Paciencia
Por Luis Seijas.
Han pasado dos horas desde
que sonó la campana de la salida y aún estoy aquí, sentado en el último pupitre
esperando que venga Rosita.
Me escondí cuando el señor
de vigilancia -creo que se llama Leo- pasó a revisar el salón. Espero que ella haya hecho lo mismo, lo último que quiero es que la castiguen por
mi.
Ojalá haya comido suficiente
en el recreo, por la sed no me preocupo; porque ella siempre tiene el termo
lleno de agua.
Sé que va a venir, lo siento
aquí en mi pancita. Igual que cuando la veo entrar en el salón, es una
sensación como de hambre sin importar que haya recién desayunado.
Ya es de noche y la puerta
del salón no se abre todavía.
Me pregunto: ¿Cuánto tiempo
tengo que esperar para que me den mi primer beso?
[Sin título]
Por Calista Manríquez.
Antes de que empezara el
apocalipsis ella había asistido a esa escuela y en esa misma aula.
Le pareció extraño que, pese
al caos alrededor del edificio y en las otras salas, esa estuviera en buen
estado. Los vidrios intactos y limpios, los muebles de madera enteros y no convertidos en leña como tantos otros, el piso
limpio... tan normal en un mundo devastado y destruido que se sintió
transportada a un tiempo en que la vida era fácil y su única preocupación era
pensar que ponerse al día siguiente para ser la mejor vestida de la secundaria.
Quizá su mente moribunda la
hacía alucinar llevándola a esos días más felices mientras que el mundo real se
deshacía con el impacto de la bomba nuclear que el gobierno había lanzado para
acabar de golpe con el problema.
La lección.
Por Facu Dassieu.
- Estudiantes, en nuestra
lección de supervivencia, haré hincapié en la especie humana, que es con la que
mayor interacción tendremos en la cotidianeidad.
Paren las antenas y presten
suma atención.
El ser humano posee un
tamaño colosal y es hábil para crear diversos métodos para destruir especies,
incluyendo la suya.
- Disculpe Profe, pero es
sabida nuestra resistencia a las inclemencias naturales más extremas. ¿Cómo
puede ser mortales para nosotros?
- Buena pregunta. Nuestros
conciudadanos más ancianos han determinado que pueden crear alimentos
químicamente atractivos y letales. La muerte por aplastamiento con toda clase
de objetos es también muy común.
Para subsistir huiremos
valiéndonos de nuestra velocidad y tamaño aunque contamos con una ventaja
evolutiva que los hace aterrorizar: Volar hacia sus caras.
Usar las alas - memorizó la
larva de cucaracha y, sintiéndose valiente, pensó: será emocionante
enfrentarlos.
SIBILANTE
Por Ángela Eastwood.
Llegó agarrada a un andador.
El profesor se giró para mirarla y trazó un enunciado en la pizarra: La guerra
civil española. Los muchachos miraron a la vieja y pensaron que debía tener
como mil años. Sólo tiene 100, aclaró el profesor acariciando la mejilla arrugada y fina como papel de cebolla de la anciana.
Sonó un móvil anunciando
algún mensaje importantísimo y una bomba de chicle explosionó en unos labios de
fresa. El profesor sentó a la invitada en su sillón de enseñar y la anciana
miró a la clase. No le funcionaba muy bien el oído a Remedios y gracias a esa
sordera oportuna no pudo oír las risitas sofocadas, ni los comentarios jocosos,
ni las mofas.
—¿Queréis saber cómo suenan
las bombas al caer en mitad de la noche silenciosa? Imaginad el silbido de una
serpiente.
MI CLASE FAVORITA
Por Francisco Medina
Troya.
Alicia era tímida,con una
mirada azul cielo. Se movía por la clase con elegancia y aunque ella trataba de
evitarlo la danza de sus caderas atrapadas en su vestido ajustado me dejaba
hipnotizado. Apenas prestaba atención a las palabras de sus labios y hacía como que escribía en el cuaderno de francés.
Multitud de dibujos de corazones atravesados y su nombre rubricado de mil
formas y tamaños lo adornaban. Mis ojos ávidos la seguían ajenos a las bolitas
de papel que mis compañeros me lanzaban con saña y me paraba en sus manos
blancas de marfil, que, con una letra inmaculada realizaban el enunciado en la
pizarra... Cuando sonaba la campana un sentimiento de perdida me ahogaba.
Mientras abandonaba la clase la miré por última vez, y ella, dueña de mi
desasosiego ordenaba sus libros como si el mundo fuera tan fácil...
LA CLASE
Por David Otero Arias.
Ese tic tac que escuchamos
hace rato rompe el tenso silencio del aula
Todos miramos sin mover un
músculo. Morillo permanece de pie ante la pizarra, no consigue despejar la x de
la ecuación. El padre Fajinas señala de modo despectivo con su índice los
pantalones del muchacho que aparecen mojados en una de las perneras; se ha
meado encima del pánico que le provoca el cura. Suena la campana que pone fin a
la clase pero nadie se atreve a moverse. Fajinas, nos mira con suficiencia y desprecio;
sale dando un tremendo portazo. Toda la clase grita al unísono, ¡se ha meado!,
riendo y golpeando con las manos la tapa de nuestros pupitres. Morillo,
cabizbajo, vuelve a su puesto, se sienta y oculta la cabeza entre sus brazos.
Ante la fría indiferencia de todos, llora en silencio…
[Sin título]
Por Evelyn Roa Herrera.
Era la chica más linda de la
escuela nunca había visto una niña tan bonita, el uniforme limpio la falda
medianamente corta y perfecta le grite me gustas y le mandé un besó al aire.
Ahora nunca más la veré la directora me hecho de la escuela y para colmó se
puso a Pololiar con Juan. Siento qué odio la escuela.
Graduación
Por Robe Ferrer.
Tras cuatro años de
instituto, hoy, por fin, es el día de la graduación. Será la última mañana que
me siente en mi sitio, junto a la mesa del profesor. Hoy también será el último
día que mis compañeros se sienten en su sitio. Será el último día que mis
compañeros se sienten en cualquier sitio.
Desde aquí delante he tenido
que aguantar insultos, lanzamientos de tizas, gomas de borrar, papeles chupados
escupidos a través del canutillo del boli… Pero hoy me vengaré. Todos están
deseando recibir el diploma y empezar la universidad. Sin embargo, lo único que
recibirán será un balazo de M-16.
Me siento en la mesa del
profesor a la espera de que empiecen a llegar mis compañeros. Ya se acercan,
los oigo por el pasillo. La puerta se abre y aprieto el gatillo.
Pánico
Por Gean Rossi.
Sentado en el último puesto,
uno parece no existir. Pero está bien, así no me atravieso en la vista de
alguien que esté más interesado en la clase que yo. ¿A quién le importa lo que
pasó hace doscientos años? Estoy seguro de que… Dios, ¿qué ocurre? La estancia parece muy escandalosa de pronto, como si todos
decidieran hablar a la vez; gritar, incluso. Pero al mismo tiempo todo parece
mudo. El mundo a mi alrededor se ha silenciado. Mi respiración se entorpece.
Respiro, pero el aire no llena mis pulmones. Mis ojos se desvían a todos lados
y la vez no se fijan en nada. Veo las bocas moviéndose, los rostros tan
calmados y alegres. Podría asegurar que estoy a punto de morir. ¿Alguien notará
lo que me ocurre? No. Sentado en el último puesto, uno parece no existir.
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