martes, 15 de diciembre de 2020

El enterrador (Larcen)

 

Continuó echando tierra sobre la caja como si nada; a fin de cuentas, aquel había sido su oficio durante 40 años. Que su mujer fuera a quien enterraba en aquel momento no hacía aquello diferente, siempre era difícil ser el que separaba definitivamente a los difuntos del reino de los vivos. Una vez enterrados no se volvían a ver jamás.

—No puedes hacer eso —le recriminó el gerente del camposanto llegando por sorpresa.

—Es mi trabajo —se defendió el enterrador.

—No, Michael, ya no —. Lejos habían quedado ya los días en que le llamaba Mike mientras tomaban un vaso de bourbon al finalizar la jornada. Desde que años atrás se había se había jubilado–. Deja de tapar esa fosa, ahora ese trabajo le corresponde a Wilson.

—Yo soy el enterrador de este pueblo. Lo he sido durante 40 años y no voy a permitir que otro le de sepultura a mi mujer.

—Vaya, lo siento —dijo compungido—. No sabía que tu esposa había muerto. ¿Cuándo ha sido?

Michael miró su reloj y después dirigió la vista a la nada, pensando en silencio.

—Si no me equivoco en los cálculos… dentro de veinte minutos, cuando se le acabe el oxígeno.

Antes de que su antiguo jefe pudiese decir algo más, Michael le descargó la hoja de la pala contra el lateral de la cabeza. Una vez en el suelo repitió el golpeo varias veces.

—Maldito hijo de perra, por tu culpa ahora tendré que cavar otro hoyo.

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