sábado, 26 de julio de 2014

SOLO TÚ


Por Maricel Cruz.


SOLO TÚ

En tu plenitud se siente tu ausencia,
en tu sencillez se siente tu presencia.
Que manera tan extraña de demostrar tu amor,
que  manera tan extraña de demostrar tu ser.
Como no crear en mi mente esta sensación tan oscura de no saber hacia donde voy,
de no saber quien soy,
de no saber quien sos.
Quisiera en mi mundo poder verte ser,
poder verte dar,
poder verte…
Solo verte.
Te escondes en tus sombras,
te resguardas de tus miedos,
te refugias en tus desaciertos,
te proteges de tus caídas,
te apartas de tus amores.
Que es lo que buscas …
Mujer insensata,
mujer ardiente.
Tú no me vas a ver nunca,
tú ya no me sientes.
Solo en tu lecho existe un hilo de cordura
que ya olvidaste,
Pero solo yo se
Donde lo dejaste.


sábado, 19 de julio de 2014

El mural de los lamentos



Por Diego Hernández Negrete.


I
Eran épocas de lluvia cuando decidieron ir en busca del búnker perdido. Llevaban más de tres horas buscando en el bosque entre la yerba crecida la entrada del supuesto alojamiento subterráneo. Se trataba de su octava hazaña como caza leyendas.
Dael Amado y su esposa Aura Araiza eran un matrimonio joven que sin hijos se dedicaban a desenterrar y explicar los orígenes de algunas leyendas locales. Había resultado exitoso y a la vez divertido hacerlo. En un principio Aura tenía mucho miedo de acompañar a su esposo ya que su condición emocional le hacía temblar incluso en la oscuridad.
Llevaban dos semanas alojados en la región tratando de localizar el lugar. Aura intentaba desde hace tiempo decirle algo importante a Dael, aunque el estrés que se acumuló debido a la intensa búsqueda hizo que tuviera que esperar el momento oportuno para hacerlo.
Dael ganó la confianza de su esposa y en cada viaje que emprendían Aura iba perdiendo el miedo y empezaba a familiarizarse con lugares desolados, oscuros e intransitables.
Cuando ya estaban a punto de rendirse y abandonar ese día aquel bosque solitario Aura pisó una trampilla de madera que cedió al instante por la humedad que había absorbido la vieja madera. Dael la tomó por el brazo y la ayudó a sacar su pierna del agujero que había hecho. Los dos sonreían; habían encontrado el búnker.
El pueblo más cercano estaba a diez kilómetros de distancia, un anciano llamado Himerio los había conducido a la mitad del camino hasta que decidió que sus piernas ya no podrían más, aunque su mirada decía otra cosa; más bien quería estar lo más alejado del bosque. Como la mayoría de los habitantes del pueblo, no quiso hablar mucho acerca de la leyenda del mural de los lamentos. Éste se encontraba en el pasillo de un búnker que servía como una fábrica de armas clandestina que operaba durante la segunda guerra mundial.
II
La leyenda decía que ahí trabajaba una pareja con su hija. El comandante que dirigía la producción de armas mandó encerrarlos en otro piso más abajo de donde se encontraban; era una especie de pozo de agua en desuso, el comandante decía que la niña de nombre Amelia interrumpía y distraía con juegos tontos al personal de producción por lo que los encerró en el pozo.
Conforme la niña crecía empezaba a llamar la atención de los hombres, el permanente hacinamiento los hacía desear a cualquier mujer. Además de armas, la fábrica produjo un grupo de mentes perversas que buscaban el placer carnal a toda costa.
Cierta noche cuando se mandó llamar a todo el personal de producción incluyendo a la pareja del pozo excepto a la hija, un par de soldados se escabulleron en la habitación de la niña que se encontraba en el fondo del pozo. Uno de los soldados se quedó haciendo guardia con la escotilla del pozo cerrada mientras el otro la violaría.
Mientras el comandante ordenaba modificar la jornada laboral para apresurar la producción de los subfusiles MP40 se escucharon los gritos de Amelia haciendo retumbar todos los pasillos del búnker. El guardia que vigilaba la escotilla le gritó en varias ocasiones a su compañero que regresara de inmediato aunque éste hizo caso omiso. El vigilante escuchó cómo la multitud emprendía una desesperada carrera hacia la habitación de Amelia, cuando calculó que casi pisaban sus talones decidió cerrar la escotilla y salir corriendo. Antes de huir, accionó un botón que tenía la escotilla para llenar el pozo de agua, cuando las paredes comenzaron a deslizar el agua hacia el fondo corrió dejando encerrados a Amalia y al violador.
Algunas versiones afirmaban que Amelia luchó en su defensa para evitar ser violad, el soldado terminó por degollarla y colgó su cabeza para después morir ahogado.

III
Dael bajó primero asegurándose que las escaleras estuvieran en buen estado. Aura seguía sus pasos y esta vez la emoción por haber encontrado el búnker hizo que siguiera aplazando aquella noticia que tenía para su esposo. Después de todo quería un momento a solas con él, sin muertos de por medio y sin estar trabajando para decírselo.
Cuando tocaron suelo, ambos se abrazaron e hicieron su ritual de comienzo: una pequeña oración y juntaron sus frentes como tratando de unir sus pensamientos para tener éxito en su búsqueda. Ya preparados se adentraron teniendo aun un poco de luz exterior debido a la inclinación de la entrada.
Justo donde estaba la primera puerta terminaba la luz, entre el umbral y la poca iluminación donde estaba parada Aura se alcanzaban a leer unas letras encima de la puerta de hierro: HOLA SATANÁS, TE QUIERO.
La puerta se abrió sin problemas, solo rechinó como era de esperarse debido a la oxidación y falta de movilidad. El eco que generó retumbó hasta el fondo de la oscuridad chocando una y otra vez con un laberinto de pasillos que parecía interminable. Las primeras señas relacionadas con la leyenda eran los mensajes que aparecían frecuentemente en las paredes de los pasillos. Algunas letras ilegibles y otras que fácilmente se distinguían de grafitis de otros visitantes como ellos. En muchas de aquellas frases se plasmaban lamentos de la crueldad con que habían terminado con los soldados.
Apareció el primer callejón sin salida, se trataba de una especie de agujero que aparentaba un váter. La pestilencia del hoyo les confirmó sus dudas, cuando apuntaron la luz de sus lámparas portables vieron residuos de excremento, jeringuillas usadas y bichos rodeando aquella porquería.
Después de una hora de camino encontraron una puerta diferente a todas, el laberinto parecía tomar un nuevo camino. Se trataba de una puerta de seguridad de unos veinte centímetros de espesor que muy difícilmente pudo haber sido arrancada por los drogadictos o vagabundos. Dael intuyó que había sido arrancada tiempo atrás cuando empezaban a atrapar a los nazis después de la guerra. En el tiempo que la fábrica había cesado las actividades y simplemente era un refugio post-guerra.

IV
La producción se suspendió cuatro meses después del incidente del soldado y Amelia. Se escuchaban rumores de que habían perdido la guerra, el pelotón no había regresado por las armas y por lo tanto no había comida. Los padres de Amelia seguían ahí, aunque se habían aislado en el pozo del recinto de muerte de la pequeña.
Antes de que llegaran los enemigos al búnker los padres de Amelia se habían vuelto locos, se negaban a salir del pozo. Tampoco probaban la comida que les quedaba. Sobrevivieron a la hambruna y al canibalismo.
Cuando llegó el pelotón americano a ejecutar a los nazis, los padres de Amelia habían desaparecido, en las paredes del pozo encontraron los nombres de los padres y mensajes que indicaban locura de quienes habían habitado ahí. Los americanos pensaron que se trataba de esclavos de guerra.
Un par de ellos se habían adelantado y bajaron al pozo para comprobar lo que había. La sorpresa terminó con sus vidas cuando alguien bajó la escotilla y activó el sistema de llenado. El resto del grupo se acercó e intentó abrirla pero el esfuerzo fue en vano.
Dentro del pozo escucharon los gritos de los soldados y unos lamentos de lo que parecía una mujer. Cuando los alaridos de los suyos hubieron cesado escucharon los sollozos de la mujer y unas cuantas palabras que alcanzaron a escuchar: Hier wohnt der Teufel.
Abandonaron el lugar sin rescatar a sus compañeros, nadie supo del todo si lograron salir con vida. Los gritos de Amelia se escuchaban por todos los pasillos pidiendo ayuda. Luego una voz endemoniada hacia retumbar las paredes de los pasillos haciendo que el techo amenazara con derrumbarse.
Después de los soldados nadie volvió a traspasar aquella puerta de seguridad que se dirigía a la central de producción de armas. Los nombres de los caídos quedaron grabados en las paredes del pozo. Justo como un registro de las muertes que vengaba el demonio que habitaba.
V
Aura señaló un generador de luz que estaba situado en un rincón de aquella monstruosa recámara. Quedaron atónitos cuando accionaron el interruptor de luz y la sala se iluminó.
Había cinco largas filas de máquinas individuales. Tenían en un extremo una broca y del otro una prensa que giraba con una manija circular. Cada fila tenía un nombre asignado: Gewehr 43 a.k.a K43, MP40, Mauser Kar 98k, Panzerschreck y Luger P08.
Dael y Aura sintieron un gran escalofrío al observar la maquinaria que había ocasionado la muerte de entre cincuenta y setenta millones de víctimas. Aquel metal corroído parecía hablar, como si hubiera absorbido las almas de los que habían muerto bajo el búnker.
Siguieron caminando atravesando más pasillos que daban vuelta una  otra vez hasta que se toparon con una tubería que ascendía al exterior, una especie de periscopio del que Himerio les había hablado. Probablemente era utilizado para hacer guardia y vigilar los límites de la trinchera aliada.
El joven matrimonio empezaba a sentir miedo, a pesar de no haber visto nada inusual sus mentes jugaban con ellos y les contagiaba locura. Aura se le veía con la mirada perdida aunque seguía avanzando indiferente. Parecía como si estuvieran resignados a vivir para siempre en ese terrible lugar. Tenían bastante tiempo que no se habían dirigido la palabra, en otras aventuras lo hacían para estar pendientes de cualquier ruido extraño; aunque es esta ocasión ni siquiera se dirigían una mirada de tranquilidad.
Finalmente llegaron a su destino, era una inmensa bodega donde había varias máquinas viejas y oxidadas. A un lado estaba una escotilla abierta, el pozo estaba lleno de agua pero la suciedad la había ennegrecido. Dael se acercó a un panel de control que estaba a un costado de la costilla, sopló el polvo y presionó un botón. El agua empezó a filtrarse sin bajar su nivel, en cambio se limpió y ambos pudieron ver el fondo del pozo. Se veían aquellas paredes con cosas escritas, también pudieron ver una puerta. Encima se leía claramente:
TE EXTRAÑAMOS
Sumido en un gran estupor Dael no se dio cuenta cuando Aura se había arrojado al fondo del pozo, corrió hacia la orilla y vio como nadaba hacia el fondo abrió la puerta del cuarto y entró.
Como si ya conociera lo que pasaría Dael se aventó al agua y con paciencia revisó lo que estaba en las paredes laterales. Pudo leer los nombres de los soldados americanos que habían quedado atrapados. Con letras de colores e infantil leyó la siguiente frase: El diablo vive aquí.
Dael no se sorprendió y se dirigió hacia la puerta en busca de Aura. Detrás de la puerta había una mesa de trabajo y dos máquinas iguales que la línea de producción con las siglas MP40. Enseguida estaba la habitación de Amelia. Aura estaba inmóvil con la mirada hipnotizada, en el centro de la habitación rodeada de juguetes, cuentos y muñecas; encima de la cama estaba colgada la cabeza de Amelia, su rostro y cabello eran de color gris blanquecino debido al agua. Pendía de una cuerda y su mirada triste contagió a la pareja.
Quisieron salir a tomar aire pero era demasiado tarde, alguien había cerrado la escotilla. Aura recordó que tenía que decirle algo a Dael pero no podía hablar. En las paredes empezaron a dibujarse sus nombres y fue entonces cuando Dael se dio cuenta de lo que los ojos de Aura le decían.
En la pared se dibujó otro nombre desconocido para Dael: AMELIA AMADO ARAIZA. Era el nombre de su hija no nacida. Dael acarició el vientre de su esposa y la abrazó para siempre en medio de la oscuridad del pozo.

FIN