miércoles, 2 de mayo de 2012

La mirada del sol


Por Sandra Geringer.


Me gusta mirar directo al sol, me resisto a parpadear y lo logro, por un ratito nada más. Soy minúscula para hacerle frente a tanto brillo, pero… cuando lo miro así, siento que le estoy robando un poquito de su luz y me la quedo para mí, para apreciar y ver las cosas de otra manera, tal vez, como las ve el sol, ¿por qué no?
Bajo la mirada y sigo caminando entre las hileras de trigo, veo como las plantas tiñen de verde la tierra y me maravillo con la naturaleza. Levanto mi cara al cielo, otra vez, buscando el sol como un girasol maduro. Siento ardor en los ojos, pero necesito ver un poco más.
Parpadeo, observo lo que me rodea y todo cambia de perspectiva, enfoque, color y forma… es como una gran gota dorada y translúcida, que le da un toque de vejez a las cosa, como ver fotos antiguas, ya amarillentas y con alguna mancha en una esquina que la hace defectuosa pero no por ello menos hermosa.
Lo intento otra vez, ahora aguanto un poco más. Miro mis manos, se ven enormes al principio, borrosas… hasta que, lentamente, las identifico tal cual son. Sin embargo, mmm...… no sé, me parece que noto algo distinto… Alzo la mano derecha ¿o es la izquierda?... Acá pasa algo extraño: ¡¡¡mis manos están al revés!!! No, no, no, no puede ser. Me estoy sugestionando y alarmando por nada. Pero…
Disimuladamente, como en contra de mi voluntad, miro mis pies… ¡también! Es como ver mi reflejo en un espejo.
Respiro hondo y trato de calmarme, sin lugar a dudas el sol me está haciendo mal, estoy alucinando, sola, en medio del campo.
Busco una sombra con desesperación, corro hacia la casa, ¡uff, qué lejos está! Llego con el corazón desbocado. Intento abrir la puerta y no encuentro el picaporte. Miro y siento frío en el cuerpo al notar que el picaporte ¡¡¡está del lado contario!!! No, no… no puede ser, siempre estuvo del otro lado… Como sea, ¡necesito entrar!
Siento cómo retumban los latidos de mi corazón en los oídos, estoy asustada y me siento ridícula a la vez… ¡¡¡si sólo miré el sol!!!
Coordino torpemente mano y picaporte, sin pensar ni en derecha ni izquierda, lo importante es entrar. Lo consigo. Con el cuerpo cierro la puerta y me apoyo en ella, necesito tocarla para saber que lo que pasa es real, porque empiezo a dudar de mí…
Una risa zonza, medio histérica me sorprende. La reprimo porque tengo que calmarme, con urgencia.
Quieta, muy quieta, contra la puerta, intento controlar mi respiración. Cierro los ojos, los mantengo apretados lo más fuerte que puedo, para que la oscuridad absoluta los invada. La siento, siento la negrura y me aflojo. Cuento hasta diez, no, mejor hasta veinte…
Un último suspiro y abro los ojos. Parpadeo. Observo con atención a mi alrededor… Todo se ve translúcido y brillante a la vez, es difícil de describir… hasta imposible, creo. Busco el ventanal, el sol por allí debe entrar con toda su intensidad, pero no… Soy yo, son mis ojos los que ven así…
Mi razón me dice que estoy desvariando, que estoy soñando, que tengo un golpe de calor y estoy alucinando…
Necesito sentarme, sé que las piernas en cualquier momento van a fallar. Quiero dar un paso, pero tengo miedo, los vellos de la nuca están erizados, como alarmados, tengo un nudo tremendo en el estómago y me cuesta tragar saliva. Me obligo a caminar pero no… no puedo, estoy muy alterada, no confío en lo que mis ojos ven. No es real…
Miro mis manos otra vez, irradian una luz muy intensa, no me hace daño, al contrario, me reconforta, me hace sentir plena…
Este nuevo sentimiento me da la seguridad que preciso. Doy el primer paso mientras rebusco en mi mente el plano de la casa, para no tropezar con nada.
Todo está al revés, como si un espejo fuera mi guía…
¡Claro!
Suelto el aire que contengo. En la casa del campo sólo hay un espejo: en el baño, sobre el lavado.
Ya no importan los muebles ni la ubicación de los picaportes, me urge llegar al baño: ¡¡¡¡necesito verme!!!!
Ante la puerta del baño, dudo. No sé que puede pasar. Pienso: ¿saco el espejo al sol?, ¿traigo el sol al espejo? Me río, estoy desvariando mal… Pero a estas alturas poco me importa.
Miro mis manos otra vez, emiten luz pero aún son útiles. Voy a sacar el espejo y que sea lo que Dios quiera.
Torpemente cumplo la tarea. Estoy temblando y al límite de la cordura.
Estamos afuera, el espejo cubierto por una toalla y yo.
Antes de que me falle el ánimo, lo descubro…
Busco mis ojos en él, me absorbo con la mirada tratando de captar todo… Siento el cuerpo vibrar por tanta tensión, la claridad que me rodea se libera, inunda el espacio y me envuelve, me hace cosquillas, se mete en mi piel, surge por mis poros…
En el espejo sólo veo luz, no… algo más. Veo, y es porque mis ojos están allí, mudos protagonistas de mi agonía.
El calor me abrasa pero no hay dolor. El iris de mis ojos refleja el fuego que soy ahora.
El espejo cae, ya nada lo sostiene, y se rompe. Cada fragmento me refleja. Mis ojos se multiplican por cientos. Una llama ocupa toda la cavidad ocular…
Los pensamientos se desordenan y ya no importan. Ahora sólo siento: la presión es insoportable, quiero estallar, necesito hacerlo… La opresión se intensifica, la claridad que me envuelve se hace más nítida…
La explosión ocurre, sin testigos, en el medio del campo… Me convierto en billones de puntos luminosos a la vez… por fin veo las cosas como las ve el sol…
Me diluyo en cada cosa que toco, siento la vida que late en ellas, y el poder que tengo sobre la naturaleza entera…
Ya no soy diminuta, ahora la luz soy yo.
El atardecer me reclama, no sé qué me espera el día de mañana… tal vez otra persona llegue, ilusa, para robar la magia del sol y la perpetúe, como lo hago yo, hoy.

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