Scully-
-Tienes que hacerlo por mi cariño, tenemos que escapar-
Mientras corrían Mulder empezó a sentirse mareado, por su mente solo pasaban las palabras, “de algo hay que morirse Scully”. Él siempre le contestaba eso, cuando ella preocupada le reclamaba, la cantidad de azúcar que le ponía al café o la cantidad de grasa que consumía con cada comida, al parecer ella siempre tuvo razón, esa dieta tan descuidad al final terminaría por matarlo.
No pudo aguantar más la carrera y agarrándose el corazón muy fuertemente, mientras sus rodilladas se doblaban sin ningún tipo de resistencia dirigiendo su cuerpo hacia el suelo. Mulder había caído y en un instante, como cuando el leopardo atrapa a la cansada gacela, la figura ennegrecida se aproximó a él y lo miro desde arriba con una sonrisa macabra.
Te dije que te atraparía, sin embargo pensé que darías mas batalla, supongo que es mi culpa por haber esperado tanto de un pobre abuelo, acerco su cara burlona al adolorido señor, mientras aullaba como un lobo para que Scully lo escuchara. El anciano alcanzo a gritar sálvate viejita, te amo, justo antes de que el cazador cobrara su presa, por medio de una llave de presión que termino rompiéndole el cuello.
Ella alcanzo a escuchar el grito de su querido, pero decidió no voltear para ver, ella sabía que no podría resistir la escena y que le haría perder todas las fuerzas. Enseguida tropezó con una rama caída y se precipitó al suelo, pero algo suave amortiguo la caída, ¡eran las provisiones! las había encontrado, bendito seas Mulder. Rápidamente busco la pistola que ya estaba cargada, mientras escuchaba los pesados pasos que se acercaban cada vez más rápido, logro obtener una muy clara visual de la cabeza así que le apunto y jalo el gatillo, justo antes de que se le abalanzara con una cuchillo de caza con la intensión de hundírselo en la carne salvajemente.
Cuando Smith llego a la cabaña, para su sorpresa, todas las puertas estaban abiertas y el lugar estaba abandonado, la maleza ya se había hecho paso por la estructura, la madera tenía un intenso olor a humedad y la estructura tenía una apariencia de que estaba a punto de venirse abajo, el piso se sentía suave al tacto de los pies mientras el agente avanzaba. Como dirigido por el destino se apresuró hacia la puerta trasera y siguió la ruta que le pareció más lógica, a unos pocos cientos de metros encontró una osamenta a la cual le habían crecido zetas del tamaño de un plato.
El corazón de Smith empezó a palpitar con mucha fuerza, no puede ser, esto no es posible. Empezó a correr más y más rápido a un par de cientos de metros más adelante al lado de un árbol encontró dos esqueletos, un arma y un cuchillo de cazador parcialmente cubiertos por la vegetación.
Lo que iba destinado a ser el encuentro con sus ídolos y la petición de ayuda para resolver el caso del cazador, se torció en algo mucho peor, el todavía no sabía con certeza a quien la pertenecían estos restos. Posteriormente los registros dentales se lo confirmaron, Mulder y Scully habían muerto y el tercer cadáver era el de un guardia forestal que había desaparecido hace varios meses.
Al final el caso del cazador quedara guardado para siempre en los archivos X con los demás casos no resueltos.
Luego de volver de su viaje Smith decidió abandonar el FBI y volver a la CIA que era el trabajo que más le gustaba, nunca le comento a nadie acerca de su admiración por los ex agentes, ya no había caso, ahora ellos viven en sus recuerdos.

martes, 13 de junio de 2017

El coleccionista

Seudónimo: Rictus.
Autor: Alejandro García.


–Noche lluviosa en los ángeles. Son la diez treinta y seguimos acompañándote con lo mejor de nuestro repertorio musical. WKGB la radio del momento –. Comenzó a sonar "November Rain".

   La interestatal estaba desierta. El Ford automático se desplazaba a buena velocidad con las luces altas. El conductor iba pegado al parabrizas para alcanzar a ver la carretera.

   –When I look into your eyes, I can see a love restrained. But darling when I hold you Don't you kno...
  
   De pronto, en una fracción de segundo, un intenso flash azulado cegó al conductor. Un pesado bulto cayó sobre la parte frontal del auto. Un crujido metálico. Volaron vidrios por todas partes. El conductor perdió el control y las maniobras para recuperarlo sólo lograron que el auto volcara.

   Un Pick up negro se integró a la carretera por una vía alterna. Se detuvo unos metros adelante, donde se encontraba el bulto caído del cielo. Un hombre envuelto en un traje impermeable descendió, lo tomó con dificultad del suelo poniéndolo en la parte de atrás. Luego siguió su camino.
   En el cielo se vieron tres luces de colores blanco azul y rojo. Cuando el pick up se alejó las luces se dispararon hacia arriba hasta desaparecer.

***

   Fox Mulder estaba encorvado viendo su ipad. Ampliaba y movía de un lado a otro las fotografías que le acababan de enviar cuando llegó Scully.

   –¿Encontraste algo?–dijo ella quitándose el abrigo.

   –Mira –Mulder le mostró la pantalla –estas son las fotos del auto que volcó en la interestatal. No se encontraron indicios de qué pudo haber causado el accidente. El conductor falleció al instante. Lo único que se pudo hallar cerca fue un sombrero de pirata muy gastado. Scully se acercó y vio la fotografía del sombrero.

   –Creo que finalmente le dieron su merecido a Jack Sparrow.

   –Pues, por lo visto sigue teniendo la misma suerte por que no se encontró ningún cuerpo.

   –¿Qué crees que habrá sido? ¿Una roca tal vez?

   –No lo creo. No hay ninguna ladera, pendiente rocosa o algún volcán en las cercanías. Pero si te das cuenta acá –Señaló con la punta del bolígrafo la parte superior del sombrero en la foto – de acuerdo a lo que dijo el departamento de análisis de pruebas, presentaba un pequeño porcentaje de radiación en la parte quemada.

   –Podría tratarse de algún médico o físico.

   –Llamé a las tiendas de disfraces de las áreas circundantes y las pocas que alquilaron disfraces de piratas dijeron haber recibido el traje completo de vuelta –. Se sentó en una silla reclinable. Se sirvió café de la cafetera eléctrica –. ¿Café?

   Scully asintió alargando una tasa.
  
   –Por otro lado –continuó Mulder dirigiéndose a una pared llena de fotografías –, imprimí estas fotos de otro caso que se registró ayer en Cabrillo Beach.

   –¿Tienen alguna relación con nuestro pirata?

   –Pues, fuera del atuendo nada. Verás, unas muchachas que jugaban voleibol en la playa se llevaron el susto de sus vidas. Una de ellas pisó un objeto y al empezar a cavar notaron que era un enorme amuleto de plata con una piedra negra al medio. Dentro se veían pequeños puntos de colores de diferentes tamaños que parecían responder a ciertos patrones simétricos.

   Scully tintineaba la cucharilla revolviendo en la taza, interrogándole con la mirada.

   –Pero eso no tiene nada de extraño.

   –Pues sí, tienes razón, el amuleto no tendría nada de espectacular. Lo excepcional es a lo que estaba atado. La cadena estaba sujeta a una mano totalmente negra, quemada y sucia. Y ¿Qué crees? Mira esto.

   Llamó la atención de Scully a la foto de un pirata con los ojos cosidos. Yacía sobre la arena con un atuendo propio de película de naufragios.

   –Rayos –Scully arrugó la cara –¿Qué le pasa a la gente hoy en día? ¿Y qué hicieron con el cuerpo?

   –Lo llevaron a la morgue en el centro de la ciudad, en la calle cincuenta y cuatro, con Williams ¿Lo recuerdas?

   –Vaya si lo recuerdo, es un tipo detestable, no se por qué siguen llevándolos ahí.
   Mulder se limitó a encogerse de hombros.

   –¿Quieres nadar, Scully? O crees que ya es muy tarde.
  
   –¿Cómo? ¿A qué te refieres?
  
   –Toma tu abrigo, vamos a Cabrillo Beach.

   Cuando llegaron la rueda del sol era difuminada por nubes naranjas a su alrededor. La noche estaba próxima y el mar se mecía de un lado a otro suavemente. No tardaron mucho en encontrar el área acordonada donde se hiciera el descubrimiento. Luego de revisar el lugar de forma minuciosa, con lámpara en mano, dieron con algo. Si a caso fuera una pista diminuta pero era algo que había pasado desapercibido para quienes habían ido a la escena antes.
   Brillando a los primeros rallos de la luna estaba un pequeño pendiente esférico adornado con unos pequeños agujeros alrededor y una pluma de color verde.

   –¡Bingo! Mira, sabía que habría de encontrar algo. –Mostró el objeto a Scully al mismo tiempo que sacaba una bolsita transparente para guardar el pendiente en la solapa de su abrigo.

   –No te emociones, seguro es de alguna de las chicas.

   –Bueno, igual lo guardaré. Recuérdame mandarlo al laboratorio.

   En ese preciso momento un hombre vestido de negro de pies a cabeza, del cual no se habían percatado, subía un bulto pequeño a un pick up negro. Subió al asiento del conductor y se puso en marcha a toda prisa. Mulder y Scully intentaron darle alcance pero sólo lograron tomarle el número de placa.

***

   –Bienvenidos al primer teatro de marionetas de tamaño real en todo Los Ángeles. Prepárense para entrar a un mundo mágico donde todo es posible y los límites no existen, donde…
  
   –Este es el informe de lo que pude averiguar. Su nombre es Karl Johnson  –Scully, que estaba sentada a la par de Mulder en una hilera de sillas, le dio una carpeta  –De acuerdo a lo que dicen los vecinos y sus empleados, el hombre es un tipo cualquiera: Monta su show de marionetas gigantes, paga a sus ayudantes puntual y va a la iglesia sin falta todos los domingos. ¿Lindo eh?

   –De las aguas mansas líbrame Dios.

   –¡Amen! –Scully se acercó aún más a Mulder –y a ti como te fue con lo del pendiente.

   –No pude sacar nada en limpio aún.

   –Ah, casi lo olvido, el único detalle que a algunos de sus trabajadores les parece un poco molesto es el excesivo perfume que pone a las marionetas y él mismo también.

   –¿Perfume? –Mulder se quedó pensando en el por qué de ese detalle –Pues sí que es algo extraño.
   La gente alrededor  se puso de pie aplaudiendo cuando un pirata saltó al escenario con espada en mano. Alguien les hizo una seña con el dedo índice en la boca para que guardaran silencio.

   –¿Siempre presenta piratas o fue coincidencia?
  
   –Según pude enterarme –dijo Scully en un susurro apenas audible –sus obras siempre tratan temas extraños, desde abducciones, piratas, astronautas, civilizaciones antiguas, etcétera, etcétera.

   El calor era agobiante bajo la carpa donde se montaba el espectáculo. Scully se soplaba con la carpeta que había reclamado de vuelta a falta de aire acondicionado; mientras Mulder sudaba a torrentes.

   Durante los tres días siguiente se dedicaron a seguirle los pasos al tipo de las marionetas, míster Johnson, el mismo del pick up negro Descubrieron que aparte de tener la afición por las marionetas le gustaba que fueran reales. Algunas noches salía al cementerio de la ciudad, con pala en mano desenterraba a los cadáveres más frescos. Ignoraban lo que les hacía dentro de su casa. Se imaginaban algo necrofílico y aberrante pero no tenían ninguna certeza.

   Por fin, luego de una semana de seguirle los pasos, lograron conseguir la orden girada por el juez competente para encerrarlo por profanación de tumbas. Cundo entraron a su casa lo más evidente era el olor que los vecinos habían reportado; a perfume, pero también un olor diferente, podrido y sucio. En un ático bastante amplio se amontonaban dispuestas en mesas, como si tomaran el té, algunas marionetas de las que utilizaba en sus presentaciones. En una tina , dentro de líquidos propios de los métodos para disecar animales, se encontraba un cuerpo totalmente abierto por la mitad del torso al cual ya le habían sido removidos los órganos internos.

   Scully no aguantó más y salió en búsqueda de aire fresco, verde y con la cabeza dándole vueltas. El panorama era una total carnicería.
   Cada “marioneta” era un cuerpo disecado. Las habían grandes y pequeñas. Los ojos cosidos y pegado. El rostro cubierto por una máscara de madera tallada a mano y con una expresión grotesca.
El hombre fue encerrado. Y sentenciado a cadena perpetua ya que familiares habían reportado la desaparición de las víctimas y estaban seguros que habían sido asesinados, se hicieron las pruebas pertinentes demostrando que todos habían muerto de insuficiencia cardíaca sin poder determinar por qué ni una causa exterior.
   De vuelta en su oficina Mulder tenía muchas dudas rondándole. Scully se sentó en silencio apartando unos documentos y fotos en el sofá.
–¿Sabes que el amuleto que encontraron las chicas desapareció el mismo día que encerraron al Johnson?
–No lo sabía, Mulder. Estaba precioso, ha de haber despertado la codicia de alguna coleccionista loco, seguro.
Mulder sacó una bolsita plástica de la solapa de su abrigo.
–¿ves esto?
–Si, claro, es el pendiente que recogiste de la playa.
–Pues no, es el que tomé de uno de los cuerpos disecados. Uno de los que nadie reclamó –Sacó una bolsa similar y las puso juntas para mostrárselas a Scully - ¿Ves?
–Eso sólo demuestra que no era de ninguna de las chicas.
–Sí pero hay algo que no he podiso resolver. Si tan sólo pudiera tener todas las respuestas –Suspiró.
   Alguien llamó a la puerta. Mulder se puso de pie. Abrió sin preguntar quién era, parecía estar esperando ese momento. Un hombre le entregó una carpeta sellada.
   –Los resultados de los laboratorios, agente –el recién llegado no dijo nada más. Se limitó a entregar el paquete, dar media vuelta y marcharse como una rutina ensayada.
Mulder lo abrió y sacó toda la documentación sobre su escritorio iluminado por una lámpara amarillenta. Leyó en silencio ante la mirada apremiante se Scully.
–El cuerpo que nadie reclamó tenía contusiones y lo huesos rotos. Un análisis más detallado reveló que coincidía con el accidente de la interestatal hace más de quince días.
–Eso nos deja igual, si no es que peor. No sabemos cómo fue a parar sobre el coche o qué pudo haberlo lanzado con tal fuerza.
–Pero eso no es lo más impresionante, Scully. Las pruebas de laboratorio muestran el resultado del análisis del A.D.N. de uno de los pendientes manchados de sangre –hizo una pausa mientras Scully lo observaba al filo del asiento –. Aparte del cromosoma X y Y cuenta con un tercer cromosoma, una alteración genética nunca antes vista en ningún humano.
   El rostro se le iluminó. Scully escéptica no veía más que una coincidencia probable, una entre un millón tal vez, pero probable. Mulder puso los dos pendientes sobre la mesa mientras terminaba de hojear el documento.
   En ese momento un punto negro apareció flotando cerca de donde se encontraban los dos pendientes ante la mirada atónita de ambos. Deformaba la imagen de las bolsitas transparentes y fue atrayéndolas hacia sí, como si se desintegraran en moléculas que se iban adhiriendo al pequeño punto, perdiendo su forma hasta que ambas fueron absorbidas. Mulder fue acercando su mano despacio para intentar tocarlo. El punto negro explotó en miles de partículas haciendo saltar a Scully en su lugar desde donde veía con la boca abierta. Los pequeños puntos de la explosión apenas visibles se hicieron nada llevándose con él las únicas pruebas fehacientes que tenían.
Fox Mulder alzó a ver asombrado a Scully sin saber qué decir. Sacó su ipad y ojeó de nuevo las fotos que había sacado de los pendientes. Con una muestra de decepción en su rostro soltó un suspiro.



Quia spiritus a Danai

Seudónimo: Talitha Cumi.
Autora: Soledad Fernández.



―Necesito ubicar a la Dra. Scully de inmediato.
―Sí, señor.
―Doctora Scully…tiene una llamada del subdirector Skinner.
―Estoy por entrar a una cirugía
―Dice que es urgente…
  Scully tomó el teléfono y escuchó atentamente lo que Skinner tenía para decirle. Sus ojos se llenaron de lágrimas al instante. Colgó, se colocó el barbijo y entró al quirófano.

*********
  Los pasillos del FBI estaban cambiados desde la última vez que ella los había transitado. Las luces más blancas, los mármoles más lustrados, las caras de los agentes demasiado jóvenes. Ya no quedaba ninguno de los viejos. Habían caído en pos del deber o los habían retirado. Todo aquel que alguna vez había rozado siquiera la oficina de los Expedientes X, había sido trasladado, jubilado o muerto en acción. Sospechoso como mínimo. Salvo ella y Skinner que aún estaban a salvo. Ella porque se exilió a sí misma. Prefirió operar niños, curar indigentes. Él, porque se acomodó a la burocracia. “Sabe que así puedo velar por usted y por Mulder”, había dicho varios años atrás. Aunque poco conformaba eso a Scully. Incluso Dogget había desaparecido y Mónica…ella ahora era dueña de un bar en un país del caribe. En cuanto a la protección, Scully sentía que para ella había funcionado de alguna forma. Para Mulder no tanto…
  Dana se paró frente a la puerta del subdirector. Los años se vinieron a su memoria y la golpearon violentamente. Más allá de las diferencias que tenía con Mulder y Skinner, más allá de la distancia que había crecido entre ellos, extrañaba trabajar en el FBI. En los Expedientes X. Mientras dudaba si avanzar o volver al hospital, recordó la primera vez que traspasó aquella puerta. Recordó la primera entrevista, las risas socarronas de ellos que sabían a dónde la mandaban. Ellos creían que no duraría ni un mes con él. “Menudo error”, pensó. Fueron los años más productivos, bizarros e irrepetibles de su vida.
  Tomó coraje y golpeó. Podría haber dejado todo en manos del forense local. Podría solo haber leído el reporte, reconocer el cuerpo o quien sabe qué. Podría irse ya.
―Dana…dudé en llamarte. No estaba seguro de si…
―Hiciste bien. ¿Qué sabemos del incidente?
  Ella se sentó y cruzó sus piernas. Como antes. Como cuando la citaban para un caso de avistamiento o de asesinato. Uno de esos que no encajaban en el perfil de normalidad de la policía local o incluso del FBI.
―El cuerpo apareció en una pequeña ciudad de Argentina. Allí los avistamientos son numerosos…
―¿Es él?
  Scully estaba al borde del llanto. Su corazón se había acelerado, sus manos estaban temblorosas. Ya no tenía veinte. Ya no aguantaba las pausas misteriosas o las introducciones forzadamente largas. Ya no. Era una prominente cirujana que luchaba día a día contra la muerte, pero que no se bancaba las medias frases.
―Dana…
―¡Necesito la verdad! Me debe la verdad…después de tantos años, de haberme escondido para que usted siga con su culo calentito en esta silla…
―Dana
―¡De una vez! ¿Es él o no?
  Skinner se paró, rodeó el escritorio y se sentó junto a ella. En muchos casos esa simple acción ablandaba al oponente. En este caso, él se sentó donde Mulder se sentaba cada vez que iba a dar explicaciones. A pelear por los viajes no autorizados, por el dinero mal gastado, por los expedientes poco claros. Pero ahora, el que se sentaba a dar explicaciones era él. “¿Podrá ella con esto?”, se preguntó. No estaba seguro. Dana era fuerte. Pero en lo que a Mulder se refería, ella poseía una fragilidad particular. Una sensibilidad peligrosa. Era vulnerable por él.
―No lo sabemos. Por eso te llamé.
―¿Sabemos? ¿Quién más está involucrado en esto? ¿El fumador? Seguro que está regodeándose con esto…
―No tengo la libertad de decir quién más está involucrado…
―¿No tiene la libertad? ¿Desde cuando las libertades son una cuestión en esta oficina? ¿A quién responde Skinner? ¿A quién?
―Dana…no puedo…Solo cumplo en decir que hay un vuelo esta noche al pueblo donde encontraron el cuerpo. Un agente la estará esperando ahí y usted será la encargada de realizar la autopsia. Lo siento. Es todo lo que puedo informarle.
  Scully salió de la oficina y cerró la puerta con violencia. Arrebatada por la ira y la frustración entró al ascensor. Una vez que la puerta se cerró, en la soledad del cubículo metalizado, ella lloró desesperada. “Estoy acá, Scully. Tenés que encontrarme”, sintió y se sobresaltó. Miró el celular pero estaba apagado. Buscó en el ascensor, en los rincones, las cámaras. “Me estoy volviendo loca”, pensó y salió de inmediato, solo para darse cuenta de que estaba en la antigua oficina. La de los expedientes X. Miles de recuerdos se agolparon en aquella oficina vacía ahora, pero donde, en cada sitio, ella pudo visualizar lo que había antes: el archivo, el escritorio, el poster. Pudo ver a Mulder con las piernas en el escritorio, aburrido, lanzando lápices al techo. Se le escapó una sonrisa y una lágrima. “No dejes de buscarme Dana”, escuchó nuevamente y su pecho se contrajo.
  De inmediato se fue a preparar un bolso para alcanzar el vuelo.
***************
―Bienvenida a la Argentina
  Una sonrisa conocida provocó que Scully se relajara de inmediato.
―Mónica…creía que eras dueña de un bar. Me alegra verte.
  Ambas se fusionaron en un abrazo. De inmediato salieron del aeropuerto y entraron a un auto oscuro que las esperaba. Aún quedaba un trecho importante hasta llegar a la ciudad de 25 de Mayo y una vez ahí, una hora más al sitio en donde se hallaba el cadáver.
―Mónica…necesito que seas sincera conmigo… ¿es él? ―Scully sintió que la voz se le quebraba de pronto. Miró por la ventanilla para disimular, aunque Mónica adivinó lo que escondía su compañera.
―No puedo asegurarlo. Por eso llamé y le pedía a Skinner que vinieras. Este es el expediente. Están las fotos. Si no podés…
  Scully agarró la carpeta con mano temblorosa. “No soy yo, Dana. Ese no soy yo. No te dejes engañar”. Scully se sobresaltó y la agente Reyes lo notó.
―¿Estás bien? Te noto alterada.
―Necesito saber que no es él, Mónica. No puede ser… ―de inmediato interrumpió su frase al ver una de las fotos del expediente. Era Mulder. No cabían dudas. Las ropas, la contextura, el tatuaje en su pierna derecha. Todo coincidía. Pensó en lo que escuchaba ¿dónde quedaba eso? ¿Era su corazón agobiado que inventaba fantasmas? Como Mulder, ella quería creer. Pero era una delgada línea que separaba la ilusión de los deseos. Los fantasmas de los delirios y alucinaciones.
―Lo encontraron en un campo. Tirado. El capataz que estaba cosechando alertó a las autoridades. ―agregó Mónica y el silencio las acompañó durante las siguientes 4 horas.

***************
  La morgue del pueblo era pequeña. Tanto los azulejos envejecidos como el mobiliario, no mellaron el alma de Scully que se sentía aturdida por las circunstancias. Había estado en lugares peores, en el pasado, con Mulder. Este era un lugar más. Aunque los acontecimientos era extraordinarios.
  Se colocó las gafas de acrílico y se acercó a la camilla metálica. Allí, un cuerpo cubierto con una sábana celeste esperaba por su arte, el de practicar una autopsia que dilucidara lo acontecido. Y sobre todo, la identidad de ese ser humano muerto que se parecía tanto a Mulder.
  Tomó el bisturí, descubrió el cuerpo y un temblor la invadió de pronto. Sus ojos se llenaron nuevamente de lágrimas al ver el rostro desfigurado de quien parecía cada vez más el cadáver de su compañero. Ahogó el llanto y apoyó el escalpelo en la piel blanca del cadáver. “No creas todo lo que ves, Dana. He vuelto de la muerte. Siempre volví a tu lado. A pesar de la distancia, de la vida, de las circunstancias. A pesar de tu distancia”. Sin dudar hizo la incisión en Y.

*************
―Mulder, te extraño. Duele tanto tu ausencia que veo fantasmas en cada rincón del planeta. No podés dejarme sola.
―Estoy acá, Dana.
―¿Dónde es acá? Dónde. Te escucho, pero no puedo encontrarte. El cadáver es tuyo, sos vos. Es tu cuerpo, no cabe dudas.
―No soy yo. Hacele caso a tu instinto. Sos científica…
―Soy científica. Y la ciencia dice…
―Confiá en tu instinto, en tu ciencia.

****************
―Dana, despertá. Estos son los resultados.
―Necesito el expediente médico de Mulder. Necesito chequear algo.
Mónica se comunicó con el FBI y consiguió lo que su compañera necesitaba. La veía más animada, quizás había descubierto algo y eso era un aliciente.
  Unas cuantas horas después, Mónica le entregó una carpeta con los registros médicos y Scully leyó todo. Sin embargo, se decepcionó de su esperanza y lloró porque todo había sido en vano. “Es él”, se dijo y rompió en llanto. “Es Mulder. Murió lejos y solo”.
  Mónica abrazó a su compañera que no paraba de llorar. “Confiá en la ciencia”, sintió Scully y de inmediato apartó a Mónica. Abrió nuevamente el expediente de Mulder. Comparó radiografías, tomografías hasta que finalmente llegó al laboratorio.
―Es como en aquel caso del niño que regresó 20 años después…
―No entiendo ¿me perdí de algo?
―¡De todo, Mónica! Este cadáver aquí no es Mulder. No sé dónde estará Fox, pero esto de aquí no es él.
  Mónica temió que su compañera de hubiera vuelto loca. Intentó frenarla, convencerla de que ese cuerpo era Mulder.
―Mónica… ¡es un clon! Sus laboratorios son iguales a estos que están aquí. Todos sus estudios son una copia exacta. La ciencia no falla. Nadie, ningún ser humano puede tener dos laboratorios idénticos en su vida. Es antinatural. Es un clon de ese Mulder, de esa época.
  Mónica observó el cadáver con desconcierto y no supo qué decir ante tan fantástica hipótesis.
―No sé qué está pasando aquí, pero larguémonos ya de este sitio ―dijo Dana de inmediato. ―Algo peor se avecina, lo puedo sentir en mis huesos.
  Ambas agentes volvieron al FBI, esperanzadas. Era claro que la conspiración jamás se había detenido y que estaba más viva que nunca. Era obvio que querían anular a Scully a través de sus sentimientos por Mulder. Ahora que estaban las cartas sobre la mesa, era necesario reabrir los expedientes X y ella debía volver a convertirse en una agente por él, una vez más.

Quia spiritus a Danai: Un espíritu para Dana

Los Expedientes Secretos X S11E01: Usurpación

Seudónimo: El Fumador.
     Autor: Juan Carlos Santillán.


1
Edificio del FBI; Quantico, Virginia
El recio taconeo resuena en el corredor. Se detiene frente a la puerta. A través del recuadro esmerilado se puede adivinar el desorden del interior. La mano pequeña de uñas cortas sin esmaltar coge con firmeza el picaporte y abre. Al fondo de la oficina, bajo docenas de lápices ensartados en las baldosas acústicas del cielo raso como estalactitas amarillas, un hombre está sentado de espaldas a la puerta tras el pesado escritorio de madera. Contempla un afiche que muestra la imagen borrosa de un platillo volador. En la parte inferior se lee una frase que expresa fe y desafío a la vez: "quiero creer".
    ¿Por qué tardaste tanto?
La recién llegada, pelirroja de facciones fuertes y profundos ojos verdes vestida con un traje sastre de color café, tuerce los labios en una sonrisa irónica.
    Lo siento, Mulder: me cuesta convencer a las monjas del hospital de que buscar extraterrestres es más importante que salvar la vida de los niños enfermos.
La silla gira. El hombre de cabello castaño oscuro y rasgos adormilados viste traje gris oscuro y corbata azul.
    Esos pingüinos endemoniados siempre son tan egoístas. Deberías dedicarte a labores más altruistas, Scully.
Dana Scully baja la cabeza y menea la roja cabellera sin dejar de sonreír, como una madre resignada a los engreimientos del hijo unigénito. Toma asiento en el único mueble que no está cubierto de papeles impresos y evidencia dudosa. Fox Mulder levanta el fragmento de meteorito con la forma del estado de Iowa que emplea como pisapapeles y tiende a Scully un informe policial.
    El primer análisis de ADN dio como culpable del asesinato a Mike Foster, de Vermont —lee ella—. Pero el segundo dio a... Akira Ito, de Osaka. Falló el examen de ADN. Es algo muy raro, pero no imposible.
    ¿Cuántas veces has sabido que ocurriera?
    ¿Has oído hablar de las "quimeras"? —pregunta Scully, cerrando la carpeta.
    Dos embriones comparten matriz, uno no llega a término y el otro absorbe su información, resultando con dos juegos de ADN diferentes. Pero en ese caso hablamos de hermanos, hay similitud fenotípica: dos individuos de ascendencia noreuropea, por ejemplo, uno gordo de ojos azules y otro delgado de ojos verdes. No uno europeo centro-occidental y otro asiático oriental.
    ¿Nunca has conocido a dos hermanos muy diferentes? —pregunta Scully, con el mismo tono que emplearía con uno de los niños del hospital—. ¿Dos hermanos que no se parecen en absoluto?
    ¿De un mismo embarazo? —pregunta Mulder a su vez, con tono burlón—. Los mellizos que conozco suelen parecerse aunque sea un poco.
    Ocurre. En especial si se trata de una misma madre pero dos padres diferentes.
    Entonces creo que nos hallamos ante una madre bastante promiscua —Mulder le alcanza otra hoja. Scully la coge, le da una ojeada y levanta el rostro con los ojos muy abiertos.
    ¿Un tercer juego cromosomático?
    Malina Ajarboyá, mujer pakistaní. Que los resultados coincidan con otras personas existentes creo que tampoco es muy común en mellizos —ironiza Mulder—. O en "quimeras".
Scully sostiene los tres resultados disímiles, pasando la mirada de uno a otro. Finalmente, encara a Mulder.
    Me parece que debemos viajar a Vermont.
    Ya compré los pasajes —responde Mulder—. El vuelo sale en cuarenta minutos.

2
Instituto Karl Landsteiner de Investigación en Genética Forense; Universidad de Vermont en Montpelier
Al otro lado del vidrio, el laboratorio luce como una gran pecera. Los sujetos en batas blancas se mueven apenas entre el brillo metálico de los aparatos, bajo las tenues luces de tonalidad turquesa. De la penumbra surge una figura fantasmal. Trae la melena grisácea alborotada y lentes de marco grueso montados en la nariz huesuda. Oprime un botón y la puerta de vidrio se desliza a un lado con un bufido.
    ¿El doctor Garrison? —pregunta Mulder.
    El mismo. Síganme.
Mulder y Scully ingresan al laboratorio. En la oscuridad, Mulder tropieza con una consola. Los recipientes sobre ella tintinean, amenazando con caerse. Todas las cabezas se dirigen hacia Mulder, que se queda quieto hasta que los recipientes recuperan su verticalidad y las espaldas vuelven a curvarse sobre el instrumental. Sólo un muchacho robusto de cabello rubio pregunta:
    ¿Está todo bien?
    Sí, gracias —responde Mulder—. Lo tengo todo bajo control.
El doctor Garrison resopla.
    Estamos experimentando con organismos fotosensibles, por eso la penumbra —explica—. Ya se acostumbrará. Mientras tanto, procure no romper nada.
    Claro. Perdone.
Scully levanta una ceja. Mulder sonríe y se encoge de hombros.
    Ésta es la muestra —dice Garrison, tomando un tubo—. Y estos son los cuatro resultados.
    ¿Cuatro? —pregunta Scully.
    Sí —responde el doctor, revisando los resultados—: Mike Foster, Akira Ito, Alina Majarboyá y... Fox Mulder.
Con los ojos muy abiertos, Scully voltea a ver a Mulder, que ha quedado mudo. Una luz roja parpadea en la pared.
    Deben excusarme un momento —dice Garrison, y sale.
    ¿Qué está pasando, Mulder? —susurra Scully, acercándose a su compañero.
    No lo sé, Scully, estoy tan sorprendido como tú.
Scully examina su rostro.
    Tú no estás sorprendido. Ya conocías ese cuarto resultado, ¿verdad? ¿Para qué hemos venido?
Cuidándose de que ninguna cámara de seguridad lo capte, Mulder deposita un pequeño cilindro en la mano de Scully.
    Esto, si no me equivoco —explica Mulder—, es uno de muchos experimentos de divergencia genética que se realizan aquí; la investigación forense es sólo una fachada.
    ¿Es un espécimen en estado embrionario? —pregunta Scully, abriendo la mano. En el interior del cilindro se agita una diminuta criatura con forma de renacuajo.
    Sí, uno humano.
Scully cierra la mano compulsivamente.
    ¿Montaste todo este teatro para robar un embrión humano genéticamente modificado? ¿Cómo sabías dónde estaría?
    Conocí a Gary en uno de esos foros sobre "teorías de la conspiración" que tanto desdeñas. Es el muchacho que preguntó si todo estaba bien.
    Y tú respondiste "tengo todo bajo control", claro. ¡No puedo creer que llegaras tan lejos! ¿Cómo introdujiste tu nombre en los resultados?
    Yo no lo introduje. Eso es real.
Se oyen pasos. Scully guarda velozmente la cápsula en un bolsillo.
    Agente Fox Mulder —dice uno de los dos oficiales que vienen con el doctor—, ¿está usted listo para ir a la prisión?
    ¡No pueden detenerlo! —Se adelanta Scully—. ¡La disparidad de los resultados no permite determinar...!
    No sé de qué habla, agente... Scully —interrumpe el oficial, leyendo el nombre en el photocheck—. No hemos venido a detener al agente Mulder, sino a conducirlo ante el recluso de categoría especial Mike Foster, tal como se nos solicitó.
Scully gira sobre sus talones. Sus ojos verdes se fijan duramente en los pardos de Mulder.
    Enternecedora defensa —dice éste, sonriendo–. Realmente me emocionaste.

3
Penitenciaría de varones de Burlington, Vermont
Al cerrarse la reja, la cerradura electrónica se activa con un chasquido. Mulder se acerca a la mesa y toma asiento en una de las dos sillas plegables. Una cámara de seguridad gira en lo alto, enfocándolo. La puerta metálica al otro lado de la habitación se abre. Un presidiario en traje naranja ingresa encadenado de pies y manos. Tiene la cabeza rapada. Haciendo tintinear las cadenas, arrastra las zapatillas blancas hasta la mesa y toma asiento en la otra silla. Su rostro es pálido y anguloso; verdes ojeras rodean los saltones globos oculares.
    ¿Mike Foster? —pregunta Mulder.
    Por el momento, agente Mulder —responde el otro, mostrando una doble hilera de dientes disparejos.
    Lo curioso es —Mulder gira la carpeta abierta que reposa sobre la mesa, deslizándola hacia el presidiario—, que Mike Foster fue ejecutado en Oregon hace tres años.
    Evidentemente no estoy muerto, ya que estoy sentado frente a usted, hablando —El presidiario no aparta la vista de Mulder—. A menos que fuese un fantasma. Eso lo convertiría a usted en Hamlet, tal vez. Y a la agente Scully en una atractiva Ofelia pelirroja. ¿Y quién sería el director Skinner? ¿Polonio? ¿Le gusta Shakespeare, agente Mulder?
    ¿Quién es usted? —pregunta Mulder.
La cámara gira hacia otro lado. La luz roja que indica si está funcionando se apaga. Vuelve a asomar la dentadura retorcida. Mulder adelanta el cuerpo sobre la mesa.
    ¿Qué es usted? —corrige.
El rostro cadavérico se adelanta a su vez, hasta casi tocar el de Mulder, que puede sentir el olor a amoniaco en su aliento.
    "Somos Legión" —contesta.
    Son fenómenos salidos de un laboratorio. ¿Qué pretenden, reemplazarnos a todos? ¿Por qué mi ADN, cómo lo hacen?
    Reemplazarlos es sólo una parte de algo mucho más grande. ¿Cómo obtenemos el ADN de cualquier individuo? Estamos en el FBI, agente Mulder, en la CIA, en la NSA: tenemos la información de todo el mundo. ¿Por qué usted? Porque queremos enviar un mensaje. Y usted es el indicado.
    ¿Y cuál es ese mensaje?
    Su tiempo ha terminado —sentencia el presidiario, ampliando su sonrisa al tiempo que se reclina en el asiento—. Nosotros ocuparemos su lugar.
Mulder se pone de pie. Da media vuelta, dirigiéndose a la puerta.
    Agente Mulder.
Voltea al oír la voz del presidiario. Pero, al encararlo de nuevo, quien está sentado a la mesa con el mono naranja y las cadenas es un hombre calvo de mediana edad, de complexión atlética, expresión beatífica y nariz bulbosa.
    Estamos en el FBI —Mulder vuelve a oír la frase, esta vez en la voz del director Skinner.
La cerradura se desactiva, abriendo la reja. Mulder se precipita al pasillo y echa a correr. En la admisión recupera su teléfono celular. No se detiene a recoger su abrigo. Sale del edificio a la ventisca helada que le azota el rostro, calándole los huesos, y llama a Scully.
    ¡Mulder, he intentado ubicarte varias veces! —dice Scully, apenas contesta—. Mandé a analizar una muestra de tejido del espécimen. Arrojó seis resultados diferentes. Y uno de ellos...
    ... Eras tú.
    ¿Cómo lo sabes?
    ¡Escúchame bien, Scully: debes salir de ahí!
    ¿De qué hablas, Mulder? En este momento estoy entrando a la oficina del director Skinner; necesitaremos su ayuda si queremos solucionar esto. Te llamaré luego.
    ¡No, Scully, no entres a... !
Pero ya la comunicación se ha cortado. Mulder contempla impotente el aparato. Se oye el ruido de un motor. Un auto negro de lunas polarizadas está estacionado frente a la puerta. De la parte posterior se eleva una voluta de humo. Una mano huesuda y arrugada arroja la colilla al aire.
    Arranque —Se oye la voz rasposa del Fumador.
    ¡Oiga! —grita Mulder, corriendo hacia el vehículo.
El vidrio sube. El auto parte. Mulder lo persigue varios metros hasta que, sin aliento, lo ve salir del complejo penitenciario y perderse en la tormenta. Intenta volver a contactar al teléfono de Scully, pero la monótona grabación lo manda al buzón de voz. Realiza dos llamadas más. Aeropuertos y carreteras están cerrados. Luego, la línea empieza a fallar.
En ese momento, un mensaje de texto enviado desde un número desconocido llega a su celular, justo antes de que la señal se pierda del todo.
    "El resto es silencio" —lee Mulder en voz alta, viendo sus palabras transformarse en vapor. Tiembla. Levanta la vista y otea el borroso horizonte cubierto de nieve más allá de la alta valla electrificada.
La verdad está allá afuera.

09.06.17