Por Yol Anda.
Fue fácil
encontrarlas. Sus pies desnudos no consiguieron borrar las huellas que dejaron
en mi memoria. Mil novecientos ochenta. Un crudo invierno en el hotel Overlook.
La habitación 237. Aquello no fue más que el principio. Prefirieron a las
gemelas para el rodaje pese a mis avances en artes escénicas siendo una niña de
diez años. Pero el tiempo pasa; cuatro años más y muchas cuentas por ajustar.
Venid a jugar conmigo, niñas. Venid a jugar. No es invierno, no estamos en el
angosto pasillo de un hotel; no hay alfombra azul que se precie ni ¿ríos de
sangre? Venid.
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