Por Angie Leal Rodriguez.
1
Y ahí estaba él, taciturno, expectante, dispuesto a
atacar en cualquier momento, solo bastaba un pequeño descuido de Bardust para
que se decidiera… podía sentir la sangre caliente correr por sus venas,
escuchaba su recorrido, examinaba su andar, planificaba su ataque, medía cada
uno de sus movimientos y en su pequeño cerebro los desarmaba cual piezas de un
rompecabezas incompleto…
2
Bardust avanzaba con rapidez, andaba de un lado para
otro de la espaciosa habitación, parecía que no lograba encontrar lo que
buscaba, el motivo por el que se había atrevido a pisar esa misteriosa mansión,
unos decían que era un hombre muy valiente, otros que solo un tonto sería capaz
de poner un pie dentro de tan terrorífica edificación… en fin. Como quiera que haya sido el tipo estaba ahí
y no podía irse sin tener en sus manos el stituordeschumpoix,
ese artefacto que siglos atrás había
sido propiedad de una de las sociedades secretas más poderosas y aterradoras
del planeta y que era la pieza más buscada de la historia. Años de
investigación lo habían llevado a ese lugar, había dedicado su vida entera a su
búsqueda y ahora que tenía un indicio claro y no meras suposiciones como en
cuatro ocasiones anteriores, no desaprovecharía la oportunidad.
La leyenda contada a través de generaciones decía
que el stituordeschumpoix le daría a
su poseedor todo el poder que deseara y Bardust coqueteaba con esa idea desde
aquella noche en que escuchó por primera vez la historia en voz de su padre;
habían pasado muchos años pues en aquella época era un delgaducho niño lívido y
miedoso, y su padre hoy hace varias primaveras que habita en uno de los
círculos del infierno…
3
El animal seguía observando los movimientos de su
presa mientras permanecía petrificado encima de la cajonera antigua, quien lo
viera habría pensado que era un artículo decorativo más de la habitación. El
hombre buscaba en todas partes, bajo la cama, en el ropero, en los cajones,
detrás de los cuadros, en el cuarto de baño, o en algún pasaje oculto en las
paredes pero su búsqueda parecía infructuosa y empezaba a perder la
cordura. Se le notaba ansioso,
desesperado, incluso unas líneas de sudor corrían por sus sienes, maldijo en
voz alta en una lengua ininteligible y siguió buscando.
Su negro pelaje contenía el calor que emanaba de su
pequeño cuerpo, el amarillo de sus ojos le daba un aire misterioso y demoníaco,
parecía que sonreía… sus sentidos se pusieron aún más alerta al darse cuenta de
que Bardust había encontrado la pieza, la sonrisa del tipo fue como una daga
clavada en su pequeño órgano cardíaco, no
había tiempo que perder, debía actuar ya, antes de que fuera demasiado
tarde.
El hombre dio un salto de alegría al ver frente a él
lo que le había dado sentido a su vida, estaba a punto de tomarlo cuando
escuchó un maullido que parecía provenir del averno.
4
Se puso de pie, giró su cabeza y se encontró con el
oscuro animal, el gato dio un salto y cayó sobre la cama, no paraba de maullar.
Bardust intentó salir de la habitación sin darle importancia al gato pero no
pudo hacerlo. En un abrir y cerrar de ojos lo tenía prendido de su costoso saco
italiano hecho a la medida, movió el brazo en un intento fallido para que se
cayera pero el minino seguía pegado a él y avanzaba por su espalda hasta llegar
al cuello. Sintió sus afiladas garras
hundiéndose en su piel, luego sus mordidas
en su barbilla, en el cuello y en las orejas, por más que luchaba no
podía quitárselo de encima, se sentía desesperado y tonto, no permitiría que un
insignificante animalejo pudiera más que él.
El gato que parecía haberse escapado del infierno disfrutaba estar
ganando la batalla, veía la sangre de su víctima correr desde la parte superior
de su cuerpo hasta los pies, primero fueron unas gotas, ahora ya eran gruesos
hilos rojos los que surcaban el atuendo azul desde el otrora blanco cuello
hasta la alfombra gris.
Bardust se estaba debilitando, las piernas no le
respondían y trastabillaba mientras el animal se había convertido en una lapa
pegada a él, parecía imposible librarse de ese engendro del demonio, esto no
podía estar pasándole a él, era algo demasiado tonto, no podía ser que las
historias que se contaban en torno a esa mansión fuera reales.
5
La gente decía que ese lugar estaba habitado por un
gato poseído por espíritus que se apoderaron de él hacía más de doscientos
años, que parecía inofensivo y que realmente era una criatura inmortal que
había obtenido tal condición al haber sido mascota de una familia dedicada a la
magia negra y a las artes oscuras; se decía también que en esa antigua mansión
se realizaban reuniones anuales de todos los miembros de las sociedades
secretas más poderosas del mundo y que ahí mismo se llevaban a cabo rituales
oscuros con el único fin de dañar a ciertos grupos de la población y, en una ocasión,
hicieron un rito a través del cual le transmitieron al gato todos los poderes
que sus amos y los demás miembros poseían para que, cuando todos fallecieran,
él fuera quien continuara con su labor.
Pero al parecer algo salió mal y al
haberle transferido al animal cuanto conocimiento y malévola intención
albergaban el felino se volteó contra ellos y los aniquiló uno a uno, nada
pudieron hacer en su contra pues era más poderoso que cualquiera, y haberle
dado tal poder fue la peor decisión. Decían los moradores que el animal se
alimentó de ellos hasta que solo quedaron los huesos y después ya no necesitó
alimento alguno; dicen también que aún pueden escucharse los lamentos, llantos,
cánticos desgarradores y llamadas de auxilio de las personas que asistieron a
esa sesión.
6
El gato lo atacó en el rostro, podía ver sus ojos
amarillos clavados en los suyos, sentía la sangre caliente corriendo por su
cuerpo y en la alfombra había un charco, de su mente se había escapado la idea
de llevarse el stituordeschumpoix, ahora
lo único importante era salir con vida de ese lugar, ya habría otra oportunidad
para regresar por él.
En vano fueron sus intentos; en un segundo el gato
clavó sus desproporcionados colmillos en el ojo izquierdo del lívido hombre,
lanzó un desgarrador grito de dolor. Estaba tirado en el piso, abandonado a la
voluntad del animal, a punto del desmayo cuando sintió los colmillos del gato
en su otro ojo, ya no había más que hacer, la sangre salía de su cuerpo a
borbotones y era raro que su corazón no hubiera dejado de latir aún.
De repente lanzó su último aliento y terminó ahí
tirado, ensangrentado, vencido…
FIN
Muy buenas descripciones de la locación donde transcurre la trama, y de la violencia que imprime el animal sobre el intruso.
ResponderEliminar¡Saludos, Angie!