miércoles, 6 de junio de 2012

La leyenda de Agramón


Por Norma Villanueva y Cristian Barbaro.


                                                                                        I.

Hace unas pocas semanas Agramón, el demonio del miedo, decide que es hora de tomar el poder absoluto. Ha esperado milenios y milenios este momento, por fin es más poderoso que su amo. Sube a la tierra en busca del Libro de los Muertos, con los secretos ocultos de la Vida desde el principio de los tiempos. No le es difícil encontrarlo.
—Últimamente hay muchos “embajadores” del  jefe—piensa mientras posee el cuerpo de un sacerdote vudú.
—Dime tu nombre—dice un poco temeroso el sacerdote
—Soy Agramón, y deseo tu ayuda.
— ¿Qué deseas?, soy un simple sacerdote.
—No seas tan humilde, Clairvius. Tus antepasados han sido grandes servidores del Jefe. Quiero el libro de los muertos—dice el demonio sin rodeos.
Los poderes de Agramón han crecido y, aunque a la mayoría de los demonios  se les prohíbe utilizar por completo las funciones del raciocinio de la raza humana, él lo hace sin ninguna dificultad ni piedad. Con el cuerpo de Clairvius lee el libro, invoca a Samael, el demonio de destrucción y catástrofe, y realiza el primer sacrificio humano para desatar la peor de las maldiciones sobre la humanidad. La muerte pronto gobernará sobre la faz de la Tierra.
Samael tiene la tarea de proteger al ejército de los muertos, proveerles alimento y, sobretodo, encargarse de que su avance no sea detenido. Mientras tanto, Abigor revela unos cuantos secretos de guerra a Agramón, con los cuales su guerra no podrá ser detenida por medios humanos.

                                                                                        II.

En la calle hay una fuerte presencia de soldados y policías que tratan de mantener al margen la invasión de estos seres con la carne podrida, quienes desde hace dos meses están intentando acabar con la raza humana.
Nadie sabe con exactitud cómo aparecieron. Pero desde que comenzaron sus ataques fueron aumentando violentamente sus frecuencias y expandiéndose por todos lados. Cuerpos destrozados aparecían en distintos lugares del mundo. Al principio, estos ataques y muertos son ocultados discretamente por los medios de comunicación y, por ende, de la sociedad; pero llegó un punto en el que no se puede ignorar la verdad.
Al comienzo, los cuerpos son encontrados sin ojos ni lengua. Son encontrados a tempranas horas del día, la policía asume que son asesinados por la noche. Luego de una veintena de asesinatos la forma de atacar empieza a cambiar totalmente, e incluso de encontrar los cuerpos. A los ojos y a la lengua, les acompaña un enorme agujero en el pecho, y se descubren cuerpos tirados a plena luz del día. Al momento de realizar las autopsias, los cuerpos están tan descompuestos que sus vísceras parecen haber sido licuadas.  Extrañamente, los cuerpos desaparecen de la morgue antes de ser reconocidos por los familiares. Y mientras más cuerpos desaparecen más ataques se producen.

Madrid, Londres, Milán, París, Tokio, New York, son atacadas silenciosamente. Hasta que una tarde, de las cloacas y cementerios, empiezan a salir seres extraños. La piel podrida deja ver parte de los huesos. Tienen el inconfundible hoyo en el pecho, pero esta vez poseen ojos y lenguas. Caminan a paso lento, pero sin detenerse. Ropas rasgadas y un aura de fetidez los acompaña. No son torpes ni estúpidos. En una sola tarde logran reclutar a un cuarto de la población mundial. No hay compasión, mujeres, niños, ancianos, todos son parte de este nuevo ejército de muerte.

                                                                                    III.

— ¡Cállate estúpido! ¿No te has dado cuenta de lo que has hecho?— vocifera el Amo mientras azota a Agramón.
Mientras el demonio trata de cubrirse del látigo de fuego de su Amo, deja salir chillidos casi imperceptibles.
—No puedo creer que hayas llegado tan lejos y que no te hayas dado cuenta de la estupidez que hacías—  dice mientras le patea las costillas con fuerza.
— ¡Detente, por favor!— ruega Agramón entre gemidos.
—Has hecho justo todo lo que no debías, ahora tengo que pedir ayuda al de arriba— dice el Amo en un tono más calmado.
Le da la espalda a Agramón mientras camina sin ver un punto fijo en el muro. Entrecierra sus ojos con furia y, oyendo los alaridos de dolor de Agramón que está siendo quemado vivo, hace una mueca similar a una sonrisa.
Agramón había ido demasiado lejos.

                                                                                  IV.

—No hay nada que podamos hacer—dice el sacerdote en una entrevista televisiva.
Se ha tratado de todo, desde agua bendita, ritos antiguos, hasta sacrificios de toda índole. Muchas religiones han dejado atrás prejuicios y se han unido, pero sin éxito. Todo lo que hacen es fortalecer más a los muertos. Las iglesias son mermadas cada vez más. Un enorme ejército de zombis se apodera del mundo.
Las iglesias son incapaces de detener tal avance. Las Fuerzas Armadas no pueden hacer nada al respecto. La ciencia es incapaz de encontrar una cura. La raza humana está al borde de la desaparición total.
Alguien descubre que los cuerpos de los suicidas no son tomados por esta epidemia que da vida a los muertos. Las iglesias ofrecen una alternativa al descubrir éste hecho: deberían llevarse a cabo suicidios colectivos, y si Dios se apiada de esas almas será una historia aparte. Esto termina por desatar la histeria de las pocas personas que quedan vivas luego del sacrificio universal. Los cuerpos no pueden ser convertidos, pero sirven de alimento para los muertos caminantes.

El monitor queda parpadeante mientras un grupo de los últimos humanos que quedan vivos sobre la faz de la Tierra miran atónitos su futuro. No hay más opción para ellos que un suicidio colectivo.

                                                                               EPILOGO

Sin explicación alguna, el globo terráqueo se ha llenó de una brillante luz. Nadie sabe a ciencia cierta lo que sucedió. Pero desde ese día una especie mutada de nuevos humanos  nació. Nacieron  todos de un pequeño grupo de 10 sobrevivientes, después de que la luz cegadora destruyera a todos los zombis. Son casi parecidos a la primera raza, con una diferencia: son ciegos.

 Son ciegos para que ninguno de ellos pueda transmitir la imagen de cómo sus padres fueron exterminados, ni mucho menos la imagen de los demonios que la causaron.
Por que lo que no se ve, se olvida.

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