Saco uno por uno los libros de su biblioteca.
Predominaban King, Rowling, Grisham, Martín y Poe, pero también había un
espacio para Allende, García Márquez, Galeano… Había muchos libros.
Separo uno, el que estaba leyendo, el que
Lucas le había recomendado. El lector.
Había visto la película dos veces: antes de
conocerlo a el, y luego, con el.
Sonó el microondas y fue a la cocina a buscar
su café. Lo tomo, mientras Leia un diario por la televisión (sus hermanos las habían
convencido, a ella y a su madre, de la necesidad de tener una Smart TV).
Hizo como hacia siempre, leyó dos diarios, el
que debía leer. Y el otro.
Daban las mismas noticias. Pero los
periodistas estrella de cada uno se encargaban de marcar posturas tan distintas
que se hubiera pensado que alguno de los dos diarios contaba noticias de un país
en Marte, y el otro del suyo.
No supo decir cual era cual.
Volvió a su habitación, a su tarea con los
libros. La vocecita de su cabeza puso play y empezó a hablar. Era gracioso,
últimamente ella cambiaba demasiado de postura, y esa voz siempre se las
ingeniaba para contradecirla.
Se esforzó por no oírla (tenia la voz de Lu,
su puta mente tenia la voz de Lu, o de Cami, o de su madre… las voces que menos
quería escuchar. Y que más necesitaba escuchar.)
Esta vez la que sono fue la pava, sobre la
hornalla sin fuego de la moderna cocina (su madre la había convencido de la
necesidad de comprar una cocina ultramoderna, aunque, en honor a la verdad, a
ninguna se le daba la cocina.)
Cargo el termo, y se preparo unos mates con
miel (“antes tomabas mates amargos, antes tomabas mates amargos, desde que
entraste a la oficina tomas mates con miel, desde que entraste a la oficina
tomas mates con miel”). Definitivamente, si acallaba esa maldita voz, todo valdría
la pena.
Agarro la soga que había comprado el DIA
anterior y volvió a su habitación, con el equipo de mate y la soga. Paso frente
a varias fotos, todas familiares. Su familia se había ido a Chacabuco, a casa
de su abuela. Ella se quedo. Dijo que tenía que estudiar… y es que en realidad,
si se pensaba bien, por primera vez en tres años, estaba atrasada con la
facultad. El novio, los viajes, el nuevo laboro… elijan la excusa que
prefieran.
El caso es que la dejaron sola en la casa, con
sus libros, su equipo de mate, su soga y su habitación con vigas de madera en
el techo.
Acomodo los libros sobre una alfombra al
suelo. Hizo una escalera de libros. De mas de 150 libros. Subió la escalera.
Estaba a más de un metro y medio del suelo. Serviría.
Pensó en esos libros… la mayoría de ellos la había
ayudado a sobrellevar todos sus momentos de soledad. Era irónico el nuevo uso
que les estaba dando. Era bastante irónico, siempre que había estado
confundida, o aturdida, como ahora, recurría a sus libros… pero no exactamente
para lo que los usaría ese día.
Amarro, con esa mecanicidad que daba una década
de scoutismo, la soga a la viga del techo y puso un CD de Oasis (la voz,
extremadamente insoportable, le recordó a quien le recordaba Oasis).
Abrió su agenda, llena de fotos. Había una en
especial. Todos llevaban la misma pechera. Todos estaban sucios y cansados.
Todos sonreían a la cámara. Ella estaba entre Maga y Lucas, en el extremo
superior derecho. Había al menos veinte personas mas en la foto, desplegando
una bandera, que tenia la misma inscripción que las pecheras. (“pero no
importan ¿no? Acá solo importa Lucas”).
Esa voz era injusta.
Había personas en la foto que no conocía, pero
también gente que la quería. Al menos cinco personas, aparte de el.
Fue por ellos que se molesto en escribir la
nota. Para que no se sintieran culpables. Ni ellos, ni su familia, ni sus
amigos de toda la vida. Hasta en su ultima decisión había pensado en como repercutirían
sus actos en los otros. Y en eliminar culpas. Todo era su culpa. Nadie la había
obligado a hacer nada en estos últimos 6 meses.
Por lo menos, no directamente.
Igual, quería dejar las cosas claras (“como
los ojos de Lucas. También son claros. No podes hacerte esto. Ni a los demás.
Ni a el”)
Se puso su remera negra, con la misma
inscripción que la pechera, la bandera, y otras dos remeras propias, pero que
eran blancas. La remera negra se la había regalado Maga, al final de una
movilización. Esa luego de la cual se había quedado a dormir en su casa, para
no viajar. Habían comido pizzas y tomado Fernet con Coca. Y antes de que se
dieran cuenta, habían pasado la noche despiertas, hablando de la vida de ambas.
Tuvo que esconder bastantes cosas. Pero la quería. Era su amiga, mas Allah de
lo circunstancial de el ámbito en el cual la había conocido. Y ella le había
presentado a Lucas.
Se puso, también, su jean favorito.
Y subió la escalera, libro por libro.
La voz estaba histérica. Seguía gritándole y
cambiando. Era Lucas, eras Maga, eran sus hermanos, era su mama, eran sus
mejores amigas, eran sus profesores de la facultad. No se iba a rendir tan
fácilmente, al parecer.
¿Quiero que se rinda? ¿Realmente quiero hacer
esto?
Empezó a sonar su celular. Con una canción de
Iván Noble. Esa en la que decía que nadie estaba muerto. La que le había
dedicado Lucas. La que había devenido en canción política. Su tono de llamada.
Estaba en el último escalón. Pero quería saber
quien llamaba.
ay, ¿se va a matar? No... pobrecita. Transmite mucha desesperación de parte de la chica!! Intrigante!! *-*
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