Por
Cintia Gutiérrez.
La joven corría por las calles de Muguet, teniendo
esa espantosa sensación de que su vida estaba en peligro una vez mas; la
oscuridad de la noche, la quietud del barrio de casa bajas y ventanas cerradas
marcaba la sensación de soledad y desesperación en su corazón de
perseguida.
Sacudió la cabeza mientras seguía corriendo,
tenía que calmarse para poder pensar. No hay país más seguro que Montaigne, ni
condado mas tranquilo que Aur para todos aquellos hijos del fuego que quieren
un lugar para vivir en paz, lejos de Castilla y los perros inquisidores que le
dan caza como a animales.
Leonora había visto como sus padres eran asesinados por
esos malditos fanáticos de la cruz cuando era una niña pequeña, perdiendo su
casa, bienes, titulo, todo… menos su vida y su don de controlar el fuego que
ardía en su corazón.
A lo largo de los años, cambio de nombre y de lugares
muchas veces, esquivando a sus captores; fue prisionera y vio como torturaban y
asesinaban a otros magos del fuego interior pero, un día, conoció a Dominique y
su extraño don para abrir portales de un lugar a otro; juntas pudieron escapar
de la inquisición y de Castilla, llegar a Montaigne y refugiarse en la
corte de ese país de arte, humor y libertad de pensamiento, al menos, en
apariencia.
Al doblar por una esquina vio luz que salía de una casa, al
acercarse escucho ruido, música y risas, se acercó aún más y descubrió la
parte de atrás de una taberna, en su interior había un grupo de mercaderes con
ropa colorida bebiendo y jugando a los dados, junto a algunos nobles que
apostaban, sólo ese escenario percibía por la pequeña ventana. Decidió
entrar para beber una copa y esperar a ver si sus perseguidores se atrevían a
entrar allí a sacarla por la fuerza.
Dominique le había dado lecciones sobre las costumbres del
lugar, por eso sabía que permanecer en la taberna por mucho tiempo no era
lo mas recomendable para una joven sola, menos si tenia un vestido elegante de
corte bajo la
capa. Sigilosamente dio vuelta al edificio y se encaminó
hacia la entrada cuando un hombre alto, ataviado de negro y armado con un sable
apareció de la nada y se interpuso en su camino.
-¿Quieres beber algo pequeña bruja?- Le dijo el sujeto con
un extraño acento, delatando que también era un extranjero.
Leonora miró por la puerta, en el interior un hombre tocaba
el piano entre la risotada de unas damas con poca ropa y unos caballeros con
copas de vino en sus manos, nadie les prestaba atención.
-Eso no es asunto suyo.- le contestó mirándole a los ojos
mientras intentaba acercarse a la puerta.- Si quiere dinero le doy lo que tengo,
luego lárguese y déjeme en paz.-
Acto seguido, la joven metió la mano dentro de la capa para
extraer la bolsa con 50 soleis ( moneda local) que le había entregado
Dominique, pero interrumpió su movimiento cuando escucho la sonora y maliciosa
risa del sujeto.
-Si quisiera dinero no estaría perdiendo el tiempo
persiguiéndote, pequeña escurridiza.- El sujeto llevo la mano al pomo de la
espada y corrió su capa del lado derecho, dejando ver el estoque que llevaba
colgado del cinturón, con la intención de amedrentarla.
Leonora apretó los puños para contener la rabia, ese hombre
estaba humillándola, llamándola “pequeña” mofándose de su baja estatura o, tal
vez, provocándola para que volviera a perder el control como en el castillo del
conde.
-Entonces ¿Qué demonios quiere? ¡Dígalo de una vez!-
Suspiró y ,sin apartarle la mirada, colocó ambas manos en su cintura como para
marcarle que no portaba armas. – ¿Va a matarme sin que me pueda defender? ¡Sea
hombre y responda mi pregunta!-
El sujeto se tomó unos minutos para estudiarla de pies a
cabeza y luego en tono burlón dijo:
-Tienes tus encantos, aunque en “pequeña proporción”
comparado con las mujeres de Montaigne. Pero no son mis caprichos los que
tienes que satisfacer, sino los de mi señor: Roberto Bernoulli, parece que le
gustan las mujeres fogosas y tú has dado un buen espectáculo en el jardín del
duque. No puedes juzgar al hombre por estar interesado en conocerte-
Leonora se llevó las manos al pecho intentando calmar el
frenético latido de su corazón, este hombre había sido enviado por ese
pervertido, ebrio de la fiesta ,que la había hecho enfadar tanto que reveló su
poder, manipulando magicamente las llamas para mantenerlo a raya y luego
teniendo que huir, sin siquiera hablar con su amiga.
-No lo he lastimado, sólo le mostré que conmigo no se juega
¡Eso va a para usted también! Si ya me vio actuar entonces se imaginará que es
lo que puedo hacerle si se atreve a desenvainar esa espada.-
El sujeto volvió a emitir esa siniestra risotada.
-Claro que conozco el poder de los magos del fuego
interior. De hecho, solía trabajar para los inquisidores castellanos pero era
aburrido, demasiados fanáticos y fáciles de liquidar por dinero
. Pero los Bernoulli pagan igual de bien y disfruto con sus
excentricidades. Además no tratan tan mal a las mujeres, ni siquiera a
las que les chamuscan las plumas de sus sombreros. – El sujeto hizo una pequeña
pausa para estudiar el rostro de la joven, percibir su miedo, detectar algún
movimiento. - Le sugiero que me acompañe tranquilamente y mi espada
quedara guardada en su sitio pero… si intenta alguna tontería, no solo yo
sacaré mis armas, mis amigos ocultos en la oscuridad también lo harán. Y, para
que vea lo “caballerosos” que podemos ser en Vodacce, tendremos la amabilidad
de escoltarla a las afueras de la ciudad.-
Leonora intentó vislumbrar a los otros “amigos” del sujeto
de negro, pero le resultaba imposible, eran muy sigilosos, podían estar en
cualquier parte, moverse era un riesgo, pero dejarse secuestrar,
definitivamente no era una opción.
Cuando estos pensamientos cruzaron por su mente sintió una
mano en el hombro, giró su cabeza y vio a un hombre alto, rubio, de brillantes
ojos celestes y bigote perfectamente recortado; su atuendo era el de un noble,
sobre el pecho llevaba el emblema de una escuela de esgrima, por la escasa luz
no pudo distinguir de cuál se trataba, estaba armado con espada y main gauche[1],
aparentemente pensaba intervenir en la contienda.
-Me preguntaba por que la dama permanecía de pie en la
puerta sin entrar, claro… una sombra parlante se lo impedía.- Tras decir estas
palabras el caballero rubio dio unos pasos y se puso frente a Leonora.-
Permítame señorita, yo arreglare el asunto para que pueda beber su copa de
vino.- El caballero completó su frase con una leve inclinación de cabeza, luego
giró sobre sus talones, colocándose de frente al sujeto de negro.
La joven pudo ver sombras moverse entre la oscuridad,
suponía que eran los secuaces del vodaccio que intentaban atacar al caballero
rubio por la espalda.
-Veo que no esta solo “señor sombra”. Cinco contra una dama
es algo desigual y cobarde ¿No le parece?-
La voz del caballero rubio era suave y agradable, como la
de todos los hombres de Montaigne pero su tono era firme, estaba decidido a
enfrentarse contra todos esos enemigos por una desconocida. El corazón de
Leonora dio un brinco de emoción ante la actitud de ese valiente, pero se
contuvo; eran demasiados contra uno solo, debía ayudarlo de alguna manera.
-Me parece que se esta metiendo en un asunto ajeno,
señor… “Valroux”.- El sujeto de negro había cambiado su expresión burlona
por una seria, sin dudas conocía la fama de las escuelas de esgrima
montaignesas y de los certeros duelistas de Valroux, sin embargo confiaba en la
superioridad numérica en caso de tener que despachar al impertinente.
–Debería volver a su mesa.-
-¿Debería? Jajaja.- Rió sonoramente el caballero rubio.-
Tal vez no sea lo mas prudente, confesarme ante unos extranjeros, pero… sepan
ustedes, me refiero a todas las “sombras cobardes” que se esconde en la
oscuridad, ¡Que el deber de un caballero es proteger a una dama! Por lo tanto
les doy la oportunidad de retirarse antes de que desenvaine mi espada y acabe
con sus miserables vidas.-
Leonora sonrió triunfante, otro hombre valiente en este
maravilloso país. La expresión socarrona del sujeto de negro había
desaparecido, sin dudas estaba nervioso; sin embargo, no iba a rendirse tan
fácilmente.
-Muy bien.- Concluyo el vodaccio poniéndose en
posición de duelo.- Al menos déme su gracia; así sabré que nombre debo escribir
en su tumba.-
- Me llamó Armand Le´Pike y créame, no seré quien muera esta
noche. También sería conveniente que se presentara, así no tendría que llamarlo
“señor sombra”.- El caballero rubio desprendió su capa y la arrojó al suelo,
desenvaino su espada y main gauche, paseando su mirada por la zona, intentando
percibir ataques a traición.
- Con que el hijo del marques de Muguet defiende a una
bruja… En mi tierra se burlarían de usted y semejante desperdició de la vida. Será una buena
anécdota cuando les cuente a mis parientes, los Caligari. Mientras aún respira,
puede llamarme Zorrento.- Tras estas palabras el sujeto dio un paso adelante y,
con un rápido movimiento de la espada intentó llegar al cuello del señor
Le´Pike.
Sin embargo el caballero rubio se anticipó a su movimiento,
cruzando su main gauche para bloquear el ataque y, con una gran juego de
piernas, se ubicó a la diestra de Zorrento, allí logro darle un corte a
la altura del hombro con su fina espada. Leonora pudo escuchar el
gruñido del vodaccio, similar al de un lobo herido por un cazador, y luego como
gritaba unas palabras en su idioma natal llamando a sus compañeros.
Una sombra se abalanzó por detrás de Armand, intentando
clavarle una daga, pero él fue mas rápido, con una floritura veloz como el rayo
giró su espada hacia atrás, cortándole el cuello a su enemigo, sin siquiera
voltearse para verlo.
Su atención estaba en Zorrento quien también era
bastante bueno con el sable, lo suficiente como para realizar una finta y
cortar los botones del chaleco de Armand con su brazo herido.
-Tuvo suerte señor Le´Pike, pero aún seguimos siendo cuatro contra uno y no
podrá predecir los movimientos de todos.- Dijo el sujeto de negro acercándose a
al caballero rubio chocando su sable contra el main gauche y empujándolo hacía
atrás.
- ¡Tenga
cuidado, señor Armand!- Le advirtió Leonora.- ¡Un enemigo a su izquierda!-
Pudo moverse rápidamente pero no lo suficiente, la daga de
la sombra traicionera emitió un corte a la altura de su cadera, no muy
profundo, pero lo suficiente como para lentificar sus movimientos. Armand ejecutó
otra floritura que logro desarmar a su atacante, sin embargo dejo su flanco
derecho libre para que Zorrento pudiera clavarle su estoque.
-Supongo que en su país se acostumbra a ganar a cualquier
precio, en el mió nos acostumbramos a no rendirnos con facilidad.- le dijo el
caballero rubio apretando los dientes para resistir el dolor.
La joven veía la complicada situación para su héroe,
volteo su mirada unos segundos a la taberna, nadie parecía enterarse de la
pelea en la puerta, pensó en ir por ayuda, tal vez pedir prestada una espada,
acordándose de unas lecciones de esgrima había recibido en sus viajes. Cuando
estas cuestiones pasaron por su mente escucho un sonido terriblemente
familiar; la percusión de un arma, el tercer secuaz del vodaccio estaba escondido
cerca suyo preparando una pistola para dispararle al señor Le´Pike, sin tener
mas opciones que usar su poder Leonora no dudó y desató el infierno.
La explosión del arma cortó la música del piano, las damas
dejaron de reírse y varios hombres se acercaron a la puerta, Philipe Le´Pike
apuró su bebida, tomó sus armas, se calzó el sombrero y se encaminó hacia la
puerta, seguido por sus subordinados quienes abandonaron sus respectivas
compañías.
-¡Señores abran paso a los mosqueteros del Empereur!-
Dijo Philipe con voz enérgica.- Es hora de poner orden.-
Zorrento estaba a punto de darle el golpe definitivo al
engreído montaignes cuando lo sorprendió la explosión. Gilberto ,
uno de sus compañeros salió despedido varios metros cayéndole encima.
Armand puedo ponerse en pie y recobrar el aliento
mientras miraba asombrado el espectáculo; la jovencita, tenia los ojos
encendido cual llamas de candelero, las luces de la puerta danzaban cerca suyo
desprendiendo mariposas de fuego que se dirigían de forma precisa sobre las
espaldas de sus enemigos encendiendo sus ropas, uno de los sujetos yacía en el
piso, a escasos metros del caballero rubio gritando y maldiciendo en su idioma,
la explosión del arma había desintegrado su mano izquierda y estaba sangrando.
Zorrento se levanto furioso, dio unos pasos decididos hacia
Armand, pero se detuvo cuando escuchó una voz de alto. Giró su cabeza y
reconoció el uniforme de los mosqueteros, problemas con la ley era lo menos
conveniente, uno de sus compañeros estaba muerto por perseguir a la
bruja, otro imposibilitado de usar su mano izquierda; luego de hacer esa rápida
evaluación sus posibilidades de cumplir el encargo de Bernoulli eran nulas, por
lo tanto sólo quedaba resguardar su pellejo.
-Nos volveremos a encontrar, señor Le´Pike y saldaremos
cuentas.- El dijo el vodaccio para luego ocultarse entre las sombras.
Armand todavía estaba perplejo por el extraño poder de la
señorita cuando su enemigo se marcho.
-Cálmese.- Le dijo suavemente, esbozando una sonrisa.-
Sería una verdadera pena que una mujer hermosa terminara en la cárcel por culpa
de estos miserables.-
Leonora pestaño varias veces y apagó las llamas, luego,
agachando la cabeza y se disculpo ante el caballero rubio.
-Siempre que hay problemas en la ciudad tu te las ingenias
para estar en el medio, hermano.- Dijo el capitán acercándose a la pareja.- Escucho
tus explicaciones.- Philipe detestaba a su Armand, lo consideraba un
bueno para nada, arrogante y torpe, capaz de meterse en problemas por una
falda, incapaz tomar seriamente las cosas.
-Es simple, unos bodaccios atacaron a la dama y yo la
defendí; algo normal para un verdadero heroe.- Respondió Armand, sin darle
importancia a los comentarios de su hermano. Él lo consideraba estructurado,
incapaz de pensar o sentir más allá de su deber.
-¿Normal?- Philipe posó su mirada en Leonora.- La magia
destructiva del fuego no es normal. Ni siquiera para nuestros enemigos los
castellanos, que persiguen a estos magos; tratando de erradicarlos en vez de
comprender su poder para usarlos a su favor. En Montaigne no somos tan
entupidos, siempre y cuando no cause problemas será bienvenida en estas tierras.
-Mi hermano sin dudas investigara pero… seguro que los
vodaccios buscaran venganza, en ese caso yo estaré aquí para enfrentarme
nuevamente a ellos o quien perturbe su afable existencia, estimada señorita.-
Armand hizo una reverencia ante Leonora, la joven confiaba que sus nuevos
amigos sin dudas la cuidarían de las dificultades venideras,
Por fin estaba en el lugar correcto.
FIN
[1] Main gauche
es una daga especial diseñada para ser usada en la mano izquierda el las luchas
de esgrima, dentro de las escuela de Montaigne Valroux es quien enseña el uso
de esta arma para detener un ataque.
Ay, que emocionante! Leonora, una maga de fuego! *-* me ha impresionado que saliera ha defenderla! genial! me ha gustado! una historia interesante en verdad!
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