lunes, 5 de noviembre de 2012

Inquilinos

Por Diego del Vinkus.

Basado en Templo de Axel S. Salas.
                            
                                                  Él y su hijo apenas parpadearon. 
                                                  La multitud de la iglesia se volvió a ellos.
                                                  El hombre que colgaba desnudo sobre el altar era vecino suyo.


Apenas llevaban un mes viviendo en su nuevo departamento y ya comenzaban a sentirse placenteramente cómodos y, por qué no, en su hogar. La renta era económica y el lugar era confortable para la convivencia de dos personas. Ramiro e Ismael eran padre e hijo, quienes tuvieron que dejaron todo atrás cuando un incendio accidental había acabado con el patrimonio que tanto esfuerzo les había costado. Sin embargo esa pérdida era mínima en comparación al hecho de haber perdido a Amanda, esposa y madre, como consecuencia del terrible accidente. Tras cobrar el seguro y realizar los penosos trámites correspondientes a la cremación de los restos de su mujer, Ramiro había decidido poner tierra de por medio entre su vida pasada y lo que le deparará el futuro, decidiendo llevarse a Ismael a otra ciudad a comenzar una nueva vida.
Además contaban con la amabilidad de 10 vecinos que ya tenían muchos años viviendo en los departamentos, y quienes todos los días se encargaban de llevar a la pequeña familia muestras de amabilidad en forma de pasteles, golosinas y platos fuertes ricos en grasas. Además vivía una pareja de recién casados, un poco pasados de peso, desde el punto de vista de Ismael, que se habían mudado dos semanas antes que Ramiro y su hijo. Con el tiempo Ramiro se dio cuenta que Ismael  había comenzado a subir de peso, y también él había tenido que recorrer el agujero de su cinturón pues ya era difícil cerrar sus pantalones.
Los González, la familia dueña del edificio, siempre se preocupaban por el bienestar de sus inquilinos, y todos los domingos organizaban comilonas en su hogar o en otros lugares de la ciudad para generar la convivencia de sus vecinos y establecer vínculos de amistad, aunque al principio, Ramiro e Ismael rara vez asistían, por el duelo que estaban viviendo.
Por fin, a los dos meses de haber llegado a vivir ahí, y tras mucha insistencia Ramiro decidió aceptar una de las invitaciones para asistir a un pequeño tour en un antiguo templo de la zona. Al llegar y abrir la puerta él y su hijo apenas parpadearon. La multitud de la iglesia se volvió a ellos. El hombre que colgaba desnudo sobre el altar era vecino suyo. Estaba inconsciente. La mujer estaba tumbada en el altar y había sido desmembrada.
- Ramiro, Ismael - dijo una voz sombría– Pronto será la cena.

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