Por Verónica Villavicencio.
Con apenas 3 años, grandes ojos verdes y cabellos rojizos Muriel era la sensación del barrio. Hija del que llamaban Dr. H. el médico de la comuna, podría decir así de ver que estaba casi pronosticada al éxito. Todo “giraba” alrededor de Muriel en una vida donde el objeto justamente no fue el observado. Nadie veía a Muriel??
Con apenas 3 años, grandes ojos verdes y cabellos rojizos Muriel era la sensación del barrio. Hija del que llamaban Dr. H. el médico de la comuna, podría decir así de ver que estaba casi pronosticada al éxito. Todo “giraba” alrededor de Muriel en una vida donde el objeto justamente no fue el observado. Nadie veía a Muriel??
Está claro que me refiero con ver” a términos
físicos no fantasmagóricos. En ese lugar parecía nadie darse cuenta que algo no
andaba tan espectacularmente como se pensaba…, incluso las personas del barrio se mostraban como colectivamente intoxicadas o
ajenas.
Por aquellos días, solía ver a la niña frente
a un viejo molino decorativo pasar largos ratos encerrada en sí misma mirándolo.
Muriel estaba constantemente vigilada por todos los vecinos y por mí que era el
nuevo policía del barrio. Mientras la niña se contentara con algo podía
perderse tan lejanamente en el tiempo sin moverse más que dos o tres
pasos…aunque en realidad estaba mucho más lejos de eso, tan lejos y carente de
luz como su mirada. Por otra parte cuando se pretendía sacarla de ese sitio,
Muriel gritaba y estremecía su cuerpecito hasta caer en el más inexplicable de
los abismos.
Corría el tiempo
y nada parecía mejorar -por el contrario- la pequeña era casi “intocable”.
Marcos A. de 5 años, hijo menor del comisario
y vecino, prácticamente era el único ser que podía acercársele. Siempre iba
donde el molino junto a la niña a hacerle compañía y compartir al menos una
mirada de tanto de en tanto. Era un niño muy amable y eso a la niña llegaba
como una caricia a su pequeño mundo extraviado. Nadie comentaba nada, nadie…
Jueves 29 de enero 22 hs: Una amiga mía de la
escuela primaria me recomienda al Licenciado en psiquiatría infantil Edmundo Parra
como un profesional destacado en la materia. Fui a visitarlo e inmediatamente
entendió mi cometido y se dispuso a ayudar.
En primer lugar lo propuse en la Unión
Vecinal como ayudante del coordinador de juegos de los domingos y así podría
indagar ciertas cosas en los niños no en Muriel que nunca asistía…ni un solo
domingo, pero era empezar con algo.
Domingo 6 de
febrero 8.00hs am: El Lic. Edmundo Parra. ingresa a una oficina para utilizarla
a modo de consultorio, solo pidió un sillón extra y algunos juegos de niños.
Lunes 12 de
febrero 21.00 hs am: El Lic. Parra y yo nos reunimos a ver algunos datos
recolectados entre los que se encontraron declaraciones como éstas:
*Marcos A. el
amigo de Muriel: “no quiere dormir en una
jaula y creo que le asusta que sus
padres prendan velas a su alrededor. Muriel perdió las palabras, creo que se
las comió el gato y por eso su papá le cortó la cabeza y la obligó a comérsela.
¡Qué asco! A mí nunca me dieron esa medicina, menos mal que yo hablo bastante
bien. Creo que su papá no es buen doctor.
*Lautaro G. de
11 años: Yo a veces me siento enfermo de un secreto
*Muchos
coincidían en la frase “Todos sabemos de
lo que no debemos hablar”
*“Sueño que
Muriel comete algo terrible”, “Sueño que
matan a Muriel”
*“El doctor H
. pasó por casa y se llevó a mi papá a conversar pero tuvieron un accidente,
parece, mi padre estaba golpeado y asustado”
Luego de semejantes dichos ambos nos miramos y
convenimos en ir a la justicia dado que podría tratarse de un casode abuso por
parte de los padres de Muriel, Por otro lado era evidente que quienes vieron algo
fueron castigados o amenazados.
Miércoles 16 de
febrero 7.00 hs: una comitiva de oficiales uniformados irrumpieron en la
vivienda del doctor H. cerrando los perímetros con cintas e incautando todo
tipo de extraños objetos. En un principio parecía deshabitada; sospechamos que pudieron
escapar al enterarse de algo, pero luego ocurrió lo peor…lo peor.
Al entrar en la bodega subterránea de la
casa, el oficial a cargo se percató de un cofre de madera en el cual segundos
después encontraron a la niña Muriel como enajenada, con escamas color gris
profundo en toda su piel y dos enormes lenguas sobresalían de su boca entre los
enormes y puntiagudos dientes que rehundidos en sangre masticaba casi
desprevenida trozos de carne…sazonada?. A escasos metros de ella yacían los
cuerpos de sus padres con signos de haber sido golpeados, seccionados y evidentemente
comidos por la extraña criatura ..”su hijita adorada”, hasta matarlos. Los dos
padres estaban cubiertos con piedrecillas similares a residuo de ladrillo, hierbas
quemadas e inciensos encendidos entre las torrecillas de sal que por doquier
cubrían los cuerpos. También se encontró una biblia y una hoja escrita que
decía: “ Mi niña está atrapada dentro de
este monstruo… libérenla!”.
Yo con horror confesaría que lo que ví era un banquete
con preparación exquisita: carne ahumada y sazonada con hierbas ,abundante sal y
el dolor de las víctimas fue el toque especial del chef, el cual encerrado en
ese mueble podía disfrutarlos con picardía..la picardía de una niña pequeña
para con sus padres.
Se
llamó a personas especializadas para analizar a Muriel la “criatura” antes de trasladarla,
dado que su estado era tan pacífico que no presentaba más obstáculos que las
agallas para tocarla. Los peritos demoraron demasiado y pasadas unas dos horas,
la cosa” expira con un rugido tan sufrido que aún ante el aparente demonio que
significaba logró arrancarme una lágrima y muere…Mi querida Muriel se había ido
o al menos un trozo de inocencia que habitaba en ese monstruo ya no vería más
porque yo sí podía ver a mi inocente Muriel dentro de ese ser abominable y
podía sufrir su muerte y llorarla.
De lo que sucedió después nada real pudo
saberse. Los testigos del hallazgo fuimos aconsejados por el Ministerio para
silenciar por un tiempo el hecho que se caratuló: Homicidio en ocasión de robo.
La niña y sus padres tuvieron cristiana sepultura.
Yo como vigilante del barrio renuncié al día
siguiente del hecho. Simplemente dejé mi carta de retiro al jefe vecinal y me
fui sin decir palabra. Sentía demasiado odio hacia todos ellos, no importa el
porqué, fueron cómplices y culpables de este desenlace criminal al encubrir
seguramente más de que lo declararon saber… Solo me contentaba en que la
tragedia pudo ser aún peor y costarle a vida a Marcos A.; igualmente el niño
lloró a su amiga desde lo entrañable de su corazón.
Hace cuatro
años encontré a Marcos en una feria y
nos reconocimos de inmediato; llegado el tema de lo sucedido aquella vez me
dice: ella era buena, su mejor parte lo era…me entristecía verla llorar por
haber perdido sus palabras, creo que era el único que realmente la amaba. Muriel
era fuerte como el océano en la tormenta pero de corazón era un manso atardecer apasionado…” Sin nada más que
agregar nos despedimos y esa fue la última vez que lo vi. Respecto a mí… ya no
me quema el fuego.
Fin
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