miércoles, 15 de agosto de 2012

Agorafobia


Por Carmen Gutiérrez.



     “Cada día me prometo que saldré a partirle la cara al hijo de puta, me juro que entraré en su maldita torre de cristal y le romperé los huesos, cada día. Despierto, me visto, como cualquier cosa y me paro frente a la puerta. Giro la perilla y empiezo a sudar. Mis piernas se tambalean y veo luces verdes a través de mis parpados fuertemente cerrados. Tiemblo y me derrumbo en sollozos de desesperación. ¿Qué voy a hacer? Nada. Otra vez nada. Como cada día.

     Este caso es el más importante de mi vida y no soy capaz de dejar estas cuatro paredes sin ventanas. Soy un cobarde, una escoria de la sociedad, un fantasma condenado a estar encerrado por su propia voluntad. Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, que uno no la obtiene hasta que está preparado y entonces pierde todo sentido. Pero no puedo. Estoy tan preparado como un elefante para aprender a volar. Y ahí voy de nuevo a escuchar las grabaciones, a tratar de vencer el encierro y buscar entre mis huevos la valentía para salir.”

22 de junio de … 20:00 hrs, Ciudad de México.

     —¡Maciel! ¡Maciel! —el grito de Lucas rebotó en las paredes mohosas y oscuras del túnel—¡Maciel, hay ratas!
El detective se volvió e iluminó con la linterna a su compañero en la cara.
     —Estamos en la alcantarilla ¿Qué esperabas, pajaritos? —preguntó torciendo los ojos— ¿Te asustaste? Se supone que el marica soy yo y tú eres el policia que me protejerá.
     —Cuando me pediste que te acompañara no dijiste nada de bajar al drenaje. —replicó Lucas con una mueca.
     Maciel se llevó la mano al auricular inalámbrico que llevaba todo el tiempo en la oreja y soltó una carcajada.
     —Dice Bosco que tú tampoco mencionaste que gritas como niña —siguió caminando sin dejar de reír—. ¡Muy buena, Bosco!
     —¿Cómo puedes estar todo el tiempo con ese aparatillo en la oreja? Estás loco, Maciel, y de remate. ¿Ese tipo escucha todo lo que haces?
     —Todo, Lucas. Bosco y yo estamos siempre conectados; soy sus ojos y oídos. Somos un ser simbiótico controlado por computadora —contestó reanudando el camino, imitando a un robot—. Bueno, está bien. Dice Bosco que no es cierto lo de la compu.
     —¿Por qué nunca me lo has presentado? —Lucas se colocó al lado de su compañero para no quedarse atrás de nuevo y encendió su linterna oficial de la policía— Estoy sospechando que ese tal Bosco es tu amigo imaginario.
     —Si fuera imaginario no me lo cogería tan seguido —negó con la cabeza y agregó— Está bien, ¡está bien! Retiro lo dicho. Nunca me lo he cogido. Bosco pide que eso quede bien claro. ¿Vas a seguir jodiendo o podemos continuar?
     Lucas siguió caminando en silencio, no estaba seguro si Maciel se refería a él o a su amigo cogido imaginario, pero continuó.

     —Creo que casi llegamos —dijo el detective al cabo de un momento—. Según Bosco, eso debe estar por aquí, así que abre bien esos ojos de toro loco que tienes y avísame si lo ves.
     —¿Ver qué? No sé ni que estamos buscando ni donde estamos.
     —El cadáver.
     —¿De qué tipo de cadáver estamos hablando?—preguntó Lucas escandalizado.
     —Del tipo de todos los cadáveres, imbécil. Muertos, sin vida, a veces sin carne, fríos, tiesos... de ese tipo.
     —Entendiste lo que quise decir. ¿Sabes que si encuentras un cadáver lo tengo que reportar?
     —Lo sé —contestó Maciel—. Para eso te traje.
     —¿Me vas a explicar de una chingada vez que carajos estamos haciendo aquí? —Lucas se detuvo y sacudió su chaqueta llena de barro—…o doy media vuelta y te reporto.
     —¡Oh no! ¡El poli malo quiere reportarme! —Maciel juntó las manos morenas en señal de rendición y le guiño un ojo— ¡Lléveme, señor policía! ¡He sido un niño malo!
     —Deja las pendejadas y comienza a hablar o me largo —amenazó Lucas conteniendo una sonrisa y sentándose en algo que parecía ser un escalón—. Estoy cansado, empapado y encabronado. Dame un cigarro, lo necesito aunque me explote la alcantarilla en la cara.
     —No podemos detenernos, Luquitas —Maciel hizo el ademán de apuntarlo con el dedo y se detuvo a mitad del movimiento—. Está bien, Bosco dice que te cuente.
     —Ese Bosco es el jefe, ya lo entendí —se llevó las manos a la boca en forma de bocina y gritó—. ¡Controla a tu bestia, compadre! 
     —No tienes que gritar, animal, te escucha aunque susurres y además puede verte. Este pendiente es tecnología de punta —replicó el moreno al señalar una micro cámara en su lóbulo y encendiendo un Camel— ¿Sabes quien es Esteban Larraín?
     —¿El millonario? ¿El dueño de Televisión Larraín? ¿El quemado?
     —No, pendejo. El aliado de Batman. —contestó elevando las manos— Claro que el millonario. Pues el loco ese me ha contrata… bueno, nos ha contratado para que probemos que él no es él. Así como lo oyes. Tiene la loca teoría de que fue utilizado para suplantar al heredero de los Larraín allá por los años cuarenta.

     Lucas lo miraba con los ojos muy abiertos y una sonrisa incrédula.

     —Sé que es una idiotez. Pero el hombre es millonario, como lo dijiste, y ha pagado por adelantado. Además me mostró una prueba que me hace pensar que tiene razón.
     —¿Cuál? —preguntó Lucas con el cigarrillo colgando de los labios y sin preocuparse más por su ropa y el barro.
     —El tipo se ve viejo, como de unos setenta años. Si no fuera porque tiene media cara chamuscada diría que menos, como unos cincuenta y tantos. Pero su identificación y su acta de nacimiento dicen que nació en mil novecientos dieciocho.
     —¡Sí, claro! Y yo me parezco a Blanca Nieves. Si eso fuera verdad el hombre estaría a punto de cumplir…
     —Cien años, ¿entiendes? Bosco trató de rastrear todos los documentos posibles y en efecto: Esteban Larraín cumplió noventa y seis años este noviembre.
     —¿Y si tiene pacto con el Diablo?
     —Claro, eso es más lógico. Bosco, ¿cómo es que no se nos ocurrió eso? —guardó silencio un momento y agregó— Pregunta Bosco que si eres así de estúpido o entrenas delante del espejo a diario. Si fuera un satánico, ¿por qué pagaría “nuestro retiro” por adelantado?
     —¡Ya! Lo entendí. ¿Cómo llegó a esa conclusión?
     —Según el loquillo ese, el verdadero Esteban Larraín fue asesinado por su madre cuando cumplió los veinte años y su padre lo encubrió todo diciendo que en uno de los viajes en avión que hacía a Estados Unidos desapareció. Según los registros, Larraín era piloto aficionado y su avión fue encontrado hecho mierda en la Sierra Madre, pero no había rastros de él o su acompañante. Esto fue noticia en mil novecientos cuarenta, para entonces Larraín llevaría dos años muerto y no hay registros suyos en ese lapso de tiempo. Para cuando el padre reportó el accidente, y las investigaciones fueron realizadas, nadie echó de menos su presencia porque era un tipo muy huraño. No tan raro como Bosco pero casi.
     —No me cuadra. Esta historia no me cuadra y se me entumió el trasero —Lucas comenzó a caminar cabizbajo—. Si se estrelló en un avión ¿cómo es que ahora esta ahí, sentadito en el trono de su imperio mediático?
     —Bosco encontró noticias en mil novecientos cuarenta y cinco en los diarios donde informan que Esteban Larraín fue encontrado en un rancho de la Sierra, donde unos campesinos lo habían cuidado y ayudado a recuperarse, con la cara desfigurada y la memoria en blanco, el joven Larraín pasó meses en terapias y tratamientos, curiosamente con el auge de las cirugías plásticas nunca se preocuparon por arreglarle la cara al pobre cabrón. Larraín dice que le dijeron que tenía casi veintisiete años, pero él recuerda que a los treinta años aún tenía problemas de adolecentes, cosa que sus padres achacaban a la pérdida de memoria.
     —¿Cómo sabe Larraín que su madre…?

     Maciel se toqueteó el tatuaje de estrella que llevaba en el brazo como cuando analizaba algo detenidamente.

     —Según él, sacó conclusiones. Mencionó algo de unos pasteles de cumpleaños y otras chingaderas —puso los ojos en blanco y suspiró—. Dice Bosco que la madre estaba loca y que cada cumpleaños le llevaba un pastel con veinte velas sin importar cuantos cumpliese,  siempre le pedía perdón y antes de suicidarse discutió con su padre, este le gritó que nunca volvería a encubrirla, que cada dos años hacía “lo mismo”, pero Larraín no sabe a que se refería con eso de los dos años. Bosco encontró registros médicos donde la señora tenía visitas por embarazo cada veinte meses o así. Bosco cree que se embarazaba y abortaba a propósito.
     —¡Gente loca! —replicó Lucas con un aspaviento.
     —Eso no es todo, sus familiares cercanos están muertos. No hay tíos, primos o parientes con quien hacer una comparación de ADN. Sólo su hijo y sus nietos están vivos pero…
     —Su ADN concuerda con el actual Larraín… —concluyó Lucas con la boca abierta.
     —Así es, pequeño saltamontes —Maciel se acomodó el pendiente que llevaba en la oreja derecha—. Bosco dice que es el caso más raro en el que hemos trabajado pero nos sacará de pobres. Encontramos registros de la policía de la Delegación Cuauhtémoc donde a Larraín padre lo detuvieron en mil novecientos sesenta en esta zona. Alguien lo vio saliendo de una alcantarilla y lo apresaron. El reporte de la policía, que nos enviaste, dice que al padre lo encontraron lleno de lodo y empapado y alegó que estaba ebrio. Lo soltaron sin hacer investigación alguna, pero Bosco cree que el señor estaba tratando de ocultar algo tan grande que no podía encargárselo a nadie más. He ahí la razón de que estemos aquí y no en un bar donde trataría otra vez de convencerte y llevarte a un motel.
     Lucas ignoró el comentario pero siguió alumbrando el camino para evitar las ratas y caer en algún agujero. Maciel parecía escuchar a Bosco, porque inclinaba la cabeza a la derecha y no decía nada pero caminaba con paso seguro.

     —Ahí está. ¡Hijo de la chingada! —exclamó Lucas apuntando a un recoveco con la linterna— ¡Son como diez!
     —¡Bosco, lo encontramos! —Maciel trataba de iluminar un poco más, regulando la intensidad de su propia lámpara— ¡No mames, Bosco, dime que estás grabando esto!

     Una pila de huesos y cráneos humanos muy pequeños se alzaba ante ellos. Había alrededor de ocho o nueve cuerpos de bebés envueltos en mantas finas pero desgarradas por el moho y la humedad y unos cuantos más desperdigados por el suelo.
     —¡Hijo de puta! ¡Hijo de puta! —repetía Lucas sin atinar a pedir refuerzos. Sólo alumbraba de aquí para allá tratando de identificar el mazacote de evidencia que tenía delante.

     Maciel se acercó al montón y empezó a apartar con cuidado los huesitos en sus propias mantitas.
     —¡No toques nada, Maciel! —ordenó Lucas— Esto es evidencia.
     —Lo sé —dijo este sin detenerse—, pero tienes que ver esto.

     Bajo los huesos de los bebés, el esqueleto de un hombre adulto, aún con sus ropas puestas y una soga alrededor del cuello, los miraba desde los huecos donde tuviera los ojos. Maciel le apartó la chaqueta de cuero y debajo de la camisa casi deshecha encontró una cadena de plata con un dije en forma de aeroplano, detrás se leía:

“E. Larraín, Asoc. Mex. D. Aviación

     —¡Puta madre! —gritó—¡Bosco, lo encontramos! ¡Es él! Grábalo todo, ¡todo!
     —Tengo que avisar, Maciel —Lucas ya estaba sacando la radio para comunicarse con el cuartel—. Detective  Lucas Saavedra a central, solicito refuerzos. Cambio.
     —No puedes reportar esto, Lucas —dijo Maciel a su espalda con un tono más frío de lo normal y apuntándolo con una Veretta—. Sólo te traje para evitar que la policía se entrometiese y que me sirvieras de pantalla.  Lo siento, compadre…
     Y disparó.

     “¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Cómo pudo convencerme de meterme en este embrollo? ¿Cómo pude confiar en Maciel? Nunca esperé eso. Aún lo recuerdo y me lleno de rabia e impotencia, el sonido del disparo ampliado por el eco en el túnel me despierta en las noches, la espalda me duele, la cabeza me da vueltas. Pero tendré mi venganza, lo sé”

23 de junio de … 1:35 hrs, Ciudad de México.
-Maciel gritando en el coche, tratando de conducir y explicar al mismo tiempo…adelanto.
-Maciel llegando al hotel Campestre en las afueras…adelanto.
-Esperando en la suite presidencial…adelanto.
-Entra Larraín en la habitación, solo y vestido con una elegante pijama de seda…pausa.

     “No quiero seguir viendo esto, pero sé que lo haré. Como cada día”

     —Eso fue rápido, señor Maciel—dijo Larraín sirviendo una copa de whiskey— debo confesar que cuando lo conocí, no creí que un chico tan joven, tatuado y con aretes por todos lados pudiera hacer el trabajo. Incluso sus lentes de contacto verdes me hicieron dudar. Sin contar con el hecho de que sea usted el detective gay más promiscuo que he conocido.
     —Me halaga, señor —respondió el chico alzando una ceja—, y eso que no le he mostrado los piercings que tengo en el culo. Hacen trabajo de retención.
     —No sea tan cínico, Maciel —el millonario se sentó frente a él y bebió un poco—. Hablemos de negocios.
     —A eso vine, pero usted insistió en coquetear conmigo y eso me distrajo, no se enoje. Usted empezó.
     —¿Qué fue lo que encontró? —preguntó Larraín lacónicamente. 
     —Le envié las fotografías por correo electrónico hace unos minutos. Sus sospechas son ser ciertas: Usted no es Esteban Larraín.
     —Me lo temía —volvió a beber— ¿Qué pasó con su amigo Lucas?
     —Cumplió su función. No dirá nada porque no puede. ¿Qué va ha hacer? ¿Renunciará a la fortuna de familia por ética? —preguntó el detective en una carcajada.
     —No haré nada de eso. Sólo son manías de anciano, quiero tener claras mis ideas y negocios ahora que tengo que pasar el mando de las empresas a mis familiares. Estoy rodeado de idiotas y no quiero dejar ni un cabo suelto en mi pasado. Tengo una reputación que cuidar, señor Maciel.
     —La reputación le costó la vida a muchos de sus falsos hermanos. Vea las fotografías y la información que le envié. Está todo ahí y de una manera clara y concisa —se levantó y estiró la espalda—. Me retiro, señor impostor. Estoy sucio, mojado y encabronado. Necesito un cigarro. —dijo riéndose de la ironía. Algo parecido había dicho Lucas unas horas antes.
     —¿Necesita más dinero, señor Maciel?—Larraín abrió la cajonera del escritorio y sacó un estuche para chequeras.
     —No. Necesito un cigarro.
     —Puedo ofrecerle uno.
    
     Maciel se acercó a tomarlo y en ese momento Larraín tomó un cortaplumas del estuche, se lo clavó al joven en la garganta y lo giró para romper la yugular.

     —No quiero cabos sueltos. Tengo una reputación que cuidar. —dice el impostor al final de la grabación.

     “No sabe que lo vi todo, ni que lo tengo grabado y lo revivo todos los días. Larraín no ha entregado sus empresas ni se ha hablado de él en las noticias. Sólo yo sé de la muerte de Maciel y la policía aún no ha hecho pública la desaparición de Lucas. El bastardo hijo de puta vive creyéndose a salvo de todo pecado cometido, pero lo sé todo y él ni siquiera sabe que existo. El miedo que tengo al exterior es la delgada línea roja que lo mantiene vivo. ¡Vamos, Bosco! Hazlo por el único amigo que has tenido en tu puta vida.”

La puerta se abrió lentamente invadiendo de luz el interior, se escuchó el chasquido de una automática al cargarse y después de años de estar encerrado, Bosco dio un paso al exterior. Luego dio media vuelta y volvió a encerrarse, sonriendo porque al menos hoy pudo abrir la puerta.




1 comentario:

  1. WOW!!! Me encanta!!! Buenísimo, Carmen =) Felicidades!!!

    Angie.

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