domingo, 18 de agosto de 2013

¡Yippee-ki-yay!

Por Pepe Martinez.

1

Yo iba a San Asra y conocí a un hombre con siete mujeres, cada mujer tenía siete sacos, cada saco tenía siete gatos, cada gato tuvo siete gatitos. Gatos, sacos y esposas. ¿Cuántos iban a San Asra? Mi número de teléfono es 044-33-11…

Es lo que pinte en la pared del departamento de mi  tercera víctima. Su cerebro ahora decora la encimera de la cocina.

2

Puede que sea un fetiche, pero le encanta verla quitarse la ropa. Cada prenda que cae al suelo deja al descubierto la tersa piel blanca libre de imperfecciones. La joven pide que apague las luces, pero no le hace caso y yo lo agradezco. Además ella odia la oscuridad.

—No te quites las bragas —la veo decirle mordiéndose el labio inferior.
—¿Por qué no?
—Porque es un desperdicio cariño —dice desabotonándose la blusa y concuerdo con ella—. De que serviría que pasaras horas buscando el conjunto adecuado para nuestro pequeño encuentro si yo no pudiera admirarlo.

No se dicen nada más, las dos se funden en un beso apasionado y se dejan llevar por las caricias. En los pocos meses que las he estado espiando, me he dado cuenta que Lucia la ha cambiado. Se ha trasformado en una experta en el arte de dar y recibir placer. No es que se considere la mejor amante del mundo, pero Lucia es quien la anima, la guía y aconseja donde presionar, donde acariciar y cuando usar la fuerza, en poco veo estallar el éxtasis en los dedos de la agente Rodríguez y el grito ahogado de placer es opacado por el ringtone de Great Balls of Fire interpretado por Jerry Lee Lewis.

—¿Tienes…que…contestar? —quiere saber Lucia quien agitada se cubre con la sábana blanca de su cama.
—Es de la oficina y estoy de servicio.
—¡Amanda!
—Sé que te dije que sería toda tuya, pero estoy a nada de que me promuevan.

Lucia sabe que discutir con la agente Amanda Rodríguez es tiempo perdido.

—Regresare en unas horas —promete Amanda.
—No hagas promesas que no puedes cumplir —responde con un puchero en el rostro.
—Cariño…estaré aquí para la cena.

Existen varios tipos de promesas. Están las que salen de nuestra boca por acto reflejo. Las que sabemos que no podemos cumplir, pero aun así nos comprometemos y las que salen de nuestros corazones, esas que estamos dispuestos a cumplir a pesar de que todo esté en nuestra contra. Para Amanda es ese tipo de promesa y a mí me encantaría decirles que la cumplirá…pero no puedo.


3

—¡Mierda! —es lo primero que sale de la boca del agente Álvarez.

Lleva tanto tiempo en la fuerza como su pareja la agente Rodríguez, no quiere ser promovido y no le interesa un pimiento lo que le ha pasado al pobre desgraciado que ve en las fotos.

—¿Ya estas tomando notas? —dice la agente Rodríguez a su espalda.
—Claro que sí jefa —dice con desgana, sacando de su escritorio libreta y bolígrafo.
—¿Qué es lo que tenemos?
—No mucho, no tiene identificaciones, el departamento es rentado y los datos son falsos. El casero no hacia muchas preguntas. Los chicos de forense dicen que fue una bomba en el móvil.
—¿Tenemos un nombre? —pregunta al ver las fotos de la escena del crimen.
—Escucha esto, le decían Bruce.
—Eso explica la nota en la pared —espeta mostrándole la imagen del acertijo.
—No comprendo.
—Duro de Matar 3: La Venganza —dice Amanda con una sonrisa de placer—, es una de mis favoritas.
—No me van las películas de acción y por lo visto al tal Bruce tampoco.
—Así parece, la respuesta es muy sencilla.
—Pero” Brucie” no sabía multiplicar —dice con una carcajada el pobre idiota—, es claro que no pudo marcar dos mil cuatrocientos uno.
—Y tú no sabes leer, la respuesta es uno —no dice nada más y se sienta a examinar las fotos de mis otros regalos. El Asesino McClane es como me llaman los periódicos, supongo que es porque todas mis ofrendas se relacionan con las películas Die Hard.

 Al primero lo deje en el elevador de un conocido hotel del centro de la ciudad. El rostro era irreconocible, dispare en la cabeza tantas veces que no quedo nada. En su pecho deje colgando un cartel que decía: “Ahora tengo una ametralladora, Jo, Jo, Jo”.

Mi segunda víctima casi se les pasa por alto, no puedo culparlos. Hice también el trabajo que parecía un caso clásico de suicidio. Enfunde al tipo con un traje fino de marca europea, lo arroje de una azotea de un edificio corporativo y me largue. No fue hasta que llegaron a la morgue que el forense dictamino que el hombre ya estaba muerto antes de estamparse contra el pavimento. Además de que la barba era falsa y le raje en plena frente: ¡Soy Hans Gruber!

—¡Joder! —la escucho gritar, seguro que se ha dado cuenta.
—¿Qué pasa?
—El acertijo en la pared, es de la tercera parte.
—Sí, ya me lo has dicho.
—Parece que a McClane no le gusta su segunda parte y no pudo culparlo —le dice al soquete que tiene en frente—. Lo que quiere decir que tenemos que buscar ir al metro.

La veo salir corriendo, lástima que es demasiado tarde. El tren eléctrico exploto diez minutos después de que llego a la oficina. La conozco tan bien que sé que desde ahora tomara esto de forma personal. Pero aun no es personal, no hasta que llegue a la casa de su amante.

4

—“Aves del mismo plumaje vuelan juntas, lo mismo hacen los porcinos y los cerdos, las ratas y los ratones siempre tiene su oportunidad, así que yo también tendré la mía.”
—Simon Gruber.
—Así es querida —le digo con expresión divertida.
—¿Dónde está?
—Muerta, ella cargaba la bomba del tren —sé que es otro más de esos clichés, pero lo digo enserio. La chica exploto en mil pedazos— No temas, en realidad no voy a ofrecer resistencia, soy todo tuyo.

No me contesta, parece estar dolida en realidad. No es como pensé que pasaría, la creía más dura, pero supongo que de verdad la amaba y el shock es demasiado. Me es inquietante lo que hará ahora. ¿Me entregara a las autoridades?, ¿Tomara venganza con sus propias manos? O ¿Querrá saber mi motivación?

—¿Por qué lo hiciste?
—La tercera opción —me mira contrariada y no la culpo. Solo ha sido un títere en mi hermoso juego—. Por nada en especial en realidad, veras. He vivido más de lo que se debe y he visto más de lo que puedes imaginar. Soy un hombre de un estatus económico que bien puede rivalizar con los más ricos de este país y aun así nunca has visto mi rostro o escuchado mi nombre. Pero eso ya no importa, porque cuando me lleves a la cárcel, saldré en las noticias y pasaran mi cara por los noticieros en esta misma fecha y los periódicos hablaran de mis fechorías durante años y homenajean a mis víctimas.
—¿Que te hace pensar que te dejare vivir? —está fúrica, puedo notarlo en su tono de voz— Bien podría darte un tiro en este instante y terminar con esto. Nadie lo sabría y tú seguirías siendo un desconocido.
—Pero yo ya he dejado marca —le digo apuntando a ella—. Tú me recordaras por el resto de tus días.

¡Yippee-ki-yay, motherfucker!grita al disparar su arma.

5

He despertado, en una sala de hospital. No sé qué hago aquí, la cabeza me duele un infierno, frente a mi cama se encuentra una mujer. Creo que es policía, lleva una placa colgando al cuello.

—¿Sabe qué día es? —me pregunta un médico.
—No.
—¿Sabe cuál es su nombre?
—¿Qué clase de pregunta es esa? —pregunto, pero a la vez me hago esa misma cuestión. ¿Quién soy?

Veo al médico caminar hacia la mujer policía, parece que tiene una plática acalorada. Algo en mi interior me dice que no le agrado mucho a esa mujer quien ahora camina hacia a mí. Intento pararme, pero me doy cuenta que no puedo hacerlo, estoy encadenado a la cama.

—El matasanos dice que no tiene ni puta idea de quién eres, ni lo que has hecho —me escupe con odio—. Pero me importa una mierda, solo vine a decirte que el jurado está por decir su veredicto y espero que sea la pena de muerte.

Después de eso, se marcha. ¿Qué es lo que habré hecho?





 Me toco un relato Policíaco.







































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