Por Robe Ferrer.
Consigna: Escribe sobre Peter Pan, el país de Nunca Jamás y todos sus personajes. Debes vincularlos con los protagonistas de Five Nights at Freddy's.
Consigna: Escribe sobre Peter Pan, el país de Nunca Jamás y todos sus personajes. Debes vincularlos con los protagonistas de Five Nights at Freddy's.
La consigna es delirante, pero no
queremos que el cuento lo sea. Evita la comedia y lo grotesco.
Texto:
—¡¿Pero
qué hacéis aquí?! —preguntó Peter asombrado cuando vio entrar por la puerta a
su novia Wendy y a todo su grupo de amigos; los que en otrora se llamaron los Niños Perdidos.
—Hemos
venido a visitarte —canturreó la muchacha—. Y a alegrarte la noche. —Entonces
sacó una botella de whisky de su mochila y le dio un largo trago, después se la
pasó a Peter.
—¡No!
Vais a hacer que me echen. Es mi primer trabajo desde que vivo aquí. Sabes que
necesito el dinero. Todos necesitamos el dinero.
—No
te preocupes —le tranquilizó ella—. Te recuerdo que fue mi padre quien te
consiguió el trabajo y que no te van a despedir.
La
reducida estancia del vigilante de seguridad se había quedado pequeña para
tantos jóvenes. Entonces el teléfono sonó y Peter descolgó el auricular. El que
llamaba tenía un marcado acento español. Algo muy frecuente en el Londres del
siglo XXI.
—¿Peter?
Soy Santiago. El guardia del turno de día. Verás, te llamaba para darte un par
de indicaciones que seguro que no te han dicho al contratarte. Verás, por la
noche, los animales robóticos del restaurante están programados para moverse
solos por la sala, para que sus servomotores no se vean resentidos por la
inactividad. También actúan como detectores volumétricos de movimiento, haciendo
sonar la alarma en caso de que algún intruso entre en el salón.
—Muy
bien, muchas gracias por la información —respondió Peter pensando que se
trataba de una broma para los novatos del turno de noche.
—A
la mañana te haré el relevo. —Después colgó el teléfono, miró hacia la
oscuridad donde algunas personas más se ocultaban con él y dijo: —O le haré el
relevo a tu cadáver. —Y todos los antiguos Piratas de Nunca Jamás rieron con
él.
Peter
Pan, el que había sido el líder de los Niños Perdidos de Nunca Jamás, era ahora
el vigilante nocturno de la pizzería Freddy
Fazber's Pizza del nuevo parque de atracciones Neverland de Londres. Abandonaron el país de Nunca Jamás después de
la derrota de Garfio. Se fueron a vivir a la ciudad, con Wendy, Michael y John
y volvieron a crecer. Estudiaron en el colegio y algunos, como Peter y Wendy,
estaban cerca de acabar los estudios universitarios. Diez años habían pasado y
apenas recordaban nada de su vida anterior.
El
señor Darling les había conseguido trabajo para los que lo habían necesitado:
Wendy cuidaba niños los fines de semana, John ayudaba a su padre con algunos
papeles del banco y Michael paseaba los perros y cortaba el césped de los
vecinos. A Peter le había conseguido aquel trabajo de vigilante nocturno por
mediación de un amigo, y el chico no quería defraudarle. Lo que no sabía
ninguno de los dos era que alguien le había recomendado para ese puesto: el
vigilante diurno.
En
ese momento, el joven miró el cartel con el nombre del vigilante: "Santiago Colgadero". Pensó
que era un nombre extraño.
—¡Vamos
a divertirnos! —gritó John cerca de él. Llevaba un cigarrillo de marihuana en
una mano y un vaso con cerveza en la otra.
—Me
vais a buscar la ruina. Tenéis que iros ahora mismo.
—Vamos,
no seas aguafiestas —intervino Wendy dándole un profundo beso. El resto
abandonaron el despacho y se fueron hasta el restaurante. Allí estaban las
mesas para las comidas de los visitantes de Neverland, la zona de pedidos y la
atracción del local: los animatrónicos de la banda Fazbear´s Band; Freddy,
Chica y Bonnie.
Al
poco, el chico separó los labios de los de su novia y comenzó su ronda,
argumentando que por las cámaras no veía bien todo. Empezó por los pasillos con
la intención de avanzar hacia el restaurante. Sin embargo, el corazón le dio un
vuelco antes de llegar allí. El brillo de un garfio activó un instinto de supervivencia
que había desarrollado en otro tiempo, ahora olvidado, y le hizo ponerse en
guardia. Enseguida notó que se trataba de un robot de la decoración de la
franquicia, si no recordaba mal, se llamaba Foxy el Pirata. No sabía por qué,
pero le había recordado a un antiguo enemigo. Cuando el muchacho continuó con
su ruta, unos ojos dentro del personaje robótico se movieron siguiéndole en su
marcha.
Al
llegar al salón principal, se encontró con todos sus amigos bebiendo y fumando.
Habían sacado un reproductor de música portátil con sus parlantes y escuchaban
las canciones de moda. Uno de los gemelos estaba junto a los animales robóticos
mirando sus instrumentos. En un momento dado, se le ocurrió que sería una buena
idea ponerle el canuto que fumaba en los labios como si el autómata estuviese
fumando. Aquello hizo surgir las risas de sus compañeros.
—¡Quita
eso de ahí! —ordenó Peter y el gemelo, siguiendo una poderosa jerarquía
establecida antaño, obedeció de inmediato.
—¡Aaahhh!
—El grito de Wendy se escuchó en todo el restaurante. Los que habían sido los
Niños Perdidos se quedaron petrificados. Pero Peter, sin perder un instante,
corrió hacia la sala de monitores con la porra de vigilante en la mano.
Cuando
llegó a la sala, allí estaba la chica, asustada mirando a una de las pantallas.
—El
muñeco que estaba allí, se ha movido. ¡Ya no está!
—Tranquila
—le dijo Peter—. ¿No has oído al vigilante diurno? Los robots tienen que
moverse porque si no se le estropearían los motores. O eso, o es una broma para
los novatos. De todos modos iré a mirar.
—No
me dejes sola, por favor.
Ambos
chicos salieron del control y se dirigieron hacia el pasillo en el que momentos
antes había estado la figura de Foxy el Pirata. Tal y como había dicho la
joven, el muñeco ya no se encontraba allí.
—Tenemos
que ver dónde se encuentra y avisar a los demás que los otros muñecos, los del
salón principal, pueden empezar a moverse de un momento a otro, que tienen que
dejarlos para que no se estropeen. Lo mejor será que os marchéis, Wendy —le
rogó a la chica.
En
el restaurante comenzaron a escucharse risas, que pronto se convirtieron en gritos
y ruidos de golpes. Peter y Wendy acudieron de inmediato. Allí se encontraron
una escena que le fue familiar, pero que habían olvidado al crecer. Era una
pelea como las miles que habían tenido contra los Piratas de Nunca Jamás; pero
aquello había quedado muy atrás tras la derrota de Garfio.
Los
robots habían comenzado a moverse y se encaminaron hacia los muchachos que
estaban bebiendo y fumando. Armados con sus instrumentos habían empezado a
golpearlos, y los Niños Perdidos habían respondido a aquel ataque defendiéndose
con sillas y arrojando botellas y vasos contra los animatrónicos.
—Por
fin decides unirte a la fiesta —dijo el muñeco de Golden Freddy con una voz que
a todos les resultó conocida, especialmente a Peter. Entonces con el garfio (en
la mano buena blandía una espada pirata) enganchó la cabeza del muñeco y la
arrancó, dejando al descubierto el rostro de James Garfio—. Encargaos del
resto, Pan es mío —les dijo a los otros animales robotizados.
—¡Garfio!
Ahora te recuerdo —bramó Peter—. Te derroté una vez, y volveré a hacerlo de
nuevo, bacalao. —Entonces blandió su porra de vigilante a modo de espada y
comenzó una batalla contra el malvado capitán pirata.
Entre
tanto, los Niños Perdidos peleaban contra los muñecos biónicos, sin mucha
suerte. Uno de los gemelos yacía en el suelo con el cuello roto y Curly y
Tooties habían muerto aplastados. Tres de los cuatro animales robóticos
trataban de introducir el cuerpo de Nibs en el disfraz de Freddy el Oso
mientras aguantaban los golpes de los otros muchachos. Chica la Gallina soltó a
su presa y se encaminó con paso lento hacia John, que se encontraba sentado en
el suelo, abrazando sus rodillas mientras lloraba. Lo que estaba presenciando
le parecía tan irreal que no daba crédito a lo que veía. Wendy estaba en un
estado similar, pero no lloraba. Aún no.
—Esto
es lo que he deseado toda mi vida, Pan —comentaba Garfio a la vez que daba
estocadas y paraba con su espada los ataques de Peter con la porra—. ¿Acaso
crees que obtuviste tu nuevo trabajo por tu cara bonita? ¿Quién te crees que te
recomendó? ¿Quién pidió al dueño de Freddy
Fazber Pizza que llamara al padre de tu novia? Yo. Yo lo hice todo.
—Entonces cambió el acento al español—. Yo mismo te llamé hace un rato para
decirte que los muñecos se movían solos. Yo, Santiago Colgadero[1].
James Garfio. Mis hombres y yo, disfrazados de los muñecos del restaurante, por
fin os hemos dado caza.
La
risa profunda de Garfio resonó en toda la sala enmudeciendo momentáneamente el
ruido metálico de los animales robóticos.
Sin
embargo, el plan de Garfio tenía una pequeña fisura. Y era que no contaba con
que alguien había dotado de vida a las mascotas de la pizzería con una poderosa
y diabólica magia. Cuando los Piratas se introdujeron dentro de los pelajes de
las figuras, fueron asfixiados por los propios muñecos, quedando atrapados para
siempre en su interior.
Cuando
hubieron acabado con los Niños Perdidos (el último fue John, desmembrado por
Chica la Gallina y Bonnie el Conejo), se dirigieron hacia Wendy encabezados por
Foxy el Pirata. La joven gritó de nuevo y comenzó a llorar. Peter giró la
cabeza hacia ella, perdiendo de vista la espada de Garfio, que atravesó el
hombro del muchacho.
El
joven dio un par de pasos hacia atrás desequilibrado. Quería salvar la vida de
Wendy, pero antes tenía que salvar la suya propia. La chica se encontraba tan
asustada que no había sido capaz de mover un dedo desde que entró en el salón y
se encontró con la dantesca escena.
James
dio otro mandoble que alcanzó al chico en su brazo derecho. Sabía que no sería
capaz de derrotar a su rival con aquella simple porra de plástico recubierta de
cuero. Necesitaba algo más. Un nuevo ataque de Garfio, sin consecuencias para
Peter, le hizo volver a la realidad. Lanzó una patada hacia su enemigo que
impactó en el costado del capitán pirata. Entonces Peter corrió hacia donde
estaba Wendy, que estaba siendo zarandeada por los personajes de la Fazbear's
Band. Se lanzó contra Foxy derribándole y haciendo que soltara a la muchacha.
Después tiró del brazo de su novia y la arrancó de las manos de sus captores.
—¡Haced
lo que queráis con la chica, pero Pan es mío! —bramó Garfio a escasos metros de
sus compinches. O eso era lo que él creía.
Foxy
y Bonnie se lanzaron contra el capitán, a la vez que Freddy y Chica iban hacia
Peter y Wendy.
—¿Qué
hacéis, malditos hijos de mil padres? Es a Pan y a la chica a quienes tenéis
que capturar. Dejadme en paz.
Garfio
intentó defenderse y lo primero que hizo fue lanzar un tajo contra Foxy. El
golpe seccionó el brazo izquierdo de su oponente. Pero en lugar de manar sangre
de la herida, lo que salió fue aceite lubricante y relleno de algodón. No
quedaba rastro de sus secuaces. Estupefacto, el jefe de los piratas no dejó de
lanzar mandobles y estocadas en todas direcciones, pero fue en vano. Momentos
después, su cuerpo yacía desmembrado en un charco de sangre.
Peter
conducía a Wendy hacia la salida de la pizzería, pero al llegar a la puerta
esta se encontraba cerrada. Accionó la manilla varias ocasiones sin que nada
sucediera. Golpeó los cristales con su porra para quebrarlos, pero no lo
conseguía.
Freddy
el Oso llegó hasta su altura y le golpeó en la espalda. Peter cayó de rodillas.
Chica lo sujetó por un brazo y Freddy por el otro. Foxy y Bonnie se acercaron a
los otros dos animatrónicos. El zorro pirata agarró a Wendy y comenzó a
retorcerle el brazo. Se escucharon los ruidos secos de los huesos al
fracturarse y del hombro cuando la cabeza del húmero salió de su sitio y se
rompieron los tendones. Los gritos de la muchacha resonaron en el local vacío.
La sangre salpicó por doquier manchando la cara de Peter y las ropas de los
robots.
El
que fuera líder de los Niños Perdidos forcejeaba con sus captores para librarse
de ellos y ayudar a su novia. Las lágrimas de rabia bañaban su rostro y se
mezclaban con la sangre que le había salpicado. El otro brazo de Wendy se
separó de su cuerpo a la altura del codo salpicando más sangre por la estancia.
La chica perdió la consciencia y cayó bocabajo sobre su sangre. Allí moriría
desangrada horas después.
Ahora,
los verdugos de su novia y el resto de amigos, se acercaron a él. Foxy relevó a
Freddy en la sujeción del brazo del chico. El oso se colocó frente a Peter y le
agarró del cuello. En los ojos del animatrónico, el joven pudo ver un brillo
que le resultó familiar, pero estaba cargado de odio y rencor. Por primera, y
única, vez Freddy habló.
—Ahora
que te he roto el corazón como tú hiciste conmigo, no me queda nada más que
hacer aquí.
El
brillo de los ojos del oso se apagó. Por una de sus orejas salió una chispa
luminosa y el robot, al igual que el resto de animales, cayó inerte al suelo.
La pequeña centella flotó frente a la cara de Peter. El chico observaba anonadado.
Esta vez habló por su propia boca y no por la de Freddy el Oso.
—Me
ha costado, pero por fin te he encontrado.
—¿Qué
quieres de mí? —preguntó Peter Pan.
—Has
olvidado muy rápido desde que saliste de Nunca Jamás con esa zorra. Me juraste
amor eterno y me dejaste por otra. Me prometiste no crecer jamás y me has traicionado.
—Pero,
¿quién eres? —interrumpió el muchacho sin saber por qué aquel destello, que
parecía una luciérnaga, le hablaba.
El
brillo de Campanilla se tornó rojo de rabia.
—He
destrozado tus sueños de amor, como hiciste tú con los míos.
Y
sin decir más, Campanilla atravesó el cristal de la puerta, voló hacia lo más
alto del cielo y giró en la segunda estrella a la derecha con dirección hacia
el amanecer.
Peter
miró a su alrededor y vio los restos de sus amigos y de su novia envueltos en
sangre. Varias horas después, lo encontraron llorando abrazado al cuerpo sin
brazos de Wendy. Ese día descubrió que ningún ser humano traicionaba a un hada sin
pagar por ello.
[1] Colgadero:
Hook en inglés, apellido original del antagonista de la obra, que también significa
Garfio.
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