lunes, 12 de agosto de 2013

El reloj de Jayk

Por Antonio Tomé Salas.

I
¾  Disculpe caballero, ¿podría indicarme dónde queda la calle Palmer? ¾Preguntó la mujer de cabellos negros. Era la octava vez que la veía en su vida. Jayk la miró con ternura, como si fuese su primer encuentro con ella.
¾  ¡Qué casualidad!, yo también voy hacía la calle Palmer, sí lo desea puedo acompañarla, ¿gusta usted?
La mujer de cabellos negros quedó una vez más pensativa, como siempre, siempre era igual. Pero finalmente accedió.
Pasearon por las calles de la gran ciudad hablando de cosas triviales, y justo cuando divisaron el neón luminoso qué indicaba "Calle Palmer" Jayk le dijo:
¾¿Querría usted tomar un café...
El brazalete de su brazo empezó a vibrar y a sonar con pitidos agudos. Indicaba que el tiempo había finalizado. Era hora de volver al presente.

¾¿Y bien Jayk?, ¿cómo te fue esta vez, has averiguado algo más sobre la chica morena? ¾Preguntó el Doctor Garrett con sorna en su tono de voz.
¾No, siempre me pasa lo mismo. Justo cuando estoy a punto de preguntarle si le gustaría tomar un café conmigo, el maldito brazalete empieza a pitar, y todo se desvanece en cuestión de segundos. 
¾Lo siento mucho señor Jayk. ¾Iba diciendo el doctor Garrett, mientras aflojaba las correas qué mantenía inmóvil a Jayk en la silla de lanzamiento. ¾Ya sabe usted que a día de hoy somos la única empresa que es capaz de realizar saltos en el tiempo, y sólo al pasado. Falta mucho por descubrir, y entiendo que una hora y media en el pasado puede resultar un tiempo muy escaso. Pero es eso o nada. Usted ya ha sido lanzado ocho veces, y entiendo que el dinero no es para usted un problema. Pero también tiene que comprender, que nosotros somos una empresa que estamos en vía de desarrollo. Sepa usted que en cuanto nuestros científicos puedan descubrir la forma de permanecer más tiempo en el pasado usted será uno de los primeros clientes beneficiados. Le doy mi palabra.
Jayk quedó liberado de las correas que le ataban a la silla, y bebió agua de un vaso que el doctor Garrett le tendió. Después de tomar las pastillas somníferas, la boca siempre se secaba. Pero eso era una norma fundamental de la empresa. Ningún lanzado podía ver cómo era el proceso de lanzamiento, excepto los doctores lanzadores.
¾Por cierto doctor, un día de estos voy a coger este brazalete y lo voy a tirar a la basura. ¿No pueden cambiarle el sonido?, esos pitidos sé meten en la cabeza, y siempre que vuelvo al presente me paso todo el día con jaqueca.
¾Lo tendremos en cuenta. ¾Dijo el doctor Garrett mientras tomaba nota en su libreta.

II
Jayk se encaminó hacía su portón, vivía en una zona residencial de alto standing, dónde la tecnología más avanzada estaba a la orden del día. Apareció un escáner ocular, que tras hacer una serie de soniditos chirriantes, desapareció del mismo modo en que había aparecido, de la nada.
Una vez en casa, Jayk abrió una botella de vino, sé sirvió una copa y encendió un cigarrillo electrónico. Entonces, empezó a recordar que un día  un compañero del bufete de abogados para el que trabajaba, le habló de "El Salto", Jayk no se lo pensó dos veces y contactó con el doctor Garrett esa misma mañana.
Fue un poco reticente al principio, no creía en cosas fantásticas, la fantasía era para los niños y para los tontos.  Y todo aquello de viajar al pasado sonaba a fantasía barata. Pero tras hablar con el doctor Garrett más de una hora por teléfono, un gusanillo empezó a picarle, y una ilusión empezó a apoderarse de su persona. Quizás no estuviese todo perdido, quizás pudiese retomar esa ilusión por las cosas. Tener dinero era maravilloso, pero tener dinero no era tener felicidad. Viajes, cenas lujosas, cruceros, masajes, todo. Todo lo que quisiera hacer estaba a su alcance, pero de todo uno un día se aburría, y perdía pasión por las cosas.
De modo que cuando habló aquel día con Garrett, una llama empezó a avivar su aburrido corazón. Una pequeña ilusión brotó de su interior. ¿Viajar al pasado?, eso le ofrecía miles de posibilidades, podía viajar a otra época mejor. Dónde el fuese joven y guapo. Dónde los complejos no tuvieses lugar. Dónde él era feliz realmente. Dónde  no se sintiera como un viejo malgastado.
Y todo eso, le aseguró el doctor Garrett, se lo proporcionaría El Salto.
¾Ningún cliente ha quedado insatisfecho. Todos repiten. ¾Dijo aquel día el doctor Garrett.
Y esa fue la chispa que encendió la mecha. Cada vez que sabía que iba a saltar, una euforia se apoderaba de él, y pasaba días sin dormir.
Eso era vivir, eso era sentirse vivo. Y sólo El Salto le proporcionaba esos sentimientos.

III
 ¾Una pregunta doctor. Siempre tuve una duda acerca de estos "Viajes al pasado". ¿Y si cambio algo del pasado, eso afectará al futuro?
El doctor Garrett levantó una ceja, y seguidamente rompió a reír con fuerte estrépito. Una vez calmado dijo:
¾Nunca he sido partidario de que mis clientes vean tantas películas de Ciencia-Ficción. Tantas películas e historias baratas nos han hecho mucho daño a los verdaderos científicos. Y todas esas historietas inducen a la confusión de nuestros clientes. ¾La boca de Garrett se torció en un gesto de precaución, no quería ofender a Jayk, así que pasó a informarle cómo funcionaba El Salto.
¾El Salto es un proyecto muy laborioso que nuestros mejores científicos han estado estudiando durante muchos años. Estos estudios nos llevaron a la siguiente conclusión: Los saltos menores de tres horas no son dañinos. No pueden afectar al futuro. La grieta temporal no llega a sufrir cambios, se auto regenera. Sin embargo hay estudios que indican que pasado esas tres horas, la grieta temporal si puede llegar a ser dañada. Y por eso, el tiempo de nuestros saltos, son de una hora y media al pasado. No queremos correr riesgos.
¾Pero usted me llamó, y me dijo que hoy saltaría durante más tiempo. ¾Dijo Jayk decepcionado.
¾En efecto señor Jayk. ¾Garrett se inclinó hacía Jayk, y le dijo en tono confidente. ¾Pero hoy no está mi jefe aquí, y quisiera obsequiarle con un poco más de tiempo "extra", a los buenos clientes, siempre hay que cuidarlos. Y siendo sincero, quiero saber de una vez por todas cómo le iría con la chica morena. Podemos apurar un poco más el tiempo, ¿qué le parece una hora más de regalo, dos horas y media?

IV
Sentía la cabeza embotada, el estómago revuelto, y la mente desorientada.
Levantó la vista y vio las pintadas de siempre en la puerta del váter. Siempre aparecía en el mismo váter sucio y maloliente.
Se enjuagó el rostro en el lavabo para aclarar su mente, y a continuación salió del aseo rápidamente. Una vez en la calle, respiró profundamente.
Recorrió varias calles a pié, sin entretenerse. El tiempo era esencial, y demasiados  minutos perdía en el aseo aclarando sus ideas, como para perder el tiempo haciendo otra cosa que no fuera ir al encuentro de la chica morena.
Con tantos semáforos y personas en las calles, Jayk llegó apurado a su encuentro una vez más.
Nunca terminaba de acostumbrarse, todavía le parecía raro anticiparse a los acontecimientos. Era extraño vivir sabiendo lo que iba a suceder.
La chica pasó de largo, y él siguió su camino de frente, como si nada.
¾Disculpe caballero, ¿podría indicarme dónde queda la calle Palmer? ¾Dijo la mujer a su espalda. El se giró, y empezó de nuevo su ritual.
Una vez en la calle Palmer, Jayk dijo:
¾¿Querría usted tomar un café conmigo? ¾Le resultaba extraño poder formular la pregunta entera después de ocho saltos sin éxito. Bajó la vista y vio en el brazalete un contador qué indicaba el tiempo transcurrido, 01:31
Un miedo atroz recorrió la mente de Jayk, ¿y sí ella no aceptaba tomar ese café?
Mientras Jayk estaba divagando, la chica morena dijo:
¾¿Y por qué no? ¾Sus labios dibujaron una amplia sonrisa.

V
Después de tantos años sin saber nada de ella, Jayk se sentía muy cómodo a su lado, sintiendo el sol de aquella tarde en el rostro.
 ¾Creo que tengo que irme ya señor Jayk, ha sido un placer conocerlo. ¿Jayk?, ¿está usted bien?
En cuestión de segundos el semblante de Jayk se tornó pálido. Miró el brazalete de su brazo. Cuatro números parpadeaban en el. Cuatro ceros. El tiempo había pasado, y su regreso no había sucedido. Jayk empezó a sudar copiosamente, pensando en qué habría sucedido en su presente. Algo iba mal. Y él sabía por qué.
La chica morena era su madre. Y jugar a ser Dios no podía ser bueno.


Mi desafío para la segunda ronda de “Versus” ha sido escribir un relato de Ciencia Ficción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario