Basado en PLENILUNIO de Diego Adrián Olguín Flores.
Tras la pelea sigo en la calle. Su mordida quema.
La luna llena lo ampara y me cambia. Oigo su aullido.
Me niego, pero al final yo iré a él.
Angie se
encontraba decidida con su disfraz de Princesa
Zombie, con la frente en alto y la canasta de calabaza rebotando sobre su
pierna. El camino hasta la casa del chico le pareció eterno. Espero tener suerte, pensó.
Ahí
estaba, solitaria y aterradora, la casa del chico se alzaba frente a ella. Toc Toc, sonó la puerta, Angie estaba
muy nerviosa, pasaron tres minutos y nadie salía, estaba a punto de darse por
vencida, dio media vuelta cuando la puerta ahora detrás de ella se abrió.
Allí
estaba el chico de sus sueños.
—¿Qué
quieres? —Preguntó el chico con tono de obstinación.
—Quería
saber si —Angie se quedó sin habla por un rato. —te gustaría ir a pedir dulces
conmigo.
—No.
Angie no
se sorprendió pues ya estaba acostumbrada a ser rechazada una y otra vez por el
mismo chico.
—¿Por qué
me tratas así? —De sus ojos brotaron unas lágrimas.
—Porque no
me interesas, no me interesa nadie.
Angie dio
media vuelta, con la cara bañada en lágrimas, cuando escuchó detrás de ella:
—¡Espera! —Dijo el chico. —Toma, cómetelo.
El chico
le tendió una barra de chocolate. La cara de Angie se iluminó como quien sale
de una cueva, la tomó con una mano temblorosa y la abrió inmediatamente, se la
devoró como si no hubiese comido nada en una semana. La niña cayó muerta en la
grama. El chocolate estaba envenenado. El chico llevó el cuerpo a la parte
trasera de la casa y la enterró en un agujero previamente excavado.
Entró a su
casa, aparentemente vacía y se sentó en el sofá. Empezó a sentir un zumbido en
su oído que se fue intensificando hasta que perdió el conocimiento y cayó. Al
despertar notó un extraño olor en el aire, él conocía perfectamente ese olor,
era sangre. En las paredes se leía escrito en sangre Voy por ti, el pánico se apoderó de él,
empezaba a perder el conocimiento otra vez, levantó la vista con las últimas
fuerzas que tenía y ahí estaba, sentada en el sofá, sonriente, la chica a la que
había rechazado una y otra vez. Te tengo
le susurró al oído y lo último que pudo ver el chico fue sangre, mucha sangre.
La policía
nunca encontró el cuerpo de Angie, pero sí el del chico, que se hallaba
descuartizado en el salón, tenía una nota en la mano, Dulce o truco, decía.
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