lunes, 12 de diciembre de 2016

Distancias


El cuerpo de Sungvin Yoo está tirado boca arriba, los ojos abiertos, la cabeza echada para atrás colgando sobre el abismo, en la cima de una montaña del parque nacional Bukhansan, a pocos kilómetros de Seúl. El sol cae con fuerza. Un hilillo de sangre brilla al bajar de su nariz por la mejilla, hasta alcanzar las pestañas del ojo izquierdo, se desvía hacia la sien y se pierde entre el cabello. Una gorda mosca se posa y empieza a sorber la sangre. Pasaría mucho tiempo antes de que alguien hallara su cadáver. "Joven y acaudalado diseñador web es hallado muerto en avanzado estado de putrefacción dos semanas después de reportarse su desaparición". Yoo parpadea, alejando ese pensamiento. La mosca levanta vuelo.
Se incorpora y se limpia la sangre que le ha brotado por el esfuerzo de la escalada. Él es un hombre de ciudad, no entiende cómo diablos se le ocurrió venir a este fin de mundo para "conectarse con la naturaleza". Recoge sus cosas e inicia el descenso. Nunca más hará caso a un consejo de Hong.

***

El hambriento buitre de Rüppell gira la calva cabeza en dirección al claro en medio de la jungla, cerca de Berbérati, prefectura de Mambéré-Kadéï. Baja en picada. El cachorro de humano está solo, inmóvil. Apenas unas cuantas moscas empiezan a revolotear sobre él. El buitre inicia el descenso, con la cabeza baja, el pico curvo apuntando hacia abajo, dispuesto para desgarrar la carne. Ya las garras rozan el suelo polvoriento. Cuando de la espesura surge ladrando el perro raquítico. El niño se incorpora de un salto. El buitre da un traspié, recobra el equilibrio y vuelve a elevarse. Da un par de vueltas sobre ellos y se aleja. Tendrá que seguir buscando.
Semidesnudo sobre la tierra rojiza junto al perro, que agita el rabo, orgulloso de su hazaña, el pequeño Dembé contempla a la monstruosa ave que estuvo dispuesta a hacer de él su desayuno. Otras aves han levantado vuelo también. Se encoge de hombros. De pronto, varios tiros retumban muy cerca. Dembé y el perro emprenden la carrera y se internan en la selva centroafricana. Cuando se detienen, casi sin aliento, se hallan junto a la prisión. Más precisamente, frente a la barraca de castigo.
Entre las hojas de madera medio podrida del portón asoman diez oscuros dedos, de largas uñas rotas ennegrecidas por la mugre. Y una voz rasposa que susurra: "ven". Dembé se acerca.

***

El empolvado Mini Cooper de Yoo entra en Seúl y se dirige al exclusivo distrito de Gangnam. Yoo deja el auto en el estacionamiento subterráneo y sube en el ascensor privado a su acogedor apartamento en el penthouse. Apenas se desliza la puerta con un suave zumbido, contempla el verdor del parque Dosan a través del amplio ventanal, bajo la fresca ráfaga de aire acondicionado. Yoo sonríe. Así es como le gusta disfrutar de la naturaleza.
Penetra en el apartamento pronunciando "Brit playlist" con su característica entonación de Oxford. Mick Jagger empieza a cantar "Satisfaction". Yoo se sirve un vaso de whisky escocés con hielo y ginger ale y se dirige a los controles del PSP. Necesita un buen partido de FIFA para relajarse de esa agobiante jornada al aire libre. Elige, como siempre, el Arsenal. El encuentro inicia.

***

Dembé permanece quieto. Se acerca la hora del almuerzo en el albergue y su vientre emite roncos gruñidos de apremio. Pero el niño no se mueve del sitio donde se sentó hace más de una hora, con la mirada fija al frente. El fiel perro lo acompaña en la forzada hambruna, estoico.
¡Ven, niño, ven!
La voz rasposa susurra desde la oscuridad de la barraca. Parece no provenir de una garganta humana, sino de la negrura misma, de las tinieblas. Dembé no mueve un músculo, pero tampoco aparta la vista. No puede dejar de preguntarse qué ocurre ahí. Cuando le preguntó, el padre Pierre sólo le dijo que no hablara con esa voz. Y, sobre todo, que, por nada, por nada del mundo, se acercara.
¡Ven, ven, acércate, pequeñín!
Dembé se da cuenta. No le habla a él ahora. El perro, curioso, se ha ido acercando lentamente. Ahora olfatea el interior.
¡No, "Amigo", no vayas ahí!
Los diez dedos aferran al perro con fuerza y lo jalan. Lo último que Dembé ve de él son sus patas traseras intentando hallar un asidero antes de perderse entre las hojas. Luego, sólo oye los gemidos.

***

Yoo arroja los controles a un lado. Observa cómo el parque va tornándose dorado bajo la luz del atardecer. Se oye "Here comes the sun".
Suena su smartphone. Llamada entrante de Gong Hong. Yoo selecciona "ignorar" y arroja el teléfono junto a los controles del PSP. Dice "silencio" y el vacío se hace en el elegante loft de superficies blancas. Se aproxima al ventanal. Observa los tonos malva del cielo sobre el parque. El parque es un gran mausoleo. Está vacío también.

***

El perro sale arrojado de entre las hojas del portón de la barraca. Cae en la tierra y queda inmóvil. Dembé corre a verlo. El animal respira con dificultad. Su cuello está doblado de una manera extraña, parece roto. Del ano escurre un fluido espeso, mezcla de sangre, excremento y semen. Una sombra oscurece su cuerpo maltrecho. Dembé levanta la vista al cielo. El buitre dibuja un par de círculos estrechos muy cerca del suelo antes de animarse a bajar a pocos pasos. Dembé grita y agita los brazos, corriendo hacia él, intentando ahuyentarlo. El buitre se limita a dar cortos saltitos a un lado, como si no considerara al cachorro humano una amenaza importante. Otra sombra se dibuja en el suelo. Y otra más. Otros dos buitres bajan a participar del inminente festín. Dembé corre de un lado a otro, amenazándolos, pero ellos sólo siguen brincando alrededor de él, como burlándose de su pequeñez. Finalmente, una de las aves se anima a dar un picotazo al perro. Dembé corre hacia ella y le propina un puñetazo. El buitre bate las alas, haciéndolo trastabillar, y le grazna en la cara. Dembé cae de culo, desconcertado, y ve a los tres buitres arrojarse a la vez sobre el perro, que no hace nada por defenderse. Dembé comprende que está muerto. Una ronca carcajada sale de la barraca.

***

Yoo pica con desgano un plato de "fish and chips" cuando llega el mensaje. El texto es corto y viene acompañado de una imagen. "Mr. Yoo, le envío una carta de su ahijado Dembé escaneada. Saludos. R. P. Pierre Marat." Ha explicado varias veces al padre que Yoo es su nombre de pila y Sungvin, su apellido. Mira la hora: diez de la noche. Allá son las dos de la tarde. Abre la imagen.
"Hola Mr. Yoo. Padre Pier dice le escriba en pantalla pero quiero usted vea mi letra y mi inglés mejor. Pantalla hace trampa. ¿Cómo está? Espero bien. Yo triste. Quiero contar a usted porque joven y bueno. Padre Pier viejo y bueno. Hoy mataron mi perro. Era Amigo. Me salvó de buitres. Yo no pude salvar. Manos de barraca rompieron cuello y culo. Murió. Buitres comieron. Lloré mucho Mr. Yoo. Mucho. Duele pecho. Le quise contar. Siento mejor. Gracias por mandar dinero y preguntar y contar cosas. Usted estuvo Londres. Yo quiero ir. Seúl también. Seré diseñador. Estudiaré. Seré bueno. Gracias Mr. Yoo por dinero y palabras y fotos. Usted bueno. Adiós. Dembé."
Yoo se pasa la mano por los ojos. Mira la pantalla en silencio un momento. Escribe un mensaje.
Me gustaría comprar un perro a Dembé.
¿Desea que asigne una parte del dinero?
No, pensaba en comprarlo con él. Acá, en Seúl.
Se hace una larga pausa. Yoo bebe un sorbo de té. Pronuncia "play". Se oyen los primeros acordes de "Norwegian wood". Mira el parque. Llega la respuesta.
Los niños necesitan dónde jugar. En especial cuando tienen perros.
Hay un parque a pocos pasos.
Dembé es un niño de espacios abiertos.
Yoo sonríe.
Hay un parque nacional muy cerca.
Eso suena mejor. Pero creo que lo mejor sería que Dembé decida. Lo pondré en videollamada.
Yoo ve el radiante rostro de Dembé llenar toda la pantalla.
¡Hola, Mr. Yoo!
Hola, Dembé. Dime "Yoo" a secas, por favor. Oye, te tengo una pregunta.
Dime, Mr. Yoo.
Yoo toma aire.
Dembé, ¿te gustaría escalar una montaña conmigo?


FIN

Consigna: deberás escribir un relato de género libre.

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