sábado, 4 de agosto de 2012

Cuentos para dormir: 1 -La pesadilla de Jessey


Por Eli.



Una pasada la media noche, la primera tormenta de Junio caía sobre aquel suburbio y sus alrededores, creando riachuelos en los costados de las aceras, que engordaban al avanzar la noche.
Lluvia abundante. Gotas grandes estrellándose con violencia en los tejados, en los autos.
En el rostro y la humanidad de solo una persona en kilómetros a la redonda.  Una figura de pie en la oscuridad de aquella calle, que atravesaba de forma horizontal la colina donde se encontraba construido aquel suburbio.
Parado frente a la última casa del lado oeste del suburbio. En aquel rostro pálido, verdoso, había una expresión de profunda atención. De ensimismamiento. Los ojos neblinosos bien abiertos, sin parpadear, observaban hacia una ventana en específico de aquella calle. El resto del rostro era una tumba. Inexpresiva.
La lluvia arreció. De su cuerpo pálido, necrófago, escurría el agua a chorros. Pero aquella figura no se movió durante dos horas. En aquel rostro extraño, de profundas sombras en los parpados y extraños surcos oscuros de viejas cicatrices, los dos ojos observaban como lunas fantasmales. Esperaba.
En algún punto de la madrugada, después de que la manecilla de los relojes moviéndose en el interior de las casas del suburbio, pasará las tres, la expresión en el rostro de aquella figura cambió. Los labios se estiraron hacia sus lados, exhibiendo sus delgadas heridas.
Sonreía con la malicia de un niño que está por cometer una fabulosa travesura. Los ojos como lunas parecieron llenarse, entintarse, o cobrar fuerza de alguna forma.
Caminó, con los zapatos deformados y llenos de agua hacia el jardín de aquella casa donde todas las luces habían sido apagadas.
Murmuraba sin dejar de sonreír, pero aquellas palabras veloces nadie podría oír. Sepultadas por el escándalo de la lluvia, y ningún oído despierto para poderlas atrapar.
Llegó a la puerta sobre la que se miraban diversos cerrojos dorados. Puso su mano sobre el picaporte, y a pesar de todo, la puerta se abrió.
La figura entró sin cautela, pero en silencio. Caminó entre las sombras parsimoniosas de aquella casa, con pleno conocimiento de a donde se dirigía. Aunque había dejado de murmurar, aún sonreía.
Llegó a las escaleras y comenzó a subir. Goteaba por todo su cuerpo.

Jessey Weston de siete años abrió los ojos, agitado y profundamente aterrado por la pesadilla que había tenido. Todavía recordaba la sensación de aquellas manos ásperas, manos muertas, sujetándolo por el antebrazo.
El miedo no se había quedado en las pesadillas y se temía que no solo eso hubiera saltado con él, fuera de sus sueños.
Tengo que encender la luz
Pensó desesperadamente, echando miradas rápidas hacia todas las partes de su habitación. Asegurándose que de momento la pesadilla  no estaba más. Atenazando las sabanas a la altura de su pecho.
La habitación, a esas horas, bajo aquella oscuridad, se le antojaba enorme, y el trecho hacia el apagador, demasiado extenso.
Fue entonces cuando la vio.
La puerta se encontraba abierta y afuera se miraba la profunda oscuridad. El pasillo y las múltiples puertas, y el paso abierto a absolutamente cualquier cosa que se encontrara allá.
El miedo lo picoteo y lo sofocó por unos segundos, pero decidió que quien sabe cuánto llevara aquella puerta así, pero si nada había sucedido todavía, no significaba que no fuera a suceder.
Afuera, en la calle, llovía con fuerza y su ventana retrocedía sobre su marco ante el golpeo de la tormenta.
“¡Ahora!”
Se dijo en su mente y saltó de la cama. Corrió desesperadamente, imaginándose en el camino lo que sucedería cuando por fin alcanzara la puerta. Lo que vería subir por las escaleras. Lo que vendría por él.
Llegó, tomó la puerta y la azotó con velocidad. Echó el pasador. El cuerpo le latía todo en miedo. Habría llorado si no sintiera la garganta tan cerrada, como si llevara un hueso grande ahí atorado. Habría llorado si hubiera sentido que podía.
Ni si quiera estaba seguro de que pudiera hablar si se lo proponía. Un ligero mareo le acometió entonces. Aún no estaba al cien por ciento espabilado.
Pero cuando lo hizo, cuando la adrenalina lo empujó fuera del pesado velo del sueño, lo empujo también hacia su memoria fresca. Estaba seguro de que había cerrado la puerta, porque siempre, sin importar nada, la cerraba.
Movió uno de sus pies desnudos y escucho un chapoteo. El suelo… estaba mojado. Levantó el pie y lo palpo. Era agua.
-¿Estás ahí? Jijiji…
Jessey levantó la mirada rápidamente.  El corazón había vuelto a bombear, a golpearse contra sus paredes interiores de forma tan súbita que le dolía.
Sintió un frio caer sobre su nuca y su espalda. Jessey Weston miraba hacia la cama.
-¿Estas-ahí?Jijiji…-Volvió a preguntar y reír aquella voz extraña y ronca. Asexual. Grave, ronca y a la vez parecía la voz de una mujer, o tal vez de un hombre que intenta sonar como una.
Lo que fuera, estaba envuelto en las sabanas, moviéndose. Y le hablaba a él.
El pequeño palpó desesperado hacia su espalda, intentando tocar el picaporte o el interruptor de luz. Pero no podía hallar ninguno de los dos, y sin embargo tampoco podía dejar de mirar aquella figura oscura envuelta en las sabanas que lo habían cobijado hacia solo un minuto y que ahora descendía de la cama. Riendo y murmurando.
-¿Dónde estás? Jijiji


La lluvia no amaino a la mañana siguiente. Fue la señora Weston que entró a la habitación para despertar a Jessey. Era sábado y no había que asistir a la escuela, sin embargo se perdería el desayuno y ella no estaba dispuesta a servir dos veces.
-¿Jessey? Jessey es tarde y si no te levantas ahora y bajas puedes olvidarte del desayuno.
Jessey no respondió ni se movió. Estaba completamente envuelto por las sabanas sobre la cama.
Algo olía bastante raro, a decir verdad.

Fin












2 comentarios:

  1. Muy, muy bueno, Eli.
    El suspenso que imprimiste al texto es excelente, y es imposible no sentir el miedo del niño. Ese "Jijiji" de la risa tenebrosa asusta...
    El final, también, de lo mejor.
    Me gustó mucho.
    ¡Saludos!

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    1. Eli:

      Muchisimas gracias por leerlo, y me agrada mucho que te gustara. Fue uno de los primeros intentos concretos de crear una historia que alguién pudiese leer de noche y realmente quedar con insomnio.

      Gracias por tu amable comentario, Juanito. Ya valió la pena haberlo escrito :).

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