lunes, 27 de febrero de 2012

El castillo de Otranto – Horace Walpole



En ese instante, el retrato de su abuelo, que colgaba sobre el banco donde habían estado sentados, exhaló un hondo suspiro e hinchó su pecho. Isabella, de espaldas a la pintura, no advirtió el movimiento ni supo de dónde provenía el sonido, pero se detuvo y dijo, a la vez que se dirigía a la puerta:
—¡Escuchad, mi señor! ¿Qué ruido es ese?
Manfredo, indeciso entre la huida de Isabella, que ahora había alcanzado la escalera, y su incapacidad para apartar los ojos de la pintura, que empezaba a moverse, había avanzado algunos pasos tras la joven, pero sin dejar de mirar atrás, al retrato. Vio entonces a éste abandonar el cuadro y descender al pavimento con gesto grave y melancólico.
—¿Estoy soñando? —exclamó Manfredo retrocediendo—. ¿O es que los demonios se han aliado contra mí? ¡Habla, infernal espectro! Y si eres mi abuelo, ¿por qué conspiras tú también contra tu atribulado descendiente, que tan alto precio está pagando por...?
Antes de que pudiera terminar la frase, la visión suspiró de nuevo e hizo una señal a Manfredo para que la siguiera.


La novela de terror como la conocemos ahora ha tenido que atravesar por toda una metamorfosis a través del tiempo, valiéndose de los elementos correspondientes a cada periodo histórico. Como preocupación principal, esta literatura ha tratado de escudriñar en los sentimientos del ser humano, en la creencia en lo fantástico como una condición natural del hombre y en la exposición de las emociones a través de lo macabro. Y no son la excepción aquellas primeras obras que se escribieron con este fin y que, casi sin saberlo, estarían inaugurando un nuevo género: la literatura de terror gótico.
Muchas obras fueron escritas, unas más reconocidas que otras, pero aportaron de igual manera al desarrollo de esta literatura. A finales del siglo XVIII tenemos a Mattew. G. Lewis con El monje o Sospecha, e incluso al propio esposo de la creadora de Frankenstein, Percy B. Shelley, allá a principios del XIX. Pero hay una obra en especial que se considera fundadora de toda esta literatura, un libro corto que abarca muchos de los componentes que perdurarían y evolucionarían a lo largo del tiempo.
El castillo de Otranto es una novela acongojante que combina el espíritu del hombre con los elementos sobrenaturales, todo en la historia trágica de la familia que habita en el verdadero protagonista de la historia: el castillo de Otranto. La presunta usurpación del trono ha desarrollado una ambición malsana del actual príncipe, Manfred, un ser despiadado que llevará hasta los límites el deseo de mantener viva su casta —decisión que toma luego de un lamentable episodio—, pero que está obligado a convivir con una esposa fiel y leal a sus caprichos y con dos hijas inocentes y virginales. Eso producirá contantemente enfrentamientos entre los familiares, poniendo en tela de juicio sus valores y su moral. Pero quien desatará la tragedia, núcleo principal de ésta historia, será el propio castillo, que dentro de sus muros conserva una maldición. Un yelmo enorme que aparece de manera misteriosa en el patio, visiones de enormes manos y pies revestidos de armadura que se ocultan en las habitaciones del castillo, retratos que cobran vida y estatuas que supuran sangre se convertirán en los agentes encargados de hacer del destino de la familia algo irrevocablemente fatal.
Horace Walpole escribió El castillo de Otranto en un impulso de inspiración, luego de un perturbador sueño en el que vio varios de los elementos macabros que utiliza en la novela. Emprendió la historia sin saber en qué acabaría y terminó encariñándose con ella cuando, a los dos meses, la culminó. Quizá es por eso que el libro es tan visionario en lo que a fantasía se refiere. Y aunque en la primera publicación se presentó como una traducción que habían encontrado —pues es comprensible el temor a ser rechazado por la crítica y el pueblo—, la obra significó un comienzo en el intento de mostrar el lado oscuro de la vida, la exaltación del misterio y lo terrorífico de la realidad. Finalmente, el autor decidió presentar, tiempo después, su obra como suya.
El castillo de Otranto es una pieza de puro deleite, disfrutable no necesariamente como lectura académica. La brevedad de la trama lleva hasta el final de un solo tirón, a una velocidad increíble, que encantará tanto al lector culto como al aficionado a la literatura gótica y de terror, y es clave si se quiere entender el origen de toda una tradición literaria que ha atravesado por tantos altibajos en su historia, desde un acogimiento colectivo por parte de los críticos, como el infaltable rechazo, pero que, afortunadamente, siempre ha visto la salvación en los lectores.
En lo que a historia se refiere, encontraremos odio, traición, ingenuidad, amor, perdón, tiranía, muerte, valentía y, lo más importante, pesadilla, todo amalgamado en una sola historia. El castillo maldito será el dios implacable, único testigo y vengador de las atrocidades que sus habitantes han cometido en medio de su ingenuidad terrenal y que finalmente llevarán a cuestas el peso de sus actos y aceptarán, con resignación, lo que el destino les tiene preparado. Un destino despiadado que ha sido regido por la misma representación del mal en los objetos más inesperados.

3 comentarios:

  1. Ni siquiera conocía la existencia de este libro. No recuerdo haberlo visto en alguna librería o algo así, pero trataré de conseguirlo o estar atento, parece una buena lectura.
    Buena crítica Mauricio, es concisa y no se anda por las ramas. Para mi gusto, como debe ser.

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    1. Una lectura escencial, Sebastián. Es el mismísimo origen de la literatura gótica y, por lo tanto, de terror. De aquí nace todo lo que ahora conocemos.
      Gracias por el comentario :D

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  2. Fenomenal la critica. lo buscaré en cuanto pueda. ya se me antojó...

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