viernes, 26 de abril de 2013

Kodoku.


Por Romina Hernández García.


Cayó al suelo cuando escuchó el grito agudo y lejano de una palabra en voz familiar, pero no pudo entenderlo, sus ojos se cerraron jalando a su alma en dirección a un lugar desconocido. Abrió los ojos y reconoció al instante su lugar favorito, su santuario, escondite y almacén de lo que provocaba que su padre se burlara de ella. La cocina, el lugar que amaba estaba ahí, chico y con olor a comida casera. La gran mesa de madera gruesa abarcaba casi todo el lugar, la luz estaba apagada pero el atardecer daba  suficiente luz para poder reconocer las siluetas de cada cosa.
- Me evitas demasiado- dijo una voz proveniente de ningún lado. Se parecía a la suya pero más fuerte, firme y segura.
Kodoku se quedó quieta cerca de la mesa, sus manos comenzaron a sudar mientras su corazón se aceleraba un poco más.
- No quieres hablar conmigo y ya no aguanto quedarme encerrada en tu mente, quiero que sepas que deseo salir y fundirme en ti para ser una sola. Pero antes quiero que las dejes salir para que seas tú misma, no puedes hablar conmigo si ellas están dentro de ti, permíteme...-  Kodoku sintió un roce cálido y firme en la espalda, como si alguien estuviera recorriendo su columna vertebral, quiso huir de ahí pero sus pies no le respondieron, comenzó a temblar. Pegó un brinco y gritó al sentir cómo el desconocido ser le hundía la mano dentro de su espalda pescando algo dentro lo jaló con fuerza sacándolo de su interior, la chica no había dejado de gritar cuando el ser repitió la acción. Kodoku cayó de rodillas al suelo, llorando.

-Listo,  ¿Por qué lloras? Sólo te quite a las que te hacían ser como no debías.
Calla, están bien. Mira, aquí están junto a ti-  Kodoku sintió que una mano se posaba en su hombro pero ella seguía mirando al suelo, sintiendo un dolor punzante en el alma, se sentía vacía.
            Después de gemir un poco se secó las lágrimas con torpeza y miró hacia donde el desconocido ser le indicó. La mirada de Kodoku se topó con los ojos ciegos de una chica idéntica a ella. El miedo, su antiguo amigo, no apareció en el preciso instante que se supone debió gritar, sólo se la quedó observando, eran físicamente iguales pero la tez de la chica era negra y tenía el cabellos oscuro, la chica que se frotaba los brazos y cubría con inquietud el rostro, además estaba desnuda. La miró con indiferencia sin entender nada, la voz le indicó que mirara a su izquierda. Otra chica igual a ella pero con piel de color azul y los mismos ojos ciegos de la otra se encontraba a su lado, ella se tapó el rostro con las manos, luego se hizo un ovillo en el suelo.
-A ellas las conoces muy bien ¿verdad? Son Pena y Miedo, las culpables que te convirtieron en mártir de tu propia vida.
-No entiendo, ¿Quién eres? ¿Qué quieres?
-Me llamo Confianza y te quiero a ti, no adelantemos las cosas porque  no puedo tomarte así como así. Tengo que tener tu consentimiento, sabes...
< ¿Por qué estoy aquí? ¿Esto es un sueño?> se preguntó Kodoku en la mente al tiempo que se giraba en el suelo para quedar frente al ser, no entendía nada y se sorprendió al ver que el ser también era como ella pero con tez blanca en extremo.
-¡Deja de pensar! ¡Tienes que hablar!-alzó la voz Confianza, después suspiró- Bien, este es mi objetivo, yo me meto dentro de ti y tú dejas que te domine, justo lo que hacías cuando ellas estaban dentro de ti- dijo Confianza señalando con desprecio a las chicas en el suelo, Kodoku estaba entre ellas.
-¿Por favor? ¿No entiendes? , ¿Acaso tengo que explicarte todo con detalle?- Confianza suspiró con repentina irritación.
-Es un sueño, tú no existes, me he desmayado otra vez porque ya no como bien. Sí, me desmayé.- susurró Kodoku para sí, después miró a Confianza implorándole con la mirada que la dejara en paz.
-Tus miradas no funcionan conmigo. Te explicaré, pues. Yo soy como ellas, somos hermanas, seres que alguna vez fueron independientes, cada quien por su lado vivíamos en un mundo que ya no existe. Hasta que llegó él y nos obligó a juntarnos en una sola cáscara, obligándonos a pelear entre nosotras para ganar el lugar que nos permitiría domar a la presa, vivir dentro y a través de ella...
-Entonces son como sentimientos, emociones, aptitudes, valores, algo... ¿Hay más?
-Cada miserable humano tiene a los suyos, todos fuimos formados a imagen y semejanza del que nos tocó dominar, como clones perfectos con una sola manera de ser. Por ejemplo yo, no le tengo miedo a nada y mi vida es fácil porque no titubeo al tomar cualquier decisión, puedo relacionarme con quien quiera porque sé que puedo hacerlo, en cambio tú ¿Qué has hecho?
Kudoku se sintió inútil y miserable pero reaccionó, ¿Quién se creía que era ella, su Confianza? , Bah ¿Esa maldita que la abandonó toda su vida? No, se negó a creer eso y actuó de verdad como siempre lo hacía en sus sueños.
-Tú no existes, lo que dices es absurdo y no te creo. No estoy aquí, esta no es mi casa, tú no estás aquí ni eres nada mío. Vete.-concluyó Kodoku agachando la cabeza. Pena y Miedo estiraron sus brazos para averiguar dónde estaba Kodoku, una vez que la hallaron comenzaron a abrir sus enormes bocas, ambas tenían filosos dientes que se prepararon para eliminarla.
-¡Atrás, malditas hermanas mías!-gritó Confianza pateando a cada una con fuerza, Kodoku se asustó y gateó con rapidez hasta debajo de la mesa.
 -Tú no eliges rechazarme, yo te elijo a ti como mi disfraz, eres un simple huésped, una caja, la crisálida permanente de mi existencia, mí única oportunidad de vivir. Y ahora que te sacado a mis hermanas ellas pelearán por ti conmigo y les ganaré. No ocupé en vano todo el tiempo que me mantuvieron encerrada. Y si no las mato o las regreso a tu interior, ellas te matarán a ti.
-Pero, ¿Por qué me matarían? Hemos estado juntas mucho tiempo, ¡no serían capaces! ¿Por qué estás tan obsesionada con poseerme? Yo no te quiero conmigo-dijo Kodoku debajo de la mesa.
-¿Dime por qué, entonces? Todo el tiempo que has sido como eras hasta ahora ellas te estaban controlando, yo en cambio te haré más fuerte, respetada, importante y necesaria para cuantos quieras. Ellas no reaccionan ni piensan como yo o como tú, el miedo y la pena son todo lo que las hace actuar, piénsalo, si no pueden tenerte y no se atreven a pelear por ti  ¿Qué las detendría para destruirte?
-Pero yo no quiero ser así, no sé cómo serlo, no puedo. ¡Déjame en paz y vuélveme a meter a Pena y Miedo!
-¡No lo voy a hacer hasta que me digas por qué no me quieres dentro!  ¿Qué no tienes nada que decir?-. Kodoku se sintió herida,  la ausencia de Pena y Miedo la obligó a defenderse.
- ¡Hey!, creo que sí tengo algo que decir... ¡Que me odio y no quiero cambiar!-Kodoku se aferró más a sus piernas y al ver el rostro irónico de Confianza un sentimiento desconocido para ella le hizo pensar en una mejor respuesta pero no se atrevió a decirla, una pequeña risa odiosa de Confianza le dio el impulso necesario para hablar, se había enojado.
- ¡Que me quiero morir!  ¡Deseo la muerte más que a cualquier cosa! , las personas no me importan, los animales me agradan pero no me corresponden, los sentimientos son estúpidos y confusos, la gente, la sociedad y todo lo que tenga que ver con la ayuda, cooperación y trabajo en equipo son absurdos para mí porque no entiendo nada de lo que ellos dicen, nada de lo que ellos hablan, nada de lo que todos sienten... ¡Odio cómo soy en todos los aspectos, odio la gente, los sentimientos! ¡Le tengo miedo a todo!... Si tuviera un poco de ti lo utilizaría para tener el valor de suicidarme...
- Ya, lo dijiste. Ahora dame la mano y sal del abismo de soledad que tú misma haz creado...- Kodoku se sintió como una niña otra vez, esperando órdenes que debía hacer. El recuerdo de su padre regañándola por haber hecho mal una orden la enfadó lo suficiente para sacar la fuerza para decir con poca seguridad.
- ¡NO!
- ¡¿NO?! , ¿Quieres quedarte sola y olvidada para siempre? ¿No quieres que alguien te recuerde, ame o admire? ¿Quieres estar toda tu vida sola?
Kodoku la miró un segundo, sus ojos brillaban de dolor. El rostro se le contrajo provocando arrugas bien definidas que dejaban ver su alma ofendida. Confianza esperó el contraataque pero la fuerza había abandonado a la chica. No dijo nada.
- ¡Ahhhh! , ¿Sabes qué?  Tengo pena de ti, me desilusionas, enfadas, desesperas, me pones triste y odio que quieras convertirme en alguien que no soy y jamás desearía ser... ¡En alguien como tú!
Una pequeña explosión de emociones y pensamientos se aglomeraron en la mente de Kodoku haciendo que se encogiera aun más enterrándose las uñas en su grasoso cuero cabelludo, las sienes le pulsaban tan fuerte que quiso gritar, pero se abstuvo de hacerlo porque jamás lo había hecho, ni siquiera en los días más depresivos, confusos y solitarios de su vida. Nunca congenió con el habla y no tenía intención de hacer excepción con el grito.
-Yo no te he persuadido de nada…Miedo,  por favor. Pena, ayúdame- susurró Kodoku cuando decidió volver a callar para siempre.
            De inmediato ambas chicas reptaron por debajo de la mesa hasta llegar a ella. Miedo le tapó los oídos con las manos temblorosas y Pena le tapó la boca con suavidad después de tantear la ubicación de esta en el rostro de Kodoku.
            -No puedes alejarte de mí con facilidad Kodoku, he estado ya muchos años encerrada en tu mente y ¡no pienso volver ahí!
            Confianza perdió toda su dignidad agachándose para exigirle cara a cara a Kodoku que la dejara entrar. Kodoku se aferró de nuevo a sus rodillas con pánico tarareando una típica canción infantil en su mente (No te oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado. No te oigo, soy de palo, tengo...) Confianza siguió gritándole que la dejara entrar pero Kodoku se había ensimismado por completo. Confianza perdió su paciencia y cordura en un instante, se puso de a cuatro patas para gatear hasta donde se hallaba Pena, Miedo y Kodoku.
            Kodoku sintió su presencia y abrió los ojos topándose con el rostro blanco y enfadado de Confianza,  que de inmediato la jaló del brazo con violencia
            -¡Déjame entrar!- gritaba Confianza enfurecida mientras la jalaba con fuerza.
Kodoku se resistió y les pidió ayuda a Pena y Miedo pero estas salieron miedosas de debajo de la mesa. Confianza gritó que no huyeran pero al ver que estas se disponían a salir de la casa Confianza estalló en grito desesperante y corrió tras ellas no sin antes golpear la cabeza de Kodoku contra la pared. Las atrapó sin problemas y regresó a la cocina para tomar un cuchillo, golpeó a ambas dejándolas en el suelo, cuidando que Kodoku pudiera mirarlas. Se arrodilló frente a Miedo y comenzó a apuñalarla, Kodoku comenzó a gritar sintiendo el mismo dolor de Miedo, Confianza siguió con Pena, los gritos aumentaron, la fuerza no cesó, Confianza estaba loca, maldijo a sus hermanas con cada puñalada que daba, sonreía con malicia, festejaba su dolor. Con los ojos muy abiertos y expresión de que no había terminado Confianza le enterró el cuchillo a Miedo en el rostro cuando hubo estado segura de que habían dejado de existir.
Confianza logró hacerle una profunda rajada a cada una en el pecho, metió su mano y hurgó dentro de sus pechos evitando las costillas. Sacó los corazones de las dos chicas cuidando de hacerle sentir a Kodoku todo el dolor posible, los grito y sonidos de las sillas moviéndose no cesaban debajo de la mesa. Con los corazones en ambas manos Confianza prendió la estufa embarrando de sangre y venas los bonotes del aparato, dos quemadores se prendieron y Confianza posó en cada uno un corazón, los músculos vitales comenzaron a cocerse con lentitud hasta que Confianza avivó las llamas. Kodoku no dejó de gritar ni convulsionarse debajo de la mesa hasta que los corazones se hubieron incinerado. Confianza levantó el cuchillo que había dejado enterrado en el rostro de Miedo y comenzó a jugar con el sopesando una idea confusa  que tenía en mente.

1 comentario:

  1. Ay, es maravilloso! esta distorsión de la mente me ha encantado!! si!!

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