Basado en QEPD de Perdón Camila
Deseó ver a su amada solo una vez más.
Sonó su
celular, era su voz. Le dijo: “Voy por ti”.
Minutos más tarde escuchó sus
rasguños en la puerta.
El sueño empezó a repetirse dos semanas
después del accidente. Parecía casi real, ella atendía el celular y la voz de
su novio le decía que en un rato estaría en su casa. Cortaba la comunicación
ansiosa y feliz esperando el reencuentro.
Más tarde sentía los rasguños en su puerta. Y
cuando la abría, veía la imagen de su novio, o mejor dicho, de lo que quedaba
de él. Un agujero del tamaño de una pelota de golf a la altura de su hombro
izquierdo hacía presumir que algún hierro del auto se le incrustó en el lugar.
El rostro que ella tantas veces había acariciado estaba hinchado y su nariz
casi había desaparecido por completo. Donde antes estaban sus fosas nasales,
ahora había un agujero enorme que se confundía con la boca, donde asomaban solo
los tres dientes que le habían quedado.
Al costado de su cara podía ver un colgajo de
piel con un diente suelto. El olor a putrefacción la mareaba. Luego él,
estiraba su mano con dos dedos amputados hacia ella y decía: “Por favor, mi amor, no me dejes…”
Entonces se despertaba gritando y se quedaba
inmóvil en la oscuridad hasta que se daba cuenta de que había soñado, aunque
todavía podía percibir el hedor de la muerte.
Imágenes fugaces venían a sus pensamientos de
aquel día en que chocaron en la ruta, cuando iban rumbo a sus vacaciones en el
mar: Paint it black sonando en el autoestéreo a todo volumen. La curva
demasiado cerrada. Un automóvil rojo sangre intentando adelantarse a un camión
que venía en sentido opuesto.
Podía recordar también que ella estaba sobre
la camilla de algún hospital cuando escuchó la voz de una mujer (quizás una
doctora o una enfermera), que decía: “El chico que la acompañaba está muy
grave. Ahora lo están operando.”
Luego todos sus recuerdos se desvanecían. Más
tarde llegaron los sueños, todos idénticos. Su celular, los golpes y la imagen
desfigurada de su novio.
La última noche algo cambió. No sonó su
teléfono pero sí escuchó los golpes, esta vez eran reales.
Quiso gritar, pero su garganta estaba seca. Intentó
salir corriendo, pero se quedó paralizada.
Cuando él pudo hacer saltar la cerradura, ella
lo vio. El rostro tan amado, se veía bellísimo a la luz de la luna que
iluminaba el cementerio. Él le habló al cuerpo mutilado de la joven: “No me
dejes, amor…”
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