Basado en Vendetta de José Alonso Casas
Con la furia contenida, de un hachazo.
Castigó a quien le quitó lo más preciado,
si simplemente su papá no le hubiera escondido la bicicleta.
Aquel
frío día de Noviembre José entró como una exalación en su casa.
Era su cumpleaños. El niño que
apenas cumplia trece años corrrió en busca de su padre.
–Papá papá, ¿y mí
bicicleta papá?, hoy es mi cumpleaños.
El padre bajó las escaleras de
madera y se acerco a su hijo, inclinandose hacia él hasta tocarse las rodillas
con las manos, y le dijo:
–Lo siento muchísimo pequeño, pero me temo que este año no va a poder ser,
tendrás que esperar al año que viene.
José sintió un hormigueo que
recorria todo su cuerpo, pero reprimió las lágrimas que pugnaban por salir a
flote.
Su padre se fue a la cocina, y sentándose en una silla, le contó a su mujer lo
sucedido:
–Cariño, no puedes ni imaginar la cara que ha puesto José cuando le he dicho
que este año no le podemos regalar la bicicleta que le prometimos.
–Pablo no seas cruel y sube la
bicicleta del sótano. Solo cumple trece años, y estaba muy ilusionado con su
bicicleta. Anoche no podía ni dormir, tuve que hacerle una tila y todo.
–No te pongas así mujer. Voy arriba
a dormir un rato, después cuando vengan todos sus amigos a la fiesta me
despiertas ¿vale?, y mientras tú sacas la tarta, yo subo la bicicleta del
sótano, ¿de acuerdo?
–Bueno, vale, que descanses cielo.
Pablo le dió un beso a su mujer, y
después se dirigió hacia las escaleras que conducian al primer piso, donde se
encontraba su habitación.
Iba subiendo las escaleras pensando
en la cara que iba a poner José cuando viera la bicicleta, pero de pronto tuvo
que pararse en seco.
José estaba sentado en el penúltimo escalón.
–¿De verdad que no me vas a regalar
la bicicleta?
–¿Piensas que te estoy mintiendo?
Pablo rodeó a su hijo para subir el
último tramo de escalera, reprimiendo la risa con el antebrazo tapando su boca.
"¿Y encima te vas a reir de
mí?", pensó José con un destello de furia en los ojos.
Habían pasado dos horas cuando la
puerta de la habitación se abrío muy lentamente.
Pablo notó una leve brisa que le hizo incorporarse de la cama. En la puerta,
una silueta temblorosa se recortaba al trasluz.
–¿José?
La silueta atravesó la habitación en
un suspiro. El hacha que portaban las manos temblorosas descendierón con una
fuerza atroz.
–Ya no quiero mi bicileta.
muy bueno, solo pequeñas faltas casi inperceptibles, de todas maneras está bien escrtito y resulta (a pesa de lo breve) entretenido
ResponderEliminaruerte