Noche de Paz
Noche de paz,
noche
de amor!
Ha nacido el niño Dios
en un humilde portal de Belén
sueña un futuro de amor y de fe
viene a traernos la paz
viene a traernos la paz...
Desde el portal llega tu luz
y nos reúne en torno a ti
ante una mesa de limpio mantel
o en el pesebre María y José
en esta noche de paz
en esta noche de paz...
Por Evelia Garibay.
Camino por el pasillo, se que debo apurarme pues todos
están ya reunidos en el observatorio, siempre soy el último en terminar, no me
mal interpreten no soy lento, soy meticuloso, aunque si le preguntan a Mebahiah
les dirá que me entretengo demasiado en los detalles.
Lo cierto es que así soy yo y no puedo hacer nada para
cambiarlo, para muchos encender las estrellas cada noche es un trabajo
rutinario y aburrido, para mi es el trabajo más importante que existe, sin las
estrellas los marineros en altamar no tendrían modo de guiarse, los enamorados
no podrían refugiarse bajo su brillo para murmurarse palabras de amor, en fin,
mi nombre es Nithael y soy el ángel encargado de encender las estrellas cada
noche.
Esta noche es diferente a las anteriores, hoy es la noche
en que el hijo de nuestro padre va a nacer en la tierra, razón por la cual
pongo especial cuidado al encender las estrellas.
Entro en el observatorio, todos están nerviosos y
murmuran entre ellos en voz baja, parece que algo no va del todo bien, me
acerco a Mebahiah y miro hacia abajo.
—¿Qué sucede? —le
pregunto en voz baja.
—No llegan. —Me
responde y se inclina un poco más para ver el camino que conduce al pequeño
pesebre en el que puedo ver a José junto a su esposa María que descansa
acostada en la paja con el vientre hinchado destacándose sobre su cuerpo. Y
entonces lo entiendo, los tres reyes que vienen desde el lejano oriente no
están ahí, se pusieron en camino desde hace varias semanas, generalmente por
las noches observo sus avances, esta noche no los busque, estaba demasiado
ocupado encendiendo estrellas y pensando en el observatorio como para acordarme
de los reyes.
—Muy bien gente,
tenemos un problema —dice el jefe mirando alrededor—, están perdidos, al
parecer el adversario no les permite retomar el rumbo, necesitamos algo
poderoso que llame la atención de esos reyes atolondrados y los ponga de nuevo
en marcha ¿alguien tiene alguna idea?
Los murmullos se elevan
de nuevo en la sala pero nadie dice nada, aclaro mi garganta y levanto la mano.
—Una estrella.
—¿Qué dices Nithael?
Acércate y habla más fuerte muchacho.
—Una estrella Señor,
una estrella lo suficientemente brillante como para traspasar el velo que el
enemigo ha puesto en los ojos de los reyes.
—Esa seria una buena
idea —interrumpe Mebahiah—, si las estrellas no estuvieran fijas en el cielo.
El jefe esta
pensativo y nos mira a los dos.
—Mebahiah tiene
razón, pero Nithael también. Una estrella no puede ser porque
éstas están fijas en
el cielo, pero algo tan brillante como una estrella puede hacer el trabajo;
acércate Nithael.
Cuando estoy frente
a mi padre pone sus manos en mis hombros.
—Ve hijo e ilumina
el camino para ellos.
—Si señor —contesto
inclinando la cabeza— pero mi brillo no es tan fuerte como el de Miguel o el de
Gabriel.—Reconozco un poco avergonzado por ello.
—Esta noche
brillaras más que los dos juntos —me responde y agita todo mi cuerpo
zarandeándome hasta que veo estrellas imaginarias a mi alrededor, me doy cuenta
que comienzo a brillar, primero los hombros y de ahí se extiende a todo mi
cuerpo—. Ahora ve, y guíalos hasta su destino.
Salgo de la sala y
me lanzo al cielo, los localizo abajo en el desierto y me pongo sobre ellos,
cuando sus rostros se vuelven hacia mi me muevo lentamente en dirección al
pesebre y ¡me siguen! voy despacio por que no quiero perderlos, pero cuando veo
que llevan buena velocidad yo también acelero hasta que estoy justo sobre el
pesebre y ahí me detengo, el niño nace y los reyes llegan, lo adoran y le
presentan sus regalos.
Después de todo el
ajetreo por fin todo queda en paz. Yo sigo ahí, en primera fila en el
nacimiento del hijo de Dios brillando como una hoguera mientras todos los demás
observan de lejos, seguro que ahora Mebahiah reconoce el valor del brillo de
las estrellas.
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