Los Peces en el Río
Pero mira cómo beben los peces en el río
Pero mira cómo beben por ver al Dios nacido
Beben y beben y vuelven a beber
Los peces en el río por ver a Dios nacer.
La Virgen está lavando
Y tendiendo en el romero
Los pajaritos cantando
Y el romero floreciendo.
Pero mira cómo beben los peces en el río
Pero mira cómo beben por ver al Dios nacido
Beben y beben y vuelven a beber
Los peces en el río por ver a Dios Nacer.
La Virgen se está peinando
Entre cortina y cortina
Los cabellos son de oro
Y el peine de plata fina.
Pero mira cómo beben los peces en el río
Pero mira cómo beben por ver al Dios nacido
Beben y Beben y vuelven a Beber
Los peces en el río por ver a Dios nacer
Por Nati Lou.
María Belén nació en el año 2000. Era, hasta los sucesos que me motivan a escribir estas memorias, una nena hermosa y normal.
María Belén nació en el año 2000. Era, hasta los sucesos que me motivan a escribir estas memorias, una nena hermosa y normal.
Normal, por supuesto, dentro de lo que se podía esperar,
porque tengo que admitir que la conocí en circunstancias bastante
excepcionales, junto a José, mi marido, que aun tardaría dos años en partir.
Recuerdo que vestíamos de blanco, y que caminábamos de la mano por la orilla de
algún lago en Bariloche. Era el último día del año 2000, y, aun hoy, pienso que
el que María Belén estuviera allí no era casual. Nos esperaba a nosotros, la
familia sin hijos, durmiendo en una canastita de mimbre a orillas de ese lago.
Cuando la vimos, no hizo falta decir nada más. Cuando en el
hospital la restablecieron, y nos dijeron que había nacido el 25 de diciembre,
ya habíamos decidido adoptarla. Y pasar a ser una familia de tres.
Pero las decisiones poco se relacionan con el destino, que
termina manejando las cosas a su antojo. Fuimos una feliz familia de tres, pero
solo hasta la muerte de José. Después, pasamos a ser solo María y yo.
Aun hoy, nadie se explica bien lo que paso con mi esposo.
Él era un buen pescador, y aun mejor nadador, pero cuando la barca en la que
iba se dio vuelta… supongo que nadie podría haberse salvado.
Igual, acá lo importante es María. A pesar de ser tan
pequeña, sobreviví gracias a ella. Justo yo, que me había resignado a no tener
hijos propios, y que por lo tanto no me llevaba bien con los chicos, la
transforme en mi vida. Y le di todo lo que ella me pedía, que era,
sinceramente, muy poco.
Los peces por ejemplo: una gigantesca pecera, en su
habitación. Lo atribuí a una película de Disney que habíamos visto juntas. Pero
me di cuenta de que la dedicación de ella hacia sus peces, distaba mucho de ser
la normal. Ella era bastante responsable, desde muy pequeña, y supongo que lo
atribuí a eso. Por mi parte, los odiaba. Odiaba los peces, los mares, los ríos,
hasta odiaba el lago donde la encontramos. Todo me recordaba a José. Y, más
allá de mi fortaleza, lo extrañaba horrores.
Por eso, cuando María, hace dos semanas, en su cumpleaños
de 15, me pidió como regalo un viaje a Bariloche para las dos lo pensé
bastante. Pero accedí.
Cuando llegamos todo iba bien. Fuimos al lago donde la
encontramos y se sentó allí. Durante más de tres horas permaneció así, sin
prestar atención a su alrededor.
Al fin, me miro: “habría que liberar los peces” dijo.
Y así se hizo, aunque yo no alcanzaba a comprender sus
motivos.
Una vez liberados, me conto la verdad. Su verdad, la que me
motiva a escribir esto, antes de que los medios interpreten cualquier otra cosa.
— ¿vos
sabias eso de los mayas y el fin del mundo Má? Bueno, en realidad, no es tan
así. Algo va a pasar, el mundo va a cambiar, pero va a ser por mí.
— ¿Que
queres decir?
— Que
estoy embarazada.
— No
digas estupideces (aun me duele que esa haya sido mi primer reacción, pero
entiendan que nunca me había presentado un novio, y ahora me venía a contar que
estaba embarazada).
Ella comenzó a reírse. Y me hablo del Mesías, que
regresaría. Que ella había sido la elegida. Más bien, yo, había sido la elegida
para criarla.
Y que se llamaría José.
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