lunes, 30 de noviembre de 2015

Cuando Rose Politt se convirtió en Marie Bonnie


Seudónimo: Sir Gregory Lestrange.
Autora: Carmen Gutiérrez.



Asiendo el llamador, la señorita Politt lo dejó caer sobre la puerta de la casita. Luego de un breve intervalo llamó de nuevo. El paquete que llevaba bajo el brazo le resbaló un tanto al hacerlo, y tuvo que volver a colocarlo en su sitio. No podía perder la cosecha del día. Si los rumores eran ciertos estaba a punto de cambiar su vida. La noche apenas había caído cuando dejó su casa y entró en el pueblo esperando que nadie notase su presencia.  Tuvo que evitar la oficina del sheriff, la comisaría y rodear casi dos kilómetros para que nadie en el saloon la viese. La música del piano se escuchaba apenas opacada por las risas y los golpes. El pueblo llamado Desesperación no tenía remedio y ella era una de las causas. Sonrió al pensarlo y aun sonreía cuando la mirilla de la puerta  de la panadería se abrió y desde dentro le llegó el olor a pan recién hecho, justo antes de que la cara del señor Ramsey apareciera y le abriera la puerta.

     Entró con paso seguro, se quitó el sombrero y tendió la mano a ese hombre tan intrigante que había ido a visitar.

     —Señorita Politt —saludó Ramsey con elegancia con su marcado acento inglés y besando su mano.
     —Señor Ramsey —dijo ella inclinado la cabeza—. ¿Llego tarde?
     —No, querida –respondió tomando el paquete de sus manos—. Una mujer tan hermosa como usted nunca llega tarde. Sólo espero que esta visita no la aparte de sus variadas ocupaciones.
     ­—No se preocupe, señor Ramsey. Las ventajas de tener mis ocupaciones es que puedo apartarme de ellas a mi antojo —aclaró ella con un guiño y tomó asiento.
     —Tendrá que disculparme, señorita. Para preparar su encargo debo ausentarme un par de minutos.
    —Antes de que continuemos, señor Ramsey, me gustaría que me dijese cuanto tiempo me durará el efecto de su medicina milagrosa. Sé que me dijo que no hay garantías del éxito, pero dadas mis ocupaciones me gustaría saber qué es lo que pasará por seguro.
     —Bien, cómo ya le había explicado —dijo Ramsey sentándose frente a ella en la salita iluminada con lámparas de aceite­—, para que este tratamiento dé óptimos resultados debemos seguirlo diariamente por tres meses. Si todo sale bien después de los tres meses no será necesario continuarlo y el efecto será de por vida. Hemos tenido efectos inesperados que en nada afectan su vida cotidiana, pero sí le recomiendo que guarde la más alta discreción. El material para trabajar debe ser provisto por usted y, dada la naturaleza de sus ocupaciones, estoy seguro que no tendrá el mayor inconveniente.
      —Por eso no se preocupe, señor. Si alguien puede conseguir una dosis continua de semilla de hombre en ese pueblo, soy yo.
     —Esta muestra que me ha dado –Ramsey señaló el paquete ya descubierto que contenía un pequeño frasco lleno de un líquido blancuzco— ¿es puro?
     —Completamente —respondió ella—. Seguí sus indicaciones.
     —¿Podría, por favor, añadir un poco de su saliva?

     Por toda respuesta ella tomó el frasco, lo abrió y dejo caer saliva con una expresión tal de lujuria que Ramsey tuvo que mirar a otro lado para que no se notase su perturbación. La señorita Politt cerró de nuevo el frasco y se lo entregó en la mano.

     —Ahora, si no tiene más dudas, debo ausentarme unos minutos. Puede leer cualquier libro de mi biblioteca personal si lo desea. —dijo Ramsey poniéndose de pie y saliendo de la habitación.

     Rose Pollit cerró los ojos. En  las primeras entrevistas con el panadero Ramsey, nunca habría sospechado que el hombre guardase tantos secretos. Él era el único hombre del pueblo que nunca visitaba su burdel y sólo él se descubría la cabeza cuando la veía pasar. Sonrió al pensar que la primera vez que lo visitó fue para provocarlo dejándole ver su encanto personal, pero en cambio él le hizo notar las pequeñas arrugas que se le estaban formando bajo los ojos y en la comisura de los labios. «Tengo el remedio perfecto» había dicho Ramsey en esa ocasión «Aunque es arriesgado en varios aspectos». Las siguientes semanas ella se había encargado de las compras de la cocina sólo  para tener el pretexto de visitar esa misteriosa panadería y sacar más información.

     Ramsey regresó un poco después, justo cuando ella comenzaba a dormitar perdida en sus recuerdos. Sin decir nada, le tomó la mano derecha y le encajó una jeringuilla en la muñeca. Ella notó un ligero ardor que le recorrió las venas, seguidos por una carga de energía que le pareció casi como un orgasmo. Soltó un ligero gemido y sonrió. Ramsey la despidió con mucha elegancia y le pidió que volviera la noche siguiente.

     El  ritual continuó por los tres meses establecidos. Cada noche ella llevaba la cosecha solicitada y obtenida de algún cliente casual, dejaba su saliva en el frasco y él le preparaba la jeringuilla. La última noche Ramsey le preguntó si había elegido un nuevo nombre, tal y como se lo sugirió cuando se comprometió a ayudarla.

     —Marie Bonnie —respondió ella con orgullo—. Marie por mi madre, que en paz descanse, y Bonnie por mi primer amor: William Bonnie.
    
         Él levantó la ceja, intrigado.

     —Sí, William Bonnie, mejor conocido como Billy The Kid —agregó Rose, ahora Marie­—. Si Pat Barrett no lo hubiese asesinado en México, Billy hubiera vuelto para casarse conmigo. No me habría convertido en una cortesana y ahora no estaríamos aquí haciendo esto.
     —Marie Bonnie…me gusta —dijo Ramsey sonriendo y después preguntó con tono serio—. ¿Cómo se ha sentido, Marie?
     —Perfectamente —respondió ella con un guiño—. Comienzo a pensar que solo me está inyectando opio.

     Ramsey soltó una carcajada alegre.
     —Querida Marie, es usted la mujer más inteligente de la tierra. Cómo esta es la última aplicación le recomiendo que pase la noche en mi casa para poder revisar cualquier cambio que pudiera presentarse. Preparé esa habitación para usted —dijo señalando una puerta al final del pasillo—. Piense a lo que se va a dedicar ahora, Marie Bonnie. Tiene una nueva oportunidad.

     Los cambios fueron notorios a primera hora de la mañana. El cabello negro de Rose amaneció como el cabello rojo de Marie. Sus ojos verdes se convirtieron en azules de manera natural, la nariz se acentuó de manera notable, los labios quedaron más carnosos y la piel pálida se cubrió de pecas tenues. Había perdido su sensualidad natural, se veía más inocente, más cálida y había crecido unos cinco centímetros. El cambio más notorio era que parecía veinte años más joven, las tetas y el culo tenían una turgencia que Rose había perdido años atrás. Era la mente Rose Politt de cuarenta años en el cuerpo de Marie Bonnie de dieciocho. Era la nueva mujer más feliz de la tierra y tenía todo un plan por delante.

     Con su equipaje preparado y un boleto para viajar a la capital, buscaría la fama como cantante. Había vendido el burdel al alcalde de Desesperación, se había despedido de sus chicas y cogió con todos sus clientes favoritos la noche anterior. El sheriff le había pedido matrimonio antes de que ella le cerrara la puerta en las narices. Tenía una segunda oportunidad y no la iba a desperdiciar en ese pueblo minero de mala muerte.

     Se despidió de Ramsey en cuanto se acostumbró a su nueva altura y dejó de sentirse mareada. El inglés le dijo antes de cerrar la puerta del carruaje:

     ­—Recuerde, Marie, le he dado la fuente de la eterna juventud.

     Marie Bonnie falleció dos días después cuando el tren en el que viajaba se descarriló en el gran cañón. Con tres costillas rotas, el cráneo fracturado y múltiples hemorragias internas, alcanzó a vivir lo suficiente como para maldecir a Dios. Una anciana que viajaba a su lado se persignó al escucharla antes de morir.

     Ramsey quedó consternado al escuchar la noticia. De todas sus clientas, Marie Bonnie era la que mejor había respondido al tratamiento La fuente de la eterna juventud, su creación más preciada, elaborada con la receta del Reino de la Salamandra con extracto de ruiseñor alimentado con semilla de hombre, que sola se queda y se consume en pasión.

     Él sabía que el efecto a Rose le duraría sólo una semana pero, cuando ella se diera cuenta, él habría vendido la panadería que le servía de fachada para sus experimentos y estaría de vuelta en Inglaterra con otro rostro y otro nombre, quizá más bajo de estatura, quizá con cabello negro y ojos verdes. Una copia masculina de Rose Politt.  Si el ruiseñor devoraba semilla de hombre, Ramsey devoraba extracto de mujer. Él también tenía planes. Él siempre tenía planes. 





- FIN -

Consigna: Debes escribir un western de ciencia ficción que inicie con este párrafo como texto disparador: «Asiendo el llamador, la señorita Politt lo dejó caer sobre la puerta de la casita. Luego de un breve intervalo llamó de nuevo. El paquete que llevaba bajo el brazo le resbaló un tanto al hacerlo, y tuvo que volver a colocarlo en su sitio», pasaje de "El crimen de la cinta métrica", de Agatha Christie. Podés cambiar el nombre de los protagonistas si lo deseás. Extensión: mínima una página, máxima tres páginas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario