lunes, 30 de septiembre de 2013

Campamento

Por Muriel Menéndez.

I


         Un sonido irritante hizo comenzar la mañana al igual que todos los días. Ese dichoso despertador al que le faltaba un resorte, tenía un sonido bastante ruidoso y desagradable. Paul Turnner, el escritor más famoso de novelas adolescentes de terror se despertaba junto a su esposa, con la mente en blanco... de nuevo. Ya habían pasado cerca de dos semanas en el que el escritor no había conseguido plasmar ni un par de líneas. Quizás fuese por la presión de la editorial, que lo bloqueara más, o quizás, el estrés de las notas de final de curso de su pequeña Johana, la cual terminaba ese mismo día la primaria. Se levantó y fue a preparar el desayuno, mientras su esposa duchaba y preparaba a la pequeña para el colegio. Todo le resultaba monótono y aburrido. Y las horas frente a su ordenador mirando el cursor parpadeante no resultaban nada fructíferas. A media mañana sonó el teléfono:
-         Paul al habla, ¿quién es?
-         Hola señor Turnner, le llamo de parte de la editorial. Debo informarle que necesitamos un nuevo relato suyo para presentarlo este verano. Imagino que estará preparando ya alguno, y por eso le pido que nos mande lo que lleve escrito para ir haciendo la publicidad y demás.
-         Claro, ya llevo bastante avanzado el nuevo, pero necesito más tiempo antes de enviarlo.- Paul caminaba por toda la casa, y se paró frente al calendario.
-         Si, imagino, pero ya sabe como trabajamos nosotros. Necesitamos al menos un resumen, unas notas, algo con lo que poder empezar a trabajar. ¿Sobre qué tratará la nueva historia, Paul?
-         Pues irá sobre, una… historia de miedo en… - Paul trasteaba con el calendario mientras pensaba una respuesta que pudiera valerle al editor. Y de repente lo vio claro. Johana había pintarrajeado la semana siguiente con colorines y en letras grandes había escrito “campamento los 4 vientos” – Será una historia de miedo en un campamento de verano, donde les sucederá cosas terribles a un grupo de chicos.
-         Parece interesante, bien. Mándeme ya lo que tengas, y termínalo durante la semana que viene. Como muy tarde para el Jueves.
-          Eso haré, tendrá el cuento listo para el miércoles.
-         Gracias Paul. Un  saludo.
        Paul colgó el teléfono, preparó más café, puso tabaco en su pipa y se sentó frente al ordenador. Miraba el cursor al igual que miras a un contrincante a los ojos y… por fin, le vino la inspiración.

         << Eran las 12 del medio día y los niños esperaban en la parada del autobús junto a sus padres, y las grandes mochilas con sacos de dormir, ropa, cosas de aseos, y un puñado de trastos innecesarios. Al llegar el autobús los niños fueron corriendo a guardar sus cosas y montar en él. Los padres se despedían de ellos, alguno con lágrimas, otros sonrientes y todos gritando frases del estilo “acuérdate de ponerte el aparato para dormir”, “no dejes que tu hermano te chinche y portaros bien”, “dame un toque cuando hayáis llegado”. El autobús recorrió aproximadamente unos 100 km hasta llegar al campamento. El día se nubló y al estar en la montaña, hacía incluso frío para ser verano. Al llegar, cuatro monitores recibieron a los pequeños, Jordi, Mikel, Cleo y Susan. Cleo llevó a todos lo niñas a un bungalow con literas, y Mikel a los niños a otro igual justo enfrente. Les dejaron un tiempo para dejar las cosas, elegir (pelearse por) las camas y los llevaron al comedor. Y después de una corta tarde de manualidades con barro, pinturas, etc, el primer día de excursión terminó rápido, los chicos agotados y después de cenar se fueron todos a sus habitaciones.
        Llovió fuertemente durante toda la noche, y un rayo cayó sobre la caseta de los monitores, Mikel resultó gravemente herido y tuvo que abandonar el campamento. El día amaneció nublado y todos miraban al cielo intranquilos. Ese día tocaba actividades en el bosque, y los monitores no parecían demasiados seguros de emprenderlas debido al accidente nocturno. Pero aún así, después del desayuno comenzaron las actividades.>>

          Paul hizo una pequeña pausa, era casi la hora de la comida, y Johana salía del colegio en media hora. Guardó lo que llevaba escrito hasta ese momento y se lo envió a la editorial. Cogió la chaqueta, las llaves, la cartera y fue al colegio. Al llegar vio a uno de los profesores de su hija que se encontraba hablando con algunos padres, y Paul se acercó.
-         Entonces esta tarde, a las 17:00 haremos la reunión para informaros de todas las cosas sobre el campamento y que me preguntéis lo que queráis. Será más rápido que si hablo uno con uno. De momento tomad.- el profesor se puso a repartir una propaganda del campamento.- Saldremos el lunes a las 12:00.

          La sirena sonó y a los pocos minutos una marabunta de niños salía del colegio. Johana salió corriendo al ver a su padre y fue directa hacia él con un papel en las manos.
-         ¡He aprobado! ¡He aprobado! ¿Puedo ir entonces al campamento igual que mis amigas? ¿Puedo, papá? ¿Puedo? ¿Sí?
-         Pues claro que puedes cariño. ¡Felicidades! Sabía que lo lograrías. Esta tarde después de la reunión iremos a comprar las cosas que te hagan falta, ¿de acuerdo, campeona?
-         ¡Bien! ¡Iré al campamento!
          Johana estuvo todo el camino hablando de las amigas que irían al campamento y de las cosas que iban hacer. Al llegar a casa se fue corriendo a contárselo a su madre.

 

II


           Paul pasó todo el fin de semana escribiendo sobre la novela. Desarrollando más lo que llevaba escrito hasta entonces. Puso como protagonista a Cleo, una de las monitoras. Y comenzó a escribir distintos accidentes semejantes al rayo: un chico que se cae de la tirolina; un monitor que resulta herido con un arco; una chica que pierde todas su pertenecías, ect.
              Era ya lunes. Y Johana iba camino del campamento. Por la tarde se hizo un sándwich, un zumo de naranja y se dirigió al ordenador. La novela empezaba a tener su toque escalofriante. Y ahora tocaba escribir su parte favorita: “el malo”. Paul dudaba entre una maldición antigua, un personaje sobrenatural o algún monstruo con inteligencia suficiente para desencadenar una serie de asesinatos… Pero al final se decidió por algo mucho más sencillo. Un maníaco con un pasado oscuro. Volvió a mirar el panfleto de publicidad del campamento y leyó las distintas actividades:

              CAMPAMENTO LOS 4 VIENTOS: UN SITIO DONDE LOS EXCURSIONISTA APRENDERÁN:
              Actividades de riesgo: tirolina, rocódromo, tiro con arco, piragüismo.
              Juegos al aire libre: comba, elástico, petanca, manualidades de barro.
              Juegos de supervivencia: cómo utilizar brújulas, mapas, encender un fuego para hacer señales de humo.
              Y por último el juego estrella: EL RINOCERONTE.

            Paul releyendo un par de veces el panfleto. “¿EL rinoceronte? ¿De qué irá ese juego?”
-         Cielo, ¿te suena el juego del Rinoceronte?- le preguntó a su mujer que leía un libro en la butaca de al lado.
-         Si, es el de los garbanzos.
-         ¿El  de los garbanzos?
-         Sí, bueno cuando yo jugué de pequeña utilizamos garbanzo, pero en realidad es indiferente lo que se utilice. Verás los chicos hacen un par de grupo y tienen que ir de noche en busca de los garbanzos. Uno de los monitores está disfrazado y los asusta.
-         Vaya… creo que no me podía venir mejor.- Dijo Paul con una gran sonrisa, y se puso a escribir durante toda la noche un borrador de cómo se desarrollaría la historia y se lo envió al editor.

       << Habían pasado ya dos días de actividades. Y pasaron algunos cuántos niños por la enfermería. Era el año más accidentado que había tenido el campamento. Los monitores llegaron a pensar que alguien amañaba las cosas para que salieran mal. Contrataron más personal, algo bastante inusual. Pero era la noche en la que jugaban al Rinoceronte, un juego donde los niños debían ir de noche por el bosque. Y visto la cantidad de accidentes mejor asegurarse.
-         Queridos niños y niñas, esta noche jugaremos a un juego tremendamente peligroso. El famoso y divertido juego en el que el grupo que haya aprendido más en el campamento será el ganador. ¿Veis lo que tengo en las manos?- Cleo enseñó un montón de pelotitas de goma de distintos colores. - Esto será el tesoro. Hay 10 pelotitas escondidas por el campamento y debéis encontrarlas. Pero hay algo más. - La monitora apagó la luz de la habitación donde estaban todos los niños y encendió una linterna enfocando solo su cara, que resultaba desfigurada debido a tan poca luz .- El vecino sale a pasear por la noche y está un poco loco. Siempre va con una capa oscura arrastrando unas cadenas con la cual os atará si os encuentra.- Dejó una pausa para escuchar un “OOhhh” general de los niños que se encontraban agarrados, y siguió diciendo.- Así, que el plan es el siguiente: Haremos tres grupos. Dos monitores por cada grupo. Cada grupo irá cogido de la mano en todo momento y cuando escuchéis las cadenas no podéis hacer ruido. Por suerte no ve demasiado bien, y en la oscuridad si no hacéis ruido no os verá. ¿ha quedado todo claro?
-         Si, señorita Cleo.- las voces de los niños sonaron al unísono.
-         Bien. Son las 22:30. A la 00:00 todos los grupos regresarán aquí y veremos quién ha conseguido más tesoros. Buena suerte a todos.
        Los excursionista se dividieron en los grupos y comenzaron la búsqueda. Todos los niños estaban muy asustados, y con cada ruido pegaban un chillido. Cleo intentaba aguantar la risa. Ella sabía cuando aparecerían los ruidos. En ese momento, uno de los monitores que no iba con los grupos, debía estar disfrazado de “el vecino” y asustando al grupo de Susan. Pero, de repente los niños empezaron a tirar unos de otros y a chistar y susurrar todos a la vez:
-         Shhhhh shhhh. Son las cadenas, cállate.
-         No, cállate tu.
-         Shhhhh shhh, callarse por favor, nos van a oír. Mirad allí.
         Pero no podía ser. Cleo estaba segura. El monitor disfrazado debía de estar al otro lado del campamento. Aunque efectivamente, allí donde señalaban los niños, había alguien con una capa arrastrando unas cadenas. Todo el grupo quedó en silencio. Cleo miraba extrañada. La persona se fue acercando hacia ellos despacio. En el silencio del bosque el sonido de las cadenas resultaba terrorífico. Y cuanto más cerca, más escuchaba Cleo que las cadenas arrastraban algo. Pero ellos nunca han arrastrado nada.
-         No os mováis. Quedaos aquí con Jordi y procurar no hacer ningún ruido.- Les dijo Cleo susurrando al grupo.- Voy a echar un vistazo.
           Los niños asintieron en silencio, algunos estaban a punto de echarse a llorar.
          Cleo hizo un pequeño rodeo para ver qué es lo que el monitor arrastraba. Estaba muy cerca ya de las cadenas pero no conseguía identificar de qué se trataba. Cogió su linterna, la encendió y apagó rápido apuntando hacia ellas. Un grito ahogado se le escapó a la vez que se le cayó la linterna. No podía creer lo que había visto. De una de las cadenas estaba arrastrando medio torso ensangrentado del monitor que debía estar disfrazado. La persona se giró en su dirección y fue hacia ella. Cleo no sabía qué hacer, pero cada vez estaba más cerca. Volvió corriendo a por lo niños.
-         Seguidme y no os separéis. ¡Rápido!
        Los niños siguieron a Cleo corriendo por el bosque hasta que ¡PLAF! La tierra por la que pasaban se deshizo, y cayeron todos en lo que parecía una red gigante de gruesas cuerdas que empezó a elevarse atrapándolos a todos. Los niños no paraban de chillar y llorar.
-         No hagáis ruido por favor. Callaros. Chicos tenéis que aguantar. Vamos, ya sois grandes, esto .. esto.. es parte del juego. Si, es una trampa y tenemos que liberarnos de ella. Venga chicos, callarse y hablamos uno por uno muy flojito como podemos liberarnos.
         Al cabo de un rato Cleo consiguió calmar a los niños. Intentó hacer que se convirtiera en un juego para ellos y a la vez trasteando las cuerdas. Tardaron como una hora en salir y fueron directos al punto de reunión. Al llegar, Cleo encendió la luz. Todos empezaron a gritar. Dentro de la habitación estaban el resto de monitores, colgados boca abajo con cadenas. Todos estaban ensangrentadnos. En ese momento se abrió la puerta de golpe y allí estaba. Al otro lado se encontraba la persona con la capa. Llevaba un saco el cual tiró dentro de la habitación. De él salieron rodando las cabezas de los niños de los otros dos grupos.
          El pánico se apoderó de ellos. Todos gritaban retrocediendo hasta el fondo de la habitación la cual estaba encharcada. El hombre de la capa entró y lanzó un Zippo prendiendo el charco. Todos los niños empezaron a arder. El hombre salió de la habitación y cerró la  puerta con llave.
      La policía no llegó al campamento hasta pasados dos días después de los hechos. Y no encontraron ningún superviviente, ni al agresor. >>

 

III


      Paul pasó los siguientes días frente al ordenador, corrigiendo la historia, cambiando nombres, escribiendo los agradecimientos. Dándole los últimos retoques.

-         Cariño, ya he terminado de corregir toda la historia y tan sólo con un día de retraso. Me pusieron como fecha tope el jueves. Échale un vistazo, ¿quieres?
-         ¿Hoy lo has terminado? Pensaba que ya la habías enviado.
-         Envié el borrador de la historia, contando como sucedía las cosas y el final. Pero hoy lo mando corregido.
-         Ahora lo leo entonces. Lo cierto es que has terminado muy pronto. Creía que ibas a tardar más.
-         Ya, es que ésta ha sido todo inspiración. El editor dice lo mismo, que ninguna le ha gustado tanto como ésta.

          Sonó la campanilla que toca el cartero cuando deja las cartas. La mujer de Paul fue a por ellas y volvió con una postal del campamento.

           Hola Mamá, hola Papá. Hoy es miércoles y no me lo estoy pasando bien estos días. Espero que esta noche sea mejor. La primera noche llovió muchísimo y vimos muchos rayos. Creo que alguno cayó en el bungalow de los maestros. Y dos de mis amigas están en la enfermería porque falló la tirolina. A Hanna le ha desaparecido el móvil y han venido muchos más monitores que apenas nos dejan hacer nada.
           Esta noche jugamos al Rinoceronte. Espero que no me dé mucho miedo porque hay chicos que vinieron el año pasado y dice que se asustaron mucho.
            Mañana volveré a escribir. Os quiero.

-         Qué linda. Qué pena que haya tardado dos días en llegar la carta. Me hubiera gustado llamarla y así tranquilizarla sobre el juego. ¿No te parece? ¿Paul? Paul cariño. ¿Estás bien?
            Paul se encontraba inmóvil frente a su mujer y pálido.
-         Paul, ¿qué ocurre?
-         Llama a la niña. Cielo, llama al campamento, corre.
          Ella fue corriendo al teléfono sin entender demasiado, llamó al campamento y: tono … tono … tono …
-         No lo cogen cielo. ¿qué es lo que pasa?
-         Vámonos. Corre, coge las llaves del coche. Nos vamos al campamento.
          Paul había subido a por la chaqueta antes de salir cuando sonó el timbre. Bajó corriendo y abrió la puerta. Dos agentes de policías se encontraban al otro lado.
-         ¿Señor Turnner?
-         Si soy yo. Hable.
-         ¿Su hija estaba en el campamento los cuatro vientos?
-         Si, así es.
-         Ha habido un accidente en el campamento y debe acompañarnos.
           Paul siguió a los policías. No pudo hablar durante todo el viaje. Solo podía pensar en la historia que había escrito. Cuántas similitudes guardaba la carta de su pequeña hija con su historia. Quizás fuera todo casualidad. Pero quizás se parecía algo más. Al llegar a la comisaría vio como forcejeaban con el que era su editor. Lo esposaban y se lo llevaban.
          Paul empezó a comprender. Le quitó la pistola que colgaba de la cadera a uno de los agentes. Disparó a quemarropa al editor. Y mientras el otro policía desenfundaba su arma para detenerlo, Paul introdujo la punta de la pistola aún caliente contra su paladar, y apretó el gatillo.



Me ha tocado escribir un relato “estilo libre” y he elegido terror – drama, para concursar en la final de Versus.


1 comentario:

  1. WOW!! Me atrapó desde el principio, muy buena historia!
    Se lee fácil, corrido, es ligera, digerible, y a la vez sustanciosa.
    Gracias por compartirla!

    Angie Leal Rodríguez

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