miércoles, 11 de abril de 2012

Mauri


Por Evelia Garibay.


—Mamá, ¿qué se siente morir?, ¿alguna vez lo has pensado? —preguntó el niño sentado en el asiento trasero del auto, tenía nueve años y el mundo era una incógnita constante.
—No sé qué se siente —respondió exasperada la madre, había mucho tráfico y además iban tarde—, y tú no tienes que preocuparte por eso.
—Sí, tengo que hacerlo, sé que voy a morirme y no quiero, quiero vivir para siempre.
—Nadie vive para siempre —contestó resignada al ver que Mauri no iba a dejar el tema—, todos vamos a morir algún día, esperemos que a nosotros nos falte mucho todavía y deja de hablar de eso que me estas poniendo nerviosa y tengo que concentrarme en manejar.
Mauri conocía el tono de voz que mamá utilizaba cuando ya no quería que él siguiera hablando, se quedó callado, pero la vocecita en el interior de su cabeza que le decía que la muerte estaba cada vez más cerca no se callaba.

Era temporada de lluvias, Mauri odiaba las noches en las que al sonido de la lluvia torrencial se unían los truenos, sabía que mamá no lo dejaría meterse en la cama con ella, así que se tapaba la cabeza con las mantas y esperaba a que terminara, en esas noches también odiaba ser un niño grande y haber dejado que mamá pusiera a su Dumbo en el estante de los muñecos de peluche.
Esa noche la tormenta lo despertó, alcanzó a ver el brillo en la ventana y después, un trueno que hizo vibrar los vidrios lo desperezó por completo, se tapó la cabeza con las mantas y se puso las manos sobre las orejas, intentando dejar fuera el sonido, pero la tormenta era tan fuerte que no sirvió de nada, un nuevo trueno lo hizo estremecer y fue seguido por otro que pareció surgir dentro de la habitación, se oyó muy cerca, Mauri frunció el entrecejo y despacito se asomó entre las sábanas, quizá las vibraciones habían hecho que algo se cayera, pero en la penumbra, todo se veía normal.

—Escuché que estás haciendo preguntas acerca de la muerte —una voz hueca hablo desde los pies de la cama— yo puedo responderte, digamos que es mi área de experiencia.
Un nuevo trueno retumbó fuertemente, Mauri gritó y mojó los pantalones.
—¿Ya no quieres preguntar? —La voz sonaba enojada— Hice esta parada especial para hablar contigo y ahora te has quedado mudo. No importa, yo hablaré pero quiero que pongas atención ya que no voy a repetirlo. —La voz ahora estaba más cerca, aunque no se oían pasos, más bien se escuchó que algo se deslizaba por la alfombra—. La muerte es universal, nadie se salva de ella y nadie lo hará, nunca. ¿Qué se siente morir? Es diferente para cada persona, para los enfermos o los que están sufriendo, es una liberación, los que mueren en un accidente o de forma inesperada la sienten como un castigo, lo cierto es que no importa, seas rico, seas pobre, seas viejo o seas joven, si es tu hora de morir, entonces morirás.
—Yo no quiero morir —gritó Mauri aterrado entre las sábanas— no quiero dejar de respirar, no quiero —los sollozos no lo dejaron seguir hablando. Un olor a podrido comenzó a filtrarse entre las sábanas, no quería ver qué era lo que despedía esa peste.
—Nadie quiere —la voz sonaba apenada— ni siquiera para los que sería una liberación, nadie me acompaña nunca de buena gana, pero es mi deber, lo que viene después depende de cada quien, yo no puedo responderte sobre eso, lo tendrás que averiguar tú solo.
—Nooo —gritó Mauri— vete, por favor, vete.
—Ya, no hay porque hacer tanto escándalo, pensé que te estaba haciendo un favor al responder tus preguntas, ya me voy, pero nos veremos de nuevo en otro momento.
Todo se quedó en silencio, incluso la tormenta había concluido, Mauri comenzó a descubrirse la cara poco a poco cuando una mano putrefacta salió de entre las sombras y le tocó la mejilla.
—Prefiero acabar de una vez, no quiero tener que dar otra vuelta.

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