Basado en MONÓTONO de George Valencia
El
hombre de negro entró al bar,
se sentó a la barra y ordenó un vodka.
Nadie le
atendió.
Ser el último habitante de la Tierra era aburrido.
Miró la basta variedad
de licores en el estante del bar; los analizó uno a uno en busca de un buen
vino que lo mantuviera ocupado durante toda la noche. Llenó su pipa con el
tabaco más fino y se sirvió un vaso con el mejor whiskey que pudo encontrar.
Escribía sobre un viejo
pedazo de papel, el cual había encontrado en uno de los estantes. “El temor posee mi alma, cada parte de ella.
He perdido la cordura pero; llegada la hora, desfilaré impávido y victorioso
hacia el abismo”.
Ser la última persona
viviente lo había arrastrado a la demencia. Había estado solo durante tanto
tiempo que de no ser por el gusto que sentía por escribir, habría olvidado toda
palabra.
Revisaba su arma
mientras degustaba los mejores vinos. La “colt” que sostenía en su mano, se
había convertido en su salvador, ni siquiera el mismísimo “Jesús” podía
superarlo.
De
vez en vez prendía su pipa, disfrutaba cada bocanada como si fuera la última de
su larga y lacerante vida.
No dejaba de pensar en
su familia. Pensaba en el último día que vio a su hijo; de todas las personas
que había perdido, era él a quien más extrañaba. Cada vez que él venía a su
mente, su cuerpo aletargado no podía moverse. Su corazón irrefrenable y, sus
ojos amplios y profundos como el averno, lo hacían ver como un loco.
Pensaba en la hora de su
partida, imaginaba la inmensidad. No era algo que hubiera pensado de la noche a
la mañana, había cavilado durante mucho tiempo. “¿Te volveré a ver?”
Se acercaba la hora, la
aurora se presentaba sugerente.
Sentía un fuerte ardor
recorriendo su espina dorsal, había llegado el momento.
Tomó su revólver; bebió
el último trago de un sorbo, dejó el vaso sobre la barra y prendió su pipa
mientras se dirigía hacia la salida del bar.
El sol se exhibía ligero
e insólito. La noche había sido tan larga que parecía no recordar la apariencia
del astro diurno.
Se encontraba en un
momento de sutil rareza, el lugar tenía un aspecto grisáceo y la neblina
presagiaba el último haz de entereza.
Sentía una gran
debilidad estremeciendo todo su cuerpo, sus piernas hacían un desmesurado
esfuerzo por mantenerse erguidas.
Miró su revolver con un
apego desmedido, como un ser temeroso e indefenso busca el afecto y protección
de su madre.
“¿Te
volveré a ver?”.
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