Noche de Paz
Noche de paz,
noche de amor!
en un humilde portal de Belén
· sueña un futuro de amor y de fe
viene
a traernos la paz
viene a traernos la paz...
y nos reúne en torno a ti
ante una mesa de limpio
mantel
o en el pesebre María y José
en esta noche de paz
en esta noche de paz...
Por Rebeca Bañuelos.
Me encuentro viendo de lejos a mi
madre, preparando las cosas para partir. Está callada, pero concentrada en lo
que le ocupa, llenando bolsas con alimentos, botellas con agua y demás objetos
que podamos necesitar en el camino.
Desde hace días que la veo así, como
emocionada pero preocupada al mismo tiempo y es que dice mi mamá que todo parto
puede llegar a complicarse, aunque al final siempre vale la pena, y es que cada
vez que me cuenta de cuando yo nací se le llenan los ojitos de lágrimas y de
emoción, pues dice que añoraba mi llegada y que aunque el dolor de las
contracciones son muy fuertes, cuando me escuchó relinchar por primera vez, los
dolores se le olvidaron y sintió alegría en el corazón al saber que yo nacía
con bien, después de meses de espera.
El tiempo es poco, murmura mi madre
mientras continúa empacando alfalfa, pasto, terrones de azúcar, manzanas rojas,
zanahorias y demás comida para nosotros y los que nos acompañan por la larga
travesía.
Es hora de partir, me grita mi mamá
apurándome, mientras tomo unos juguetes para el camino, tomo sólo mis
favoritos, que pienso entregar en ofrenda al pequeñito que iremos a ver, pienso
que siendo él y yo pequeños, tal vez compartamos el mismo gusto por lo
divertido.
Nos juntamos con los demás caballos de
nuestro grupo que se encuentran discutiendo el camino a tomar y el tiempo que
nos llevará llegar a nuestro destino: el nacimiento del niño Dios.
Caminamos juntos varios días,
siguiendo una estrella brillante en el cielo, la cual dicen los que saben del
grupo, que nos llevará directo al nacimiento.
El último día de camino mi madre ya
estaba preocupada, pues aunque sabía que al final todo iría bien, le daba
pendiente que el niño Dios tuviera todo lo que un bebé recién nacido necesita.
Cuando vamos llegando, me doy cuenta
de que se ve una luz deslumbrante que nace de un portal, y caigo en la cuenta
de que ahí es donde ha nacido el niño Dios, o Jesús, como dice mi madre que se
llama el bebito, es un lugar humilde pero sereno y cuando nos acercamos entre
la muchedumbre de humanos y animales, noto que se acomodan para formar una fila
para verlo. Impaciente hago el esfuerzo por ver más adelante, mientras escucho
a mi madre platicar con otros de distinta especie, diciendo los detalles del
nacimiento, el tiempo del parto y la felicidad que tuvieron los padres al
recibir y escuchar por primera vez a su hijo.
Es mi turno de acercarme a contemplarlo,
me siento curioso y quiero tener tiempo suficiente para observarlo
detenidamente y conservar en mi memoria detalles sobre su aspecto, olor y demás
características que pueda reconocerle, porque sé que es un ser especial y
superior a todos nosotros, y cuando finalmente me acerco a verlo, al final me
doy cuenta de que en verdad es un ser distinto, un ser que irradia paz, amor y
ternura.
Al verlo se nota la reacción de todos,
dan ganas de arrullarlo y verlo toda la noche, pues su gesto es tan relajado y
quieto, tiene un humor tan dulce que convierte la noche en una noche tranquila.
Yo, como buen potrillo, prefiero
esperar a que crezca un poco, para que pueda subirse sobre mi lomo y pueda
llevarlo tan lejos como él quiera, tan rápido como mis fuertes patas lo
permitan, y compartir con él mi calor y tiempo, mi vida entera.
Deberé esperar, pacientemente, a que
crezcamos los dos.
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