Por Álvaro Salandy.
Querida tía
Sandra, me parece excelente que le exijas el dinero que te debe mi madre. Fue
un error de su parte haberlo pedido y no pagarlo lo más pronto posible. Lo que
no parece justo es el maltrato constante al cual nos estas sometiendo. ¿Quieres
saber qué me maltrata? Tu hipocresía, tu falso amor, tu descomunal descaro al
presentarte como una amadora de tu patria lejana, tú familia querida y tus
hermanas virtuosas. Cuando te escucho en conversaciones telefónicas con alguno
de mis primos se me retuercen las tripas, porque al contrario de ellos, sí sé
lo que en realidad piensas: tu patria hedionda, tu familia de mojigatos y tus
hermanas poca cosa.
Lamento no tener
otra opción sino el lenguaje soez y vulgar hacia ti. Llamarte puta rastrera
sería un insulto a las putas y a los animales rastreros. Pero no escribo para
insultarte, escribo para rogarte que te quites la careta, que descubras ante
todos lo que en realidad eres. No puedes imaginarte la cantidad de veces que he
barajado la idea de que estas siendo dominada por él –tío Leocadio– y sus
deseos más viles.
Durante mi
estadía con ustedes logré detallar sus colores más variados, es ciertamente un
camaleón y un experto en la manipulación. Enmascarada en un aura pseudo
espiritual él esconde su vileza con una gracia forzada. Tía, no quiero darle
más preámbulo a esto: ¿recuerdas las muchas veces que intentó hacerme tener
sexo contigo? Por el puro placer de presenciar incesto además de ver a otro
hombre cogerse a su mujer. Yo lo recuerdo vívidamente, con arcadas en el
estomago y para que negarlo con cierta dureza en el pene.
También es una de
sus técnicas favoritas, racionalizar:
-
El puritanismo católico te tiene atascado Oliver.
Me decía una y
otra vez ante sus intentos fallidos. Con argumentos antropológicos
racionalizaba el erotismo bajo cualquier concepto y forma. Me pregunto qué
cosas te habrá hecho hacer una vez racionalizadas y detalladas como una
experiencia de crecimiento personal y espiritual. Durante un fin de semana
mientras trabajabas me preguntó varia veces:
-
¿Acaso fuiste manoseado por algún cura Oli? Tú pasabas mucho
tiempo en la iglesia cuando eras pequeño, ¡coño! hasta fuiste monaguillo.
-
No tío, al cura de mi parroquia no le gustaban los gorditos.
Logré rehuir de
esas y de otras racionalizaciones pro sexualidad abierta como:
-
Los monjes tibetanos se cogen todo el tiempo. ¿sabes coger
por el culo no puede ser tan malo? Si tanta gente lo hace.
No puedo
anticipar tu reacción ante semejantes líneas. Pero no es un secreto a pies
juntilla lo de su perversión; mi tía Miriam dijo una vez que él quiso estar con
ella una de las veces cuando vino a visitar a la familia. Pero, como suele
ocurrir en esta familia de locos donde caímos de eso no se habla. ¡Oliver! no te sigas metiendo con la familia,
escucho a mi abuela riñéndome desde el fondo del salón. Permítanme una más,
porque precisamente esta involucra a la abuela.
Hace una cinco
años te visitamos, la abuela y unos parientes más a tu casa en la playa, a
pesar de que llegamos un viernes por la noche, nos marchamos el sábado por la
tarde luego de las implacables insistencias de la abuela por marcharse. Tú
entendías lo que había ocurrido, pero ninguno de nosotros lo entendió sino
hasta después: al llegar a tu casa de playa nos presentaste a Carolina una
muchacha de la comunidad que se quedaba en casa para ayudar con los quehaceres,
si tendría catorce años es mucho. Ocurrió que tarde en la noche después de las
muchas reprimendas para salir del agua, todos dormían, excepto la abuela.
Ahora bien, lo
que ella confesó haber visto ha pasado por varios oídos y numerosos murmullos
pero se resume en: la niña gemía bajo el peso de Leocadio, éste la embestía con
alaridos de gusto mientras Sandra apretaba los limoncitos de la carajita. Como
para salir corriendo y eso exactamente hizo la abuela. Si hoy de casualidad le
preguntas algo sobre el tema, rehusará saber de que hablas y se valdrá de su
proximidad al estado senil para hacerse la no enterada.
¿En qué se ha
convertido esto? En una carta obscena. Le recordaré a mi madre que te haga el
pago del dinero que tanto dices necesitar. Si de verdad es una necesidad
imperiosa, lo siento. Imagino que es algo relacionado con tú salud o la de él.
Creo que todavía puedes hacer algo por escapar de esa situación.
Ahora además
estarás ansiosa de saber cómo me he enterado del dinero, de la cobranza. Bueno
efectivamente habrás oído que estoy en
la cárcel de Ciudad Capital, cumplo condena básicamente por depravado y
violador. ¿Recuerdas a Mariana Ortiz? La maté, mi vecina de infancia, con quien
jugué el patio varias veces a las escondidas.
A los pocos meses
de mi retorno a Ciudad Capital, me mantuve callado, austero y lejano. Mi
actitud resultaba intrigante para todo el que me conocía y ahora no me
reconocía, después de los primeros días mis amigos y los allegados a la familia
dejaron de visitar, de invitarme. Volver no es así de fácil; algo que ocurre y
ya esta, una parte de mí estaba de camino a Ciudad Capital, tal vez en medio
del océano ahogándose en sal y viento. Me sentía fuera de lugar, como un saco
de huesos presa de una gravedad ilimitada, mi rostro siempre al suelo y mi
aspecto fue empeorando con las semanas, desaliñado y con una barba larga, la
mayoría del tiempo me dejaba la ropa sucia durante días. Mariana tiene una hija
de tres años, un poco más que el tiempo que estuve fuera. Alicia se llama.
Durante una mañana de domingo Alicia y Mariana pasaron rumbo a la Iglesia
evangélica Shalom y me llamó mucho la atención un vestido azul pardo que
llevaba la niña, las miré pasar frente a casa y no me percaté de la mirada de
Mariana, protectora, preocupada.
Esa noche tocaron
la puerta de la casa de forma agresiva, mi madre estaba fuera de la ciudad,
trabajando así que me hallaba sólo, era Mariana, me habló en un tono fuerte y
seco lleno de rabia y asco:
-
Oli no quiero que nunca más mires a mi hija.
-
No la miraba a ella, sino al vestido. –empecé a responder, y
sin esperar me gritó-
-
¡Eres un depravado y un cochino!
Créeme tía,
escuchar el tono de asco y desprecio en su voz me regresó a la infancia más
cruel que pueda vivir un niño gordo y un poquito afeminado, cuando los
muchachos grandes me llamaban afeminado, maricón. Y lo peor de todo fue;
DEPRAVADO, DEPRAVADO, en letras rojas y grandes sobre mí.
-
Yo no la,…
-
Si la veías cochino, ni siquiera tiene tu identidad sexual
definida.
Maldita sucia, la
maldije en mi corazón tía y no sólo eso, le agarre el pelo y me lancé con ella
al suelo, en mis recuerdos conservo solamente las imágenes de su cara pegando
contra el piso infinitas veces, sus gritos colgando desde la puerta de mi
infierno, la oscuridad me tomó despiadadamente y nunca solté su cuerpo hasta
que sentí el vacío en mis manos, de pronto no era un cuerpo vivo sino un saco
de cochinadas, de sangre y huesos rotos, de sesos esparcidos por el granito. Se
arremolinaron sobre mi los vecino traídos por el escandalo y la sangre, el olor
de la sangre es dulce tía, es atractivo y nadie lo puede negar, aquí en la
cárcel lo huelo siempre.
Dijeron que había
violado a la pequeña Alicia y lo negué, con suerte se pudo probar eso, confesé
el asesinato y mi condena es de treinta años, tía cuando salga espero
visitarte, espero que vivas largo y dulce, hablaremos de ti y de tus gustos
sexuales. No olvidaré jamás tus proposiciones, tu dulce mano pajeándome
mientras me hacia el dormido, te comiste mi leche esa vez. Mira, supongo que si
soy un pervertido, un depravado. El dinero era para pagarme un abogado capaz
de sacar esta carta y llevarla hasta donde estas, el abogado era un paripé, una
falacia. Comprendes de eso más de lo que creo. Nos veremos.
Fin
Dura misiva. La venganza está a la vuelta de la esquina.
ResponderEliminarMuy bueno, Álvaro.
Saludos.