La Marimorena letra
Ande, ande, ande La Marimorena
Ande, ande que es la Nochebuena *coro
En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna
la Virgen y San José, y el Niño que está en la cuna
*coro
Y si quieres comprar pan más blanco que la azucena
en el portal de Belén la Virgen es panadera
*coro
Un pastor comiendo sopas en el aire divisó
un ángel que le decía ha nacido el Redentor
*coro
De Oriente salen tres Reyes para adorar al Dios Niño
una estrella les guiaba para seguir el camino.
*coro
A esta puerta hemos llegado
cuatrocientos en cuadrilla
si quieres que nos sentemos
saca cuatrocientas sillas
*coro
Saca una para mi
y otra "pa" mi compañero
y los que vengan detrás
que se sienten en el suelo
*coro
En el portal de Belén
han entrado los ratones
y al bueno de San José
le han roido los calzones
*coro
En el Portal de Belén hay un hombre haciendo gachas
con la cuchara en la mano repartiendo a las muchachas
*coro
Una estrella se ha perdido y en el cielo no aparece,
se ha metido en el Portal y en Su rostro resplandece.
*coro
En el Portal de Belén hacen Luna los pastores
para calentar al niño que ha nacido entre las flores.
*coro
Por William E. Fleming.
Un boxeador
Un boxeador
John Piscoto aguanta los envites
de los puños de su contrincante, sin hacer caso de los gritos, insultos e
insinuaciones de alguna de las chicas del público. Cuando se sube al
cuadrilátero y empieza a danzar, el mundo desaparece. Sus ojos y todo su cuerpo
se concentra en la imagen a batir.
Pero esta vez no podía.
Se había convertido en el mejor luchador de los pesos pesados a base de esfuerzo, lucha y sacrificio. Había ascendido en ese mundo desde las cloacas –«el ángel» le apodaba la prensa–, por la rápida y meteórica carrera desde los barrios marginales. Lo suyo había sufrido, con golpes, palizas, intentos de ser impoluto ante las mafias… todo en el ring.Eso no quería decir que los moretones y las costillas rotas fueran diferentes.
Se había convertido en el mejor luchador de los pesos pesados a base de esfuerzo, lucha y sacrificio. Había ascendido en ese mundo desde las cloacas –«el ángel» le apodaba la prensa–, por la rápida y meteórica carrera desde los barrios marginales. Lo suyo había sufrido, con golpes, palizas, intentos de ser impoluto ante las mafias… todo en el ring.Eso no quería decir que los moretones y las costillas rotas fueran diferentes.
Allí se encontraba de nuevo,
siendo apaleado por un contrincante que ni tendría la mitad de fuerza que él en
el menique… «¿Por qué lo estoy haciendo? —se preguntó—.Puedo derribarlo de la
forma más fácil —pensaba mientras su cuerpo como un resorte se movía entre la
lona de forma automática—.Todo es por ella» En la mente su imagen surcó, como
los mismos uppercuts; entre los coletazos de los guantes negros del
contrincante. La sonrisa de una dulce chiquilla; una gentil y grata muchacha de
cabellos dorados y bucles perfectos. Todo esto es para que ella pueda ser
feliz…
—Ahí viene —movió sus labios muy
despacio, a cámara lenta—, ese es el golpe que me hará tumbarme. Tiene que ser
ese.
El guante negro se acerca a su
rostro, descoordinándose, baja la guardia para ser la diana perfecta. Baila con
sus guantes para que nadie sospeche. Golpe. Al suelo.
Una chiquilla
Elizabeth
Monroe no podía dejar de mirar desde la lejanía, los envites de un orondo negro,
sobre un amoratado y deformado rostro de su boxeador favorito. Con cada golpe,
ella sentía entre sus huesos cada estallido de ira para poder, desear, parar
toda la barbarie. Tenía la certeza que Johnny, su Johnny, podría, de un simple
golpe, tumbar a aquella mole. Hasta ella podría verlo. Era un simple muro: se
movía lento, descoordinado, era como un tanque –así le llamaban, «el tanque
negro»– teniendo un simple objetivo.
El negro se
movió, lanzó sus cañones.
—John no
podía hacerlo, no ahora. No lo deseo. No de esta manera —sus palabras se
mezclaron con las lágrimas y la escena del cuadrilátero se difuminó. Un
estruendo del público. Un insulto a su lado. Alguien caído en la lona.
Un mafioso
Jack
Tortuga mira el excelente espectáculo con un puro en la boca y los deseos de
que nunca termine. A pesar de conocer el final, siempre le encanta ver como
todo se desarrolla. Se siente como un dios comprobando sus tejemanejes. Un buen
marionetista se sigue asombrando cuando cree que todavía tienen vida propia sus
creaciones.
Algunos
juegos, movimientos disuasorios, un baile entre los contrincantes. Se iba
acercando el momento. Veía bailar a todos: El público exacerbado, los jueces
con el tiempo entre las manos, al tanque negro y Piscoto en un baile
interracial de golpes, ganchos, sangre y sudor…
Y ahí llega
el momento. La mole negra martilleaba con sus guantes el cuerpo, la cara, las
costillas de un desfasado John. Tortuga se levantaba de su asiento como las
crestas de las olas. Todo el mundo se alza pletórico. EL MOMENTO LLEGA, Jack
coge el puro de la boca y sonríe… Va a ser muy rico. Pero de pronto, algo ocurre;
el destino le ha jugado una mala pasada. Suenan risas del público. En la lona,
caído, el enorme cuerpo negro. Un iracundo Jack grita a un desconcertado John
que mira el cuerpo inconsciente.
El tanque negro
Toda su
vida se ha ganado el sustento con sus manos. Ya sea de matón a sueldo o
cargando cajas en los muelles. Nunca ha sido alguien que pensara demasiado, sino
un trabajador que hacía lo que se le ordenara, mientras, eso sí, se le pagara
bien. Por eso quizás aceptó este encargo. Un simple enfrentamiento de
boxeadores. Hasta que no le dijeron quién era el contrincante no se asombró.
John
Piscoto se había hecho famoso hace unos meses, estaba en plena efervescencia.
Tenía todo a su favor. Quizás por ello fue el objetivo de «la cossanostra». Al
tanque no le importa. Ni siquiera el saber que podría darle una enorme paliza.
Él no es que sea un digno púgil, eso tiene que reconocerlo. Puede enfrentarse
al más fuerte, pero no sabe hacer esos juegos que hacen los boxeadores. Por
ello siempre iba a por todas, gastando toda la energía. Como un tanque ve su
objetivo y no le importa otra cosa.
Le han
dicho: «Ese tipo no hará nada para tumbarte. Tiene órdenes para que a una señal
en un momento concreto, tú le tumbes y así poder cobrar toda la pasta. Le
tenemos cogido por las pelotas» se rió un tipo con un puro en la boca.
Sus golpes
son duros, fuertes, poderosos. Cuando le alcanza, el tanque siente verdadera
piedra chocar contra su anatomía. Juega con él durante varios asaltos, haciendo
que se canse, no sabe cómo iría todo; él mismo se da como objetivo el hacer la
pelea lo más limpia posible.
En el
rincón, cuando la gente sigue vitoreándole, obtuvo la orden «Habrá un simple canto,
un villancico y será el momento en que darás tú golpe.»
La escucha.
“Ande,
ande, ande La Marimorena
Ande, ande que es la Nochebuena”
Ande, ande que es la Nochebuena”
Una chiquilla grita con una
pandereta haciéndola sonar sobre su cabeza mientras sus pechos danzaban. La
gente la mira extrañada, su gorro de papa Noel se mueve al compás de su pecho.
Suena la campana y va al
encuentro. La gente ruge. Movimientos, danza, golpes… El tanque ve en los ojos
de su adversario que estaba preparado. Siente la misma sensación cuando a él le
dicen lo que tiene que hacer y solo acata órdenes.
Preparado y listo.
Justo en el momento de asestar el
falso gancho… OCURRE. El idiota baila de forma descoordinada y lo que parece
una falsedad se convierte en un golpe que trae la oscuridad para el idiota.
John Piscoto levanta los puños
con la expresión de tristeza en el rostro mientras la
joven de la pandereta sigue con su cantata:
“Una
estrella se ha perdido y en el cielo no aparece,
se ha metido en el Portal y en Su rostro resplandece.”
se ha metido en el Portal y en Su rostro resplandece.”
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