sábado, 25 de mayo de 2013
Las dudas de Don Venancio parte 2: Un ataque Tehuelche
Por Ricardo José Vega.
Era un domingo , en el comienzo de la noche .
La mayoría de los peones habia ido a la ciudad a tomarse unos tragos ,
comerse unos quesitos con mortadela y aceitunas , unos huesitos picantes
...ver una cuadrera en la cancha del Eulogio y arrimarse un poco pal lado de los bailongos
de media tarde.
Poco a poco iban llegando a " la Baguala ", cansados , ariscos , achispados ...con los ojos llenos del brillo que da la libertad.
Como un ritual religioso , iban directo al " Santuario" o galpón grande , donde ya estaban Don Venancio " el venerable " y " el
payo Nuñez", cebando los cimarrones amargos y empezando a asar suavecito, unas carnes que Don Gerundio ,
el patrón , les autorizaba los domingos
pá encerrar el final de la semana ..." con la panza yena y el corazón contento".
Comentábase lo que cada uno había " bichereado" por el pueblo , las novedades chicas
( otras no había ), la llegada de dos guitarreros famosos , el próximo casorio de la maestra y otras menudencias.
Iba decayendo el tono , cuando el payo, que tenía unas ginebritas dentro , le dijo al venerable.
" No tiene otra historia de su juventú, don Venancio ?"
El viejo sacó su sombrero eterno, rascó la cabeza y sin darle respuesta comenzó este relato :
" - Cuando el indio me pegó el lanzazo en esta pierna , me pasé 30 días en un hospital de Tapalqué ,
ande apareció dispués ,un oficial tambien lastimao .
Hicimos amistá forzada pues las camas estaban lado a lado ; ...y miren lo que me contó...
Habla el alférez Candel, que estaba en un puesto de sentinela escondido,
durante la construcción
de un fuerte Pampa , cuando los Tehuelches atacaron.:
El ritmo de los tambores
se fue acelerando.
Desde el escondrijo
de mi sentinela
tenía los sentidos
en alerta máximo.
Sabíamos todos
que el indio un ataque
estaba preparando.
Apagaron fogatas
en la otra colina
y hubo gritería
que el viento traía
y aún era lejana.
Con la oreja en tierra
sentí los galopes
de la caballada.
Dos tiros al aire
y toqué mi silbato
anunciando ......Al-arma !!
A sus puestos
corrieron los hombres
–tropa preparada…
remingtons y balas ,
sables y revolver,
además de facas.
Ya se oyen relinchos
y gritos agudos
…los indios avanzan
y hasta algunos tiros
silbando ya pasan…
Se secó mi boca,
ardía la garganta
dejé el escondrijo,
bajé y tomé puesto
en la empalizada.
Desde los corrales,
capitán al frente
la tropa montada
se perfila en cuadro…
–ya sale a la pampa
y se despliega rápida.–
Inician el trote
que va acelerando,
comiendose el campo
rumbo a la batalla.
Con sables en mano
se van al encuentro
de Nahuel Traful
que al galope viene
soñando victoria
y sin temor algún .
Se produce el choque…
desde los maderos
los adivinamos
porque no se ven…
los indios lanciando,
revoliando bolas
y los nacionales
sableando y clavando
filo y contrafilo
y de punta tambien
De pronto…llegaron !!
entraron rodeando
las empalizadas.
Vinieron encima…
le sablié las patas
a un caballo herido
que se desbocó,
el indio fue al suelo
rodó por el pasto
mas se levantó
y al verme a su frente
con el sable en mano
dió un grito furioso
y me atropelló.
Conseguí pararlo
con una estocada
y le pegué un hachazo
que lo destroncó.
Seguían llegando…
presentí en lo oscuro
las puntas de lanza
seguí los instintos,
al zanjón rumbié
y alli atrincherado
quemando una cinta
completa de balas
a cinco guerreros
a tiros bajé.
Levanté de un salto…
le clavé un puntazo
a una sombra blanda
que se abalanzó;
me gritó en la cara
y dió un cuchillazo
que el brazo e la zurda
profundo me hirió.
Me quedé acostado
en la tierra amiga
y con la otra mano
me apreté la herida.
Al grito de mando
de un guerrero alto
los indios huyeron
girando los pingos
…desaparecieron…
Vino la alborada
bultos renegridos
se fueron clareando…
vi ojos sorprendidos
vi dientes quebrados
pareciendo vida
en inmobilizados
gestos de teatro
Nos fuimos juntando,
viendo quien faltaba
y sentíamos todos
la muerte en la boca
–nadie decía nada–
Busqué mi sombrero,
refregué con yuyos
la hoja sangrante
de mi sable ” Patria ";
volví al escondrijo
donde le dí un beso,
como a una querida…
a mi porrón de caña...
y me lavé la herida.
Enterramos mas tarde
los muertos,
limpiamos las armas
– gordura e ñandú
y de yeguarizo –
y algun compañero
se fué pál mangruyo…
y otro al escondrijo.
sábado, 18 de mayo de 2013
Las dudas de Don Venancio
Por Ricardo José Vega.
Mientras la lluvia caía, intensa , bien otoñal…
los peones de La Baguala, reunidos en el galpón grande , pomposamente llamado por el estanciero , ” el Santuario ” , hacían circular el mate,
sabiamente cebado por ” el payo Núñez.”
Ya llevaban 2 horas de ocio forzado, pues las tareas de yerra
y castración, debieron ser interrumpidas.
Agotada la conversación sobre las novedades de la semana,
en la estancia y el poblado,
así como de la faena, que habían a medias realizado,
el silencio se hizo presente.
Fue entonces que Zoilo, en posesión provisoria del mate,
dijo, mas descreído que esperanzado,
entre dos chupes lentos de bombilla:
…” y… Don Venancio… no tendrá alguna historia de su mocedá…
para contarnos?”
El aludido viejo hizo un movimiento de cabeza hacia un lado,
como esquivando un piedrazo y permaneció en silencio.
Dos o tres minutos transcurrieron, adensando el ambiente,
cuando la voz cavernosa pero aún firme dijo:
….” nunca mencioné los hechos, que les contaré esta tarde….
mas pasaron 40 años y ya no importa que yo hable…
Frotó las manos para sacarse el frío y atraer los recuerdos…
y enderezando la espalda en el respaldo de paja de la silla,
continuó:
….” eran los tiempos que Roca campeaba de presidente,
y “estrategió” guerra al indio,
de manera diferente que la de Avellaneda,
que ponía zanjas y fortines, y se quedaba
a la espera de los malones.
Roca mandó los soldados internarse en el desierto,
en columnas paralelas
pá empujar la indiada al sur, sin que pudieran
bandearse pá la Cordillera.
Cuando yo, que era veinteañero, supe que en Chivilcoy
andaban reclutando paisanaje pá peliar….
se me erizó la crencha , de ganas que me dieron de ser ” hérue.”
” Además “, escuché de varios picos…
que las tierras conquistadas,
serían para los milicos.
Me despedí del patrón que era un inglés medio loco,
y me fui a la Comandancia, con mi pingo, mi viguela
un atadito de ropa…
y billetes, pero pocos…
pá hacer el entrenamiento y pá ser soldao de tropa.
Después de unos 4 meses se terminó el “entrenaje,”
y me mandaron a la tercera columna junto con otros reclutas.
Llegamos, era de noche
y estaban todos comiendo
alrededor de fogones, nos acercamos
a uno, que me pareció inmenso…
y estoy escuchando, entuavía,
como nos recibieron…
todos cantaban
…” tolón… tolato
llegaron, los novatos “…
Nos hacían muecas y ponían los cuchillos en sus propios cuellos
como indicando que seríamos degollados.
Después de comer, poco y mal, nos llevaron a un recinto
donde dormimos… solamente los reclutas.
Salimos al día siguiente con la columna completa,
en maniobra de avanzada.
Se sabía que una tribu de la laguna Trufalque ,
se había andado desplazando
pa el lado é las poblaciones.
Las columnas estrecharon las distancias entre sí,
y los comandantes estaban
pendientes del telégrafo.
Fue en una noche sin luna, que les rodeamos los toldos,
y apenas despuntó el alba hicimos fusilería,
de a pié…y cuando salían de las carpas, algunos ya heridos,
cargamos la de a caballo y les dimos la sableada.
Pá los que se escapaban…había un grupo, pié en tierra,
con los Remington nuevitos que de lejos los volteaba.
Los que alcanzaron los pingos consiguieron la escapada…,
rumbeando pal Occidente, donde la columna 2…
ya los esperaba.
Murieron más de 500 guerreros, capturamos muchos chicos y mujeres…
Las mandaron a Buenos Aires, pare el servicio doméstico…
después de separar las lindas…pá acollararnos.
Aquel día yo dudé que
aquello fuese meritorio,
no me sentí valeroso,
ni heroico, ni apenas bueno.
El telégrafo, las armas, la estrategia militar,
hacían mucha diferencia.
Ellos con lanza y boleadoras, defendían su desierto,
sus mujeres y sus hijos…
su vida y su identidad.
Sentí un entripao en el pecho, un gran peso en la conciencia,
y decidí desertar.
A los dos días, salí en patrulla con unos soldados, y al subir una lomita,
diez indios, cual condenados, salieron de una hondonada y se vinieron
al galope.
Uno me pegó un lanzazo en esta pierna que aún renguea…
pero me había dado tiempo para sacar el revólver y bajarlo de un balazo
En el suelo un soldado, boqueaba con un flechazo en el pecho.
Mis compañeros mataron a tres y el resto se dispersó en abanico.
Yo fui dado de baja, como herido de la guerra,….por méritos me condecoraron,
y dieron patente de cabo del ejército primero.
Y yo, que tenía planeado–y sería al día siguiente –escaparme pal poniente,
convertirme en desertor,
fugitivo que si fuese capturado….
sería nomás fusilado por traidor.
Me pregunté: quien soy yo ?
un soldado valeroso
que a crear la Patria ayudó ?
o con acción desmedida…
a extinguir una nación
ya existente e invadida. ?
O sería un desertor…
una especie de traidor
digno de fusilería?
Pues que lo elija el lector
o quien allí en el Santuario
lo fue escuchando
al Venancio,
que , por la lluvia caída
les entretuvo el cansancio
con leyenda de otro tiempo
sea historia o fantasía
de la Pampa,…la del viento,
que al indio pertenecía.!!
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