martes, 23 de abril de 2013

Traición


Por Gloria Antúnez.

De aquella noche ya hace tal vez dos años, pero aún recuerdo aquel impactante suceso. Había huido del campamento para tomar un respiro. La noche estaba más oscura que nunca y la luna emitía un pequeño resplandor pero que apenas y dejaba entrever el camino que había decidido seguir. Así fue como logré ver todo aquello.
La mujer bien podría haber tenido entre unos 25 a 26 años. Poseía una cabellera plateada que le llegaba hasta la cintura. Su figura curvilínea y hasta se podría decir delicada la hicieron parecer etérea bajo la pálida luz de la luna. Observé cómo sus ropas estaban rasgadas, incluso noté que estaban llenas de barro.
A través de sus rasgos supe que provenía del Clan de los lobos grises. Una manada vecina a la mía, el Clan rojo. La mujer era sin duda una belleza aprecié, aunque a su alrededor se alzó un aura de tensión hacia la persona que estaba frente a ella.
—Cómo puedes traicionarme de esta manera, Alaric.
“¿Alaric?” repetí el nombre dentro de mi mente. La mujer había gritado el nombre pronunciándolo como si fuera una maldición. Yo me había colocado tras unos árboles en contra del viento para que ninguno pudiera captar mi olor. La distancia entre ellos y mi posición no era mucha.
—Esto es lo que soy, no puedo cambiar mi destino, nadie puede.
Escuché que el hombre decía; su voz se apreciaba ronca y gruesa a mis oídos. Me asomé entre los pequeños arbustos para verlo mejor.
—Gaia, no hagas esto más difícil de lo que ya es.
Cuando lo hice logré vislumbrar completamente la figura del hombre. Y este no era uno del Clan. Sino que un enemigo de otra raza, vampiro. Lo supe no solo por el color rojo de sus ojos si no que cuando giré la cabeza a un lado capté el olor característico de ellos.
La mujer estaba en posición de defensa minutos después de que logrará ver bien a su acompañante, el hombre o más bien el vampiro pasó el dorso de su mano por el borde inferior de su labio como limpiándose algo con ella.
Un siseo comenzó a filtrarse desde los labios del vampiro. El hombre atacó a la mujer que respondió al nombre de Gaia. Esta logró esquivar por poco el golpe mortal de aquellas garras. Aunque resultó herida en el hombro. El miedo me había dejado inmóvil.
Los vampiros siempre fueron nuestros enemigos sin importar el que. Que aquella loba, del clan gris se hubiera juntado con uno de ellos; era considerado alta traición. Si otro del clan lo supiera moriría sin juicio.
***
Alaric tembló de rabia y miedo. Cada parte de su alma había protestado por cada una de sus acciones. Su corazón, era de aquella mujer del clan de lobos grises, quien había estado parada frente a él, y que desde el mismo momento en que aquella palabra: “destino” había salido de su boca lo miraba con desconfianza y miedo.
Y ella tenía en que basarse para acusarlo pues le había herido y hecho, tanto heridas físicas como emocionales; desde el mismo momento en que  había levantado la mano en su contra.
Pero ya no podía dar marcha atrás en el tiempo.
******
Gaia respiraba con dificultad,  a medida que esquivaba los golpes de aquellas poderosas garras. La luna brilló sobre ella en el cielo, pudo haberse convertido ya hace tiempo en su forma lobuna pero no lo hizo, debido a que tenía la esperanza de que él recapacitara en algún punto.
—¡No puedes!
Aquel grito había desgarrado el silencio y abarcado todo el lugar.
Como si hubiera sido un lamento. El lamento de una Vanshee. Su transformación llegó rápido, la adrenalina de ser atacada tan reiteradas veces fue el detonante. En su forma de lobo el pelaje que recubría su piel era de un color gris que se asemejaba a la plata en la noche.
Alaric la observó fijamente, para aquellos que no supiesen ver, se vería indiferente. Para el espectador del clan rojo quien se hallaba oculto dentro de los arbustos era como si viera la batalla entre dos almas.
La mujer esquivaba y trababa de atacar en su forma de lobo. Gruñidos, rugidos y siseos parecidos a los de una serpiente se dejaban escuchar. La pelea parecía una maraña de cuerpos. Un aullido se dejo escuchar de lejos antes de que los dos contendientes se quedaran paralizados por unos minutos. Los presentes sabían que significaba aquello, ya no había más tiempo. Uno de ellos tendría que morir para que el otro sobreviviera.
Alaric arremetió contra Gaia mientras esta trataba de morderlo y esquivar sus ataques. Tano el lobo hembra como el vampiro, parecían parejos. El jadeo de ambas criaturas era audible en el silencio del bosque. En tanto el lobo rojo, permaneció inmóvil, fascinado y aterrado por aquella danza mortal que parecía no tener fin.
Alaric logro encajar una de sus garras en el muslo del animal y este quedó con una gran herida abierta. Esta sangraba profusamente y la loba empezó a disminuir el ritmo de ataques. El combate entre ambas razas no era uno de fuerza sino de rapidez. La loba pareció aturdida desde el comienzo. Incluso en sus ojos ámbar en forma de lobo, se podía vislumbrar la incredulidad de lo que estaba haciendo.
Sin embargo Alaric ni siquiera pareció dudar de sus ataques. La mujer lobo emitió un quejido antes de caer al suelo de nuevo ya en su forma humana. Su cuerpo temblaba de miedo, desesperación y sobre todo de rabia. Una que la estaba cegando. Se arrastro cómo pudo con la herida abierta en el muslo tratando de huir, más no pudo.
Alaric se cernió sobre ella, aún con sus ropas hechas girones y con su sangre negra manando de diversas áreas en su cuerpo.
—Te dije que huyeras.
Las palabras de  Alaric sonaron frías y distantes. Más sus ojos traicionaban aquellas duras palabras.  Gaía podía ver el tormento ante el cual se estaba sometiendo. Ella misma se sentía estúpida por haber querido estar cerca de alguien a quien no debió amar de ninguna manera. Y mientras los aullidos se escuchaban más de cerca.
Ella lo observo desesperada. Si lo descubrían los de su clan, ella sobreviviría pero una parte de su alma no lo haría. Lo amaba después de todo.
—Tú decides…  —aquellas palabras salieron más en un susurro entrecortado que otra cosa. —Te lo dije aquel día. Tu vida y la mía están entrelazadas. Decide mi destino antes de que lleguen los otros. Además… tenemos un observador. No creo que intervenga. Los rojos son cobardes por naturaleza.
Aquello sorprendió a Alaric quien en ese momento seguía mirando fijamente a Gaia, quien estaba respirando agitada en el suelo. Ambos estaban hechos trizas. Ninguno de los dos se había contenido. Pues no estaba en la naturaleza de ambos.
—Gaía…
Alaric seguía con su garra alzada por encima de ella solo que ahora a centímetros del pecho. Solo un golpe más y podría acabar con ella. El escucho un ruido como de pasos alejándose de lugar “Así que Gaia había tenido razón…” pensó indiferente antes de mirarla de nuevo.
Gaía cerró los ojos resignada; respirando con dificultad no quedándole ya fuerzas.
“Tengo que hacerlo” se dijo Alaric mientras su alma lloraba a gritos que no la matara.
—Decide… —Lo insto ella.

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