lunes, 19 de noviembre de 2018

EL MONSTRUO DENTRO DE MÍ

Por Salvador Bayona Bou.

EL MONSTRUO DENTRO DE MÍ

PERSONAJES
Dra. Marie-Thérèse Maxa, neuropsiquiatra.
Juez O. Metenier, magistrado, con un gran bigote imperial.
Monsieur Maurey, paciente.
Fifí, enfermera joven, con el rostro quemado.

ACTO I
ESCENA 1
Interior de clínica. Se trata de una sala alicatada con azulejos verdes. En el centro, bajo una lámpara de quirófano, una silla de inmovilización con correas en brazos y piernas. A la derecha, un par de mesas, una de ellas con herramientas quirúrgicas. A la izquierda, un biombo y una doble puerta de acceso.


M. MAUREY
(Entra M. Maurey en escena acompañado de la Dra. Maxa y Fifí)
Nadie tiene más interés que yo en llevar a cabo esta terapia. Lo dije durante el juicio, y lo repito ahora: no deseo otra cosa que verme libre de esta pulsión aberrante que me consume.

DRA. MAXA
Por supuesto, querido. Somos especialistas en casos como el suyo. Llevamos años colaborando con el juez Metenier y nunca hemos tenido un caso de reincidencia. Venga, siéntese aquí.

M. MAUREY
¡Cómo me alegra oírle decir eso! De verdad. Creo que el juez Metenier es un buen hombre. ¿No lo cree usted también? Él mismo fue quien propuso conmutar la pena por esta terapia… ¿Son necesarias las correas?

DRA. MAXA
Sí, son necesarias, pero no se preocupe. Es sólo para la primera fase de la terapia. ¿Ve? Están acolchadas para no hacerle daño. Es como una butaca de teatro. Fifí le fijará la correa de la cabeza. Mire que delicadeza tiene esta niña. ¿Lo ve? No tiene de qué preocuparse. Y por lo que respecta al juez, pronto podrá verle. Suele pasar por aquí para hacer seguimiento de la terapia. Él y yo nos entendemos muy bien. Digamos que los dos perseguimos los mismos fines, cada uno desde su ámbito profesional. Ahora discúlpeme un momento, Fifí le atenderá.
 (Sale de la escena)

M. MAUREY
¿También es necesario inmovilizar la cabeza?

FIFÍ
Eso parece. La doctora me insistió mucho en que la cabeza debe estar firmemente inmovilizada.

M.MAUREY
Entonces, adelante. ¡Qué alegría! Por fin me veré libre. En fin, querida Fifí ¿Sabes tú qué tasa de éxito tiene la terapia?

FIFÍ
No, mi buen señor. En realidad yo únicamente preparo a los pacientes. Luego suelo acabar la jornada y ya no vuelvo a verles. De modo que supongo que sí, que tiene mucho éxito. Aunque sólo hace un año que trabajo con la doctora.

M. MAUREY
¡Qué encanto de chiquilla! ¿Por qué agachas la cabeza?, ¿es por eso que tienes en la cara? No debes avergonzarte. ¿Qué te pasó?

FIFÍ
Fue hace 20 años. Yo era una niña, allá en Bretaña. Un hombre con pasamontañas… en fin, me hizo mucho daño y luego me aplastó la cabeza con una piedra y luego, pensando que me había matado, echó ácido sobre mi cara. ¿Sabe? Es difícil superar algo así. He tardado mucho, pero ya no hay rencor en mi corazón. He aprendido a vivir en paz conmigo misma. Ya no deseo el mal a nadie, ni tan siquiera a él, dondequiera que esté. ¡Ah! ¿Se encuentra bien? Ha palidecido de pronto y está repentinamente cubierto de sudor. ¿Quiere que llame a la doctora?

M. MAUREY
No. No es nada. Ya me recupero. No me mires. Siento mucho haberte asustado… Lo siento mucho.
(Entran la Dra. Maxa y el Juez Metenier)

DRA. MAXA
¿Qué has traído? ¿Una botella de chianti? Eres incorregible, Óscar. Sigues al pie de la letra el libro de Hannibal Lecter, pero tal vez deberías inventar tus propias recetas ¿no crees? Y tú Fifí, ¿has atendido bien a nuestro paciente? Tenéis muchas cosas en común, él también es de Bretaña, como tú. ¿Se lo ha contado ya, Monsieur Maurey?

M. MAUREY
No… no lo he hecho ¿Podemos empezar ya? Por favor. Juez, por favor, dígaselo usted. Hagámoslo ya. Necesito que me curen pronto. No puedo esperar ni un minuto más.

DRA. MAXA
(Tomando de encima de la mesa una sierra quirúrgica eléctrica)
Por mí no hay problema, lo tenemos todo preparado.

M.MAUREY
(Mirando, asustado, la sierra)
¿Eso para qué es? ¿Esto no era una terapia? ¿Algo como la hipnosis? No es necesario cirugía. ¿Verdad Juez? Yo no he dado autorización para la cirugía. Dígaselo Juez, dígaselo. Empecemos ya, pero sin cirugía.

JUEZ METENIER
No tenga prisa. Hay tiempo. Precisamente ahora hay tiempo. Estoy seguro de que no le ha contado a Fifí la razón por la que se encuentra aquí. No. No me diga que no es importante, porque lo es, y mucho. ¿Sabes, querida niña, por qué fue condenado Monsieur Maurey? Pues bien, yo te lo diré: este hombre era un violador y asesino de niñas. ¿Su firma? Cuando acababa les arrojaba ácido. ¿Te suena, Fifí?

FIFÍ
(Horrorizada)
No. No es posible. Después de tanto tiempo. ¿Fuiste tú? ¡No! ¿Qué es esto? La ira regresa. Toda la paz que tan duramente había construido durante estos años se ha derrumbado como un castillo de naipes. Tú, hijo de la gran puta… ¿Cómo pudiste?

M. MAUREY
Lo siento. Lo siento mucho. Estoy enfermo. He cambiado: quiero librarme de esto. ¡Ustedes dijeron que me librarían de esto! La terapia. Por favor, que empiece la terapia. ¡He cambiado!


FIFÍ
No. Esto no puede acabar así. Este cabrón debe pagar lo que me hizo ¡Mírenme, soy un monstruo por su culpa! No puede escaparse así. No ahora. ¡Debe sufrir por lo que me hizo!

JUEZ METENIER
No va a escaparse, no te preocupes. Y va a sufrir. Estamos aquí para hacer justicia. ¿Quieres participar? Te ofrecemos ahora la oportunidad de hacerlo.

FIFÍ
Sí. Por supuesto. Estoy dispuesta a todo.

M. MAUREY
¿Qué está diciendo, señor juez? Usted me prometió… ¿Qué van a hacerme?

DRA. MAXA
(Situándose detrás de él)
Lo que solemos hacer en casos como el suyo. Primero le abriremos el cráneo con cuidado de no dañar el cerebro. A continuación, una pequeña incisión en el abdomen nos permitirá extraerle un metro y medio de intestino delgado, con el que le someteremos a estrangulamientos regulares que provoquen una hipoxia gradual. Cuando el cerebro esté en su punto, nos lo comeremos. Es muy posible también que le saquemos los ojos. Su sabor combina excelentemente con un cerebro hipóxico, bien cargado de adrenalina.
 (Comienza a seccionar la parte superior del cráneo con la sierra. La sangre salpica ligeramente la bata de la doctora)

FIFÍ
¡Cómo grita, el degenerado!, ¡y cuánto tiempo he soñado con esto!

M. MAUREY
¡Piedad! ¡Tengan misericordia! ¡Estoy arrepentido!

JUEZ METENIER
¿Ahora pides piedad? ¿Quién iba a tener piedad de un monstruo como tú? Yo te lo diré: solo otro monstruo se compadecería de ti si te viera en esta situación. Ahora es el momento de la justicia. Fifí, acércame un bisturí, vamos a ver ese intestino.

FIFÍ
No vaya demasiado rápido. Tiene que sufrir. Mucho.

DRA. MAXA
Por supuesto, y tiene que verlo. La adrenalina le da un regusto ligeramente ahumado. Cuanto más dolor, más péptidos, que aportan el punto de sal necesario, ya lo verás, querida Fifí

JUEZ METENIER
(Abriendo en canal el vientre, y extrayendo el intestino delgado. M. Maurey vomita sobre su pecho)
¡Maldita sea! Y la hipoxia, no lo olvidemos. Hay que someterlo a breves periodos de hipoxia. Eso le da al cerebro un ligero toque agridulce y ayuda a una mejor digestión.

JUEZ METENIER (continúa)
 (Enrolla el intestino de M. Maurey en torno a su cuello)
Toma, querida Fifí, a mi señal, estira, pero con cuidado, no se rompa.


DRA. MAXA
¡Ya está! Ya se ha abierto. Estrangulad ahora. Eso es, eso. Ved cómo adquiere un tono ligeramente azulado. ¡Oh! Esto va a estar delicioso. Aflojad ahora. Que vuelva a fluir el oxígeno. Fifí, acerca aquella mesa.
 (Fifí arrastra desde la esquina una mesa con un mantel a cuadros rojos y blancos, y la coloca detrás de M. Maunier. La doctora deposita la tapa del cráneo sobre ella, junto con el vino y toma una cucharilla).

DRA. MAXA (continúa)
Estrangulad de nuevo ahora, por favor. Así, sí. Mmmm, está delicioso.
 (Toma una cucharada del cerebro y se la come)

M. MAUREY
¿Qué está haciendo? ¡No veo nada!

JUEZ METENIER
(Vacía una de las cuencas con una cucharilla y se come el ojo)
En ese caso, no va usted a necesitar los ojos ¿verdad? ¡Oh, este toque crujiente me vuelve loco! Ven aquí, Fifí, prueba tú. No. No te hagas la remolona. Recuerda que es justicia lo que estamos haciendo. Ahora tendrás tu venganza.
(Fifí, dubitativa al principio, toma furiosamente una cucharilla del cráneo de M. Maurey y se la introduce a él en la boca. Este comienza a balbucear dejado caer de su boca trozos de cerebro)

M. MAUREY
Mo… mons… truos… mons…
(muere)

DRA. MAXA
Muy divertido, querida, pero no lo hagas tan rápido. Acabas de estropear la parte del cerebro que controla el habla. Mira, El juez y yo le estrangulamos ahora y tú come de esta zona, querida, esto le mantendrá plenamente consciente.

JUEZ METENIER
(Mientras ambos estrangulan y Fifí come)
Querida doctora, su intuición resultó acertada. Creo que hemos encontrado en Fifí una discípula perfecta.

FIFÍ
(Vomita copiosamente sobre la cabeza de M. Maurey)
No… No puedo. Pensaba que sí, pero no soy capaz. Él tenía razón. ¿Quién es el monstruo? ¿No lo somos todos? Él, al menos, quería escapar de su condición, pero ustedes encuentran placer en el dolor ajeno. ¿Acaso no les convierte eso en monstruos?, ¿acaso no lo soy yo también ahora que me he dejado llevar por la ira y he participado en su macabro juego? No. No lo haré. No formaré parte de esto.

JUEZ METENIER
(Se acerca despacio, sonriendo y abriendo los brazos)
¡Pobre niña! Lo comprendo. No sufras más. Ya que no quieres, no lo harás. Ven aquí, a mis brazos.

JUEZ METENIER (continúa)
 (Fifí se acerca, llorando, y el juez Metenier la coge del cuello y comienza a estrangularla)
Mi buena doctora, me parece que hoy tendremos segundo plato.

(TELÓN)

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