miércoles, 6 de marzo de 2013

2124

Por Gean Rossi.



Año 2124.
…habitantes del mundo, antes que nada, esta será tal vez la última vez que me vean la cara, tal vez no vuelvan a ver a muchos de sus familiares y amigos. Tenemos unas fuertes noticias que decirles… No es fácil pero tengo que ser claro. El mundo como lo conocemos está acabado, no podrá aguantar mucho más y mucho menos con nosotros dentro.
—El fin ha llegado —le dijo a su esposa sin mirarle a la cara, tenía los ojos inmersos en lo que emitía la televisión.
Los presidentes de todos los países se hallaban reunidos en sus sillas flotantes en un gran salón en el fondo de la pantalla de la televisión tridimensional.
Ya no hay vuelta atrás, como habrán notado: la contaminación ha crecido tanto que poco a poco los pulmones de los humanos no aguantan más, las máscaras que se han creado en Rusia ya no sirven, no hay tecnología que pueda con la magnitud de la contaminación. Ya no hay remedio factible para la situación actual, por lo que se ha decidido por votación del gobierno acabar con la humanidad de una vez por todas. El futuro ya está aquí, estamos sobre él, ya no habrá más nada por delante. Esta noche a las diez y media el cielo se verá iluminado por la luz de las bombas nucleares que han sido esparcidas y puestas por todo el mundo de manera que no quede una persona. Esto no es algo que queramos hacer, pero se ha convertido en una situación que no podemos controlar. No puedo pedirles que mantengan la calma, pues es algo imposible luego de estas palabras, pero por lo menos tratemos de reflexionar un poco, de recordar los buenos momentos de nuestras vidas y tratar de reunirnos con nuestros familiares y amigos para pasar el último día de la humanidad. Un cordial saludo a todos y que Dios los bendiga.
—Pendejos del gobierno, sucia política, siempre haciendo lo que les da la gana —dijo el hombre obeso de setenta y ocho años sobre su silla flotante mientras con un chasquido de dedos, hacía que la pantalla de cincuenta pulgadas frente a él desapareciera—. Ya veía venir que estas personas iban a solucionarlo todo con sus remedios drásticos, no me sorprende para nada esto la verdad.
—Amor, ¿cómo puedes hablar así? —preguntó su esposa también obesa, de aproximadamente la misma edad, en su propia silla flotante—. Yo sinceramente no sé qué decir, estoy impactada…
—¿Impactada de qué? —preguntó su esposo mientras giraba con una palanca la silla para quedar en una posición en la que pudiera mirar a su esposa—. Esto es algo que se veía venir desde hace mucho tiempo, nunca se tomaron las medidas necesarias para controlar todas esas industrias, productos contaminantes y el exceso de basura. La Tierra no es tan grande y por supuesto tiene sus limitaciones. —Se detuvo un momento para tomar aire—. La sobrepoblación, el crecimiento de todo lo que conocemos hoy o creemos conocer, hizo que nuestro planeta colapsara. Progresábamos y progresábamos pero no nos dábamos cuenta de lo que íbamos creando. Un planeta en destrucción, todo fue como una montaña rusa, subíamos cada vez más pero no nos dimos cuenta que al final siempre estará la caída. Todo empezó con la tecnología, teléfonos celulares más inteligentes que nosotros, nos vimos dominados por estos aparaticos que nos encerraban en su pantalla y nos alejaban de la sociedad. La tecnología nos dio tantas facilidades a las personas, que prácticamente no teníamos que hacer nada. Y mira el resultado, una sociedad de obesos que no pueden ni pararse de un sillón flotante que los transporta a todos lados porque no logran cargar su propio peso y mantenerse en pie más de un minuto. Los ejercicios quedaron obsoletos; salir a jugar fútbol, voleibol, o simplemente a las escondidas, todo eso quedó en el pasado del cual no disfrutamos mientras los celulares nos devoraban las neuronas. Las reuniones entre amigos se convirtieron en chats a distancia, no era necesario hacer un esfuerzo por encontrarnos con las personas porque se podía mantener contacto con ellas a larga distancia. Y para completar todo, el crecimiento. El crecimiento poblacional, la falta de trabajo sustituido por maquinarias que lo hacen todo y en mayores cantidades. El exceso de industrias que vertían sus desechos en la superficie de la tierra. La muerte del ochenta por ciento de animales marinos y aves. Hizo falta alguien que se diera cuenta de a lo que íbamos a llegar, tal vez lo hubo quién sabe, pero por más que sea, los gobiernos, los sucios gobiernos controlaban todo a su manera. La obsesión por el dinero que originó tantos problemas e inconvenientes, separaciones entre países, estados y hasta familias enteras. Nadie se dio cuenta del camino en el que íbamos, el camino al que llegamos y después de tantas cosas y distracciones, llegó a su fin. El fin de la carretera, de la autopista, de la montaña rusa o de como se le pueda llamar. —Luego del largo monólogo, emitió un fuerte suspiro al darse cuenta que su esposa se había ido.
Se dirigió con su silla a la ventana de su casa y quedó un rato viendo el cielo marrón por la contaminación en el que no pasaba ni un destello del sol. Una lágrima cayó sobre su mejilla. Así pasó al menos veinte minutos cuando su esposa regresó de la habitación con un álbum de fotos en las manos:
—Por fin lo encontré —dijo ella para sí mientras se acercaba a su esposo.
—¿Qué intentas? —preguntó éste.
—Pues… es nuestro último día vida así que, decidí que quería pasarlo recordando todos los buenos momentos de nuestra vida, de nuestra juventud. Cuando vivíamos bien y no lo sabíamos.
Abrieron el álbum, tenía puras fotos del baile de graduación. Él portaba un elegante chaleco a rayas sobre una camisa blanca y ella relucía en un vestido verde como la grama por la mañana tras haber recibido la humedad del rocío. En esto se les fue todo el día, pasaban al menos treinta minutos con cada foto, unas eran posando, algunas él solo, otras ella sola y la mayoría, fotos de los dos juntos. Fueron novios desde la escuela y luego de más de cincuenta años seguían formando parte de un vínculo especial que los unía como pareja casada. Se hizo de noche, y seguían viendo las fotos del mismo álbum, nunca tuvieron hijos, no les gustaban los niños, y tampoco eran de muchos amigos, por lo que no se preocuparon por más nadie sino ellos dos. Por fin llegaron a la última foto. Era una de ellos dos bailando en el medio de la pista. Apenas la vieron brincaron —o al menos eso intentaron— de felicidad. Lo recordaban todo tan claro, los reflectores sobre ellos, los pies de ambos moviéndose al compás de la música, y al fondo su canción favorita, la favorita de los dos. Una canción lenta que los representaba, Auld Lang Syne se llamaba. Las lágrimas corrieron por sus mejillas temblorosas.
—Qué bonito recuerdo. —Las palabras de la mujer se entrecortaban por el llanto.
—Espera aquí —dijo su esposo mientras daba media vuelta y se dirigía al reproductor de música, pasó un minuto buscando entre las canciones hasta que la encontró.
—Me estás jo… —Una sonrisa nerviosa se asomó en la boca de la mujer mientras el reproductor empezaba a reproducir el sonido del piano de Auld Lang Syne.
—Vamos a recordar las cosas como lo eran antes. —El hombre de al menos ciento cuarenta kilos, haciendo sus más grandes esfuerzos se levantó del sillón flotante, titubeó por un momento pero logró recobrar el equilibrio y empezó a caminar con pequeños pasos hacia su esposa.
—Esto no puede estar pasando… —susurró la mujer con la cara empapada por las lágrimas.
Su esposo ahora frente a ella, estiró lo más que pudo el brazo:
—¿Me concede esta pieza bella dama?
—Cómo no. —La mujer se aferró a la mano de su marido mientras este hacía su mayor esfuerzo para levantarla de la silla.
Ahora, unidas sus manos uno frente al otro, comenzaron a bailar con el sonido de la música, pasos lentos pero elegantes.
—Juntos por siempre —le susurró al oído a su esposo.
—Para toda la eternidad —respondió al susurro de su mujer.
De pronto, una fuerte luz iluminó la habitación a través de la ventana, sabían perfectamente de lo que se trataba, ni siquiera se preocuparon en echarle una ojeada a la ventana. Estaban tan perdidos en sus miradas y sus pasos. Un fuerte estrépito retumbó en el apartamento pero esto llegó a sus oídos como un sonido sordo pues estaban sumidos en la música que seguía sonando.
Y juntos bailaron mientras la humanidad llegaba a su fin.



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