sábado, 3 de junio de 2023

El día que todo cambio

—Mamá, acabo de ver un árbol pasar por la ventana.

—Son las siete de la mañana, es muy temprano para que los árboles salgan a volar.

—Es en serio mamá, ven a ver.

El niño abrió la ventana, y ahí estaba, un gran árbol de hojas doradas flotando en medio del cielo, no parecía moverse mucho ni muy rápido, era como una pequeña isla elevándose en el cielo matutino. Después de la sorpresa inicial, la madre miró hacia otro lado y se dio cuenta de que ese no era el único árbol alejándose de la superficie terrestre, se alejó de la ventana y encendió el televisor.

El presentador de las noticias se veía nervioso y no muy seguro de lo que estaba diciendo.

—Los reportes siguen llegando de todas partes del mundo, los árboles están flotando y alejándose de la tierra, nadie puede confirmar hacia dónde van, solo algo es seguro, siguen subiendo y... —nerviosamente tocó su oído derecho —me informan que tenemos un experto, el ingeniero forestal Pedro Salcedo, especialista en Dendrología que es la ciencia que se ocupa del estudio de los árboles.

Junto al presentador se sentó un hombre con aspecto de leñador, camisa de cuadros incluida.

—Buenos días —dijo mirando a la cámara.

—¿Qué nos puede decir sobre el fenómeno que estamos presenciando esta mañana— preguntó el presentador.

—Exactamente sobre lo que está pasando en este momento no puedo decir mucho ya que no he tenido tiempo de estudiar a fondo el fenómeno, lo que si puedo decirles es que los árboles son seres vivos, seres vivos cuyas vidas son mucho más largas que la de cualquier otra criatura que viva en la tierra, siempre hemos supuesto que no tienen consciencia y que no se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor pero... ¿qué tal si lo hacen? ¿Qué tal si los árboles se han dado cuenta del comportamiento de los seres humanos a través de los años y de la forma en que nos acercamos irremediablemente a echarlo todo a perder? Con el poco tiempo que he tenido para reflexionar sobre esto a la única conclusión que puedo llegar es que quizá los árboles decidieron que producir oxígeno para los humanos ya no merece la pena.

 

Consigna: Un otoño peculiar

Pedro Salcedo.

 


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