Por Karina Alejandra.
Después
de que su auto se había averiado inesperadamente, Jenny había caminado quizás
horas en círculos por los bosques en busca de la pequeña choza de su hermana
Abigail, ni siquiera tenía claro por que se había alejado de casa, pero si
tenía claro que ahora volvía para quedarse junto a sus padres y su hermana.
Sin
embargo una extraña sombra se cruzó por su camino, y entonces todo se torno
completamente negro. El olor del pelaje húmedo como un perro mojado inundó el
lugar, una manada de lobos yacía junto a ella gruñéndole y observándola como si
fuese algo comestible, tal vez lo era.
—
Lindos lobitos—Susurró, y más que para los lobos, lo había susurrado para si
misma. Estiró una mano hacia los lobos con un paquete de galletas de chocolate,
pero en cuánto los lobos la vieron acercarse, huyeron despavoridos con la cola
entre las patas.
El
rostro de Jenny se distorsionó en una expresión de alegría, ¿Que diría Abigail
cuando le contase aquella historia? La joven continuó su camino con las piernas
tambaleándose como dos trozos de gelatina.
Una
sensación de escalofríos se apoderó de ella cuando al fin divisó entre la
neblina la pequeña choza rodeada de gente que jamás antes había visto, y a
varios metros, apartados de la multitud,
sus padres hablando con Abigail.
En
cuánto vio el rostro de angustia de su madre, una expresión de horror que jamás
antes había visto, no dudó ni un segundo más en acercarse.
—
¡Al fin en casa!—Exclamó, ignorando a la multitud que la rodeaba, pero para su
sorpresa, ellos también la ignoraron. Su madre la observó y actuó como si no la
hubiese visto ni escuchado— Perdónenme—Dijo en voz baja, después de todo, sus
padres debían estar enojados, Jenny debía llegar el martes por la tarde y ya
era sábado.
Su
madre que continuaba ignorándola, entró a la choza seguida por su padre, y
Jenny no dudó en seguirlos junto a su hermana.
—
¡Abigail!—La joven también la ignoró.
Un
ataúd ocupaba ahora el lugar del comedor, acompañado por coronas de flores.
—
¡Qué clase de broma es ésta!—Gritó asustada, a la vez que se acercaba al ataúd
para entonces encontrarse con la peor sorpresa de todas, su cuerpo inerte sin
vida detrás del cristal.
— La pobre murió
atacada por una manada de lobos—Dijo una vieja detrás de ella limpiándose las
lágrimas.
Fin.
Muy buena historia de fantasmas. Atrapante.
ResponderEliminar¡Saludos!