sábado, 27 de junio de 2015

Donde la eternidad huele a rosas


Por Luis Seijas.


En lo más alto de la torre, Roland despierta y me ve. Su ropa sucia y descosida, las botas cubiertas con manchas granate y desgastadas en las puntas, dan fe de lo que las batallas, tanto ganadas como perdidas, pueden hacer de un hombre. Observo todo eso y lo que siento es respeto y  admiración hacia él.
—Largos días y placenteras noches, sai—me saluda aturdido aún.
—Y que veáis el doble, pistolero —le contesto y hago una pequeña reverencia.    
Se levanta del catre con muestras de cansancio y dolor a pesar de haber dormido desde que llegó, hace ocho días. El olor a rosas se aviva al acercarse a la ventana y observa como el sol se pone en el horizonte. Disfruta el momento sin saber que ese mismo ocaso, es la ilusión repetitiva de su destino.
—Llegaste hace ocho días, pistolero.  
Se volvió al escuchar mi voz.
Espero sentado, con mi espalda apoyada en la puerta, la primera pregunta. Siempre es así: Dos preguntas y dos respuestas.
—¿Y tú desde cuándo estáis aquí? 
—No lo recuerdo. Pero si sé para qué… y es para decirte que los mundos se seguirán moviendo  y que la única forma de salir es saltando por esa ventana.
El pistolero vio de nuevo hacia la ventana, para luego acercarse y sentarse en el piso frente a mí. Envuelve un cigarrillo y lo enciende.
—¿Tenéis tiempo, para escuchar mi historia? —Me pregunta luego de soltar una bocanada de humo.
—Tiempo es lo que me sobra aquí, pistolero —Le contesto guiñándole un ojo.
Y me cuenta todo sobre el amor, la amistad, las balas, la sangre y sobre todo el destino. Al terminar su relato se levanta, camina hacia la ventana y salta.
*************
Así es como Roland, cada ocho días me relata su historia. No me canso de escucharla ni de disfrutar este olor a rosas.
Quizás un día salte también y sienta la arena caliente en mis pies.

lunes, 8 de junio de 2015

Deseos secretos

Por Carmen Gutiérrez.

En la época en la que trabajaba como gerente general del Hotel Chulavista fui testigo de varios eventos sorprendentes; desde dos asesinatos pasionales, un ganador de la lotería que desapareció del hotel dejando a su familia aun hospedada, una anciana que llegaba cada jueves con un perro enorme, hasta un par de maricones que acosaban a mi pobre recepcionista. Pero lo que les voy a contar es algo que aún no puedo deducir, ni catalogar…Es tan extraño que nunca se lo conté a nadie y, aunque no hubo perjudicados aparentes, aún pienso en lo que pudo haber ocurrido si alguien hubiera abierto la boca.

    En aquel entonces la dueña del hotel sufrió una crisis nerviosa y decidió tomar unas vacaciones prolongadas dejándome a cargo de cualquier movimiento en el hotel. Mis funciones eran extensas y agotadoras por lo que decidí mudarme temporalmente a una habitación fuera de servicio desde donde podía estar accesible todo el tiempo para cualquier imprevisto. Fue después de una de esas jornadas agotadoras que recibí la primer llamada de asistencia. Mi despertador marcaba la media noche exacta, apenas había dormido un par de horas y sentía el cuerpo hecho garras. Como pude me puse el uniforme y me dirigí a recepción.

    Alberto, el recepcionista acosado, me dijo en un tono muy aturdido que una señorita quería hablar conmigo y me señaló a la mujer más hermosa que haya visto en mi vida. Vestía una falda amplia hasta las rodillas dejando ver unas hermosas y firmes piernas; su abrigo negro, como su cabello, hacía que su piel luciera aún más blanca… y debo confesar que cuando fijó en mi sus ojos color azabache, sentí una agradable tensión en la entrepierna. Me presenté con amabilidad y le pregunté en qué podía servirle.

    —Quiero rentar la suite nupcial por un año —dijo con voz melodiosa.

    —Lo siento, señorita…

    —Inés, Inés Arciaga.
 
    —Bien, señorita Arciaga, las políticas de la empresa nos permiten alquilar las habitaciones solo por lapsos de tres meses al mismo huésped, comprenderá que el hotel requiere tener la suite nupcial disponible en todo momento…

    —La pagaré en efectivo por todo el año y en este momento si usted accede.

    —Lo lamento en verdad, pero somos muy estrictos con las políticas y…

    …y perdí la cordura. Por un momento ella me miró directo a los ojos y el mundo se paralizó; en cuestión de un segundo percibí un aroma extraño que salía de ella, un olor tan placentero e indescriptible como el de la tierra mojada, el pan recién horneado y un toque de naranja. Mientras ese aroma penetraba mi cerebro, pude escuchar como mis pupilas se dilataban, el sonido de su lengua pasando por su labio superior, los latidos de su corazón y el mío alineándose en perfecta sincronía y una frase en inglés resonó dentro de mi cabeza una y otra vez: I know you`ve suffered, but I don´t want you to hide… (Sé que has sufrido pero no quiero que te ocultes)

    —…creo que podemos llegar a un arreglo —me escuché decir con voz aturdida y avergonzada.

    El trato fue este: se hizo el pago total de un año durante el cual la señorita Arciaga se comprometió a llenar la hoja de registro cada tres meses y un acuerdo de confidencialidad en la que ni ella ni nosotros rebelaríamos dicha transacción. Alberto se ofreció a llevar su equipaje pero ella le dijo sonriendo que no llevaba más que una pequeña maleta y él se dejó caer desalentado.

    Intenté regresar a dormir pero me sentía trastornado, incomodo, como si me hubieran descubierto robando. Di vueltas en la cama durante horas tratando de encontrar un explicación a lo que había sucedido y la decisión que había tomado pero lo único que se me venía a la mente era ese aroma que aún tenía impregnado en la nariz. Sin saber por qué comencé a llorar mientras me duchaba, decidí dejar de darle vueltas al asunto y seguir con mi rutina diaria y con ese pensamiento en la cabeza comencé mi día.

    Todo transcurrió con normalidad los primeros tres meses, al menos en apariencia, pero la verdad es que Alberto se notaba más huraño que de costumbre y varias veces lo encontré olfateando la hoja de registro de la señorita Arciaga. Los meseros se desvivían por llevar pedidos a las habitaciones cercanas a la suite nupcial. El cocinero, quien por lo general era descuidado y apático, me sorprendió una tarde con un pastel hermoso de sabor intenso adornado con pétalos de rosas y lo llamó “Beso de Inés” mientras se alejaba tarareando la misma melodía que yo traía en la cabeza desde aquella noche «It´s cold and loveless, I wont let you be denied» (es frío y sin amor, no te lo negaré).

    Varias veces me descubrí de pie frente a su puerta tratando de captar ese aroma, sin saber cómo había llegado ahí, sin entender cómo fue que de hacer una ronda de rutina terminaba como idiota mirando la puerta e incluso tocándola a riesgo de ser descubierto y caer en las burlas de todo el personal. También me di cuenta de que al revisar los ingresos y egresos ponía atención principalmente en los movimientos de la suite; aunque no volví a ver a la señorita Arciaga en persona, sabía a qué hora salía y a qué hora llegaba por el registro de su llave electrónica, sabía sus gustos culinarios por sus notas del restaurant, incluso consideré cambiar de habitación para estar frente a la suya pero deseché la idea para no levantar sospechas.

    Una noche, pasados los tres meses y mientras hacía el corte del turno de la tarde me di cuenta de que había una salida marcada en la suite de tres noches atrás pero no había una entrada registrada después. Comencé a llenarme de angustia de manera inexplicable ¿Y si había cambiado de hotel? ¿Y si había pasado algo malo? ¿Y si la había perdido? Entré desaforado a recepción y encontré a Alberto revisando los videos de seguridad de días anteriores. Estaba tan concentrado mirando la pantalla que no escuchó que lo llamé con menos seguridad de la que tenía pensada. El monitor se llenó de imágenes de los pasillos, el estacionamiento y en el centro la entrada de la suite. Se me erizó la piel cuando Alberto comenzó a cantar en voz baja la misma maldita e irreconocible canción «I want to reconcile the violence in your heart, I want to recognize your beauty is not just a mask, I want to exorcise the demons from your past, I want to satisfy the undisclosed desires in your heart…» (Quiero reconciliar la violencia en tu corazón, quiero reconocer que tu belleza no es sólo una máscara, quiero exorcizar a los demonios de tu pasado, quiero satisfacer los deseos ocultos en tu corazón)

    —¡Alberto! —lo llamé con más fuerza y él se giró a verme con los ojos llenos de sorpresa—, tenemos que hablar.

    Bajó la cabeza y me siguió a mi oficina después de pedirle a la ama de llaves que lo cubriera. Al entrar se dejó caer en la silla, parecía haber envejecido por lo menos cinco años y por un segundo sentí lastima por él. Después de unos segundos de incomodo silencio iba a pedirle una explicación pero él se me adelantó:

    —Sale todas las tardes y llega con un hombre diferente cada vez —dijo en voz baja—, se acuesta con ellos y los echa al amanecer. Cada día, antes de terminar mi turno, tengo que sacar a uno de sus amantes. Algunos lloran como niñas abandonadas, otros amenazan —hizo una pausa para mirarme a los ojos—, dos de ellos gritaron tan fuerte que se mearon encima. Ella cierra la puerta y no la abre por más intensa que se ponga la situación en el pasillo. Los de seguridad ya saben la rutina, incluso hacen apuestas cuando la ven llegar con uno nuevo. Al principio acudían cuando yo los llamaba, ahora se paran frente a la puerta a las seis en punto de la mañana que es cuando saldrá la víctima. Primero pensé que eran simples borrachos, después creí que Inés los robaba así que invité a varios de ellos, los más tranquilos, a tomar un café para que se recuperasen de la impresión y hablásemos. No les roba nada más que la tranquilidad. Tampoco les pide nada. La mayoría la conoce en algún café o bar, incluso parques o cines. Todos caen. Actúa con timidez, sonríe, habla de cualquier tema. A algunos les dijo que era contadora, a otros les contó que era artista, ha sido hasta una escritora reconocida, elige su supuesta profesión dependiendo del pobre infeliz que tenga enfrente. Algunos son casados, otros viudos, otros jóvenes solteros. Los lleva a la cama, los embruja, y los desecha como a basura siempre a la misma hora. Algunos regresan a buscarla por la mañana pero nunca los recibe y si se ponen violentos, los de seguridad del turno matutino los sacan a patadas.

    —¿Por qué no me habías dicho nada? —pregunté.

    —Usted me pidió que no mencionara el asunto, además…creo que yo también he sido una víctima.  

    —Te acostaste con ella —aseguré tratando de disimular la carga de celos que sentía en el pecho.

    —No —respondió—, pero lo hubiese hecho. Me dediqué a revisar sus movimientos, a buscar cambios en todos nosotros. Busqué su nombre en internet y no encontré registro de ella. Ni una red social, ni una mención, nada. Pensé que su nombre era falso pero dejó su pasaporte en custodia como todos los huéspedes y parece legítimo.

    —¿A qué te refieres con cambios en nosotros? —pregunté sin saber a ciencia cierta si quería conocer la respuesta.

    —Todos estamos bajo su influencia, al menos los que hemos tenido contacto directo con ella, todo el restaurant anda por ahí tarareando la misma canción, los de la caseta de seguridad que registran los autos en los que llega, Don Pancho el jardinero, incluso usted…—me miró fijamente a los ojos— lo descubrí hace unos días, y por supuesto yo…a las mujeres no les afecta. Las recamareras que hacen su servicio no han notado nada inusual más que la poca cantidad de ropa que tiene. Ella misma hace su cama y limpia lo que puede. Lolita me dijo hace dos noches que su…

    —¿Has buscado la canción? —interrumpí con descaro.

    —Como un loco. Pero no la identifico. No la había escuchado antes y tampoco sé por qué conozco la letra. Y ahora ha desaparecido.

    —¿Quién?

    —Inés —contestó con naturalidad, como si fuera su mejor amiga—, Lolita me dijo que su maleta tampoco está y no ha regresado. Estaba buscando en los videos las matrículas de los autos en los que ha venido...aun no sé para que lo hago.

    —¿Llegaste a hablar con ella?

    —No, y creo que ni siquiera supo mi nombre. Las primeras veces llamó para pedir apoyo de seguridad —tragó saliva un poco nervioso— y sólo dijo «Hay una persona gritando en mi puerta» y colgó. Cuando se dio cuenta de que ya sabíamos la rutina, ni siquiera se molestaba en llamar.

    —Bueno creo que lo mejor es que tratemos de olvidar el asunto ya que no nos lleva a ningún lado —dije con tranquilidad pero pensando en las complicaciones que se nos vendrían encima si la dueña se daba cuenta de lo ocurrido—, la habitación fue rentada con la condición de que llenase cada tres meses la hoja de registro, si mañana no regresa pondremos la habitación disponible de nuevo. Si llega después de mañana le asignamos alguna otra o le regresamos su dinero y nos quitamos de problemas. Quiero que trates de enfocarte en tu trabajo, Alberto. No creo en historias de embrujos ni tonterías parecidas, debemos tranquilizarnos y olvidar estas molestias. Tómate la noche libre, si lo necesitas.

    —Estoy bien, fue solo un lapso de idiotez —aseguró con una sonrisa triste.

    Nos despedimos con cordialidad, como caballeros, pero cuando salió de mi oficina su historia cobró sentido. Me sentí un tonto, una piltrafa, un estúpido por estar a merced de una mujercita como esa por tanto tiempo.

    Los días siguientes pasaron con el mismo aburrimiento de siempre. Tuve que despedir a un botones porque se robó un celular, cambié el código de la llave electrónica de la suite, una de las recamareras se rompió una pierna al bajar las escaleras, un huésped atropelló a un perro y dejo el cadáver del animalito en la basura del estacionamiento, Alberto se reportó enfermo y le di cinco días de descanso, el cocinero dejó encendido el horno toda la noche, pero nadie cantó la tonta canción en ningún momento, así que el viernes por la noche estaba tan cansado que me fui a dormir sin pensar en nada. Hasta que recibí la llamada de Mario, el remplazo de Alberto, a las dos de la mañana. «Hay problemas en la suite nupcial» dijo con voz aturdida «ya están ahí los de seguridad pero creo que usted debería acudir».

    Me vestí deprisa y me eché agua fría en la cara para despejarme sin dejar de pensar que la suite no se había reservado en esa semana. Un escalofrío me recorrió la espalda. Subí las escaleras de servicio a las carreras y cuando llegué a la puerta de la suite el corazón se me salía por la garganta. El jefe de seguridad aporreaba la puerta, ya habían quitado la cerradura electrónica pero algo impedía que se abriera.

    —Es Alberto —dijo al verme llegar y dejo de golpear la madera—, está encerrado con Inés y no abre. Los huéspedes reportaron que se escuchaban gritos y golpes por eso vinimos, pero Alberto bloqueó la puerta y no ha dejado de gritar.

    Pegué el oído a la entrada para tratar de escuchar y les pedí a los demás que guardasen silencio, obedecieron pero no se escuchaba nada. Poco a poco comencé a distinguir un sollozo masculino, un llanto desconsolado que me heló la sangre en las venas.

    —Alberto, abre la puerta —le dije con tono paternal—. Todo va a estar bien, confía en mí.

    —No —contestó después de sorberse los mocos.

    —Alberto, deja lo que estés haciendo y abre la puerta.

    Algo se estrelló del otro lado de la madera a la altura de mi cabeza, podría asegurar que era una de las lámparas de noche.

    Luego empezó a cantar, con una voz tan hermosa que nos provocó un escalofrío:

    —I know you`ve suffered, but I don´t want you to hide…

    Todos guardamos silencio. Todos conocíamos la letra.

    —It´s cold and loveless, I wont let you be denied. Soothing, I´ll make you feel pure. Trust me, you can be sure…(Es frío y sin amor, pero no quiero que te ocultes. Tranquilízate, te haré sentir pura. Créeme, puedes estar segura)—cantó.

    Para mi sorpresa, todos continuamos la canción, algunos en murmullos otros con algo más de seguridad, pero la voz de Alberto dominaba todas las demás.

    — I want to reconcile the violence in your heart, I want to recognize your beauty is not just a mask, I want to exorcise the demons from your past, I want to satisfy the undisclosed desires in your heart…—escuchamos ruidos de muebles arrastrándose en el interior, pero estábamos tan aturdidos que no hicimos nada.

    —¿Ahora lo entienden? ¡No se va a detener! ¡Esto es una locura! —gritó desesperado desde el interior de la habitación y continuó cantando a gritos mientras muebles y cosas se estrellaban sin cesar— You trick your lovers that you´re wicked and divine. You may be a sinner bur your innocence is mine. Please me, show me how it´s done. Trust me, you are the one. (Aparentas a tus amantes que eres hechicera y divina. Puedes ser una pecadora pero tu inocencia es mía. Compláceme, muéstrame como se hace. Créeme, tu eres la única.) —un grito de dolor interrumpió su canto.   

    Por instinto empujé la puerta y ésta cedió, entré en la habitación destrozada para encontrar a Alberto asfixiando a Inés con sus manos. Ella luchaba por respirar y en el forcejeo me miró a los ojos. Su hermoso aroma inundó mis sentidos de nuevo pero con mucha menor intensidad. Me lancé sobre Alberto pero él me repelió con la espalda y continuó apretando. Los de seguridad irrumpieron en la habitación y me apartaron del hombre que estaba asesinando a la mujer más bella que hubo sobre el planeta. Traté de zafarme pero el jefe de seguridad me dijo al oído: «Déjelo, esto tiene que terminar».

    Nos quedamos observando cómo la vida se escapaba de la chica, cómo Alberto continuaba apretando hasta que dejamos de escuchar la puta canción en nuestras cabezas y el aroma a Inés se disolvía con el olor a la mierda que expulsó su cuerpo al relajar el esfínter.      

Fin. 

Consigna: basandote en la letra de Undisclosed desired de Muse en una situación de Ira.                             


Undisclosed desires/Muse.

I know you`ve suffered,
but I don´t want you to hide,
It´s cold and loveless,
I wont let you be denied.

Soothing,
I´ll make you feel pure.
Trust me,
you can be sure.

I want to reconcile
the violence in your heart,
I want to recognize
your beauty is not just a mask,
I want to exorcise
the demons from your past,
I want to satisfy
the undisclosed desires in your heart.

You trick your lovers
that you´re wicked and divine.
You may be a sinner
bur your innocence is mine.

Please me,
show me how it´s done.
Trust me,
you are the one.

I want to reconcile
the violence in your heart,
I want to recognize
your beauty is not just a mask,
I want to exorcise
the demons from your past,
I want to satisfy
the undisclosed desires in your heart

Deus ex machina

Por Leonardo Chirinos.

El sonido de las olas era algo que a Brandon siempre le haría sentir en casa.
    Aquella noche, como era costumbre, la playa se encontraba despejada de personas, la cantidad de muertes y secuestros en el barrio había vuelto a los habitantes de la zona en personas resguardadas después que el sol se ocultaba. Esa misma razón le permitió a Brandon tomar la decisión de dirigirse hasta allí luego de los fatídicos eventos que acababa de ser testigo. Estaba descalzo y cojeaba en la arena, el viento soplaba en su contra ondeando el largo cabello hacia atrás y de sus manos caían gotas de sangre.
    Luego de unos minutos se detuvo no muy lejos del muelle, donde las luces del parque débilmente separaban su rostro de la oscuridad. Los gritos de los jóvenes en la montaña rusa podían escucharse pero nadie de allí podía verle. El muchacho cayó de rodillas en la arena y derrumbó la mochila que cargaba a un lado, tiró de un par de cremalleras y sacó de ésta un par de objetos brillantes y moderadamente pesados. El primero era una videocámara de bolsillo con poca batería a la cual manchó de sangre luego de manipularla con una habilidad que mostraba experiencia. El segundo era un revolver marca rossi calibre 38 que dejó sobre el área.
    El muchacho se limpió las lágrimas con los hombros evitando dejarse  manchas rojas en la cara. Se aclaró la garganta y encendió la cámara, al encender la luz de la pantalla comenzó una cuenta regresiva en su mente. Puso el lente de frente a su rostro y respiró profundamente.
    —Hoy, nueve de junio del maldito 2015, me encuentro aquí en la playa donde la conocí, tratando de encontrar un poco de firmeza sobre la arena, entendiendo que esta ya no me es familiar, que ya nada se siente igual por causa de todo lo que acabo de hacer. — Un estruendo mecánico le alarmó. Al voltear  la mirada hacia el parqué la brisa le tiró el cabello sobre la cara y este se lo peinó con los dedos manchando su frente de sangre. — Hoy asesiné a un hombre. Esta persona era el mejor amigo que tenía en el mundo. La razón, esta persona le quitó la vida a mi prometida. Debo confesarles que crecí con temor a Dios y mi mayor pena es que después de toda la maldad que vi no puedo dejar de creer. Hace tres días al salir de la iglesia Aradne de dieciocho años de edad se dirigía hasta su casa y en el camino una pandilla conocida como Los deuces a la que yo pertenecía se encontró con ella, éstos tipos bajo la influencia de una droga muy potente conocida como Elefante Azul, la violaron y golpearon con tanta fuerza que perdió la vida, nunca pude ver su cuerpo ya que por órdenes de su familia no pude siquiera acercarme al funeral pero me informaron que estaba irreconocible. Hoy cerca de las 5:30pm llegué hasta la guarida bajo las tres torres donde nos reuníamos descargando el arma de mi padre sobre todo el que me obstruía el camino hasta Mercutio y una vez allí mirándolo a través de una lente roja de ira lo liquide con mi propias manos pero antes de su último suspiro me señaló su celular, y en ese momentos una multitud de vagas formas con cuernos entre las calles y cerca de mí se precipita a reír macabramente mientras yo veía en un video como Ariadne gemía de placer mientras Mercutio le practicaba sexo oral. Maldita, maldita. — Los ojos de Brandon adquirieron una forma irregular llena de un odio tan intenso que rompió vasos de sangre en sus ojos — Estas calles convierten a la gente en sombras y cualquier luz que transite por allí se vuelve fugaz. — Quisiera que estuvieras aquí, Ariadne. Quisiera verte a los ojos y decirte cuanto te odio. Quisiera que vieras como me convierto en todo eso que amas y quebrarme, que vieras la pesadilla en la que me convertí, pero no es así. Por eso aun creo en Dios, porque necesito creer que alguien me ve, necesito inventarme a alguien que le duela lo que a mí me duele. Por eso sé que no estoy solo y este es mi gran espectáculo secreto. — El muchacho toma el arma de la arena y la apoya contra su sien. — Ahora entiendo que no nos suicidamos porque no nos amemos, sino porque nos amamos tanto que creemos que no merecemos esta vida.
    Brandon presionó en gatillo hubo un estruendo, entonces solo fue oscuridad como aquel espacio vacío previo a la creación, entonces pensó « ¿Esto es estar muerto?» luego como una onda expansiva los sonidos volvieron y con estos los gritos de una multitud, una fuerte luz rojiza se dejó ver a través de la carne de sus parpados, Brandon abrió los ojos y se encontró una vez más en la playa. Miró hacia el parque en el muelle y observó atónito como pedazos de la montaña rusa se consumían en llamaradas violetas de fuego, al igual que la rueda de la fortuna, allí también se veía algunas personas corriendo desesperadas por auxilio. Brandon giró la mirada hacia abajo y observo el arma sobre la arena con la culata destrozada y humeante, su mano estaba quemada y goteando su propia sangre pero aun no le dolía, todo estaba pasando tan rápido. «¿Y ese fuego violeta?» Pensó. De pronto como una respuesta inmediata a su pregunta un silbido desde el cielo le hizo mirar a las estrellas, allí vio como tres de ellas comenzaban a moverse en círculos primero lentamente y luego acelerando la velocidad, los tres puntos brillantes se volvía cada vez más grandes como tres bolas rosadas de nieve cayendo por un risco empinado, luego al acercarse al horizonte del mar se detuvieron y comenzaron a parpadear cada punto como linternas, y cuando ya estuvieron muy cerca Brandon pudo apreciarlas como naves voladoras que le recordaban los episodios de Star Trek que veía de niño.
    —¡Mierda! — Gritó mientras se triaba al suelo cuando estas cosas voladoras pasaron sobre su cabeza. Los tres objetos voltearon giraron en U en el cielo y comenzaron a disparar ráfagas de luces violetas contra las casas del barrio y luego otra vez contra el parque de atracciones destruyendo e incendiando todo lo que tocaban en enormes incendios violetas. Brandon enserio no podía creer lo que estaba pasando.
    A su espalda un sonido casi orgásmico se dejó escuchar e hizo voltear al joven, una de esas cosas flotaba frente a él pero unos dos metros más arriba y antes de que Brandon pudiera hacer algo la nave expulsó una luz de un color que no se correspondía con ninguno del espectro visible conocido por los humanos, esta luz le cubrió totalmente y no le permitió mover. La quemadura de su mano cicatrizó aceleradamente hasta sanar en su totalidad. Entonces una serie de palabras en susurros se reprodujeron en su mente como un reproductor telepático. « Sepulcro abierto es su garganta; Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura; Sus pies se apresuran a derramar sangre; Quebranto y desventura hay en su camino; Aun no está listo.» La nave expresó de nuevo ciertos sonidos inentendibles y luego la memoria de Brandon comenzó a perder eventos específicos de su memoria.
    La luz se tornó blanca y Brando se encontró al instante acostado con la cabeza sobre la arena mirando directamente al cielo azul del día. No recordaba nada. Pero sentía de nuevo esa felicidad que le causaba escuchar las olas del mar.
    —Hola — Una voz femenina y dulce le sacó de su letargo mental y Brandon respondió girando la mirada.
    —Hola — Respondió y se levantó. A su alrededor la playa estaba llena de gente pero no le importaba, estaba impresionado por la belleza de la chica que le habló.
    — Te vi surfear hace un rato, lo haces increíble. — Brandon no respondió, la chica rió, era muy bonita. — Soy nueva en esto… Y quería saber si te gustaría enseñarme algunas cosas.
   —¡Claro! — Respondió Brandon. — Llevo toda mi vida haciendo esto. Ven, te enseñaré por aquel lado — Señaló a un área de la playa con pocas personas en el agua y caminó con ella — Uy, olvidé mis cosas, espera. Se dirigió dónde estaba acostado y recogió su mochila y levanto su tabla, al hacerlo vio una videocámara incrustada en la arena, la recogió y aunque nunca había usado una ésta le pareció ligeramente familiar. La guardó en su mochila y volvió con la chica. — Listo.
Pasaron frente al gran muelle.
    —¿Qué pasó con el parque? — Preguntó la chica.
    —Eres nueva por aquí definitivamente. — rió el muchacho — Hubo un incendio enorme y dejó de funcionar desde entonces, pasó hace mucho tiempo, cuando era niño, desde entonces nadie ha intentado restaurarla. — Brandon vio la montaña rusa despedazada y oxidada y tuvo una extraña sensación de déjá vu, luego volvió a la chica y siguieron caminando.
    —Por cierto, ¿Cómo te llamas?— preguntó Brandon
    —Ariadne.
    —Un Placer Ariadne.

Fin

Consigna:  basado en La letra de I wish you were here, de Incubus, usándola en una situación de Ira                       

Wish you where here/ Incubus
I dig my toes into the sand /The ocean looks like a thousand diamonds Strewn across a blue blanket / I lean against the wind Pretend that I am weightless And in this moment I am happy, happy /// I wish you were here /// I lay my head onto the sand / The sky resembles a back-lit canopy  with holes punched in it / I'm counting UFOs / I signal them with my lighter and in this moment I am happy, happy /// I wish you were here /// The world's a roller coaster And I am not strapped in / Maybe I should hold with care  / But my hands are busy in the air saying /// I wish you were here ///


Mi hermana

Por Romina Hernández García.

Dejó las jaulas de los hurones en el suelo para abrir la puerta de su nuevo  departamento, antes de abrir la puerta respiró hondo y cerró los ojos para hacerse a la idea de que finalmente estaba ahí, frente a la puerta de su departamento, a solo un día de comenzar a trabajar en la empresa que la había inspirado de diferentes maneras.
Su cuerpo se inquietó, sintió sorpresa e inquietud por todo lo que iba a descubrir aquí, su vida iba a cambiar por completo, era lo más emocionante que había vivido después de ese inolvidable viaje a Alemana y el año en que volvió a ese hermoso país, que cambió su forma de ver las cosas, a estudiar. Innumerables recuerdos llenaron su mente, se vio subiéndose al avión para emprender el viaje que la llevaría a la  entrevista de trabajo en House Special, los nervios una semana antes de aquella entrevista se habían esfumado ese mismo día  porque ella estaba segura de que podía hacerlo, “Voy a trabajar ahí” se repitió como lo hacía cuando tenía dieciséis años, esa semana se divirtió como nunca y aprovecho cada día para conocer la zona, Portland era hermoso y ella se sentía bien ahí.
Cuando regresó a México y la llamaron por teléfono brincó de felicidad al mismo tiempo que gritaba como loca al saber que la habían contratado, su madre lloró con una enorme sonrisa en el rostro, su padre la abrazó y le dijo lo que ella  siempre quiso escuchar. Se sintió victoriosa y ansiosa por su nueva experiencia laboral, trabajar en México era una cosa pero trabajar para una empresa extranjera era lo que siempre había querido y su objetivo antes de comenzar a estudiar artes plásticas.
Después  todo mundo se enteró de que se iba a vivir a Portland y le organizaron una fiesta de despedida, la que le hicieron sus amigos había sido divertida, en todas hubo risas, relatos chistosos, abrazos y muchas lágrimas. Todos estaban alegres de verla cumplir sus sueños, sus cuatro hermanos le habían dado regalos para que los recordara, sus abuelos le dijeron que pronto irían a visitarla, lo que se cumplió unos meses antes de comenzar a trabajar, su familia y abuelos viajaron con ella a buscar departamento, cosa que ella habría preferido hacer sola pero al final los dejó porque sabía que eso los haría felices, amueblaron a su estilo haciéndole pequeñas sugerencias, ella pintó su cuarto como lo había imaginado y todos se quedaron unas semanas de vacaciones aprovechando que ya estaban ahí. Fue divertido disfrutar de su familia una última vez, ahora ya no tendría padres que le dijeran que hacer o le pidieran favores, podía hacer lo que quisiera como antes pero con más libertad, sui hermano ya no podía molestarla, picarle las costillas o burlarse de ella como antes, ahora solo podrían pelear por mensaje y de vez en cuando, sus hermanas ya no iban poder pedirle ayuda en las tareas como antes, ya no iba a jugar con ellas y ver películas en inglés y sin subtítulos para mejorar su inglés. Extrañaría muchas cosas pero no se sentía triste, estaba muy emocionada por ver lo que le esperaba en Portland.
El sonido de los pasos de sus nuevos vecinos subiendo las escaleras la sacaron de sus recuerdos. Subir las escaleras habría sido difícil si sus vecinos no la hubieran ayudado. Gracias a esto ella y su hermana  ya no tuvieron que hacer varios viajes para subir las maletas, su hermana mayor se había atrasado así que la esperó mientras platicaba con sus nuevos vecinos.
Era una pareja joven, él era músico y ella era una Doll Maker, ambos habían invitado a ella y a su hermana a comer después de que terminaran de instalarse. Su hermana mayor y su mascota Gibbs, un perro pug, habían ido a vivir con ella para estudiar y comenzar a vender sus productos, ella también era Doll Maker, además  su perro y los hurones se llevaban bien y les harían compañía.
Cuando su hermana y Gibbs llegaron al departamento se despidieron de la pareja y agradecieron la ayuda. Ambas se sonrieron al abrir la puerta del departamento, metieron todas las maletas y se sentaron en la pequeña sala a descansar, empezaron a hablar en inglés y se rieron porque para ellas  era un poco extraño estar en otro país y tener que hablar con otro idioma con las personas que conocían, “a veces se te olvida en que idioma hablar” dijo una de ellas.
Lo primero que hicieron fue desempacar un poco, dejaron salir a Ziva, la hurona blanca, para que se familiarizara con el lugar y luego se bañaron y salieron a caminar un rato, estaba soleado y el perro estaba alegre de salir a conocer, compraron algunas cosas para la cena y volvieron al departamento para después ir a comer con sus vecinos. La tarde se la pasaron platicando de muchas cosas con sus vecinos, Gibbs y el perro de los vecinos jugaron y los hurones por fin pudieron descansar en su nuevo hogar.
Ya en la noche cada quien se fue a su cuarto y ella se puso a pensar en lo lejos que había llegado, casi nunca le daba mucha importancia a lo que la gente le decía pero esa noche se puso a pensar en todo lo que le habían dicho antes de que se fuera de su país, las palabras de aliento y motivación eran tantas que casi no las recordaba con exactitud, de repente se acordó de lo que su madre le había contado acerca de lo que las personas pensaban de ella, ella ya sabía qué era lo que la mayoría de la gente que la rodeaba pensaba de su actitud pero eso nunca le importó, ella estaba bien con ella misma y no tenía que estarlo con nadie más. Para ella era absurdo que algunos de sus familiares juzgaran sus acciones sin saber nada de lo que ella tenía planeado, “para qué esto, para qué el otro” “¡Ella se va a ir!, ¿A dónde?” “¿Vas a estudiar Artes plásticas? Y por qué no mejor estudias administración, así vas a ganar más, ¿De qué vas a vivir?” muchas opiniones que nunca la hicieron dudar de sus decisiones, ella solo escuchaba y dejaba que la gente pensara lo que quisiera pero ella no cambió lo que era por unos simples comentarios. Siempre había sido una persona segura de sí misma, desde niña se había sentido atraída por los colores y las formas de las cosas que la rodeaban. En el Kínder prefería dibujar todo lo que quisiera y pintarlo de colores como un arcoíris, “No hacía nada más que dibujar” bromeaba cuando ella y su hermana hablaban de cuando eran niñas.
Siempre tuvo talento y lo aprovechó al máximo, desde chica cuando hacía las tareas y les ayudaba a otras personas que no sabía dibujar, ella siempre estaba dispuesta a ayudar, había personas que abusaban de su generosidad  pero ella no era de las personas que se quejan de todo, para ella el hubiera no existía y siempre que podía aprovechaba  la oportunidad que se le presentaba, viajes de intercambio, trabajo, lo que fuera para ella estaba bien y era algo que no se volvería a repetir.
Se movió para acomodarse en la cama y suspiró por primera vez desde que estaba ahí, se sintió relajada y más ligera que antes, ahora ya no tenía las mismas responsabilidades que tenía cuando vivía con sus padres, ahora tendría que trabajar y eso no era un problema, había entrado a la empresa publicitaría que quería, donde le pagarían por jugar, por hacer lo que más le gusta y dejar su huella en el mundo de la animación, siempre le gustó jugar a que era una muñeca que tenía que vivir en el mundo real, ver todo enorme y arreglárselas para escalar el sillón y caer de la mesa con cuidado para no lastimarse, no ha dejado de ser niñas en el interior aunque cuando la situación lo requiere a veces puede ser más madura y racional que sus padres, a veces ella pensaba que sus padres no eran muy lógicos y solo no querían aceptar que estaban equivocados, ella les decía en qué estaban mal y no titubeaba para dejarles claro lo que ella pensaba de su forma de actuar, la mayoría de las veces esta actitud le traía muchos problemas y las castigaban por lo mismo aunque ella tuviera razón.
Imprudente, maleducada, grosera y rezongona eran algunas de las palabras que sus padres usaban para referirse a ella, cuando estaban enojados con su hija, pero cuando no ellos veían lo que en realidad era ella, su talento en el dibujo y la escultura, la curiosidad y valentía que la caracterizaba, entonces su enojo menguaba y el orgullo se mezclaba con la alegría de ser parte de su mundo y ser sus padres, haberla cuidado y alentado en todo lo que pudieron aunque la mayoría lo hizo sola y descubrió por sí  misma, si sus padres no hubieran sido sus padres ella no estaría ahora, en Portland , cumpliendo sus sueños.

Fin

Consigna: basado en la letra de Sigo aquí de Alex Ubago, utilizando una situación de alegría.                        

Sigo Aquí/Alex Ubago
Soy la pregunta del millón
siempre la interrogación
no respondas que sí porque sí
Y qué, qué podrías tú decir
si yo no te voy a oir
no me entiendes
y nunca seré lo que esperas de mí
Jamás ya me vas a conocer
niño y hombre puedo ser
no me uses y apartes de tí
y vi como alguien aprendió
lo que nadie le enseñó
no me entienden
no estoy aquí
Y yo sólo quiero ser real
y sentir el mundo igual
que nosotros seguir siempre así
por qué yo tendría que cambiar
nadie más lo va a intentar
y no entienden
que sigo aquí
Y tú ves lo que ellos nunca ven
te daría el cien por cien
me conoces y ya no hay temor
Yo mostraría lo que soy
si tú vienes donde voy
no me alcanzan
si eres mi amigo mejor
Que sabrán del mal y el bien
yo no soy lo que ven
todo un mundo durmiendo
y yo sigo soñando por qué
sus palabras susurran mentiras
que nunca creeré
Y yo sólo quiero ser real
y sentir el mundo igual
que nosotros, por ellos, por mí
por qué yo tendría que cambiar
nadie más lo va a intentar
estoy sólo
y sigo aquí
Sólo yo
estoy aquí
sigo aquí
sigo aquí