Por Diego Hernández Negrete.
I
Eran épocas de lluvia cuando decidieron ir en busca
del búnker perdido. Llevaban más de tres horas buscando en el bosque entre la
yerba crecida la entrada del supuesto alojamiento subterráneo. Se trataba de su
octava hazaña como caza leyendas.
Dael Amado y su esposa Aura Araiza eran un
matrimonio joven que sin hijos se dedicaban a desenterrar y explicar los
orígenes de algunas leyendas locales. Había resultado exitoso y a la vez
divertido hacerlo. En un principio Aura tenía mucho miedo de acompañar a su
esposo ya que su condición emocional le hacía temblar incluso en la oscuridad.
Llevaban dos semanas alojados en la región tratando
de localizar el lugar. Aura intentaba desde hace tiempo decirle algo importante
a Dael, aunque el estrés que se acumuló debido a la intensa búsqueda hizo que
tuviera que esperar el momento oportuno para hacerlo.
Dael ganó la confianza de su esposa y en cada viaje
que emprendían Aura iba perdiendo el miedo y empezaba a familiarizarse con
lugares desolados, oscuros e intransitables.
Cuando ya estaban a punto de rendirse y abandonar
ese día aquel bosque solitario Aura pisó una trampilla de madera que cedió al
instante por la humedad que había absorbido la vieja madera. Dael la tomó por
el brazo y la ayudó a sacar su pierna del agujero que había hecho. Los dos
sonreían; habían encontrado el búnker.
El pueblo más cercano estaba a diez kilómetros de
distancia, un anciano llamado Himerio los había conducido a la mitad del camino
hasta que decidió que sus piernas ya no podrían más, aunque su mirada decía
otra cosa; más bien quería estar lo más alejado del bosque. Como la mayoría de
los habitantes del pueblo, no quiso hablar mucho acerca de la leyenda del mural
de los lamentos. Éste se encontraba en el pasillo de un búnker que servía como
una fábrica de armas clandestina que operaba durante la segunda guerra mundial.
II
La leyenda decía que ahí trabajaba una pareja con su
hija. El comandante que dirigía la producción de armas mandó encerrarlos en
otro piso más abajo de donde se encontraban; era una especie de pozo de agua en
desuso, el comandante decía que la niña de nombre Amelia interrumpía y distraía
con juegos tontos al personal de producción por lo que los encerró en el pozo.
Conforme la niña crecía empezaba a llamar la
atención de los hombres, el permanente hacinamiento los hacía desear a
cualquier mujer. Además de armas, la fábrica produjo un grupo de mentes
perversas que buscaban el placer carnal a toda costa.
Cierta noche cuando se mandó llamar a todo el
personal de producción incluyendo a la pareja del pozo excepto a la hija, un
par de soldados se escabulleron en la habitación de la niña que se encontraba
en el fondo del pozo. Uno de los soldados se quedó haciendo guardia con la escotilla
del pozo cerrada mientras el otro la violaría.
Mientras el comandante ordenaba modificar la jornada
laboral para apresurar la producción de los subfusiles MP40 se escucharon los
gritos de Amelia haciendo retumbar todos los pasillos del búnker. El guardia
que vigilaba la escotilla le gritó en varias ocasiones a su compañero que
regresara de inmediato aunque éste hizo caso omiso. El vigilante escuchó cómo
la multitud emprendía una desesperada carrera hacia la habitación de Amelia,
cuando calculó que casi pisaban sus talones decidió cerrar la escotilla y salir
corriendo. Antes de huir, accionó un botón que tenía la escotilla para llenar
el pozo de agua, cuando las paredes comenzaron a deslizar el agua hacia el
fondo corrió dejando encerrados a Amalia y al violador.
Algunas versiones afirmaban que Amelia luchó en su
defensa para evitar ser violad, el soldado terminó por degollarla y colgó su
cabeza para después morir ahogado.
III
Dael bajó primero asegurándose que las escaleras
estuvieran en buen estado. Aura seguía sus pasos y esta vez la emoción por
haber encontrado el búnker hizo que siguiera aplazando aquella noticia que
tenía para su esposo. Después de todo quería un momento a solas con él, sin
muertos de por medio y sin estar trabajando para decírselo.
Cuando tocaron suelo, ambos se abrazaron e hicieron
su ritual de comienzo: una pequeña oración y juntaron sus frentes como tratando
de unir sus pensamientos para tener éxito en su búsqueda. Ya preparados se
adentraron teniendo aun un poco de luz exterior debido a la inclinación de la
entrada.
Justo donde estaba la primera puerta terminaba la
luz, entre el umbral y la poca iluminación donde estaba parada Aura se
alcanzaban a leer unas letras encima de la puerta de hierro: HOLA SATANÁS, TE QUIERO.
La puerta se abrió sin problemas, solo rechinó como
era de esperarse debido a la oxidación y falta de movilidad. El eco que generó
retumbó hasta el fondo de la oscuridad chocando una y otra vez con un laberinto
de pasillos que parecía interminable. Las primeras señas relacionadas con la
leyenda eran los mensajes que aparecían frecuentemente en las paredes de los
pasillos. Algunas letras ilegibles y otras que fácilmente se distinguían de
grafitis de otros visitantes como ellos. En muchas de aquellas frases se plasmaban
lamentos de la crueldad con que habían terminado con los soldados.
Apareció el primer callejón sin salida, se trataba
de una especie de agujero que aparentaba un váter. La pestilencia del hoyo les
confirmó sus dudas, cuando apuntaron la luz de sus lámparas portables vieron
residuos de excremento, jeringuillas usadas y bichos rodeando aquella
porquería.
Después de una hora de camino encontraron una puerta
diferente a todas, el laberinto parecía tomar un nuevo camino. Se trataba de
una puerta de seguridad de unos veinte centímetros de espesor que muy
difícilmente pudo haber sido arrancada por los drogadictos o vagabundos. Dael
intuyó que había sido arrancada tiempo atrás cuando empezaban a atrapar a los
nazis después de la guerra.
En el tiempo que la fábrica había cesado las actividades y
simplemente era un refugio post-guerra.
IV
La producción se suspendió cuatro meses después del
incidente del soldado y Amelia. Se escuchaban rumores de que habían perdido la
guerra, el pelotón no había regresado por las armas y por lo tanto no había
comida. Los padres de Amelia seguían ahí, aunque se habían aislado en el pozo
del recinto de muerte de la pequeña.
Antes de que llegaran los enemigos al búnker los
padres de Amelia se habían vuelto locos, se negaban a salir del pozo. Tampoco
probaban la comida que les quedaba. Sobrevivieron a la hambruna y al
canibalismo.
Cuando llegó el pelotón americano a ejecutar a los
nazis, los padres de Amelia habían desaparecido, en las paredes del pozo
encontraron los nombres de los padres y mensajes que indicaban locura de
quienes habían habitado ahí. Los americanos pensaron que se trataba de esclavos
de guerra.
Un par de ellos se habían adelantado y bajaron al
pozo para comprobar lo que había. La sorpresa terminó con sus vidas cuando
alguien bajó la escotilla y activó el sistema de llenado. El resto del grupo se
acercó e intentó abrirla pero el esfuerzo fue en vano.
Dentro del pozo escucharon los gritos de los
soldados y unos lamentos de lo que parecía una mujer. Cuando los alaridos de
los suyos hubieron cesado escucharon los sollozos de la mujer y unas cuantas
palabras que alcanzaron a escuchar: Hier
wohnt der Teufel.
Abandonaron el lugar sin rescatar a sus compañeros,
nadie supo del todo si lograron salir con vida. Los gritos de Amelia se
escuchaban por todos los pasillos pidiendo ayuda. Luego una voz endemoniada
hacia retumbar las paredes de los pasillos haciendo que el techo amenazara con
derrumbarse.
Después de los soldados nadie volvió a traspasar
aquella puerta de seguridad que se dirigía a la central de producción de armas.
Los nombres de los caídos quedaron grabados en las paredes del pozo. Justo como
un registro de las muertes que vengaba el demonio que habitaba.
V
Aura señaló un generador de luz que estaba situado
en un rincón de aquella monstruosa recámara. Quedaron atónitos cuando
accionaron el interruptor de luz y la sala se iluminó.
Había cinco largas filas de máquinas individuales.
Tenían en un extremo una broca y del otro una prensa que giraba con una manija
circular. Cada fila tenía un nombre asignado: Gewehr 43 a .k.a K43, MP40, Mauser Kar
98k, Panzerschreck y Luger P08.
Dael y Aura sintieron un gran escalofrío al observar
la maquinaria que había ocasionado la muerte de entre cincuenta y setenta
millones de víctimas. Aquel metal corroído parecía hablar, como si hubiera
absorbido las almas de los que habían muerto bajo el búnker.
Siguieron caminando atravesando más pasillos que
daban vuelta una otra vez hasta que se
toparon con una tubería que ascendía al exterior, una especie de periscopio del
que Himerio les había hablado. Probablemente era utilizado para hacer guardia y
vigilar los límites de la trinchera aliada.
El joven matrimonio empezaba a sentir miedo, a pesar
de no haber visto nada inusual sus mentes jugaban con ellos y les contagiaba
locura. Aura se le veía con la mirada perdida aunque seguía avanzando
indiferente. Parecía como si estuvieran resignados a vivir para siempre en ese
terrible lugar. Tenían bastante tiempo que no se habían dirigido la palabra, en
otras aventuras lo hacían para estar pendientes de cualquier ruido extraño;
aunque es esta ocasión ni siquiera se dirigían una mirada de tranquilidad.
Finalmente llegaron a su destino, era una inmensa
bodega donde había varias máquinas viejas y oxidadas. A un lado estaba una
escotilla abierta, el pozo estaba lleno de agua pero la suciedad la había
ennegrecido. Dael se acercó a un panel de control que estaba a un costado de la
costilla, sopló el polvo y presionó un botón. El agua empezó a filtrarse sin
bajar su nivel, en cambio se limpió y ambos pudieron ver el fondo del pozo. Se
veían aquellas paredes con cosas escritas, también pudieron ver una puerta.
Encima se leía claramente:
TE
EXTRAÑAMOS
Sumido en un gran estupor Dael no se dio cuenta
cuando Aura se había arrojado al fondo del pozo, corrió hacia la orilla y vio
como nadaba hacia el fondo abrió la puerta del cuarto y entró.
Como si ya conociera lo que pasaría Dael se aventó
al agua y con paciencia revisó lo que estaba en las paredes laterales. Pudo
leer los nombres de los soldados americanos que habían quedado atrapados. Con
letras de colores e infantil leyó la siguiente frase: El diablo vive aquí.
Dael no se sorprendió y se dirigió hacia la puerta
en busca de Aura. Detrás de la puerta había una mesa de trabajo y dos máquinas
iguales que la línea de producción con las siglas MP40. Enseguida estaba la
habitación de Amelia. Aura estaba inmóvil con la mirada hipnotizada, en el
centro de la habitación rodeada de juguetes, cuentos y muñecas; encima de la
cama estaba colgada la cabeza de Amelia, su rostro y cabello eran de color gris
blanquecino debido al agua. Pendía de una cuerda y su mirada triste contagió a
la pareja.
Quisieron salir a tomar aire pero era demasiado
tarde, alguien había cerrado la escotilla. Aura recordó que tenía que decirle
algo a Dael pero no podía hablar. En las paredes empezaron a dibujarse sus
nombres y fue entonces cuando Dael se dio cuenta de lo que los ojos de Aura le
decían.
En la pared se dibujó otro nombre desconocido para
Dael: AMELIA AMADO ARAIZA. Era el
nombre de su hija no nacida. Dael acarició el vientre de su esposa y la abrazó
para siempre en medio de la oscuridad del pozo.
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