miércoles, 11 de abril de 2012

Un regalo placentero


Por Alejandra Lopez.


La señorita Elvira había cumplido sus módicos setenta y ocho años. Solterona y virgen por naturaleza, se sentía muy feliz y disfrutaba de hacer-lo-que-se-le-diera la-gana.
Desde turismo con grupos de jubilados, ver alguna obra de teatro o jugar a las cartas con sus amigas.
El día de su cumpleaños recibió en su casa a dos de ellas. Preparó té con masitas secas porque el mate le caía mal. Recibió un regalo comunitario: camisón de franela rosa con flores y un set de baño que consistía en sales, una esponja y un jabón con olor a violetas.
Las ancianas se contaron chismes y alguna que otra anécdota lejana.
Cuando despidió a sus amigas, decidió estrenar los regalos. Preparó el baño, se deleitó con el agua tibia y se fregó con la esponja enjabonada. Luego de unos minutos, secó su cuerpo enjuto y se colocó el camisón nuevo. En el dormitorio encendió el televisor y se acostó. Le gustaba mirar alguna película antes de dormirse, pero no la porquería que estaban dando ahora. Una pareja desnuda se retorcía en la cama y las manos no dejaban de moverse. Suspiros y jadeos era lo único que se oía. “¡Qué asco! –pensó- No se puede ver una película decente”. Apagó la tele con el control y se dedicó a dormir.
El día siguiente transcurrió como otro cualquiera para la señorita. Pero no acabó igual. Cuando por la noche se metió en la bañadera y comenzó a pasarse la esponja, notó que ya no era tan áspera. Era suave, y la acariciaba haciéndole percibir sensaciones extrañas. Eran como dedos y eso fue lo que vio cuando la miró. A la esponja le salían por sus poros, dedos. No atinó a contar cuántos, porque del susto, la arrojó lejos en el agua. Respiró hondo varias veces hasta que decidió volver a agarrarla. “Esponja común y corriente, demencia senil en puerta” –pensó.
Se la pasó nuevamente por la piel. Por cada recoveco. Y los dedos cumplían su función, acariciar y explorar lugares que nunca nadie había tocado. Tiernos pellizcos en lo pezones, hicieron salir de la boca de Elvira un largo suspiro. Caricias en el vientre hasta llegar a su vulva que la hicieron estremecer. “Adentro, más por favor” –susurró la señorita Elvira. Y penetró la esponja para apropiarse de la virginidad de su dueña. El cuerpo se arqueaba y un rictus de placer aparecía en el rostro de la anciana. Jadeos suaves al principio hasta el grito que puso fin al clímax, salían de su boca.
Aturdida y un poco mareada se incorporó con la esponja en su mano. La observó con detenimiento y luego, con mucho cuidado, la guardó. Después se puso el camisón y fue a la cama. Esa noche no encendió el televisor.


Fin.


2 comentarios:

  1. Fantasía y erotismo en excelentes dosis.
    ¡Felicitaciones, Alejandra!
    Excelente historia.

    ResponderEliminar
  2. Buena historia. Me da pena que la señora Elvira descubra eso a tan larga edad, je...
    ¡Felicitaciones!

    ResponderEliminar