sábado, 17 de noviembre de 2012

Algo nuevo, algo viejo...



Por Nati Lou.



¡Algo azul y algo prestado! Grito Vicki, ya al borde del colapso.
Yo la mire. Ahí estaba Vicki, preciosa en su vestido violeta, con esa larga melena enrulada aun despeinada, pero en proceso de resultar el más hermoso tocado de novia, lo que hubiera estado bien, en efecto, si no fuera porque ella era dama de honor.
Una de las tres damas de honor. Pau, vestida de plateado, me miro. Por una parte, no sé que hubiera dado por compartir el entusiasmo de Vicki (el cinismo de Pau le pertenecía solo a ella) pero, sinceramente no podía. Mire poco convencida mi vestido naranja (Niní, vos vas de naranja había dicho Vicki, la autoproclamada Wedding planner (si, ahora les dicen así) de la fiesta) no importaba que odiara el color naranja, que el negro también fuera un color que comenzaba con la letra de mi nombre (si, un pobre argumento, pero tenia que intentar defenderme) porque una de las 4 se casaba, y Vicki estaba ahí, para hacernos la vida imposible hasta el dia del mágico evento. Más específicamente, el 15 de noviembre. Para más datos, hoy.
¿Donde se metió Ro? -  Pregunto Vicki.
-          Si yo me fuera a casar con alguien como Juan, tampoco vendría. – esta era Pau, el optimismo hecho mujer.
-          La voy a buscar – me ofrecí
-          Decile que se apure ¡que se le va el novio! -
-          ¿Y donde se va a ir ese pelotudo? Gracias que encontró a alguien como Rosa.
Camine por la enorme casa en silencio, lejos de Victoria y Paula. Lejos de todo lo que implicaba ese dia, más cerca de nosotras cuatro, de las “amigas para siempre” desde la secundaria. Sabia exactamente donde estaba Rosa. No por nada ella era mi mejor amiga. No por nada yo era la única hermana de Nicolás.
La encontré abajo del pino, por supuesto. Iba de jean y camisa. Sonreí pensando en el grito de Victoria al verla aun sin el vestido puesto.
-          Nena, esta bien que Vicki haya estado imbancable últimamente, pero me parece que matarla de un paro cardiaco no es necesario.
-          Hola Niní. Decile que ya voy, que estoy pensando, tengo mis derechos como novia a pensar ¿no?
-          Si, y obligaciones: ponerte el vestido, sonreír, saludar y bancarte a Vi. A las damas de honor nos tiene un poco hartas.
-          ¿Pau como esta?
-          Te odia profundamente. Y yo también. ¿puede haber algo más ridículo que un vestido naranja?
-          Si, que tú amiga decida que como te llamas Rosa, tu vestido va a ser rosa.
-          Yo que vos no le hubiera dejado tomar el mando de todo esto.
-          No tuve opción. Y Juan esta contento, esto parece de cuento de hadas.
-          Veni que tenemos que hacer una especie de ceremonia creo.
-          ¿Otra mas?
-          Yo no elegí casarme, es mas todos estos preparativos me curaron de espanto. Me voy a casar solo después de Victoria.
-          Si, casarse primera es jodido.
Me agarro por el brazo y fuimos hasta su habitación. Sorprendentemente, aun no debía tener el vestido puesto. Faltaba la última ceremonia:
-          Algo nuevo amor, el vestido que diseñe. – Victoria lo saco del armario y se lo tendió
-          Algo viejo, tu cadenita. – Paula se esforzó por sonreír.
-          Algo azul, el prendedor. – la abrace.
-          Algo prestado. Las pulseras de las 4.
Y todo iba a salir bien. La novia tenía el vestido, lo azul, lo nuevo, lo prestado, lo viejo. La novia también tenía alguien que la amaba. Y tres amigas que estarían ahí siempre. Y a mí, la mejor amiga, que estaba aun menos convencida que ella.
-          ¿Che no les parece que se esta nublando?
-          Y… creo que en una boda en noviembre debería llover.
-          Si creo que en el video llovió los putos 10 minutos.
-          No, llovió al final, en la fiesta.
-          ¿En que video?
-          En uno de los Guns Vi, y ahora que lo pienso, si yo organizara esto, vos estarías de traje, pelo suelto y sombrero. Tendrías mas onda a Slash entregando el anillo.
-          Pau la piba del video se muere.
-          Y esta boluda se va a casar con Juan.  Con esas alternativas, yo ni lo pienso.
Le dirigí a Pau la mirada más cortante que pude, mientras intentaba atarme la espalda de ese bendito vestido. Vicki vino a ayudarme. Paula había encontrado un álbum de fotos nuestras, y, al menos, estaba callada.
-          Chicas ¿Cómo estoy?
Todas la miramos. Ahí estaba Rosa, lista para dar el si, y ser felicitada por todos, lista para la perfecta e idílica vida de Rosa Martínez de Beltran. Y para dejar atrás el resto.
-          Niní, estoy muy nerviosa.
-          Creo que es normal nena, estas hermosa.
-          Si quieren Vi y yo nos vamos.
-          ¿Harían eso?
-          Privilegios de ser la mejor amiga. Tener a solas con ella el último momento de soltería.
-          ¿Eso de que revista lo sacaste? Porque hasta ahora es lo único que tiene sentido.
Las chicas se fueron y me quede peinándola, aunque no hiciera falta. Solo para no mirarla. Si la miraba, todo se volvería mas complicado. Porque entre nosotras no había secretos. No, y nunca los hubo. Creo que eso es lo único que me queda de ella, saber que, hasta el último momento, procuramos ser sinceras entre nosotras.
-          ¿Tu hermano viene?
-          Si, sabes como es Agustina, no se perdería por nada tu casamiento.
-          ¿Que le vio a ella?
-          Las tetas.
-          ¿Aparte?
Habíamos tenido esa conversación demasiadas veces, tantas que ya había perdido el sentido. Las cosas eran así y listo. Mi hermano estaba felizmente casado, y Ro tendría que hacer lo mismo. Era algo llamado superación.
-          Me quiero morir nena, yo no quiero esto.
-          No, no queres esto, pero es lo que te mereces, es lo mejor para vos.
-          No, Paula tiene razón, Juan es un idiota.
-          Nicolás es un idiota, Juan es una buena persona.
-          Tu hermano también.
-          Si, pero a veces lo disimula bastante.
Ella sonrió. Era, lejos, la más hermosa de las 4, y me gusta recordarla así, sonriendo de verdad. El otro dia lo hable con Victoria. Ella todavía esta en shock, pero me dijo que, en el altar, que a ella le gusta recordarla así. Con Paula no hable. No quiere hablar de eso. Creo que se siente culpable. Por eso quiero hablar con ella. Pero es, lejos, la más testaruda de las 4. De las 3. De nosotras, que ya no se cuantas somos. Que ya no se ni que somos. Vicki nos unía, Paula era la mas practica, yo la mas  estudiosa (cosa útil en mi secundario, de no haber sido por mi, ni en pedo egresábamos las 4 juntas) y Rosa era la mas irreverente. La que nunca aceptaba las cosas como eran. La que al plantearnos lo implanteable, nos hacia mas fuertes.
Ojala lo hubiera recordado a tiempo. Eso de que era incapaz de aceptar la vida que tenía. Dudo que, con la decisión tomada alguien pudiera haber hecho algo. Pero podría haber dicho algo. Algo que recordar. Algo de ella que me quedara. Que me acompañara. Que me hiciera sentir que aun esta conmigo. Pero no importa la oscuridad,  aún puedo encontrar un camino, por que nada dura para siempre, hasta la fría lluvia de noviembre.

sábado, 10 de noviembre de 2012

PARTO

Por Mauricio Vargas.

 Basado en Zombaby de Raúl Omar García.

                      El feto, declarado muerto hacía unos minutos,
                      se revolvió en la placenta y devoró a su
                      madre por dentro hasta surgir por el vientre rasgado.



El demonio surgió de la oscuridad y dejó ver sus ojos flameantes. Luego, otro demonio más pequeño vino corriendo hacia ella, le agarró por los pies y trepó por su entrepierna para introducirse por su vagina. El demonio rió y ella sintió el dolor en su vientre…
…y luego despertó gritando en la oscuridad. De nuevo su vientre le estaba doliendo. Puso su mano temiendo sentir los extraños movimientos como las veces anteriores, pero no sintió nada. Sin embargo, eso no la tranquilizó. Las horribles imágenes que embargaban sus sueños y la zozobra con la que despertaba cada noche estaban a punto de enloquecerla.
Sus sueños habían dejado de ser un lugar seguro desde que la violación en el callejón. Esa noche solitaria en la zona roja, el hombre se acercó a ella y la invitó a un trago, pero antes de llegar al establecimiento el hombre la empujó hacia el callejón y  la penetró violentamente. Ella quiso librarse, pero el sujeto la sometió, eyaculó y la dejó tirada en el callejón, gimiendo y llorando de dolor. Desde ese momento se había recluido en su casa. Decidió abortar cuando supo que estaba embarazada, pero a los tres días descubrió que su vagina estaba sellada. Trató de introducir un dedo adentro, pero no pudo; los labios estaban pegados. Ahora, una semana después del incidente, su vientre había crecido insólitamente. Cuando iba al baño, la orina alcanzaba a filtrarse, pero cuando intentó despegarse los labios fue inútil.
Mañana iría al médico, buscaría a alguien que la hiciera abortar, no sabía. Sin embargo, su preocupación inmediata era que, nuevamente, estaba desfalleciendo ante el sueño.

Cuando despertó en medio de la madrugada, no fue a causa de ningún sueño, pero encontró alrededor de su cama a cinco hombres observándola. En el centro había una criatura enorme de ojos centelleantes que sonreía. Ella trató de gritar, de salir corriendo, de despertar, pero algo le impedía moverse y emitir sonido. Escuchó las plegarias de los hombres a su alrededor y volvió a sentir el olor a azufre. Su vientre se empezó a  estremecer y el dolor la invadió. Vio cómo una pequeña garra rompía la piel del estómago, vio salir el brazo lleno de sangre y luego la cabeza con cuernos. La criatura emitió un agudo chillido. Luego, antes de morir desangrada, vio cómo el padre de ojos llameantes recibía a  la criatura en sus brazos.


Feliz cumpleaños

Por Antonio Tomé Salas.

Basado en Vendetta de José Alonso Casas

                                                       Con la furia contenida, de un hachazo. 

                                                       Castigó a quien le quitó lo más preciado, 
                                                       si simplemente su papá no le hubiera escondido la bicicleta.



Aquel frío día de Noviembre José entró como una exalación en su casa.

Era su cumpleaños. El niño que apenas cumplia trece años corrrió en busca de su padre.
–Papá papá, ¿y mí bicicleta papá?, hoy es mi cumpleaños.
El padre bajó las escaleras de madera y se acerco a su hijo, inclinandose hacia él hasta tocarse las rodillas con las manos, y le dijo:
–Lo siento muchísimo pequeño, pero me temo que este año no va a poder ser, tendrás que esperar al año que viene.

José sintió un hormigueo que recorria todo su cuerpo, pero reprimió las lágrimas que pugnaban por salir a flote.  
Su padre se fue a la cocina, y sentándose en una silla, le contó a su mujer lo sucedido:
–Cariño, no puedes ni imaginar la cara que ha puesto José cuando le he dicho que este año no le podemos regalar la bicicleta que le prometimos.

–Pablo no seas cruel y sube la bicicleta del sótano. Solo cumple trece años, y estaba muy ilusionado con su bicicleta. Anoche no podía ni dormir, tuve que hacerle una tila y todo.
–No te pongas así mujer. Voy arriba a dormir un rato, después cuando vengan todos sus amigos a la fiesta me despiertas ¿vale?, y mientras tú sacas la tarta, yo subo la bicicleta del sótano, ¿de acuerdo?
–Bueno, vale, que descanses cielo.
Pablo le dió un beso a su mujer, y después se dirigió hacia las escaleras que conducian al primer piso, donde se encontraba su habitación.
Iba subiendo las escaleras pensando en la cara que iba a poner José cuando viera la bicicleta, pero de pronto tuvo que pararse en seco.
José estaba sentado en el penúltimo escalón.

–¿De verdad que no me vas a regalar la bicicleta?
–¿Piensas que te estoy mintiendo?

Pablo rodeó a su hijo para subir el último tramo de escalera, reprimiendo la risa con el antebrazo tapando su boca.
"¿Y encima te vas a reir de mí?", pensó José con un destello de furia en los ojos.
Habían pasado dos horas cuando la puerta de la habitación se abrío muy lentamente.
Pablo notó una leve brisa que le hizo incorporarse de la cama. En la puerta, una silueta temblorosa se recortaba al trasluz.

–¿José?
La silueta atravesó la habitación en un suspiro. El hacha que portaban las manos temblorosas descendierón con una fuerza atroz.
–Ya no quiero mi bicileta.

Dualidad.

Por Carmen Gutiérrez.

Basado en Ritual de Pepe Martinez

                                                            Tomó la daga entre sus manos y con pulso firme lo cortó.
                                                            —¡Este es mi destino y mi maldición! —dijo
                                                            con una monstruosa sonrisa en el rostro.


El camino había sido largo y frío. Pasó años escondido en la pobreza y miseria, pero ahora estaba listo.

Frente a la casa dudaba en acercarse. Temía presentarse ante Jeshua, pues sólo uno sobreviviría aunque estaban viejos, cansados y fastidiados.  ¡Si Dios pudiera verlos ahora! ¡Renegados! ¡Rebeldes! El terrible dolor de cabeza le provocó arcadas. Una luz se encendió, vio la silueta de su amigo asomándose por la ventana y perdió el conocimiento. 

Cuando despertó, Jeshua le humedecía los labios con vino caliente y la chimenea templaba sus piernas.

—Creí que nunca me encontrarías, Damián.
—Sabes que no puedes huir.
—Tú tampoco, amigo mío.
—No. Pero te he buscado y tú te escondes de mí.

Jeshua se alejó  y avivó el fuego en el hogar.

—Tienes que hacerlo, es necesario. Naciste para ello—dijo su invitado a sus espaldas.
—Damián, no eres el indicado para darme sermones. También quieres evitarlo. 
—Debes salvar a la humanidad, Jeshua. Lo sabes.
—No quiero sacrificarme por ellos, no de nuevo. Dejé todo eso atrás y es injusto que vengas a pedírmelo; estoy retirado y viejo, sólo déjame en paz.
—Si no lo haces, —dijo Damián mordiéndose los labios— todo comenzará otra vez.
—No has hecho tu parte, aún no es el momento…
—¿Y vienes con tecnicismos? Sabes lo que pasará, conoces el resultado. ¡Mírame! Soy un monstruo. ¡Toca mi frente y lo entenderás! Antes de encontrarte, una familia me abrió sus puertas, me alimentaron, me cuidaron y los maté… sin pestañear. Esto va a empeorar… te lo suplico… —Damián rompió en sollozos desgarradores— ¡Soy un peligro, un demonio, debes hacer el ritual!

Jeshua asintió y sonrió tristemente. Damián se levantó y salió a la noche helada. La luna reflejada en la nieve le cegó. Se despojó de sus ropas y contuvo otro quejido antes de tumbarse.

La transformación era más visible. Su piel se confundía con la blancura y absorbía la luz. La oscuridad se extendía rápidamente cuando estaba cerca de Jeshua.

“Es hora” pensó Damián.
      —Es hora —murmuró Jeshua.

Silenciosamente rezó pidiendo perdón. Expuso el cuello de Damián, quien comenzaba a retorcerse y temblar, tomó la daga entre sus manos y con pulso firme lo cortó.
—¡Este es mi destino y mi maldición! —dijo con una sonrisa perturbadora en el rostro.   

Mientras Damián agonizaba en la nieve, Jeshua lanzó la daga contra el cielo.
—¡Reniego de ser tu hijo! —gritó a Dios, desesperado. 




Liberación

Por Evelia Garibay.

Basado en Pesadilla de Carmen Gutiérrez.


                                                            Al despertar, mis manos aún apretaban su cuello 
                                                            y siguieron hasta que su corazón se detuvo. 
                                                            Esta noche ningún monstruo volverá a molestarme.


Para Laura la noche en el club había empezado como cualquier otra, los tragos, sus amigas, el baile y el ligue, tres hombres sentados en la barra  no les quitaban los ojos de encima, pero al final de la noche a la única que se llevaron fue a ella. Sus amigas le advertieron que se quedara pero la emoción y el querer probar algo nuevo fue lo que la convenció.
Una hora después estaba a bordo de una camioneta con los tres hombres, ella iba en el asiento trasero en los brazos de él, no le importaba su nombre, solo lo que le hacía sentir, las manos masculinas recorrieron su cuerpo sin dejar ni un centímetro sin explorar, cuando las toscas manos se detuvieron sobre sus senos y pellizcaron los pezones Laura se estremeció y suspiró de placer nunca la habían tomado de forma tan brusca, la mezcla de temor y placer eran muy excitantes.
El ambiente cambió en cuanto la puerta de la casa a donde llegaron estuvo cerrada tras ellos, él la empujó por los hombros haciendola caer y uno de los otros hombres la tomó por el cabello y la arrastró hasta una habitación donde le arrancaron la ropa entre los tres, Laura intentó gritar pero le pusieron una mordaza y los movimientos desesperados de su cuerpo lo único que lograron fue agotarla rapidamente, cuando la fuerza la abandono, el agarre de los hombres se hizo menos fuerte pero aún así no consiguió moverse, las manos masculinas recorrieron su cuerpo pellizcando y apretando sin consideración, esto ya no era para el placer de ella sino solamente para ellos. Los tres la violaron, la golpearon y mordieron todo lo que quisieron, en algun momento de la noche uno de ellos trajo un cinturón de cuero y la golpeó hasta hacerla sangrar, Laura dejó de intentar gritar porque su garganta se sentía desgarrada pero las lágrimas no dejaron de fluir en toda la noche. Al final la dejaron sola con uno de ellos, él siguió usandola y golpeandola hasta que exhausto se quedó dormido junto a ella.
No la habían atado.
Sin hacer ruido Laura tomó el cinturón que el hombre había dejado a su lado lo enroscó en su cuello y comenzó a apretar y siguió apretando hasta que su corazón se detuvo, esta noche ningún monstruo volvería a molestarla de los otros dos ya se ocuparía mañana.

REVANCHA

Por George Valencia.

Basado en Venganza de Paris Legaz

                                                               Los sesos esparcidos en el suelo le hicieron cagarse. 
                                                               Olor a humo y sangre. Su última visión, 
                                                               un hombre llorando antes de jalar del gatillo.



Había experimentado un temor supersticioso por lo que pudiera acontecer después, pero jamás imaginó lo que ocurrió.
Lo primero fue la increíble cantidad de sesos desparramados que se esparcieron como un caldo blanquecino. Luego vino la sangre, una mancha roja bajo el cuerpo desplomado. Y por último el olor a pólvora, que inundó las fosas nasales de César en una vaharada tan penetrante que le lagrimearon los ojos.
Paradójicamente, esto último fue lo que más le impresionó. Había previsto la desagradable carnicería, pero nunca antes había disparado un arma, y no contaba con el pestilente hedor que sucedió al disparo. De hecho, pensaba estar muy lejos a esa altura, pero las cosas habían tomado un giro imprevisto.


Ella había sido la culpable. Ella se lo había buscado.
César trató de evitarlo, pero se hallaba ante una situación que había llegado a su límite. Uno muy jodido.
A veces la vida es un maldito callejón sin salida.
La amaba, y mucho, y le había dado todo, pero al final ella había decidido que lo mejor era la separación. Una separación definitiva, de raíz. Encima tenía el cinismo de decir que era por su bien. Sí, cómo no, pensaría más tarde cuando se enteró de que llevaba un par de meses saliendo con alguien. Un estúpido con muchos músculos y poco cerebro.
Cómo le había dolido eso, por Dios. Nunca pensó que sufriría tanto. Pero ahora ella tendría lo que se había buscado. Sí, señor.


Así que compró el arma, y aprendió algunas bases para su uso observando un video en internet. Nada complicado. La madre de César solía decir que su hijo aprendía rápido, aunque a falta de tiempo y de un lugar para practicar, solo cuando llegara el momento decisivo sabría qué tan efectivo había sido su aprendizaje.
Se moría por ver la cara aterrada que pondría ella.
Se dirigió a la habitación que solían compartir juntos, abrió la puerta, entró y disparó.
Sesos desparramados, sangre por doquier… Una escena desagradable, sí. Y ni hablar del olor a pólvora.
Pero lo peor era que su temor se había materializado.
Sabía que nunca iría al cielo, pero ver su propio cuerpo tirado en el piso segundos después de haber disparado le hizo tomar consciencia de que tampoco iría al infierno.
Un alma en pena, errante.
Lo que tanto temía…
…Aunque al menos podría verle la cara a ella después de todo…

Iré por ti

Por José Luis "Pepe" Martinez.

Basado en QEPD de Perdón Camila

                                                                             Deseó ver a su amada solo una vez más. 
                                                                            Sonó su celular, era su voz. Le dijo: “Voy por ti”. 
                                                                            Minutos más tarde escuchó sus rasguños en la puerta.



Scrash… scrash… scrash.



Sonó su celular, era su voz.

—Prometiste que estaríamos juntos para siempre, ahora veo que todo fue un error —le dijo la chica sollozando—. No debió pasar, se que eres inteligente y me podrás olvidar —los rasguños en la puerta fueron su despedida.
—Voy por ti —contestó el hombre, era demasiado tarde.

Agradeció a las nubes de tormenta que cubrieron la luna llena. La oscuridad fue su aliada. Se paró frente a la tumba y dejó caer la punta de la pala que rompió la tierra. En ese mismo instante un relámpago pinto el cielo, la llovizna comenzó a caer, tenía que darse prisa. El deseo de ver a su amada una vez más bien merecía cubrirse de barro y podredumbre. Los tres metros de arcilla que lo separaban del cajón fueron superados sin dificultades, con manos temblorosas acarició la tapa del ataúd, dentro descansaban los restos de su amor.

—¡Puedo escucharla bajo tierra! —gritó temblando.
—Tranquilo, ya hemos hablado de esto, no hay nada. Son alucinaciones.
—¡La defraude! ¡Llegue tarde! Si hubiera…
—Toma tus medicamentos.
—No necesito más medicinas.
—Te relajaran —contestó su colega.
—Solo hay una forma en que se vayan esos malditos sonidos —sentenció.

Descendió del coche tiritando, el lodo escurrió por las perneras de sus elegantes pantalones blancos, caminó con poca elegancia hacía el maletero y lo abrió. En su interior tenia los restos y en su laboratorio los objetos faltantes para consumar su obra. Con total respeto colocó el cuerpo sobre la fría plancha de acero y comenzó a cortar delicadamente con el escalpelo. No había sangre; la funeraria había hecho un buen trabajo en la mortaja.

—Pronto nos reuniremos nuevamente —dijo al cadáver de su novia.

La tormenta eléctrica arreció entrada la madrugada, cada relámpago iluminaba la sala de operaciones dejando ver la tétrica escena. Él sabía que lo perdería todo, su brillante carrera de cirujano se esfumaría cuándo vieran el resultado de este trabajo. Pero no le importaba, cada puntada que era dolorosa pero ya no podía parar. 


A la mañana siguiente las enfermeras lo encontraron agonizante, delirando con una sonrisa maniática en el rostro, en su nuevo rostro.


—¡He cumplido mi promesa! —vociferó ante la concurrida sala—. ¡Ahora se irán!, ¡tienen que irse! Ahora estamos unidos y nada, ni nadie podrá separarnos.

Scrash…scrash... scrash.

Escuchó cuando se cerró la puerta del coche patrulla que se lo llevó.





jueves, 8 de noviembre de 2012

“Alucinaciones”

Por Palomba Lainez.

 Basado en Vendetta de José Alonso Casas

                                                       Con la furia contenida, de un hachazo. 

                                                       Castigó a quien le quitó lo más preciado, 
                                                       si simplemente su papá no le hubiera escondido la bicicleta.


                                                

-Papá... Papá... Vení, rápido…Dale, apurate… Mirá… Lo ves… Ahí está en el patio andando en mi bicicleta…
Ramón no podía dar crédito a las palabras de su hijo. Acudía a su llamado pero jamás podía comprobar lo que le decía. Él no veía nada. Ni por un segundo era capaz de detenerse a analizar la situación, de imaginar que su hijo no mentía. En cambio sólo se limitaba a reprenderlo:
-Ya no sigas con esa historia…
Pedro era un chico flacucho, algo alto para sus diez añitos. Era muy inteligente, muy estudioso. Jamás tenía problemas de conducta en el colegio.
Las mayores dificultades en su vida eran la falta que le hacía su mamá, había muerto hacía cinco años después de un parto muy complicado al nacer su hermano, y la mala relación que tenía con su padre a causa de estas visiones que desde muy chico experimentaba.
Según su padre, sufría de “alucinaciones”. De noche se despertaba llorando, aterrado. Unos seres espeluznantes, desprovistos de piel, una especie de esqueletos de alambre negro, con una calavera triangular, sus piernas y sus manos terminaban en larguísimas  garras, trepaban por la reja de la ventana de su habitación a oscuras. Él los veía a través de la luz de la calle que los estampaba sobre las rendijas de la persiana de madera. Esto duraba apenas unos segundos los precisos para sumir a Pedro en una total consternación. Así sucedía todas las noches, aparecían, dejaban dos caramelos, uno para cada hermano y huían. Si los niños llegaban a chupar esos dulces, morirían, sus almas serían succionadas de su cuerpo y vagarían en las tinieblas.
Pedro se ocupaba de recoger los caramelos y hacerlos desaparecer.
Una noche no pudo contener su temor…
-Papá… Papá…Ahí vienen… Ahí vienen… Tengo mucho miedo…-exclamó.
Al oírlo Ramón corrió a su habitación, lo tomó fuertemente de un brazo, lo llevó al baño, lo sometió a una ducha de agua fría y luego lo dejó desnudo allí encerrado.
David, su hermano menor, al quedar solo en el dormitorio, descubrió los caramelos.
A la mañana siguiente David yacía inerte en su cama.
El odio que sentía Pedro hacia su padre se iba agigantando cada vez más.
Hasta que un día el niño se cansó de la incredulidad, la indiferencia y la crueldad de su padre.
Con la furia contenida, de un hachazo, castigó a quien le había quitado lo más preciado. 



Karma

Por Angie Leal Rodríguez.

Basado en Fantasma de William Fleming



                                                   Tenía miedo de que aquellas personas siguieran en la casa.
                                                   Desde su ático, recogió la bola de su tobillo,
                                                   viendo cómo se alejaban asustados.



-1-
Escuchó el zumbido de un objeto entrando por la ventana. Habían pasado muchos días desde la última vez que un ángel le lanzara algo de comer. Hacía frío y el viento helado pasaba libre ante la ausencia de vidrios, colándose hasta el último rincón del ático; estaba hecho un guiñapo, semidesnudo, descalzo, enjuto, débil hasta para respirar.
Perdió la cuenta de los días que llevaba ahí, se convirtieron en meses… muchos. El grillete se ceñía a su tobillo y le era cada vez más difícil dar pasos. Sus lamentos rompían la monotonía del ocaso. No lloraba, se le habían acabado las lágrimas.
Aún recordaba ese dieciocho de abril en el que, cobijado por el manto oscuro de la noche, entró al hogar de los Morgan y sigiloso como un gato roció el exterior de la casa con varios galones de gasolina y le prendió fuego.
-2-
Disfrutaba ver crecer las llamas, sentir el calor que emanaban, imaginarse a Mr. Morgan despertando asustado haciendo lo imposible por sacar a su esposa y a sus tres pequeños hijos de la casa ardiente; pero no lo lograrían, se achicharrarían cual bombones en fogata, gritarían de dolor al sentir su piel encogerse y quemarles hasta el alma, tal vez el humo llenaría sus pulmones y tuvieran una muerte rápida, pero sería mejor que sufrieran, que se retorcieran de dolor. Nadie pudo hacer nada.
Pasaron los días y su conciencia no lo dejaba tranquilo, se entregó a las autoridades, lo condenaron a cadena perpetua, pero no en una cárcel común, sino en los restos de la casa Morgan… sí, ahí mismo.
Tras mínimas labores de limpieza y aprovechando que la vivienda quedaba alejada del vecindario las autoridades acordaron que no habría mejor prisión que ésa, así nunca olvidaría su crimen, viviría atado a un pesado grillete de por vida en un desvencijado ático a punto de ceder, con la puerta llena de cadenas, causando lástima y horror, despertando ansias de venganza y a merced de la caridad de alguna que otra persona que de repente le aventaba un pan duro o alguna botella con agua.
-3-
Una anciana y su nieto se alejaban presurosos, asustados, pero conformes con su deber cristiano.
Con dificultad levantó la bola y logró alcanzar la comida. Abrió la bolsa y empezó a comer ansioso.
Esa fue la última vez. Al día siguiente sus ojos no le mostraron la luz.

Susurros

Por Camila Carbel.

Basado en Reflejo de Mauricio Vargas
                         
                                                                                 ¡Bang!
                                                                                 El tipo cayó muerto en el baño. 
                                                                                 Había hecho que se suicidara y, por fin, se sentía real. 
                                                                                 Pero aún seguía atrapado detrás del cristal.



Miles de veces escucho decir, “si te llevas un alma podrás traspasar el cristal.”



     Lo Monstruos existen, el mundo entero lo sabe aunque la mayoría jamás vio uno. Marcos sabía que habitaban detrás de los espejos, desde que era pequeño pero nunca lo contó. Él podía escucharlos, lo volvían loco. Cada vez que se acercaba a uno era como si lo hipnotizaran no lograba moverse, se quedaba paralizado. Le decían algo pero le resultaba imposible comprender.

     A medida que pasó el tiempo las voces fueron disminuyendo poco a poco. Pero siempre sintió que había algo detrás del cristal. Cuando no tenia nada que hacer le encantaba mirarse al espejo, se movía esperando que el reflejo se equivocara, pero eso jamás ocurrió. Otras veces simplemente le gustaba mirarse y hacer como que hablaba con alguien inventaba diálogos y discutía con personajes que inventaba en su cabeza.

 

 

 

     “Si te llevas un alma podrás traspasar el cristal.” No podía dejar de pensarlo. Le causaba mucha curiosidad ¿como seria el mundo del otro lado?, pero más le atraía el pensar que podía verter toda la oscuridad se su ser en ese mundo lleno de luz.
     La leyenda contaba que uno de sus tíos lo había conseguido, pero que había trabajado muy duro. Si eso era cierto, no había razón para pensar que él no seria capaz de logarlo.
     Decidió centrarse un ser, y focalizar todas sus energías en él, en provocarle el mayor daño posible para quedarse con su alma. Lo buscó desesperadamente hasta que lo encontró. Era un tipo común, pero su mirada era distinta, no tenía ese brillo, esa luz tan característica del resto.
     Cada vez que se acercaba comenzaba transmitirle su oscuridad. Al poco tiempo empezó a notar cambios. Parecía ser tan sencillo. Solo que le llevó más tiempo del que pensaba, los malditos no eran fáciles de convencer. Parecían verse afectados el primer tiempo, pero luego se mantenían igual durante una buena temporada. Pero un día lo consiguió, hizo que el tipo apretara el gatillo. Pero por alguna razón no podía atravesar el cristal.



     Lo primero que se le vino a la mente a Marcos fue un libro de King, donde un hombre se dispara a la cabeza, pero no logra matarse. De repente oscuridad total, hasta ver la luz del hospital.
Como se podía ser tan estúpido como para no matarse si se metía una bala en los sesos.