jueves, 26 de enero de 2012

En busca del amor

Por Pepe Martinez.

A veces siento que las cosas pasan por casualidad;

al azar. ¿Será mi voluntad? ¿Quien hace el camino al andar?

Un día menos es un día más. 

Sabes bien que todo es temporal.
                                                        Destino – Chetes
 
A sus sesenta y muchos años Ferdinand tiene una rutina muy bien planeada, se levanta a las siete de la mañana, entra al baño y se da una ducha. Se viste con tranquilidad, en los pies siempre calzado cómodo, toma algún libro de la estantería y sale para hacer su recorrido. Toma el fresco de la mañana al pasear por le parque hasta las diez en punto, que es cuando arriba al Happy´s Coffe. Entra al local y como siempre se sienta cerca de la ventana. No hace falta hacer algún pedido, la camarera ya sabe que es lo que el toma y como debe ser servido.

—Lo de siempre —le dice la camarera al delgado hombre de cabellera canosa que es Ferdinand.

Ante él desfila su pedido diario: dos rebanadas de pan sin corteza, una con mermelada de frambuesa y la otra con salsa tabasco, además de un cappuccino dividido en dos tazas, una para el líquido, la otra para la espuma. Nadie cuestiona la extraña combinación, de vez en cuando alguna novata siente curiosidad pero no le hace ninguna pregunta, como todos, creen que es cosa de los viejos y sus excentricidades que llegan con la edad.

—Muchas gracias —expresa su gratitud a la camarera, ya se encuentra uniendo las dos piezas de pan, para formar un sándwich.

Disfruta de su peculiar almuerzo, esperando que las ideas en su cabeza se ordenen y fluyan de manera correcta. Al terminar de sopear la espuma del cappuccino con los restos de su emparedado, se da cuenta de que será otro día perdido. Sin más por hacer se decide a leer la novela que eligió al azar antes de salir de casa. Qué sorpresa se lleva al darse cuenta que el libro que lleva en las manos es ese que escribió en su juventud. Por increíble que parezca nunca ha leído su opera prima, cuando se la entregaron la coloco en un lugar de honor en el librero, pero nunca la leyó. A fin de cuentas el sabia de que trataba. En busca del amor se titula el libro, entre más lo ve más cursi le parece el nombre.

El amor (del latín, amor, -oris) es un concepto universal relativo a la afinidad entre los seres, definido de diversas formas según las diferentes ideologías y puntos de vistas (científico, filosófico, religioso, artístico, etc.). Puede ser expresado hacia una persona, animal o cosa.

Es la definición que figura en la contratapa, al leerla recuerda la discusión que tuvo con el editor al haber elegido dicha definición de diccionario. Resopla y se dispone a comenzar la lectura. Al abrir el libro cae una nota, la caligrafía le resulta familiar, ¡y cómo no!, si la ha leído más de mil veces, en ella figura una sola frase: ¡Te quiero! Atte. Lisana. Al leer el nombre su mente lo traslada al pasado.

Será que hoy me atreveré a decir,
todo lo que siento y todo lo que guardo aquí.
Será que hoy no me puedo callar,
confieso soy cobarde, no sé cómo explicar.
                                                                Soy de esos – Los Afro Brothers

Temblando como un venado en medio de la utopista, Ferdinand se encontraba a cinco calles de la preparatoria. “¿Cómo era posible que olvidara su cita con Lisana?” Corría tan rápido como le daban las piernas. Con cada paso que lo acercaba a su destino, el corazón le latía con más fuerza y un sudor frío le cubría las palmas de las manos. Se enamoró de la joven cuando asistían a la escuela secundaria y al encontrarse nuevamente con ella en la preparatoria por fin reunió el valor necesario para decirle sus sentimientos.

—Lamento llegar tarde —dijo él con la respiración entre cortada.
—Estaba a punto de irme —fue la respuesta de la chica, el tono de su voz denotaba ironía.
—¿De verdad te ibas? —quiso saber el muchacho.
—Para nada, dijiste que me querías decir algo, sonabas muy serio —respondió con una sonrisa espectacular mirando al suelo, se notaba un poco sonrojada en las mejillas—. ¿Quieres sentarte? Pareces muy agitado.

Sin decirle una palabra más aceptó la propuesta y se dejó caer en redondo sobre la escalinata del umbral del colegio. Mientras recuperaba el aliento pudo disfrutar de la vista, nunca había visto a Lisana maquillada y fue entonces que su estúpida timidez lo traicionó.

—¡Wow! —exclamó, en verdad asombrado—. ¿Por qué él maquillaje?
—Alguien me dirá algo importante hoy, así que decidí prepararme para la ocasión —dijo ella haciendo un moviendo circular con los ojos.
—Bien entonces me voy, no quiero interrumpir —dijo Ferdinand, que estaba tan nervioso que no relacionaba los hechos, era él a quien esperaba la chica.
—Venga dime lo que querías decirme, me dijiste que era algo importante, algo que ya no podías guardarte.

Al escucharla tan segura de sí misma, Ferdinand sintió algo en el estomago. En programas de televisión y películas describen la sensación como revolotear de las mariposas. Pues todos sus argumentos podrían irse al carajo, lo que él sentía era un pterodáctilo aleteando en sus entrañas. Y como si no fuera poco, su boca se llenó de saliva con un sabor salado, ese que te indica que estás apunto de vomitar, respiró profundamente por la nariz y exhaló por la boca, como le enseñó su madre.

—¿Te encuentras bien?
—Estoy un poco mareado —dijo tratando de sonreír— pero ya estoy mejor.
—Bueno, si tú lo dices. ¿Qué es lo que te urge decirme?
—V…ve…veras yo…yo —la criatura jurasica se movió otra vez, tratando de escapar por su garganta evitando que hablara con claridad.
—Tranquilo, solo dilo.

Cuando ella dijo esas palabras, el regusto salado subió nuevamente por su garganta y se acumuló en la boca, un instante después el vómito salió en una bocanada copiosa. Lisana no sabía cómo reaccionar, pero en su rostro no existía el asco o la burla. Sacó un pañuelo desechable de su bolso y se lo entregó a Ferdinand, quien en ese momento pensaba en todos los escenarios posibles después de haber arrojado el hígado. Por un lado pensaba en que no era para tanto, se declararía y ella diría que sí. La parte más oscura de su mente le presentó una propuesta totalmente diferente, donde Lisana se burlaba de él y le llamaría el chico vómito durante toda la vida. Lo siguiente que pasó era la historia de su vida, su boca pensó más rápido que su cerebro y lo primero en tartamudear fue:

—¡Me…me…me ha besado un hombre! —grito mirando al suelo.
—¿Cómo dices?
—Pues eso, que iba ayer en el autobús y se me acercó un tipo y me ha dado un beso, no es que yo lo disfrutara, pero no supe que hacer y pues tenía que contárselo a alguien —lo dijo todo tan rápido como pudo, aunque era una mentira tan gorda como un hipopótamo podía imaginar la escena hasta creer que en verdad sucedió, lo cual le empezó a provocar arcadas hasta al punto de querer vomitar otra vez.

Pasaron la siguiente hora platicando de las implicaciones de lo ocurrido, el tema era corto y como pasa con las pláticas de los mejores amigos se pasaron de un tema a otro. Pronto Ferdinand había olvidado la barbaridad que soltó y empezó a disfrutar de la compañía de la joven.

—Tengo que irme —dijo Lisana al ver la hora en su reloj.
—¿Puedo acompañarte a la parada del autobús?
—Claro que sí, no tienes por qué preguntarlo —contesto Lisana.

Caminaron con tranquilidad por las acera hasta llegar al paradero, donde el autobús ya esperaba a los últimos pasajeros.

—¿De verdad te besó un hombre?
—No —dijo el chico poniéndose colorado como una fresa.
—Eres tan malo mintiendo —le susurro al oído antes de besarlo en la comisura de los labios y subir al autobús.

Lentamente todo cambiará. Sabes bien que todo es temporal.

Pero, ¿a dónde se va? (un recuerdo), ¿qué va a dejar el destino final?
Destino - Chetes

—¿Se encuentra bien? —dice una vocecilla a su espalda, sacándolo del bochornoso recuerdo—. Esta rojo como un tomate.
—Sí, estoy genial —le contesta a la camarera—. ¿Podría traerme la cuenta? —no recibió respuesta de la joven, quien se dio media vuelta para ir directo a la caja.

Paga la cuenta dejando el cambio como propina, camina sin rumbo fijo llevándose la mano cada dos por tres a la comisura de los labios, justo en el lugar que recibió su primer beso. Perdido en los recuerdos de los años pasados, no se ha dado cuenta de que esta frente al Hotel León. El lugar está casi en ruinas, pero aun así él regresa al pasado, donde aun tenía un poco de esplendor.

No sé si hay palabras para poderte decir,
siento que nadie me va a entender, como fue la primera vez.
La primera vez – Chetes

Entró con paso tranquilo al lobby, no había razón alguna para no hacerlo, al fin de cuentas trabajó en el lugar por casi un año. Se mostró confiado al hablar con el administrador, quien no paraba de mirar a la acompañante de Ferdinand. La chica de baja estatura se ocultaba a espaldas del joven, su rostro estaba casi encendido por la vergüenza que le provocaba estar tanto tiempo en la planta baja, mientras el que decía ser novio charlaba con todos los que entraban al lugar, como un político que busca tener buenas relaciones publicas.

—¡Aaay! —grito Ferdinand al sentir el pellizco de Lisana.
—Quiero ir a la habitación ¡AHORA! —gritó Lisana captando la atención de todos los presentes.

El grito dejó anonadado a Ferdinand, quien se quedó de palo al sentirse arrastrado por la muñeca por la diminuta joven. Prácticamente fue remolcado escaleras arriba, lo cual no le importó.

—¿Cuál es el número del cuarto? —quiso saber la chica.
—Es el 315, en el tercer piso —respondió Ferdinand.

Cuando llegaron a la puerta de la habitación y con las manos temblorosas Fredinand trató de introducir la llave. Elevó una plegaria al cielo y rogó por no tener ese mismo problema una vez llegado el momento interesante de ese encuentro. Abrió la puerta y festejó con un gritito de alegría, y sin pensarlo más tomó en brazos a Lisana y entraron al recinto.

Por un momento no se dijeron más palabras, su lenguaje ahora eran las suaves caricias, besos apasionados en los labios y el cuello. Los botones saliendo de los ojales y los cierres deslizándose para dejar sus cuerpos al desnudo. Solo se detuvieron para atender un detalle mínimo.

—¿Sabes cómo se usa un condón? —dijo Lisana al ver a Ferdinand luchar con el globo de látex.
—Si tu sabes ponerlo, estaré algo preocupado —respondió Ferdianan tratando de colocarse el tubo de hule en su General.

¿A dónde se va? (el tiempo), ¿qué nos va a dejar el destino final?
¿A dónde se va (lo que siento), en qué va a quedar el destino final?
Destino final. Sabes que todo es temporal
.
Destino – Chetes
     
Deja las ruinosas oficinas del Hotel León para emprender el camino a casa. Son poco más de las seis de la tarde, lleno de los recuerdo de juventud toma notas en una libretita, por fin después de muchos años la inspiración ha llegado.
 
—Estoy en casa —anuncia su llegada—. Tengo una idea magnifica para una novela.
—Déjame adivinar, recordaste todas la peripecias que tuvimos de jóvenes —le dice la mujer de cabellos plateados, sentada en la mecedora de la sala de estar.
—Contigo no, con Lisana mi amor de juventud.
—¡Pero si yo soy Lisana! —dice repechándole a Ferdinand.
—¡NO! —grita el viejo cubriéndose las orejas con las manos—. Tú no eres mi Lisana, ella es joven y vibrante, tu estas vieja y arrugada.
 
De la puerta del baño sale una mujer de mediana edad, en su rostro se refleja la consternación de no saber donde se encontraba su padre.
 
—¿Dónde has estado? —dice la mujer corriendo al encuentro de su padre.
—¡Lisana! Nos encontramos otra vez —grita el viejo Fredinand al abrazar a su hija confundiéndola con su amor de juventud.
—Mamá, has olvidado darle su medicamento para el Alzheimer otra vez.



FIN

_____________________________________________________________

"Comedia" romántica...se hizo lo que se pudo

1 comentario:

  1. Muy Buen trabajo!!! Un gran relato! Felicidades! Genial el final que le da ese toque de comedia pedida! Cami

    ResponderEliminar