sábado, 24 de agosto de 2013

Testigo


Por Gabriel Herbas.



Creo que todo empezó cuando mi hermana compró las dos computadoras portátiles, eran de una marca que no conocía pero acepté con gusto cuando Marly me regaló una.
Es irónico, pues creo que mi hermana seguiría con vida si no hubiese comprado las computadoras, por otro lado, gracias a que ella me regaló una, puedo escribir este pequeño relato, que no es un diario ni un testamento, sino un testimonio de hasta donde ha llegado la decadencia humana.
La computadora fue mi escape de la realidad, a mi realidad, que nunca llegué a aceptar. Me pasaba las horas viendo videos en Youtube, leyendo sobre acontecimientos de la humanidad o jugando a ser otra persona en algún chat, cuando me aburría con la compu veía televisión, no me gusta salir a la calle, el mundo exterior es desconocido para mí desde hace mucho tiempo, así que mi habitación se convirtió en el mundo que necesitaba para vivir.
Marly en cambio utilizaba la computadora para buscar novio, no le conocía uno desde que tenía 15 años y era mucho más delgada, así que no la culpé por eso. Cuando compró la compu, empezó  a convertirse en un robot, llegaba a casa a las siete o siete y treinta de la noche, calentaba en el horno microondas restos del almuerzo que preparaba doña Luisa y se sentaba frente al computador, con la pantalla iluminándole la cara, yo la veía desde mi cuarto, desde mi mundo y pensaba “antes hablábamos mas” (bueno, ella hablaba, yo escribía), las computadoras nos alejaron, nos dieron algo mejor que nosotros mismos, nos abrieron los ojos a mundos desconocidos, nos entregamos a esos mundos con los brazos abiertos y sin la menor de las precauciones, quizá por eso pasó lo que pasó.
Dije que todo empezó con las computadoras, sí, lo malo empezó con ellas, pero lo terrible, lo realmente trágico empezó con un mensaje de texto. Lo sé, porque Marly no dejó de hablar de ello durante una semana y porque lo vi con mis propios ojos. Al parecer tenía un “admirador secreto”, y aquel día le envió un mensaje diciéndole que estaba muy hermosa, supongo que la emoción de mi hermana recaía en que ella no se sentía cómoda con su figura. A pesar del ejemplo que tenía en mí, siempre renegaba de su cuerpo, a veces entraba a mi cuarto y se miraba en el espejo grande del armario:
– Creo que estoy muy gorda Lucio, ¿no crees? – Decía – pero, ¿por qué?, ¡si yo casi no como!, doña gloria cocina todo frito, creo que voy a dejar de ir allá, voy a buscar unos almuerzos más saludables… ¿tú qué opinas Lucio? – Me miraba. yo le escribía que estaba bien, que se aceptara como era, que lo importante va por dentro y toda clase de cosas que se le dicen a las personas con baja autoestima, yo siempre trataba de articular una sonrisa lo mejor que podía.
El día del mensaje de texto, entró bailoteando en mi cuarto (hacía bastantes días que no lo hacía) y me tomó de las manos para bailar conmigo e irradiarme un poco de su felicidad.
– ¡Mira lo que me enviaron hoy Lucio! – Me dijo con una gran sonrisa que inundaba su cara, sacó el celular y lo puso en mi cara – ¿Qué tal eh? – el mensaje decía:

Eres más linda en persona
que en fotos, hoy te vi mientras almorzabas
espero que nos podamos
conocer muy pronto
;)

Salió de mi cuarto y se dirigió a donde la señora Luisa, seguramente a mostrarle el mensaje también. La señora Luisa es una vecina del edificio, la única amiga de Marly – y mía – en realidad. Tiene 76 años, no tiene familia cercana, solo una hermana en Venezuela que se llama Marta, enviudó hace 8 años, lo único que tiene es el apartamento en el edificio. Es nuestra única compañía y nosotros la suya, muy seguido me cuida en las tardes y hace el almuerzo. No acepta que Marly le pague un peso por ello.
Cuando Marly regresó aquel día de ver a Luisa, regresó molesta, la miré y le pregunté qué pasaba.
– La estúpida anciana me dijo que quizá se habían equivocado de número al enviarme el mensaje… está celosa, está celosa porque su vida sexual se acabó hace mucho, y yo en cambio tengo una vida por delante, ¡vieja envidiosa!
Estos altercados entre mi hermana y doña Luisa no eran infrecuentes, de hecho, esa actitud fue la que hizo a los demás vecinos alejarse de Marly. Pero Luisa y mi hermana siempre terminaban reconciliándose porque sabían que no tenían a nadie más.
Al pasar de los días sucedieron cosas similares (al parecer Luisa se había equivocado), Marly llegaba feliz del trabajo y me mostraba mensajes que le enviaba su admirador, muchos de los cuales, similares al primero. Desde la muerte de mamá y papá creo que mi hermana no había estado realmente feliz, pasó 8 años sintiéndose mal, y cuando encontró algo que le alegró el día, lo exageró magnánimamente hasta cegarse, ya que esa es la única palabra para expresar el comportamiento de Marly durante el poco tiempo que duró su relación, ceguera.
Una noche, diez o doce días después del primer mensaje, Marly me sacó de mi letargo nocturno con un grito:
– ¡Lucio!, ¡Lucio ya sé quien me está enviando los mensajes! – Corrió hasta mi cuarto, se sentó en la cama junto a mí y me mostró la pantalla de la computadora, – Se llama Fernando Caselle, es de España, hace tres días cambió su ciudad actual de Facebook a Bucaramanga, ¿te imaginas Lu?, ¡yo! Con un español – el tipo de la foto tenía el cabello largo atado en una cola de caballo, sostenía entre su boca sonriente un cigarrillo encendido, tenía la camisa abierta y dejaba al descubierto un pecho velludo.
– ¡Ay dios mío! – Gritó Marly de pronto – ¡Se conecto! – Se paró de la cama y se encaminó a la sala – voy a hablarle, buenas noches Lu.
La mañana siguiente Marly no fue a trabajar, de hecho cuando desperté, la vi en la sala, aún pegada a la computadora, era poco menos de las siete de la mañana.
Marly trabajaba en un salón de belleza, más o menos diez horas diarias, sus ingresos eran nuestro único sustento, por lo menos hasta que aprobaran la indemnización por la muerte de papá y mamá, que parecía imposible, ya que llevaban 7 años posponiéndolo. A veces las cosas buenas tardan tanto en llegar que olvidamos que nos las debían.
Después de una semana de charlas virtuales, escuché a mi hermana y a su admirador hablando por teléfono, al principio solo hablaban cosas triviales, como había estado su día, como se sentían, cuál era su comida favorita. Marly aprovechaba este interés, para desbordarse y hablar de todo tipo de cosas, hablar de sus tristezas, sus deseos, sus alegrías, sus más íntimos sueños. Me parecía que Marly se dejaba llevar y se ilusionaba muy rápido con alguien a quien ni siquiera había visto en persona, pero a pesar de todo, la entendía. ¿Qué mujer no quiere hablar de ella misma?
 Una noche, pasada la medianoche, estaba en el chat de turno tratando de convencer unas chicas para que me enviaran fotos ligeras de ropa, y de pronto escuché unos gemidos extraños que provenían del cuarto de Marly, al principio pensé que le sucedía algo malo, pero después de escuchar con atención lo entendí. Eran los ruidos inequívocos del sexo, del sexo telefónico en este caso. Imaginar a mi hermana tocándose con placer me dio asco, cerré el chat y abrí Youtube, puse música y busqué los auriculares bajo mi almohada.
El día siguiente de su relación sexual telefónica, mi hermana conoció a su admirador, lo invitó a cenar a nuestra humilde morada. Vivimos – creo que debo decir: yo vivo. – en un apartamento en un tercer piso, alquilados. Al morir nuestros padres nos dejaron una casa a medio pagar, el banco nos la quitó dos años después del accidente. Marly no podía reunir el dinero de la cuota, a pesar de la ayuda de nuestros abuelos, ellos eran la única familia que teníamos, papá era hijo único y el único hermano de mamá se fue a Estados Unidos, y al no poder hacer realidad el “sueño americano”, se dedicó a la fabricación y comercialización de drogas ilícitas, ahora está en la cárcel, y aun falta mucho para que le den la libertad condicional. Mis abuelos murieron hace dos años, con dos meses de diferencia, el anciano no soportó vivir solo.
A pesar de todo lo negativo en mi hermana, su baja autoestima, su poco valor para hacer una dieta o seguir un régimen que le diera algún tipo de resultado, también salían a flote sus cualidades positivas, me cuidó durante muchos años, aún a sabiendas de que mi condición tenía muy pocas posibilidades de mejorar. No le molestaba sacrificar sus necesidades con tal de comprarme algunos medicamentos, – creo que en el fondo Marly seguía siendo una niña, y creo que era muy inocente, tal vez por eso pasó lo que pasó – pero su mayor cualidad era su esperanza, siempre tenía esperanza de que podríamos recuperar la casa que nos dejaron nuestros padres, siempre estaba esperanzada en recibir la indemnización. Cuando estaba muy triste, entraba a mí cuarto llorando, me abrazaba y me decía:
– Oh Lucio, muy pronto nos largaremos de aquí – las lagrimas hacían más brillantes sus hermosos ojos verde claro, creo que en realidad era lo único hermoso que tenia Marly – vamos a recuperar la casa, vamos a encontrar una cura para ti, volverás a caminar, viviremos felices, ¡LO MERECÉMOS!
Yo lloraba con ella, por supuesto me emocionaba la idea de volver a caminar, de hacer todas las cosas que hacía antes, pero al final sólo fueron castillos en el aire, sueños que fue mejor nunca haber tenido. Los sueños se mueren cuando empiezas a confiar en algo que no eres tú, mi hermana confiaba en cosas ajenas a ella (la agencia de seguros por ejemplo), nunca en sus capacidades como persona, y vaya que las tenía.

Lo que más me sorprendió al conocer al novio de Marly, fue que en realidad era la persona que aparecía en su foto de Facebook, el tipo era bien parecido, el desgraciado era tan bien parecido que no necesitaba editar las fotos que subía a Facebook. Esto me hizo dudar de él, en mi letargo he leído las suficientes novelas de Agatha Christie como para sospechar de cualquier actitud extraña en una persona, en este caso lo extraño era que este tipo se hubiera fijado en Marly, la gorda Marly, la gorda y bajo-autoestimada Marly.
Por la expresión de su rostro al verme, supe que Marly no le había hablado de mí, no la culpo por eso. Traduje la expresión de su cara en una frase: “todo no podía ser tan fácil”. Y después una expresión de resignación.
– Hola – me dijo mientras estrechaba mi mano, el olor de su colonia era agradable, esta clase de tipos siempre usan aromas agradables. – Me da gusto conocerte – “mentira”, pensé -, tu hermana me ha hablado mucho de ti – “mentira” –, soy Fernando – ahora con el tiempo, sé que esto fue mentira también.
Antes de la cena, mi hermana había limpiado el apartamento de pies a cabeza, cambió el mantel de la mesa por uno más limpio y decorado, y puso dos velas blancas sobre él.
En la cena, Marly tomó la palabra y habló de más, como suele hacer la gente emocionada, la gente que no calcula las consecuencias de sus actos.
– Tengo tres cuentas en tres bancos diferentes – le dijo, entre muchas otras cosas – una para emergencias, en esa casi no hay nada, y otras dos donde ahorro para poder recuperar la casa que nos dejaron papá y mamá. – Fernando asentía con la cabeza – no es que haya muuucho dinero pero si ha significado un gran esfuerzo para mí ahorrarlo.
– Muñeca – dijo Fer – nunca me has contado lo que le sucedió a tus padres.
Marly contó toda la historia, todo el accidente aéreo, todos los percances y pormenores que sufrimos. Fer escuchaba con atención y asentía comprensivamente cuando era necesario, cuando Marly terminó, Fer habló:
– Mis padres también murieron en un accidente, yo tenía 9 años, era un chaval, es muy difícil relacionarte con las personas después de una tragedia como esa – se secó una lagrima que no estaba allí – te entiendo, te entiendo perfectamente, es difícil ver a tus amiguitos con sus padres, disfrutando, viviendo…
Fer tenía la cara de un “chaval” regañado, y mi hermana, cuando la miré, supe que estaba rendida a los pies de ese “chaval”. Esa historia era lo último que le faltaba para derretirla emocionalmente.
– Dime una cosa – le dijo Marly en medio de la cena – ¿Por qué escogiste Colombia para re-hacer tu vida?, en Europa hay países muy hermosos.
– Te diré una cosa muñeca, – al parecer ese era el apodo con el que se referiría siempre a Marly, en todo caso si mi hermana parecía una muñeca, sería a una Matrioska – no me va bien con otros idiomas – rió entre dientes y agregó: ­– además, no hay como las mujeres Colombianas ¿eh? – levantó una ceja en ademán sexy y ambos rieron.
– Además Europa está en crisis, – dijo al cabo de un momento – no hay a donde ir. Colombia está en vías de desarrollo, – sonrió – siempre se dice que los países del tercer mundo están en “vías de desarrollo”, pero eso es mentira, es un eufemismo. Colombia tiene un buen futuro – concluyó.
Al terminar la cena, “Fer” invitó a mi hermana al cine, el español apagó las velas con las yemas de los dedos y después salieron.
Pocos días después “Fer” se quedó en la casa por primera vez, después se quedaba día por medio, hasta que un día llegó con una maleta de viajes con sus pertenencias. Fer no tenía trabajo, según le contó a Marly, desde que llegara a la ciudad se estaba quedando con un tío abuelo lejano o algo así, Fer no tenía confianza con el tipo, así que se ofreció a “cuidarme”, y a cambio vivir en la casa mientras conseguía un buen trabajo. Marly no puso ningún reparo, a veces dicen que los hombres piensan con el pene, no diré que mi hermana pensaba con la vagina, pero sí creo que actuaba algo similar a cuando los hombres “piensan con el pene”.
La primera semana que Fer se quedó en casa, empecé a intuir lo que tramaba, lo imaginaba en mi cabeza, pero me parecía un plan tan maléfico que preferí no darle importancia, preferí tratar de aceptar la nueva realidad. Fer era un buen cocinero, cuando estuvo en casa siempre cocinaba y tenía la comida lista para cuando Marly llegaba, a mí no me dirigía la palabra, no lo culpé, ya estaba acostumbrado al rechazo.

Diez días después de vivir con nosotros, me di cuenta de que Marly le había dado a Fer la tarjeta de crédito, quise decirle algo a Marly, pero me contuve, era su vida, era su dinero, era su felicidad. Fer la hacía sentir mujer, la hacía sentir como nadie, o como nada, pues estoy seguro que Fer fue su primer – y único – hombre.
Una tarde no me callé lo que quería decir, vi a Fer espiando la cuenta de Facebook de Marly y sus cuentas en bancos, me dirigí a él con un papel que decía: “NO ME PARECE BIEN LO QUE HACES”. Al leerlo, Fer sonrió, hizo una bola con el papel y me lo tiró a la cara.
– Por mi te puedes ir a la mierda – dijo sin mirarme – no te metas en lo que no te importa. ¿Escuchaste verdad?, ¿puedes escuchar? – me miró. Yo asentí con la cabeza – muy bien, ocúpate de tus cosas o tendré que matarte como pienso hacer con la vieja Luisa.
Me había olvidado por completo de La señora luisa, días atrás había venido y le había expresado a Marly su inconformismo con Fer, le parecía un aprovechado, seguro Marly le había comentado eso a Fer y el planeaba callar para siempre a la anciana.
– ¿Me escuchaste tullido? – dijo Fer, yo reaccioné asustado y asentí de nuevo – si abres la boca… bueno, no puedes abrir la boca porque no puedes articular bien ni una palabra, si dices algo te mataré. O quizá te haga sufrir un tiempo… sufrir en silencio – mientras me decía esto, me miraba, con una mirada de odio, yo era todo lo que el temía ser, él, el bien parecido odiaba siquiera la idea de ser como yo. Al terminar de hablar, volvió la mirada hacia la pantalla, ignorándome.
Era increíble, Marly estaba loca de amor por este tipo, y este tipo estaba clínicamente loco.
No pude, sencillamente no logré acomodar palabras para expresarle a Marly la conversación entre su novio y yo, y de un momento a otro, la muerte encontró la dirección de nuestro hogar.
Una noche, como diez días después de mí “conversación” con Fer, nos visitó doña Luisa, fue la última vez que la vi, y estoy seguro de no volver a verla jamás. Nos contó que se iba para Venezuela, pues la única hija de su hermana Marta, había muerto en un accidente automovilístico. La chica en cuestión solo tenía 18 años, esto me hizo recordar mi propio accidente, y espero que me queden fuerzas para escribir aquí sobre ello.
A pesar de la tristeza reflejada en el rostro de doña Luisa, me alegré por ella, en el tiempo que estuviera fuera de la ciudad, yo convencería a Marly de deshacerse de Fer, y así alejarnos (a los tres) de todo peligro. La señora Luisa se fue el domingo 7 de abril, el lunes 8 Marly llegó al apartamento al mediodía, Fer no estaba, era poco común que Marly viniera a casa al mediodía, tenía que suceder algo inesperado para que ella lo hiciera. Esta vez vino por que tenía miedo, tenía sospechas sobre algo que yo estaba completamente seguro, pero me había rehusado a contar, ahora me arrepiento, me arrepiento con toda el alma.
– Lucio estoy preocupada – me dijo – y tengo miedo, creo que Fer ha averiguado las claves de mis tarjetas… de todas. Le di la tarjeta de crédito, pero creo que me ha robado dinero de las de ahorros.
– “LLAMA A LA POLICÍA” – Le escribí en una hoja en blanco de Word.
– No, Lucio, no tengo pruebas, solo sospechas, en realidad, me falta poco dinero – en su cara vi la esperanza, la esperanza de lo imposible, como un náufrago aferrado a un pequeño trozo de madera, que espera ser rescatado, pero en el fondo sabe que no tiene opción más que dejarse llevar por la corriente. –, pero no puedo dejar que él haga algo así.
– “HABLA CON ÉL” – Le escribí, en cuanto lo leyó, mi hermana iba a decir algo pero se detuvo pues la puerta principal sonó a su espalda. Fer había llegado.
– ¡Hola muñeca! – Saludó – ¿saliste temprano hoy?
Marly me miro preocupada, fue la última vez que me miró.
– Hola muñeco – saludó sin ganas, se levantó de mi cama y se dirigió a la sala – tenemos que hablar – le dijo a Fer.
– Dime muñeca – dijo él, tranquilo, como recitando un guión que hubiese practicado por mucho tiempo.
– ¿Has…? – Para Marly era algo difícil en verdad, un hombre nunca conocerá el corazón de una mujer en realidad – ¿has sacado dinero de mi cuenta de ahorros? – Marly lo miraba como si él fuese su perro que acaba de mearse en la alfombra, con rabia pero sin odio y principalmente con esperanza, esperanza de que aprendiera la lección.
– Muñeca, necesitaba algo de dinero – dijo Fer lentamente, casi disculpándose – sabes que no he conseguido trabajo y no quería pedirte, pues me daba mucha pena contigo…
Marly frunció el ceño, se puso seria, no recordaba que su expresión pudiese denotar semejante seriedad. Yo lo veía todo desde mi habitación.
– ¿Cómo conseguiste la contraseña?
En ese momento vi que Fer estaba perdido, su cuerpo hizo un leve movimiento, como si se agachara ante semejante pregunta, no tenía una respuesta para dar. Se encaminó a la nevera y tomó un poco de agua. Marly lo seguía con la mirada.
– ¿Cómo conseguiste las contraseñas? – repitió Marly mientras metía su mano derecha en su pantalón para sacar su teléfono celular. Fer la miró, rendido. Marly empezó a llorar.
– ¿Pué… puedes… ex… explicarme, por… favor? – dijo entre hipos.
– No… – dijo Fer serio, ahora se acercaba hacia ella – no puedo explicarlo – sonrió, fue la sonrisa más horrible que jamás veré
Se acercó a ella y sin mediar palabra le asestó un golpe en la quijada, Marly cayó, creo que semi-inconsciente y manchó las baldosas blancas con su sangre.
Yo de inmediato abrí mi perfil de Facebook y escribí apresuradamente: “AUXILIO LOCO EN CASA”, fue lo único que se me ocurrió, cuando le di “publicar”, tres líneas ondulantes aparecieron invitándome a que esperara, después una burbuja de texto me anunció que “el cable de red estaba desconectado”. El maldito había planeado todo, lo había planeado en el momento que se dirigió a la nevera.
– Tus días de internet se acabaron hijo de puta – me dijo Fer desde el umbral de mi habitación, después entró y rápidamente me golpeó en la cara y el cuerpo con sus fuertes puños casi tan grandes como mi cabeza.
En la cocina Marly empezaba a hacer ruidos guturales, Fer salió de mi cuarto y fue hacia ella, la golpeó y pateó, eso no lo vi, sólo lo escuché. Cuando regresó a mi cuarto, traía a una ensangrentada Marly del cabello, la lanzó al piso de mi cuarto y se arrodilló como si deseara amarrarse los cordones de sus botas, pero en vez de eso, sacó una pequeña navaja que llevaba pegada a su pantorrilla, después se posó sobre Marly, que aún estaba anestesiada por los golpes. Con la mano izquierda le tapó la boca y con la derecha clavó el cuchillo en su nuca. El sonido que produjo, fue horrible, yo cerré mis ojos y escuché el rugido gutural que provenía de mi hermana.
Fer sudaba pero no decía una palabra, era un profesional, estoy seguro.
No satisfecho con la anterior tortura, agarró el cabello de Marly y levantó su cabeza del suelo, después pasó el cuchillo por el cuello de Marly, el frío y duro metal afilado, contra la suave y delicada piel humana, se rompieron venas y tendones y el suelo se pinto de sangre, color sangre, el color más difícil de traducir en palabras.
Fer se levanto y por fin dijo algo:
– Ahora, te toca… – Permaneció un rato mirándome y de pronto abrió los ojos y sonrió como si se le acabara de ocurrir la mejor idea que jamás hubiera tenido – ¿es cierto que no puedes hablar? – Se acercó a mí con el cuchillo – ¡¿es cierto?! ¿O es solo un engaño para dar lastima? - yo asentí, sólo asentí, no quise escribir nada. Había escondido el portátil debajo de la sabana, para que él no lo viera, para que no lo destrozara.
Fer empezó a reír, con grandes carcajadas. Agarró mi silla de ruedas y la sacó de la habitación, miró rápidamente alrededor y asintió satisfecho, solo había dejado un cuerpo tirado en el piso y un medio hombre asustado en la cama. Nada más importaba.
– Disfruta a tu hermana – dijo mientras cerraba la puerta de mi habitación, pasó el cerrojo por fuera y colocó un candado, lo escuché reírse mientras lo hacía.


Eso pasó hace tres días, en cuanto Fer cerró las puertas me tiré de la cama y me arrastré hasta la puerta, la golpee con mis brazos, pero son muy débiles, nunca los ejercité después del accidente, así que empecé a golpearla con mi cabeza, cuando empezó a sangrar lo dejé.


Las fuerzas se me acaban, en esta habitación no hay agua y menos comida, solo yo y mi hermana muerta, y las moscas que se posan sobre ella y después sobre mí.
Escribo esto en mi computadora con mi último aliento, para que cuando nos encuentren sepan lo que pasó.

Fin.

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