lunes, 13 de abril de 2015

Duerme de día

Por Carmen Gutiérrez.

­Hay todo tipo de supersticiones y tradiciones en la raza humana, sin importar el grado de estudios ni el status social, mucho menos la ocupación del individuo. Los más grandes personajes de la historia se han aferrado de modo casi irracional a todo tipo de creencias y amuletos. Mi escritor favorito, el Gran Gabo, se cuidaba de la pava. Hitler reunió a los más charlatanes esotéricos de la época. Sir Arthur Conan Doyle creía en el “más allá” con el mismo frenesí que su personaje, Sherlock Holmes, defendía la lógica. El catolicismo promueve sin querer el uso de amuletos y protecciones espirituales. También existen el tarot, la lectura de las líneas de las manos, los asientos del café, etcétera…etcétera...etcéteradijo mientras ponía boca abajo su taza de café. Con sus ancianas manos cubrió la taza y acercó sus labios diciendo una plegaria, apenas en murmullos.

Mientras el anciano sentado frente a mí se entregaba a tan curioso ritual, volví a leer su tarjeta de presentación:
Josué Servin
Interprete de sueños.

Su cara me parecía vagamente familiar, su nariz prominente y sus ojos hundidos me recordaban a un viejo chacal, apenas tenía cabello y sus manos nudosas temblaban sin control. Llevaba un traje de lino blanco con sombrero clásico a juego y parecía inmune a los treinta y tantos grados centígrados que calentaban la acera del restaurant en que estábamos. Olía a limpio y a tabaco. Su voz ronca pero amable me daba confianza, a pesar de saber a ciencia cierta que nunca lo había visto.

Cuando llamó a mi oficina y me pidió una cita para hablar sobre mi investigación y darme datos importantes, mi primera reacción fue negarme, aunque terminé accediendo a verlo por alguna extraña razón. Y ahí estaba, bebiendo café con un desconocido cuya tarjeta blanca de presentación no me decía nada respecto al hombrecillo que ahora sonreía con resignación a los restos de café en su taza.

Quizá pensarás que soy como cualquier otro fantoche estafador de los que pululan en los diarios, escondidos entre los avisos clasificados de venta de autos, casas y demás –dijo con mirada traviesa-. Seguro los has visto; esos que prometen encontrar objetos perdidos, recuperar amantes, ver el futuro, reconocer a los traidores. Mis servicios nunca se han anunciado de ese modo, de hecho, no se han anunciado para nada. Trabajo para gente que me ha buscado porque he trabajado para gente que conocen. Me ha contratado la elite de la sociedad, el gobierno, el clero e incluso gente sin recursos. Nunca he cobrado un peso y sin embargo vivo de lo que ellos me dan. Y vivo bien.

Me parece interesante, señor Servindije mirándolo a los ojos, sin embargo no entiendo que tiene que ver conmigo. Yo no he solicitado sus servicios, no que yo sepa.

No, Frederick dijo con una risita. No lo has hecho, ni lo harías. Sin embargo no tienes nada que perder si te quedas a escuchar lo que tengo que decir. Unos minutos escuchando a un anciano no son nada para un joven como tú. Será tu obra buena del día agregó con un guiño.

     Sonreí a mi pesar y asentí. El calor era impresionante para esa época del año y mientras yo me sentía derretir poco a poco, Servin alzó la mano para llamar a la mesera y pedir más café.

¿Quién esparcirá al azar los pozos del café? murmuró para sí mismo cuando la chica se llevó la taza sucia. Luego agregó es una canción antigua y sabia como todas las canciones antiguas. Fue escrita muchos años antes de la guerra y mucho tiempo antes de que yo naciera. Me disculpo por divagar tanto, soy anciano y no estoy acostumbrado a estar despierto a estas horas, el traslado a la ciudad me ha afectado un poco, pero ahora entenderás el motivo de mi visita, Frederick dijo encendiendo el ultimo cigarrillo arrugado que llevaba en una cajetilla dorada.

Cuando era niño descubrí que podía ver los sueños de las demás personas –continuó-. Nadie lo supo hasta que mi madre se dio cuenta de que llevaba una especie de diario donde describí, con lujo de detalles, sus sueños. Mi madre trató de ayudarme al buscar médicos y toda clase de remedios que no sirvieron para nada. Pastillas, infusiones e incluso hospitales psiquiátricos fueron inútiles. Permanecía en vela toda la noche atormentado por las visiones de personas extrañas en situaciones poco comunes.

»No me quejo, he aprendido cosas muy interesantes a lo largo de mis eternas noches. Pero me han pasado cosas que hubiera preferido no vivir. Cuando cumplí quince años, mi padre asesinó a mi madre. Era época de guerras y combates, casi no había servicios médicos, las personas estaban preocupadas por sobrevivir así que nadie sospechó cuando mi madre cayó enferma y finalmente murió a causa de una rara enfermedad. Pero fue mi padre quien la envenenó. Lo vi en sus sueños; una y otra vez, después del entierro, mi padre se soñaba llenando un vaso de agua en el cual vertía unas gotas negras, dejaba el vaso en la mesa de mi madre, ella lo bebía, él la enterraba.

Supongo que se lo reprochó…interrumpí con interés. Mi mente, adicta a las anécdotas, me había enganchado a la historia.

Lo hice, sí. Y él lo aceptó arrepentido. Fue por la herencia. Mi madre era la única heredera de un imperio farmacéutico que mi abuelo dejó al fallecer, mi padre pasaría a manejar ese dinero al morir mi madre dijo antes de beber un poco de café. Yo era solo un chiquillo desequilibrado y enfurecido. Lo amenacé con denunciarlo, le grité, lo insulté…y él se suicidó esa noche.

»Quedé huérfano y a merced de un albacea de la empresa… no recuerdo ahora su nombre, pero fue él quien decidió llevarme a un internado en Lyon, Francia. Fue una tortura. En casa ya tenía una rutina. Mientras todos dormían yo paseaba por el campo, con mi perro y mi linterna, hasta llegar a una cabaña que mi madre había mandado construir para mí, lo suficientemente lejos como para que las visiones de los habitantes de mi casa no me perturbaran. Ahí tenía libros y un lugar cómodo para estudiar cuando el mundo se sumergía en las sombras. Mi radar de sueños tiene un rango aproximado de quinientos metros. Cuando salía el sol, me iba a casa a dormir. Funcionaba.

»En el internado, sin embargo, estábamos confinados en pequeñas habitaciones, una enseguida de otra, con un triste muro que nos separaba. No duré ahí más que dos semanas en las que durante el día hacía un esfuerzo vano por no quedarme dormido en las clases y en las noches cerraba los ojos tratando de dormir mientras que los sueños de mis compañeros hacían tanto ruido que no podía conciliar el sueño.

Imagino las cosas que habrá visto dije ofreciéndole un cigarrillo que aceptó con gusto.

No creas, mis compañeros soñaban con las tareas, se veían haciendo exámenes interminables y resolviendo problemas matemáticos. Aburridos y tontos, pero hablaban. La gente no lo percibe pero los sueños son narrados. Son historias que nuestra mente nos cuenta mientras las traduce a imágenes, solo el veinte por ciento de los sueños que tenemos se quedan en la memoria y esos son los que la voz del narrador es tan fuerte que es imposible olvidarlos. La cabeza me explotaba escuchando narraciones tan sosas. Lo único interesante era la narración del director; este siempre soñaba con la cocinera y ella siempre estaba desnuda en sus sueños dijo con una sonrisa pícara.

Tengo curiosidad, Josué dije sonriendo a mi vez ¿Qué soñaba ella?

Soltó una carcajada limpia como una cascada y yo reí con él.

Ella soñaba con el repartidor de leche.

     Reímos tan alto que los comensales nos miraron de reojo.

Escapé del internado en la primera oportunidad a través de un pasadizo que vi en el sueño de mi compañero de cuarto. Nunca volví. No te voy a aburrir con la historia de cómo atravesé el bosque en plena noche ni de los días que pasé dormido en la plaza de un pueblo, mientras robaba comida por las noches, ni de cómo conseguí unos audífonos con música para acallar las narraciones. Pero si te hablaré de Camelia.

Una mujer dije alegre—, esto se pone interesante…

Camelia era una señora, sin hijos, viuda e insomne. Me topé con ella una noche sin luna mientras recorría el barrio de los carniceros buscando comida. Entre visiones brillantes la vi, mirándome con curiosidad, sin moverse en medio de la calle. El sueño de alguien movió un automóvil imaginario y ella lo esquivó por instinto…

¡Ella también lo veía! exclamé con sorpresa.

Así es. Me llevó a vivir a su casa, me dio comida y ropa. Con el tiempo me convertí en su pupilo y su amante. Si, sé cómo suena eso pero es la verdad. Ella me enseñó a interpretar lo que veía, a separar las visiones. ¡Este don involucra tantas cosas! Verás, todos los sueños significan algo. Todos. La gente me busca por todo tipo de sueños, pero solo puedo trabajar con los recurrentes, los que aparecen mínimo una vez al mes, porque es probable que el sueño vuelva a repetirse. Cuando tengo un nuevo cliente me dedico a observarlo dos o tres días seguidos. Escucho sus conversaciones, veo con quien se topa en la calle, intervengo su teléfono, esto siempre bajo el consentimiento del soñante. Así logró distinguir los sueños trascendentales de los que son meros reflejos de problemas cotidianos. ¿Me explico?

No estoy comprendiendo muy bien confesé.

Supongamos que ahora, mientras hablamos, suena una canción que te trae recuerdos. En una milésima de segundo tu mente busca una relación de esa melodía con algo que te haya sucedido. Durante ese tiempo el cerebro hace un scaneo de rostros reconocibles hasta encontrar a tu amiga, escuchabas esa canción con ella y piensas: vaya, hace mucho que no hablo con fulanita. Y ya. A nivel consciente es todo lo que pasa, pero tu mente se queda con el rostro de tu amiga haciendo muy probable que la sueñes.Ese es un sueño común. Un sueño trascendente es diferente, pero es difícil distinguirlo y  mucho más interpretarlo.Un sueño trascendente se repite pero es muy raro que  lo recuerdes todo a la perfección y las partes que recuerdas no son las importantes. Ese es mi trabajo. Ver el sueño completo y saber que significa.

Es increíble… murmuré.

Lo sé. Me quedé con el negocio cuando Camelia perdió el poder. Eso la entristeció y provocó que me alejara. Volví al país cuando llevábamos más de dos décadas de guerras constantes. Mi reputación en Europa me acompañó y aquí volví a reanudar mi trabajo. No encontré mi casa y mi herencia fue absorbida por el gobierno cuando, después de diez años de ausencia, me dieron por muerto. ¿Recuerdas al coronel Zavala? Se le adjudica el fin de la guerra, pero fue después de que me buscara. Le dije lo que nadie se había atrevido a decirle y fue por su sueño. Nunca iba a ganar la guerra. La resistencia comandada por el general Rioacha estaba planeando un golpe en la capital que solo conduciría al desastre. Zavala decidió negociar con la resistencia. Y la guerra terminó.

Estoy anonadado con su historia, Josué dije al cabo de un momento. Pero aun no entiendo qué es lo que pinto yo en ella.

Yo… no sé cómo tomarás esto dijo titubeante he soñado contigo. Desde que tenías ocho años.

    Lo miré con escepticismo y él evitó mi mirada. No sabía que decir.

No sabía por qué o con qué fin. Pero estabas en mis sueños. Ahí constante. Siempre cambiando, creciendo. No conocía tu nombre ni nada tuyo. Pero ayer lo supe. Ayer interpreté el sueño recurrente…eres tú, Alonso Frederick, quien provocará la siguiente guerra.

No puede ser dije entre carcajadas incredulas. No tengo intenciones políticas, ni sueños de grandeza…

Tienes una beca de la Universidad Autónoma de Guadalajara para investigar y clasificar “dones”. Has puesto un anuncio en los diarios pidiendo a la gente que tiene algún poder especial que se ponga en contacto contigo. Miles de personas te llamarán: dobladores de espacio, trasportadores, lectores de códigos, multilengüistas, mutantes…Realizarás la mayor investigación al respecto, llamarás la atención del gobierno, te darán un lugar en sus filas, te usarán para registrarnos a todos, ponernos en reservas especiales donde no causemos daño, luego seremos eliminados, no sin antes luchar…

Te equivocas dije apuntándolo con un dedo tembloroso, yo nunca haría eso. Yo…sólo quiero entender por qué hay personas especiales. Yo sólo quiero saber…

El conocimiento es poder, y no hay ser humano que no se corrompa al tenerlo.

Estás loco.

Claro que estoy loco, llevo más de cincuenta años sin dormir de noche. Soy especialdijo limpiando sus lentes con nerviosismo. Tengo un poder que nadie puede comprender, que sólo Camelia entendió. Ella lo perdió cuando no supo interpretar su propio sueño. A mí no me pasará lo mismo. Soy un dios entre insectos.

Sé lo que eres, y te creo. ¡Espera! ¡Espera! grité a ver que sacaba una pistola y me apuntaba con ella. Algunos comensales gritaron y corrieron del lugar.

Tengo que hacerlo, te he visto crecer y soñar. Te he seguido en mis sueños todo este tiempo, eres…eres el hijo que nunca tuve. No puedo dejar que hagas eso…no puedo perder.

Y disparó.   

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