miércoles, 2 de marzo de 2016

MURIEL PERDIO LAS PALABRAS

Por Verónica Villavicencio.

Con apenas 3 años, grandes ojos verdes y cabellos rojizos Muriel era la sensación del barrio. Hija del que llamaban Dr. H. el médico de la comuna, podría decir así de ver  que  estaba casi pronosticada al éxito. Todo “giraba” alrededor de Muriel en una vida donde el objeto justamente no fue el observado. Nadie veía a Muriel??
 Está claro que me refiero con ver” a términos físicos no fantasmagóricos. En ese lugar parecía nadie darse cuenta que algo no andaba tan espectacularmente como se pensaba…, incluso las personas del barrio  se mostraban como colectivamente intoxicadas o ajenas.
    Por aquellos días, solía ver a la niña frente a un viejo molino decorativo pasar largos ratos encerrada en sí misma mirándolo. Muriel estaba constantemente vigilada por todos los vecinos y por mí que era el nuevo policía del barrio. Mientras la niña se contentara con algo podía perderse tan lejanamente en el tiempo sin moverse más que dos o tres pasos…aunque en realidad estaba mucho más lejos de eso, tan lejos y carente de luz como su mirada. Por otra parte cuando se pretendía sacarla de ese sitio, Muriel gritaba y estremecía su cuerpecito hasta caer en el más inexplicable de los abismos.      
Corría el tiempo y nada parecía mejorar -por el contrario- la pequeña era casi “intocable”.
 Marcos A. de 5 años, hijo menor del comisario y vecino, prácticamente era el único ser que podía acercársele. Siempre iba donde el molino junto a la niña a hacerle compañía y compartir al menos una mirada de tanto de en tanto. Era un niño muy amable y eso a la niña llegaba como una caricia a su pequeño mundo extraviado. Nadie comentaba nada, nadie…
  Jueves 29 de enero 22 hs: Una amiga mía de la escuela primaria me recomienda al Licenciado en psiquiatría infantil Edmundo Parra como un profesional destacado en la materia. Fui a visitarlo e inmediatamente entendió mi cometido y se dispuso a ayudar.                                                                                                
   En primer lugar lo propuse en la Unión Vecinal como ayudante del coordinador de juegos de los domingos y así podría indagar ciertas cosas en los niños no en Muriel que nunca asistía…ni un solo domingo, pero era empezar con algo.
Domingo 6 de febrero 8.00hs am: El Lic. Edmundo Parra. ingresa a una oficina para utilizarla a modo de consultorio, solo pidió un sillón extra y algunos juegos de niños.
Lunes 12 de febrero 21.00 hs am: El Lic. Parra y yo nos reunimos a ver algunos datos recolectados entre los que se encontraron declaraciones como éstas:
*Marcos A. el amigo de Muriel: “no quiere dormir en una jaula y creo que  le asusta que sus padres prendan velas a su alrededor. Muriel perdió las palabras, creo que se las comió el gato y por eso su papá le cortó la cabeza y la obligó a comérsela. ¡Qué asco! A mí nunca me dieron esa medicina, menos mal que yo hablo bastante bien. Creo que su papá no es buen doctor.
*Lautaro G. de 11 años: Yo a veces me siento enfermo de un secreto
*Muchos coincidían en la frase “Todos sabemos de lo que no debemos hablar”
 *“Sueño que Muriel  comete algo terrible”, “Sueño que matan a Muriel”
 *“El doctor H . pasó por casa y se llevó a mi papá a conversar pero tuvieron un accidente, parece, mi padre estaba golpeado y asustado”     
 Luego de semejantes dichos ambos nos miramos y convenimos en ir a la justicia dado que podría tratarse de un casode abuso por parte de los padres de Muriel, Por otro lado era evidente que quienes vieron algo fueron castigados o amenazados. 
Miércoles 16 de febrero 7.00 hs: una comitiva de oficiales uniformados irrumpieron en la vivienda del doctor H. cerrando los perímetros con cintas e incautando todo tipo de extraños objetos. En un principio parecía deshabitada; sospechamos que pudieron escapar al enterarse de algo, pero luego ocurrió lo peor…lo peor.
   Al entrar en la bodega subterránea de la casa, el oficial a cargo se percató de un cofre de madera en el cual segundos después encontraron a la niña Muriel como enajenada, con escamas color gris profundo en toda su piel y dos enormes lenguas sobresalían de su boca entre los enormes y puntiagudos dientes que rehundidos en sangre masticaba casi desprevenida trozos de carne…sazonada?. A escasos metros de ella yacían los cuerpos de sus padres con signos de haber sido golpeados, seccionados y evidentemente comidos por la extraña criatura ..”su hijita adorada”, hasta matarlos. Los dos padres estaban cubiertos con piedrecillas similares a residuo de ladrillo, hierbas quemadas e inciensos encendidos entre las torrecillas de sal que por doquier cubrían los cuerpos. También se encontró una biblia y una hoja escrita que decía: “ Mi niña está atrapada dentro de este monstruo… libérenla!”.
Yo con horror confesaría que lo que ví era un banquete con preparación exquisita: carne ahumada y sazonada con hierbas ,abundante sal y el dolor de las víctimas fue el toque especial del chef, el cual encerrado en ese mueble podía disfrutarlos con picardía..la picardía de una niña pequeña para con sus padres.
    Se llamó a personas especializadas para analizar a Muriel la “criatura” antes de trasladarla, dado que su estado era tan pacífico que no presentaba más obstáculos que las agallas para tocarla. Los peritos demoraron demasiado y pasadas unas dos horas, la cosa” expira con un rugido tan sufrido que aún ante el aparente demonio que significaba logró arrancarme una lágrima y muere…Mi querida Muriel se había ido o al menos un trozo de inocencia que habitaba en ese monstruo ya no vería más porque yo sí podía ver a mi inocente Muriel dentro de ese ser abominable y podía sufrir su muerte y llorarla.
    De lo que sucedió después nada real pudo saberse. Los testigos del hallazgo fuimos aconsejados por el Ministerio para silenciar por un tiempo el hecho que se caratuló: Homicidio en ocasión de robo. La niña y sus padres tuvieron cristiana sepultura.
   Yo como vigilante del barrio renuncié al día siguiente del hecho. Simplemente dejé mi carta de retiro al jefe vecinal y me fui sin decir palabra. Sentía demasiado odio hacia todos ellos, no importa el porqué, fueron cómplices y culpables de este desenlace criminal al encubrir seguramente más de que lo declararon saber… Solo me contentaba en que la tragedia pudo ser aún peor y costarle a vida a Marcos A.; igualmente el niño lloró a su amiga desde lo entrañable de su corazón.
Hace cuatro años  encontré a Marcos en una feria y nos reconocimos de inmediato; llegado el tema de lo sucedido aquella vez me dice: ella era buena, su mejor parte lo era…me entristecía verla llorar por haber perdido sus palabras, creo que era el único que realmente la amaba. Muriel era fuerte como el océano en la tormenta pero de corazón era un  manso atardecer apasionado…” Sin nada más que agregar nos despedimos y esa fue la última vez que lo vi. Respecto a mí… ya no me quema el fuego.
Fin

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