domingo, 21 de julio de 2013

Inalcanzable

Por Gean Rossi.

11 de Septiembre de 2001—Bajo Manhattan, Nueva York.
8.20
            Sabía que algo iba mal cuando Barbara me negó la canción diaria:
            —¡Voy tarde! No tengo tiempo que perder, ¿Entiendes? —me dijo mientras se terminaba de arreglar y cargaba todo lo que necesitaba dentro de su maletín de trabajo.
            —Pero es sólo una canción, no tardaré ni dos min… —Mis palabras se vieron cortadas por el portazo que ejerció Barbara.
            Y allí me quedé, sentado sobre el piano, preparado para tocarle su canción diaria, una tradición que nunca me negaba. Ésta vez iba a ser algo especial porque sería una canción que llevaba meses practicando. Empecé a temblar, las lágrimas rodaban sobre mis pómulos porque sabía que algo no estaba bien y que tal vez nunca más podría tocarle el piano…
8.34
            Riiiiinnng…Riiiiinnng…
            Era el teléfono de la casa, yo seguía frente al piano; me había quedado dormido sobre las teclas. Me levanté y fui a coger la llamada:
            —Hola, ¿Quién habla?
            —Soy yo, Barbara...
            —Ah, ¿Y entonces? —Estuve a punto de colgarle, pero siempre me ha gustado escuchar su voz.
            —Bueno, pues quería notificarte que ya llegué al trabajo —Además de la canción diaria, Barbara me llamaba cada vez que llegaba a la oficina. Trabajaba como recepcionista en un gran departamento de la Torre Norte del World Trade Center.
            —Me parece perfecto.
            —Bill… perdón por haberme ido de esa manera y por haberte dejado al aire con la canción, pero de verdad tenía que llegar a la oficina, espero lo entiendas… Te amo.
            —Sabes que te perdono. Yo también te amo —Colgué el teléfono.
            Siempre he perdonado a Barabara de cualquier cosa, pero ese día tenía preparado algo tan especial tanto para mí como para ella, que se me hacía difícil perdonarla del todo.
            Me senté frente a la televisión. Estaban dando el noticiero de la mañana, nada nuevo. Podría haberme relajado, pero no, más bien cada segundo me sentía más tenso y ansioso.
            Y de pronto un fuerte estruendo recorrió el ambiente. Eso era lo que mi cuerpo estaba esperando.
8.46
            Salí lo más rápido posible de casa, al llegar afuera diviso fácilmente el lugar del accidente: Las torres gemelas, precisamente en la Torre Norte… Donde trabaja Barbara. Una gran llamarada en conjunto con un denso humo salía de un costado de la torre.
            Los gritos, la tensión, personas corriendo para acá y para allá, no sabía qué hacer, estaba asustado. No podía parar de pensar en ella.
            —¡BARBARAAAAA! —grité en medio de la calle con la esperanza de que me respondiera aquí estoy, estoy bien, pero era algo que ni yo mismo me creía que podría pasar.
            Empiezo a correr hacia la torre, los gritos de la multitud se intensifican. Noto a bomberos, policías, periodistas pasando en sus vehículos junto a mí.
            Sentía como si nunca fuera a llegar, se ven tan distantes las cosas en los momentos de tensión. Sigo corriendo cuando de pronto: Otra explosión, esta vez en la Torre Sur.
            —¡NOOOO! —grité, e intenté seguir corriendo lo más que pude hasta que me quedé sin aire del esfuerzo y la ansiedad.  Caí al suelo desmayado.
9.38
            Desperté en un apartamento que no conocía. Un hombre de más o menos mi edad estaba viendo la televisión. Me despertaron sus gritos, no entendía muy bien lo que decía pues seguía algo aturdido. El hombre gritaba frente a la televisión haciendo referencia al Pentágono.
            Recuerdo a Barbara y todo el desastre que estaba ocurriendo… ¡ella debe estar dentro del edificio aún!, pensé. Así pues, me levanté del sofá donde estaba y me puse a buscar la puerta para salir de allí y encontrar a mi esposa.
            —¡¿A dónde crees que vas?! —me grita el hombre que estaba viendo la televisión.
            —Mi esposa está afuera, y no solo eso, está dentro de la torre...
            —¡Pero fuera es una locura! Acaba de chocar un avión contra El Pentágono, quién sabe qué podrá ocurrir ahora… ¡Esto es el fin del mundo!
            —No me importa, puesto que voy a salvar a mi esposa cueste lo que cueste —concluí y salí del apartamento del desconocido que al parecer me recogió cuando me desmayé.
9.55
            En la calle todo era un desastre, las personas corrían a todos lados, algunos policías ayudaban a evacuar la zona, seguían llegando más y más camiones de personal médico, policial y bomberos. Veía gente herida por aquí y por allá, pero no veía a mi esposa en ningún lado.
            Levanté la mirada y pude ver las torres gemelas fácilmente. Parecían dos grandes chimeneas que extendían su humo a través del cielo.
            Me enfoqué en lo que tenía que hacer, buscar a Barbara y empecé a correr.
            Correr y correr, estaba desesperado y aterrorizado, quería ver a mi esposa y darle un fuerte abrazo; la extrañaba más que nunca.
            Ya me estaba acercando a la torre norte cuando un guardia se me acerca:
            —Ciudadano no puede estar aquí, esta es una zona peligrosa, tiene que evacuar lo antes posible —me reclama tirando de mi brazo.
            —¡Pero tengo que salvar a mi esposa! ¡Ella está en la torre!           
            Realizo un breve forcejeo con el guardia que intentaba salvarme cuando diviso por sobre su hombro su cara al fondo: Era Barbara.
9.59
            —¡BARBARA! ¡AQUÍ ESTOY! —Le hago un montón de señas con la mano para que me viera. Un bombero la llevaba del brazo mientras le ponía una máscara para respirar entre el humo y el polvo— ¡BARBARA! —vuelvo a gritar. Ella levantó su cabeza, me vio, y ambos esbozamos al mismo tiempo una amplia sonrisa y una última mirada… me olvido de todo a mi alrededor y sólo consigo tener activos mis sentidos para admirarla a ella, sin darme cuenta así de todo lo que estaba pasando en ese instante, noto los forcejeos, los gritos, el espanto de la gente pero solo la puedo ver a ella, estoy paralizado.
 Sigo sonriendo y llorando. Veo claramente cómo un gran trozo de concreto cae sobre ella impidiéndome verla… nunca más. El rascacielos se estaba cayendo a pedazos.
Luego de eso todo fue oscuridad a mi alrededor.
24 de Diciembre del 2001
7.36
            Hoy al fin, tras un par de meses de rehabilitación física y psicológica vuelvo a mi hogar, a mi antigua casa. No aquella de las paredes blancas y el montón de enfermos. Mi casa, mi hogar, donde vivo y pertenezco.
            Fue un largo proceso de recuperación, aún siento que no estoy bien del todo pero puedo decir que fue una buena terapia.
            Recuerdo casi claramente la vivencia, todo lo que corrí, las caras de tragedia y desesperación de las personas con las que me crucé, las explosiones sobre los edificios, todo. Pero no recuerdo lo más importante: la cara de Barabara. Veo las fotos y es como si fuese una desconocida para mí, los médicos del proceso de rehabilitación se encargaron de que no la recordara más para que no afectara mis futuras acciones y mi vida diaria, prácticamente me lavaron el cerebro. Sé quien fue para mí, pero sigo sin reconocerla del todo… La quiero ver una vez más.
            Lo que sucedió tras la oscuridad que me rodeó aquel día aún es un misterio para mí, pero me contaron que el guardia que estaba junto a mi me logró salvar, supuestamente tras todo el incidente me llevó rápidamente a un callejón donde me encerró en una casa en la que estaría seguro, en la cual luego me recogería luego el personal médico.
            Luego de eso fue todo rehabilitación para mí, color blanco en todos lados, paredes, baldosas, todo.
23.55
             Pasé todo el día leyendo, intentando buscar cosas que hacer para distraerme de la confusión de pensamientos que envuelven mi cabeza aún. Pero por más que sea me sigo sintiendo vacío e incompleto, algo me hace falta.
            Me acerqué al piano de cola que tenía en la sala de la casa, me le quedo viendo un rato y me siento sobre su cómodo banco de cuero. Pongo mis manos sobre las teclas y dejo que la música fluya, mis dedos interpretan aquella canción que tanto anhelaba mostrarle a Barbara, aquella por la que tanto había practicado todos los días, esa canción única que había hecho sólo para ella... Era una composición original titulada Barbara.
            Siento una mano apoyada sobre mi hombro, era muy reconfortante. Giré levemente mi cabeza y allí estaba: blanca, brillante, vestida bajo una hermosa bata blanca, su piel relucía como la luz del sol, justo a mi lado…Escuchando.
            —Esto es para ti —le digo.
            Me quedo fijamente viendo su rostro, sus ojos azules posados sobre mí como dos mares inmersos en mis pensamientos, y de pronto lo recordé, la recordé a ella y a todos los hermosos momentos que habíamos compartido juntos: Nuestro primer beso, nuestra primera vez, nuestra boda, todos los momentos bonitos que logramos vivir y compartir juntos. Empiezo a llorar, mis dedos continúan tocando el piano sin parar. Ella me sigue mirando sonríente y las lágrimas empiezan a correr sobre su reluciente cara.
            Mis dedos sueltan las teclas; la canción había terminado:
            —Quiero que sepas que esté donde esté, siempre estaré disponible para escucharte…Bill —me dice, y desapareció.
            Los fuegos artificiales iluminaron mi cara a través de la ventana, la navidad había llegado. Yo seguía llorando, no de tristeza sino de alegría, alegría de que la pude recordar, y que conseguí además reconocer aquel hermoso rostro que ilumina mi vida.
            —Feliz navidad Barbara, y estés donde estés, quiero que tú también sepas que siempre estaré disponible para ti.

Mi reto era el de escribir un relato de género Amor.

1 comentario:

  1. Muy bonito aunque triste, es veradas que nunca se sabe cuando va a ser la última vez que veas a alguien especial, saludos!

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